Tal vez
sean las ermitas los templos más populares de todos los del orbe
cristiano, en el sentido de que son tenidas por el pueblo como algo
propio, tanto, que en muchos casos es el pueblo el constructor de esos
edificios, y casi siempre el que se ocupa de mantenerlo.
Hacia la
ermita se acude en romería, o de ella se saca la imagen de la advocación
para procesionarla en rogativas, en sus paredes se cuelgan los exvotos,
y antaño se la dotaba de tierras para que con sus rentas pudiera
mantenerse edificio y ermitaño.
Cuando la
religión suponía para el pueblo mucho más que espiritualidad, y
descendía al mundo terrenal para imponer una determinada forma de vida a
las personas, y concretamente en los siglos de la llamada,
históricamente, Reconquista, sabemos que los musulmanes construían
mezquitas para marcar territorio, y cuando era reconquistado, esos
templos eran sustituidos por ermitas cristianas.
Otro
motivo para la construcción de ermitas es, en el caso de los
humilladeros, aprovechar una cruz de término, situada a la entrada o
salida de los pueblos, a veces delante ya de una ermita construida, pero
otras no, y al ser considerado lugar sagrado, finalmente se construía el
edificio. Algunos templos que encontramos con el nombre de ermita, no
fueron tales en principio, si no que fue la iglesia parroquial del algún
despoblado, como es el caso de la de San Miguel, otrora iglesia de
Lérida, hoy despoblado perteneciente a Retortillo. Otras ermitas se
alzaron sobre las ruinas de castros –por ejemplo la de la Virgen del
Castillo, en El Royo- debido a la magnífica ubicación de los lugares de
habitación prehistóricos.
Pero la
tradición, o más bien las leyendas, quieren que no sea ese el origen de
muchas ermitas. Ciñéndonos a Soria y sus tierras, fueron vírgenes y
santos quienes eligieron el lugar donde debían levantarse estos pequeños
templos. Veamos algunos ejemplos.
La ermita
de la Virgen de la Solana, en Cubo de la Solana, se apareció a un pastor
indicándole dónde quería que fuera construido el templo, como no se hizo
donde la virgen quería, destrozaba por la noche la construcción que se
había hecho durante el día. La de los Milcarros, de Quintanas Rubias de
Abajo, debe su nombre a que la virgen dijo que no la moverían de allí ni
con mil carros, al pretender llevarla a Ines porque la había encontrado
un hombre de esa localidad. San Hipólito, de Olmillos, apareció entre
Ines y Olmillos, y también se negó a ir a Ines. La Virgen de los
Montejos, de Momblona, se apareció en el mojón que divide Momblona de
Soliedra, la imagen se negó a que le levantaran la ermita en Soliedra.
En
general –siguiendo con la leyenda- no hubo conflicto entre las imágenes
–generalmente vírgenes- y los lugareños, ya que la ermita se construía
donde había tenido lugar la aparición, tal es el motivo de que los
nombres de estos pequeños templos estén relacionados, casi siempre, con
la vegetación, los cultivos o algún espacio geográfico. Son los casos,
entre otros, de la de La Vega (Aguaviva), Los Valles (Barcebalejo), Del
Camino (Abejar), La Mata (Carabantes), El Espino (El Burgo), Los
Ulagares (Castilruiz), El Carrascal (Castilfrío), Los Linares (Centenera
de Andaluz), Los Perales (Rejas de San Esteban), Los Álamos (Tardajos),
Las Espinillas (Valdeavellano de Tera), todas ellas correspondientes a
otras tantas advocaciones.
Algunos
gozos salidos de la religiosidad popular, ayudada en ocasiones por algún
sacerdote, recuerdan estas apariciones, por ejemplo la de Aguaviva de la
Vega: “Pedro Monge en su labor/topa piedras con su arado/mas profundiza
mejor/y ahonda con todo cuidado/. Siente al hacer ese foso/una emoción
de respeto/y el labrador virtuoso/se queda admirado y quieto/. ¿Qué ha
visto que ya no cava?/¿Cómo cae de rodillas?...”.
La ermita
de La Virgen de la Bienvenida, de Monteagudo de las Vicarías, debe su
nombre a la aparición a un agricultor quien, al verla aparecer en la
reja del arado, exclamó: “Bienvenida seáis señora”.
Siempre
que nos han contado en los pueblos el origen de las ermitas, el relato
comienza advirtiendo que la imagen fue escondida para que no fuera
profanada por la morisma, lo que viene a confirmar que toda leyenda
tiene el fondo correspondiente de un hecho real, al que después se le
han ido añadiendo dosis de leyenda o fantasía. Vírgenes y santos eran
escondidos en lugares que, en ocasiones, conocían pocas personas
quienes, al fallecer, no habían dicho el lugar del escondite, o lo
habían hecho en base a unos recuerdos que podrían estar desfigurados.
Con el tiempo, incluso los propios habitantes se habrían olvidado de
transmitir el hecho, y el miedo a que se repitieran las guerras de
religión habría hecho el resto.
Es por
esto que nos parece lógico el que las imágenes aparecieran, mucho
después, y que fueran los pastores, quienes en su ir y venir por los
montes con el ganado, dieran con ellas, atribuyendo después el hallazgo
a apariciones religiosas que con el tiempo se han ido consolidando,
hasta que la racionalidad se impuso.
En
ocasiones las ermitas se encuentran construidas junto a una fuente. Agua
y religiosidad han caminado muy unidas, y no son pocas las fuentes a las
que se les atribuyen propiedades curativas, siempre y cuando el agua se
aplique, o se ingiera, a la vez que se le hace una novena a tal o cual
santo. La de La Blanca, en Suellacabras, es una de ellas. Otra está
situada en Quintanas Rubias de Arriba, y está advocada a La Magdalena.
En Bliecos se ubica el santuario de la Virgen de la Cabeza, y a su lado
mana una fuente a cuyas aguas se le atribuyen propiedades para evitar el
dolor de cabeza. En el caso de la imagen de este santuario aparecen
también los pastores, pero sin envoltorio mágico-religioso,
sencillamente, en su trashumar, y conociendo que en Jaén era la virgen
de la Cabeza muy venerada, mandaron hacer una réplica de ella y la
subieron a Bliecos.
El caso
de la ermita de la Blanca, de Cabrejas del Pinar, es distinto, se
construyó gracias a las aportaciones de dos indianos: Miguel y Mateo
Vadillo.
Además de
las advocaciones propias de cada población, que no se corresponden con
ningún santo, en Soria es habitual encontrar otras como Soledad, San
Roque, San Cristóbal, y San Miguel entre las más frecuentes.
Los santeros o ermitaños
El
Diccionario de la Real Academia, en su tercera acepción, dice que
santero es la persona que pide limosna llevando de casa en casa la
imagen de un santo, y para ermitaño, en la segunda, dice de la persona
que vive en una ermita y cuida de ella. En los últimos treinta años, y
por las ermitas visitadas y las conversaciones con los vecinos –siempre
los más longevos- eran habituales los ermitaños, no los santeros.
Algunos devotos, en mandas testamentarias, dejaban propiedades a las
ermitas con cuyas rentas se mantenía el ermitaño quien, además de cuidar
del edificio, hacía lo propio con las tierras. El último caso es el de
la ermita de la Virgen de los Ulagares –se apareció en una ailaga- en
Castilruiz. El ermitaño, fallecido recientemente, se ocupaba de las
tierras y, junto con la mujer, de la ermita. La de la Virgen de los
Linares, en Centenera, tenía anexa una gran casa, ya en ruinas como el
templo, y el ermitaño trabajaba las tierras que, a decir de los vecinos,
eran ricas y abundantes.
Años
antes sí que sería más frecuente la figura del santero. Gaya Nuño, en el
capítulo “Individualismo y fracaso”, de El santero de San Saturio,
recorre varias ermitas proponiendo un sindicato que les uniese a todos,
y va de un lado a otro de la provincia, encontrándose con actitudes que
dan título al capítulo. Acude a las ermitas de Nuestra Señora de Tiermes,
a la de la Virgen de Olmacedo (Ólvega), Los Mártires de Garray,
humilladero de Medinaceli, Casillas de Berlanga, Yanguas, San Leonardo,
y San Miguel de Parapescuez y en esta última hace alusión a recorrer el
pueblo con el santo.
Puntos de reunión
Siempre
hemos creído que las personas sencillas se sentirían mucho más a gusto
en templos pequeños, a la medida del hombre, de los que además se
ocupaban, de una u otra forma, personalmente, que en los grandes templos
construidos, en ocasiones, más para impresionar que para recogerse en
ellos. De la misma manera que atrae espiritualmente más el románico que
el gótico.
Las
ermitas, apartadas del caserío, significan en muchos casos un espacio
donde descansar, por ejemplo. Un recuerdo especial para la de la Virgen
de la Sierrecita, en Carazuelo, a tres kilómetros del pueblo, en la
cumbre de una pequeña sierra que le da nombre. También este templo
cuenta con su milagro, en este caso la protección de la virgen hacia un
niño desaparecido. Pero el recuerdo no guarda relación con el milagro.
Muchas veces hemos paseado desde Duáñez hasta ella, un largo trecho
cuesta arriba, y al llegar siempre –no sabemos si ahora también- la
hemos encontrado abierta, nada hay en su interior que provoque a los
amigos de la ajeno. Y era este, en muchas ocasiones, el motivo de la
caminata, poder empujar la puerta, esquivar avispas según la época del
año, y sentarse en un banco a descansar en el frescor del interior del
edificio.
Nos han
contado que a las puertas de todas las ermitas, casi siempre flanqueadas
por árboles, se sientan todavía los pastores a liar el cigarro, o a
comer la merienda, o sencillamente a descansar con la tranquilidad de
que un templo les guarda las espaldas.
Todavía
se conservan en el interior de muchas de ellas los exvotos que los
fieles le regalan al santo o la virgen, en agradecimiento por alguna
curación tal vez considerada milagrera, o no, sencillamente por el
fervor sencillo y popular. Uno de los últimos trabajos de Emilio Ruiz
fue sobre los exvotos.
Las
romerías con sus quitadas de manto, entrada de banzos y subastas, se
hacen a las puertas de las ermitas. Recordamos ahora la de los Santos
Mártires, de Las Cuevas, donde se puja para colocar a cada uno de los
santos preñados de reliquias en sus hornacinas correspondientes. La de
los Santos Nuevos, entre Almarza y San Andrés, con leyenda sobre el
reparto de la caridad. En algunos casos y a su alrededor, como en la
romería de Velacha, en Almarail, o la de la Virgen de Brezales, en
Espejón, los fieles se reúnen por la explanada para comer, en el caso de
Espejón, para cocinar la olla de mayo. Sería muy largo recordar todas y
cada una de las celebraciones que se celebraban, y se sigue haciendo en
algunos casos, alrededor de las ermitas.
Actualidad de las ermitas
En
el año 1996 la Diputación Provincial publicó
"Censo de Ermitas de Soria" un
inventario llevado a cabo por Juan Luis de Sorondo, donde se da la cifra
de 338 ermitas visitadas o fotografiadas. A este número se deben añadir
aquellas de las que no queda vestigio alguno, por ejemplo la de San
Miguel, en Las Cuevas, aneja a la cual se documenta un hospital cuyo
patronazgo correspondía a la familia Morales. O la de San Fructuoso, en
Buimanco. También hay que añadir las localizadas por Idoubeda Oros, para
Tierras Altas, de algunas de las cuales sólo queda el recuerdo de su
existencia. Se han inventariado y estudiado hasta ahora las de los ríos
Alhama, Cidacos, Ostaza y Baos, y remitimos a su web para completar la
información
www.idoubeda.com.
Labor
importante es la que está llevando a cabo Soria Románica, dependiente de
la Junta de Castilla y León, respaldada por la Fundación Duques de Soria
y por la Diócesis de Osma-Soria. Han intervenido en varios edificios,
siempre románicos, y para el tema del que tratamos, en las ermitas de la
Virgen del Val (Pedro), Virgen de la Dehesa (Velamazán), Virgen del
Vallejo (Alcozar), y
Virgen de Lagunas (Villálvaro). Para completar
información su web es
www.soriaromanica.es.
La
movilización popular, única que por lo visto va a ser capaz de conseguir
retos, y que recuerda a las antiguas hacenderas o zofras o azofras o
adras… ha conseguido llamar la atención durante años sobre la
ermita
románica de Alcozar y conseguir al menos su consolidación. La de
Nuestra
Señora de Carrascosa, en Berlanga de Duero, ha sido rehabilitada por
Juan Catalina, tras ser cedida por el obispado por un número determinado
de años. Ejemplo del empeño popular es la rehabilitación, restauración,
o casi la nueva edificación de la
ermita de Las Magdalenas, en El Burgo de Osma.
Con
motivo de la exposición de las Edades del Hombre celebrada en la ciudad
de Soria, se restauró la de Gormaz, que ahora luce con sus pinturas, y
resulta un elemento más de la Cultura y el Arte en Soria. Ningún peligro
corre ya, aun que estuvo muchos años en el filo de la navaja, la de San
Baudelio, en Casillas de Berlanga.
Nos
gustan las ermitas más que cualquier otro edificio religioso. Por ello
hemos acudido a amigos y colaboradores, a fin de que nos ayuden en esta
sección, y vayamos dando a conocer algunas de las ermitas sorianas. Lo
consideramos un complemento, nunca una competición, a todas las
iniciativas que se están llevando a cabo sobre estos edificios, o el
recuerdo de ellos, que apoyaremos siempre.
©
soria-goig.com
Inicio
Las Ermitas, Soria
Ermita de la Virgen de la Cabeza, Bliecos
Ermita de San Roque, Taroda
Ermita de Santa María del Monte, en Sarnago
Ermita de Santa Marta, en Matasejún
Ermita Virgen del Espino, Oncala
Ermita Ntra. Sra. Concepción, Ventosa de San Pedro
Ermitas de la Ciudad de Osma
Ermita de las Magdalenas, El Burgo de Osma
Ermita de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Peroniel del Campo
Ermita de San Miguel, Las Cuevas de Soria
Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, Barca
Ermita de San Pedro del Haya, Oncala