ADENDA.- EL RESPLANDOR DE LAS HOGUERAS, Pedro Sanz Lallana

ADENDA

 

DISCURSO hecho con ocasión

del famoso juicio y AUTO de FE celebrado en Logroño

el año 1610,

por PEDRO DE VALENCIA¹

 

Prestóme un caballero las declaraciones del último Auto de la Fe que se celebró en Logroño, pidiendo se las volviese presto; leilas de prisa con horror y asco en el entendimiento y en la voluntad; ansí se me pegó poco dellas en la memoria.

Esto fue causa de que un discurso que para su examen escribí y ofrecí al Ilmo. Cardenal Arçobispo de Toledo, mi Señor, fuese menos cumplido. Agora me las comunicaron para más despacio, y yo, venciendo quanto pude el disgusto con que miro aquellas torpeças y obscenidades abominables, reduje las declaraciones de los brujos añadiendo algunas notas con que se suplirá la parte que falta de aquel discurso en el intento del examen o censura de aquellos cuentos, y no hay cosa que tanto lo desacredite como las monstruosidades increíbles e incompatibles que contienen; que al entendimiento que no le disonaren, no hay para que nadie se canse en persuadirlo.

Dicen que los brujos antiguos inducen á otros y que habiéndolos persuadido y ellos prometido de serio, y de que llegados á edad de discreción, si son niños, harán el reniego y los llevan al aquelarre (ansí llaman en vascuençe a sus juntas, y quiere decir prado del cabrón); á los que no se dexan persuadir no pueden forçarlos ni llevarlos allá contra su voluntad. Para llevar a cada uno, va á él la persona que lo indujo, tres horas antes de media noche, y lo despierta si duerme y con una agua verdinegra y hedionda le unta las manos, sienes, pechos, partes vergonzosas y plantas de los pies. Con esto son ambos arrebatados por el aire y sacados por las puertas ó ventanas que invisiblemente abre y vuelve á cerrar el demonio, ó por otro cualquiera agujero ó resquicio de la puerta y llegan con gran presteza al lugar de la junta, y en ella el antiguo presenta al novicio que lleva, al demonio, el qual aunque de ordinario se suele mostrar allí en figura de cabrón2; entonces no está sino en figura de un hombre negro, con una corona de cuernos pequeños, entre los quales se levantan tres grandes semejantes a los del cabrón; los dos salen del colodrillo y el tercero de la frente y éste alumbra como antorcha á toda la junta con mayor luz que la de la luna y menos que la del sol, bastante para que todas las cosas se vean y conozcan.

Los ojos3 tiene grandes, redondos, muy abiertos, encendidos y espantosos; la barba de cabrón y todo el cuerpo como de entre hombre y cabrón; los dedos de las manos iguales, corvos y rapantes como de ave de rapiña; los pies como de ganso; la cola de asno; la voz espantosa y desentonada, pero baja, ronca y triste; parece al roznido de un mulo, no pronuncia bien las palabras y se entienden con dificultad; habla con grande arrogancia y gravedad, con semblante melancólico y que siempre parece está enojado. La maestra le presenta al novicio diciendo: «Señor, esto os traigo y presento». Él se muestra agradecido y dice que lo tratará bien para que con él vengan otros muchos. El novicio se pone de rodillas y el demonio le va diciendo la forma del reniego, y él repitiéndola como lo lleva industriado, la maestra renegando de Dios, de la Virgen su Madre, de todos los santos y santas, del bautismo y confirmación y de ambas las crismas; de sus padrinos y padres de la fe y de todos los cristianos. Dice que no tendrá al Dios dellos por Dios y Señor, sino al Demonio que está allí presente, que es el verdadero Dios y Señor que lo ha de salvar y llevar al paraíso4, y recibiéndole por tal le adora y le besa la mano izquierda, la boca, los pechos, encima del corazón y las partes vergonzosas.

El demonio á este tiempo se revuelve sobre el lado izquierdo, levanta la cola y le da á besar aquellas partes, que las tiene muy feas y sucias y hediondas. Luego el demonio con la mano izquierda, hincándole la uña en la parte del cuerpo que le parece —que no es una en todos— le hierra con su marca haciéndole sangre que recoge en un paño ó vasija. El novicio siente grave dolor de la herida, que le dura por más de un mes y le marca por toda su vida. Tras esta le hace otra segunda marca en la niña de los ojos, con una cosa caliente como que fuese de oro, y es una figura de sapillo que queda impresa para señal con que se conocen los brujos unos á otros. El demonio le da á la maestra ciertas monedas de plata como por precio de aquel su esclavo, y al novicio le da un sapo vestido, que es un demonio en figura de sapo para que sirva al brujo como de ángel de guarda. Las monedas se le desparecen a la maestra sin que se aproveche dellas sino es que se da prisa a gastarlas dentro de 24 horas. Al sapo vestido lleva la maestra y lo sustenta hasta que el demonio le mande que lo entregue al novicio. La parte de la primera marca por donde entró la uña queda sin sentido, que no siente aunque por allí le hinquen un alfiler, como experimentó un Joanes de Echalar, que tenia la marca en la boca del estómago.

Los brujos antiguos advierten luego al nuevo que no ha de nombrar el santo nombre de Jesús, ni de Maria, sino es para renegar; ni persignarse, ni santiguarse, porque demás de que será castigado gravemente, acontecen otros daños que al punto se deshacen los aquelarres con estruendo y presteza mayor que con la que vuelan las aves. Refieren casas particulares en que esto se ha visto, y dicen que es tan espantoso para el demonio y para los brujos el nombre de Jesús, que tiemblan siempre que lo oyen nombrar, pierden la fuerza y no pueden ejecutar los males que intentaran. Tras esta advertencia se va el novicio con los demás á bailar al rededor de unos fuegos aparentes que el demonio representa allí, y no queman aunque mas entren y salgan por ellos. Díceles el demonio que aquellos son los fuegos del infierno que no hay que temerlos, sino holgarse y hacer todo el mal que pudieren. Cantan y bailan al son del tamborino y flauta, estándolos mirando el demonio, y acábase la fiesta y vuelven á casa antes que cante el gallo5, porque en llegando esta hora se desparece todo; los sapos vestidos dejan a sus dueños sin volverlos a casa, y ellos se vuelven por su pie. Experiencias desto confesaron Juan de Goiburu, tamborilero era del aquelarre de Çigarramurdi, y Juan de Sansin su primo, que tañían el atambor. Estos dos fueron sacados al auto y reconciliados por buenos confitentes6.

Hay entre los brujos señaladas dignidades y oficios, como en los juegos de los niños; particularmente se hace mención en las relaciones de rey y reina y de alcaldes del aquelarre. Los niños7, aunque los untan y llevan á las juntas, como queda dicho, no hacen el reniego hasta que llegan á años de discreción que entiendan lo que hacen á los que no han llegado, como tengan de quatro á cinco años arriba, sí les pueden ganar el consentimiento con manzanas, nueces y otras golosinas, y con promesas que irán á holgarse con otros niños, los pueden llevar al aquelarre, y a los menores desta edad sin que consientan, sino es que al tiempo de acostarlos los hubiesen persignado o echándoles agua bendita, ó puesto reliquias, que á estos dicen que no pueden llevarlos al aquelarre, pero que les pueden hacer otros males. Dicen más, que los brujos mientras perseveran en la secta no ven el Santísimo Sacramento, aunque lo alzan en su presencia, que no les permite Dios que lo puedan ver.

Descubrióse esta junta y conjuración de brujos en esta manera. Una francesa criada en Çigarramurdi, cuyo nombre no se declaró, llevada al aquelarre, hizo el reniego y todo lo demás, escepto que no quiso renegar de Nuestra Señora. Ésta después reconocía sus culpas y se confundía, pareciéndole que aquel demonio no podía ser Dios; y finalmente se acabó de confundir, porque comulgando no vio la forma. Confiésase y fue absuelta por orden del Obispo de Bayona. Volvió á Çigarramurdi y dijo como en aquel lugar había brujas y aquelarre, que ella se había hallado en el, y visto muchas personas, y entre ellas á una Maria de Jureteguia. A esta apretaron su marido y deudo, hasta que convenciéndola la francesa, vino á confesar, después de haber echado por la boca un aliento de muy mal olor8, como desde niña le había persuadido y hecho bruja una su tía llamada Maria Chipia y que ansí nunca en su vida había visto el Santísimo Sacramento, hasta que dejó de ser bruja. Cuentan el gran sentimiento que el demonio hizo y los golpes que se daba en los pechos en los aquelarres por habérsele retirado esta Jureteguia, y cómo hizo grandes diligencias por reducirla. Que un grande número de brujos fueron y entraron invisibles á puertas cerradas en la casa donde la tenían acompañada de mucha gente, y que ella sola veía los brujos, y que la demás gente no veía nada; que los brujos la amenazaban, poniendo el dedo en la frente y jurándole que se lo había de pagar si no se iba con ellos, pero que ella daba voces, que sacó un rosario y alzó la cruz dél, y se persinó diciendo de no, nombrando a Jesús Maria; que con esto la dexaron, y se fueron haciendo gran ruido, pero que de camino, y por venganza, le arrancaron de la huerta muchas berzas y manzanos, y que le arrancaron todo un molino de su lugar, juntándose á hacer esto los brujos y muchos diablos, y lo pusieron encima de un cerro, vinieron á poner en su lugar la misma noche dejando roto el rodezno, el husillo en el agua, y la piedra molar á un lado9. Que estos daños se hallaron hechos el día siguiente, y se repararon por oficiales. A esta Maria de Jureteguia se le quitó el sambenito en el tablado, y se le dio licencia para volverse á su tierra por buena confitente, y por haver sido causa de todo el descubrimiento.

Dicen de los brujos niños y de todos los novicios que no se hallan en los aquelarres sino es en compañía de sus maestras, y que no los llevan allá quando han de hacer sus mayores maldades, sino que entre tanto los ocupan en guardar una gran manada de sapos que tienen recogidos los diablos, y los brujos viejos para hacer dellos veneno. Que después de provectos en la brujería los admite el demonio á la dignidad de hacer ponzoñas, echando sus bendiciones, la qual echa en forma extraña, haciendo circular al revés con la mano izquierda, etc. Que juntamente con esta bendición les entrega á cada uno un sapo vestido y se untan á solas y se van por sí á los aquelarres, y son admitidos á todos los misterios de maldad.

Los sapos vestidos traen unas como ropillas justas de paño ó terciopelo de colores diversos, con su capillo y una abertura que se cierra por debajo de la barriga; que este vestido nunca se rompe y siempre está en su ser. La cara, aunque pequeña, es de la figura y partes que la del diablo grande. Que comen muy bien y se quejan si no los regalan diciendo: «Nuestro amo, poco me regalan, dadme de comer». Conversan con sus amos, y les aconsejan lo que han de hacer; incítanlos á maldades y los despiertan para que vayan al aquelarre. El agua10 verdinegra con que se untan sacan de los mismos sapos vestidos, dándoles con unas varillas por orden del demonio que están presentes mientras les dan, y les dicen que les den más ó menos, hasta que vomitan ó echan por atrás el agua. Untados con ella salen por los agujeros, y que á ellas les parece que las hace pequeñas11 el demonio para que puedan caber por allí; pero que no es sino que alarga los agujeros y los vuelve á cerrar. Que van á las juntas tres días cada semana, lunes, miércoles y viernes; van por los aires, y su sapo vestido, a su lado izquierdo. Algunas veces van por su pie, y el sapo saltando delante. A los que faltan a las juntas castigan ásperamente. También es prohibido y castigado el hablar de las cosas del aquelarre sino es quando están en él, aunque las traten unos con otros. Azotan ásperamente con espinas á los niños que descubren algo de estas cosas y hay un verdugo diputado para estos castigos. A los azotados unta algunas veces el demonio con cierto ungüento que saca de su botica, y se les quita el dolor.

Que el vicario de la villa de Vera, por estorbar que no llevasen los niños al aquelarre, metió á dormir en su casa más de quarenta de ellos, y los exorcisaba, y les echaba agua bendita, con lo qual no los podían llevar, y andaban los brujos invisibles al rededor y encima por el tejado, riendo y haciendo ruido. Que una noche que se descuidó exorcisarlos se los llevaron12 y los azotaron, y que un día entrando los niños en la escuela y viendo pasar algunas de las brujas que los habían llevado, salieron tras ellas dando gritos y tirándoles piedras. Demás de la fiesta que hacen en los aquelarres, salen dellos á espantar y hacer daño á los que topan por los campos y caminos, y salen á esto invisibles ó transformados en animales de todas suertes. Dicen en un cuento que por espantar á Martín de Amayur, molinero de Çigarramurdi, él alcanzó con un palo á Maria Presona, bruja, la cual dio un muy grande grito, y quedó muy lastimada por algunos días; y el molinero cayó desmayado ansí como llegó al molino. Cuentan más, que una vez entraron las brujas volando más de dos leguas sobre el mar y el demonio guiándolas, el qual levantando la mano izquierda y diciendo: «Aire, aire, aire», movió una espantosa tempestad sobre ciertos navíos cerca de San Juan de Luz, hasta que clamando los navegantes: «Jesús, Jesús» y levantando una cruz en alto, los brujos huyeron y cesó la tormenta.

Refiérense otras salidas y hazañas á este modo. Que el demonio en las juntas les dice las personas que no tienen costumbre de bendecir las mesas, ó no dan gracias después de comer, para que les vayan á hacer mal, y que para que lo hagan, él les va alumbrando y abriéndoles las puertas y ventanas, y echando sueño en los de casa para que entretanto las brujas hagan sus bailes y canten dentro y quiebren platos y otros daños semejantes. Dicen que los de un aquelarre suelen ir á ver á los de otro quando están juntos, lo qual es de notar por la costumbre antigua que desde un convite salían calientes á dar grita y hacer chacota á los de otro por acrecentarles la fiesta, y estas idas se llamaban comessationes. También parece tiene semejanza con la Epopteia que se decía ansí al entrar los antiguos iniciados en los misterios á estar viendo como se iniciaban otros nuevos. Que los más solemnes aquelarres son en las vísperas13 de las mayores festividades de la Iglesia, en las quales el diablo grande se aparece acompañado de otros menores como de pajes, y que entonces primeramente lo adoran con más solemne admiración. Los brujos se confiesan acusándose cada uno de las obras buenas y de cristiano que ha hecho, como de pecados, siendo reprendido por ellas. Luego ponen un altar, por dosel un paño negro muy malo y muy viejo pintado con figuras de demonios; las vestiduras son también ansí negras y malas, pero de la forma de los ornamentos con que se celebra en la iglesia. Revístese el demonio con ellas, y con cáliz, hostia, misal y vinageras, canta su misa, oficiándole los demonios menores con voces bajas y desentonadas.

El demonio á su tiempo se vuelve á los brujos y les predica, exhortándolos á que no sean vanagloriosos en querer otro Dios fuera de él; promételes descanso en la otra vida y mándales que hagan á los cristianos todo el mal que pudieren. Prosigue la misa, y al ofertorio se sienta en una silla negra, y á su lado la reina del aquelarre con su portapaz que da á besar; vanle ofreciendo todos por sus antigüedades dinero, pan, huevos, que todo lo reciben y llevan los diablos. Acabado el ofertorio, dos brujos que sirven de caudatarios le alzan la cola y van llegando los demás y van besando debajo della, y él al punto tiene prevenida una ventosidad muy hedionda con que les da á cada uno, y este es uso suyo ordinario quando le llegan á besar allí.

Volviendo á la misa, alza una cosa redonda á manera de hostia, y es como de suela de zapato, en que está pintada su figura, y dice: «Éste es mi cuerpo». Adóranla todos puestos de rodillas, dándose en los pechos y diciendo: «Aquerragoiti Aquerrabesti», que es: «Cabrón arriba, Cabrón abajo»; y lo mismo quando alza el cáliz, que es como de madera, muy negro y feo. Después los comulga, dando á cada uno un bocado muy negro y muy malo de tragar, y encima un trago de bebida amarga que les enfría mucho el corazón.

Dicen que acabada esta comunión conoce el demonio carnal y sométicamente  á todos y á todas, y que llevan para esto á las mugeres una á una á son del tamborín; y que al acabar el acto dan las mugeres un gran chillido, y que á las doncellas las desflora y lastima y hace sangre, y también á los hombres que conoce sométicamente. Refiriendo cosas tan torpísimas dicen las relaciones que dejan otras por serio. Añaden que habiendo cumplido ansí con el demonio, luego todos se mezclan unos con otros, hombres con mugeres, sin distinción de sexos, ni de parentescos. Que el diablo los aparea, y como que los casa, diciendo: «Este es bueno para ti, y tú eres bueno para éste».

Fuera también de los aquelarres se suelen juntar á hacer destas torpezas, y en sus casas y en otras partes de día y de noche se les aparece el demonio en figura espantosa y los conoce carnalmente, y á las mugeres por entrambas partes y muy de ordinario se les va á la cama. María de Zozaya dijo que dormía con ella casi todas las noches tratándose como marido y muger, y como que fuese hombre, sin haber diferencia más de que siempre el demonio tenía las carnes muy frías que ella no lo podía calentar.

Que muchas otras veces sin que sea día de aquelarre los arrebata el demonio y los lleva á parte secreta y señalada donde hacen las mismas torpezas con el demonio y entre sí; ábrelos y mételos adonde esta durmiendo la persona á la qual infunde sueño, y ansí sin que lo sienta, la bruja le abre la boca y le pone dentro una parte de pellejo de sapo con sus polvos, ó le unta otras partes del cuerpo diciendo: «El Señor te dé mal de muerte, ó tal enfermedad por tanto tiempo»; y lo que dice se cumple. Que confesaron nombrando en particular gran número de personas que habían muerto en esta forma, y refiérense algunas muertas entre ellas como Graciana de Berrenechea reina del aquelarre de Çigarramurdi, por celos que tuvo de Mari Juana de Odia de los amores del demonio, alcanzó licencia y la mató.

Que á los niños tiernos los chupan por el seso y por la natura, apretándolos recio con las manos, y les pican con alfileres en otras partes y los chupan por allí la sangre estando presente el demonio que las incita y les dice: «Chupa y traga eso que es bueno para ti». Que á otros muerden y ahogan por la garganta, y á los mayores á quien no pueden chupar é ahogar tan fácilmente, los azotan con espinos é mimbres retorcidos, y que ellos no se pueden quejar, porque el demonio se los tiene encantados. Que en las confesiones dicen los nombres de los niños que han muerto y de sus padres. También cuentan las relaciones en particular niños y personas que mataron echándoles polvos en las migas, ó dándoles manzanas envenenadas.

Lo que se cuenta largamente en la relación de como los brujos desentierran á brujos que mueren, y á niños que ellos han muerto y á otras personas, como los desquartizan sobre las sepulturas dexando en ellas las tripas y lo demás, y las sepulturas compuestas por mano del demonio, de tal suerte que no se puede echar de ver que se hayan movido; cargan los quartos y los llevan al aquelarre, y allí los comen parte cocidos, parte asados y parte crudos; que el demonio come el corazón, y que les dan parte á los sapos vestidos, los quales rifan sobre las mesas como perros. Que los brujos comen de todo ello con mayor gusto que de capones, aunque la carne esté podrida y hedionda. Que señaladamente es más sabrosa la de los brujos, y la de varones más que la de mugeres, y que esto suelen hacer de los cuerpos de sus padres y hijos y parientes. Que la reina del aquelarre recoge y guarda y lleva á su casa, como derechos que le pertenecen, todo lo que sobra, y lo come en compañía de los que en su familia son brujos. Que también hacen extraordinariamente otros banquetes de estos entre brujos.

Esto es ageno de toda verisimilitud, y aún creerlo es cosa inhumana porque excede en abominación y crueldad horrenda todo lo que los poetas se alargaron á fingir de los cíclopes y lestrigones, y quanto se cuenta de los brasiles y caribes antropófagos. Añaden más, que los huesos desta carne se guardan para el siguiente aquelarre, y que los cuecen con cierta yerba llamada en vascuenzo belarrona, que tiene virtud de ablandarlos como nabos. Que parte dellos comen, parte machacan el demonio y los brujos en un mortero, y exprimiéndolos entre paños, recoge.

Que en estas ausencias no las echan menos los maridos en las camas, ni los de casa y vecindad, porque el demonio echa sueño á los maridos, y porque en lugar de la ausente queda un demonio representando su figura, respondiendo y dando satisfacción á quien la busca. Que después que ella vuelve le cuenta quien la ha buscado, y lo que ha pasado, porque se conserve el secreto. Que la noche de San Juan, después del aquelarre los lleva el demonio á la iglesia y se la abre, y quedándose él fuera, ellos entran y hacen muchas ofensas á la Santa Cruz y á las imágenes de los santos. Que algunos días del año los brujos por ofrecer al demonio la ofrenda de que él mas gusta, van á las iglesias de noche cuando hace más escuro llevando una luz que no luce sino por ellos. Un brujo dice que es hecha del brazo izquierdo un niño que haya muerto sin bautismo14 encendido por la parte de los dedos y da aquella calidad de luz. Que abren las iglesias, entran y desentierran, y en una cesta que cada uno lleva recogen los huesos y los sesos podridos de los difuntos; y esto le ofrecen en el aquelarre al demonio haciéndole tres reverencias y diciéndole ciertas palabras.  

Él lo recibe y recoje en un esportón y lo masca y come allí con unos dientes fortísimos y muy blancos, con grande sabor; y también á los brujos les da gracia y fuerza para que á su imitación coman dello, y aun le ruegan que les de parte.

 Que la potestad de hacer ponzoñas es tenida por grande dignidad. Que el demonio aparta á los que hace merced della y los lleva al campo con azadas y costales para recoger cantidad de sapos, hongos y otras sabandijas, y cosas de que se componen ungüentos y polvos venenosos. Que para hacerlos desuellan los sapos mordiendo y tirando el pellejo con los dientes en manera asquerosísima, etc. Que hechos los venenos los reparten á como cabe á cada uno, y con ellos después destruyen frutos, matan ganados y personas. Que para hacer estos daños iban en compañía del demonio llevando un tal Miguel de Goiburu la caldera del demonio, que es de cuero, y en ella gran cantidad de polvos de que el demonio va esparciendo á puños por las heredades con la mano izquierda en cierta forma y diciendo: «Polvos, polvos, piérdase todo, ó piérdase la mitad», según quiere que sea el daño, y que los brujos repiten, como en letanía las mismas palabras añadiendo: «Salvo lo mío», mas no por esto dejan de padecer el mismo daño15 las heredades de los brujos que las demás. Dicen que hacen esto quando corre solano y hay bochorno, que las espigas no granan y las castañas enferman y se ponen mustias. Que por dar gusto al demonio, haciendo mal á los cristianos no reparan en el daño propio.

Que enojados por causas particulares é inducidos por el demonio hacen enfermar ó matan á las personas, para lo qual piden en el aquelarre licencia y favor al demonio que se la concede y los acompaña alumbrándolos con su tercero cuerno, y guarda el demonio en una redoma el agua que sale, que es clara y amarilla, y el cisco destos huesos y los sesos que sobran los recogen los demonios menores y hacen dellos unos polvos muy ponzoñosos. Que el agua amarilla es de mucha estima porque es de presentísimo y eficacísimo veneno mortal. Que el demonio por gran favor da una poca della á los brujos más privados. Que quiso dar á beber della á María de Iriat, bruja, la cual no quiso gustarla, aunque por asegurarla bebió el demonio, y diz que no se murió.

Dase fin con el cuento de Maria de Zoçaya, que saliendo un clérigo á caza en Rentería le dijo: «Señor compadre, mate muchas liebres para que nos dé lebrada á todos; y luego se untó con el agua verdinegra y lo siguió, y á ella la convirtió el demonio en liebre, que huyendo á los galgos los burló y cansó todo el día, y volvieron á casa sin caza ninguna». Parece, dicen, que les hizo esta burla no solo aquel día sino otras veces. Ésta sería alguna liebre ligera de las que llaman los cazadores “desanimadas”, y pónenle á la triste vieja toda aquella ligereza. Ya dije en el discurso algunas dificultades deste cuento.

 

Conteniendo la relación de Logroño todo lo antes dicho y otras particularidades, se dice dé la aprobación para que se imprimiese. Y ninguna cosa de la dicha sumaria relación es contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres cristianas, antes muy verdadera y necesaria que venga á noticia de todos los fieles, para desengaño de los engaños de Satanás. Dios nos libre dél y dellos.

En el discurso procedí por cada opinión, disputando y condescendiendo con todas en quanto á lo posible, y en quanto á algunos casos antiguos y raros que Dios haya permitido para grandes fines y ejemplos, y que están autorizados con testimonios, que merezcan fe cosas tan exorbitantes; pero en cuentos de tiempos y autoridades inferiores, y particularmente en estos de Logroño, todo mi sentimiento y afecto se inclina á entender que aquellas hayan sido y sean juntas de hombres y mugeres que tienen por fin el que han tenido y tendrán todos los tales en todos los siglos, que es torpeza carnal: y que los que concurren á ellas, cegados en el vicio, están como furiosos y endemoniados fuera de sí, como vemos, que les acontece á algunos hombres en amores y amancebamientos, que parece que llevados con violencia de espíritu inmundo de fornicación, no son señores de sí.

Siguiendo estos vicios y guiados destos espíritus se van los brujos y brujas por sus pies á las juntas, ordinarias y extraordinarias que dice la relación, y procuran meter en el juego a niños y niñas, como más fáciles de cazar, y como manjar de más gusto para sus intentos. El demonio como en grangería suya andará cuidadoso y los alentará y ayudará extraordinariamente para que acometan qualquiera desatino: pero no entiendo que se aparece, ni que interviene en forma visible, ni que ellos vuelan, ni hay otra obra que se pueda calificar por más que humana y natural. Ansí sería de parecer que las diligencias inquisitivas se enderezasen todas á averiguar esto, que si se hiciese, sospecho que se había de descubrir y coger el cabrón mayor de cada aquelarre, y el hierofante destos nefandos misterios, y que se manifestarían oculta decoris.

Convendrá que quando los reos se van á declarar aquellas sus monstruosidades de vuelos y transformaciones y lo demás, que no sean oídos ni tenidos por confitentes, sino por negantes, que dicen de propósito disparates increíbles para encubrir la verdad y porque los dejen, y porque desde la primera es muy propio á las mugeres y á los hombres como ellas alegar para escusación y para aligerar sus culpas: Serpens decepit me, «el diablo me engañó», combatiéndome con tan estrañas y fuertes máquinas como la que digo, y ansí no es mucho que me haya rendido. Puede ser que el pacto sea entre ellos, y que estén de acuerdo de confesar siempre tales cosas antes que lo cierto, pues se conforman tanto. Y este modo de entender no excluye los benéficos ó benéficas, ni las unciones para dormir y soñar. Esto me parece, salvo etc. et sub correccione Santæ Eclesiæ Romanæ.

1 Tomado del Manuscrito de la Biblioteca Nacional. Signatura núm. 7.579

2 Algunos, según el Padre del Río, dicen que este cabrón es fantástico; otros que verdadero, que lo lleva el demonio cada vez, y acabada la junta lo sacrifican y hacen polvos, no sé para que usos.

3 El demonio en figura de un sátiro negro.

4 Con esto quieren dar á entender que el demonio sea el Anticristo y bestia, de cuyo carácter se hace mención en el Apocalipsi, lo qual es error.

5 Según la cuenta no dura mucho la fiesta. Y esto de la virtud de la voz del gallo contra el demonio, si no es en alegoría es superstición vulgar.

6 La esperanza desta piedad sobre delitos de homicidios y sodomías les hace confesar cuanto se les pregunta.

7 Blasfemia es decir y aun creer que el benignísimo Señor y Pastor que dijo Sinite parvulos venire ad me, consienta una tan lastimosa crueldad con sus verdaderos inocentes.

8 Ansi debe de interpretar á la letra: Cum inmundus spiritus exiret ab homine.

9 Mal hayan los diablos porque no lo dejaron sobre el monte como Sansón hizo con las puertas de la ciudad para que creyeran todos estas sus valentías. Lo del rodezno husillo y piedra, cuatro brujos lo pudieron hacer.

10 Agua con que se untan para volar. Otros cuentos antiguos no dicen que se untan, sino con ungüento hecho de unto de niño.

11 No quita esto la dificultad, porque tanto de la una manera como de la otra se sigue penetración de cuerpos, y es imposible tal entrada y salida á cuerpos que no tengan el don de subtibilidad.

12 Esto es menester se averigüe bien, si los sacaron á puertas cerradas, ó si los engañaron y llevaron dormidos y despiertos naturalmente por las puertas; ó si estando allá presentes los cuerpos de los niños en casa del vicario, fueron al aquelarre en sueños y en figura, conforme al segundo modo del discurso.

13 Este es un cuento insufrible por su irreverencia y obscenidad, y del todo es fingido y descubre que todo es bellaquería y imitación hecha por hombres.

14 Cosa increíble y que casi repugna. Van siempre haciendo como ellos solos puedan testificar, y que no haya evidencia que alegar contra sus ficciones.

15  Bien claro parece por aquí que por jactancia de su poder mienten los miserables y se atribuyen los males de pena que Dios embía para castigo y que obra por medio de causas naturales, quales son vientos, yelos, granizos, etc,

 © Pedro Sanz Lallana

• El resplandor de las hogueras - Prólogo •
• Capítulo 1º: Yo, el verdugo •
• Capítulo 2º: De mis orígenes •
• Capítulo 3º: De mi condición y oficio de verdugo •
• Capítulo 4º: De mazmorras y otros menesteres •
• Capítulo 5º: A la caza del pecador •
• Capítulo 6º: Alcaide de las Secretas •
• Capítulo 7º: De nuevo ante el tribunal •
• Capítulo 8º: El Cuaderno del Alcaide •
• Capítulo 9º: Los presos de Zugarramurdi •
• Capítulo 10º: Sobre brujos y brujerías •
• Capítulo 11º: Muestrario de horrores •
• Capítulo 12º: Las confesiones brujas •
• Capítulo 13º: Concluyen las confesiones brujas •
• Capítulo 14º: Vísperas de un Auto de Fe •
• Capítulo 15º: Relato verídico del Auto de Fe •
• Capítulo 16º: Edicto de Gracia •
• Capítulo 17º: Conclusiones absolutorias •
• Epílogo •
• Adenda •

ADENDA.- EL RESPLANDOR DE LAS HOGUERAS, Pedro Sanz Lallana

 

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