La Ermita
Fig.1. Ermita de San Roque. Foto:
Carmen Sancho
La devoción a San Roque está muy
extendida en los pueblos de España. En algunos de ellos, como El Burgo
de Osma y Vinuesa, San Roque es el santo titular de las fiestas
patronales, el 16 de agosto, a continuación de la fiesta de la Asunción
de la Virgen; por ello, se llaman fiestas de la Virgen del Espino y San
Roque (El Burgo) o fiestas de la Virgen del Pino y San Roque (Vinuesa).
En otros pueblos se le dedican capillas, altares o ermitas, como en el
nuestro, Taroda, en donde se guarda y venera la imagen del santo.
La ermita de San Roque en Taroda está
situada a las afueras del pueblo, a pocos centenares de metros del
pueblo hacia el Oeste (Fig. 1). El edificio es un volumen cúbico, de
planta cuadrada, zócalo de piedra, muros de mampostería, sillares de
piedra caliza en las esquinas (esa piedra tan abundantemente utilizada
en muchas casas de Taroda) y tejado a cuatro aguas que se continúa en el
alero. La puerta, ancha y en arco de medio punto, presenta también
magníficos sillares calizos en las jambas y dovelas radiales del arco,
sobre cuya clave hay una pequeña hornacina sin santo ni escultura
alguna.
El interior es una sola estancia cuadrada
con techumbre de madera; en la parte alta del muro izquierdo una pequeña
ventana deja entrar algo de luz y frente a la puerta, adosado al muro
oeste, se encuentra el retablo con la imagen del Santo.
El Retablo
El retablo de San Roque (Fig. 2), en
madera policromada, responde a un tipo de modelo barroco de tres calles
y un solo piso más el remate o ático.La calle central presenta dos
profundas hornacinas, la inferior acoge la estatua de San Roque y la
superior, en el ático, la de San Estaban Protomártir, patrón de la
iglesia parroquial de Taroda. Se le representa joven, barbilampiño,
vestido con dalmática y la palma del martirio en la mano derecha; le
falta la mano izquierda por lo que no sabemos si con ella sostendría un
libro y sobre él las piedras de su martirio, tal y como lo vemos en la
imagen que preside el altar mayor de la parroquia. A ambos lados de San
Roque y separados por una columna exenta, se muestran las esculturas de
San Pablo (libro y espada) en la calle de la izquierda y de San Pedro
(libro y llaves) en la derecha.
El retablo en conjunto se corresponde con
la estética del barroco popular del siglo XVIII por su abundante y
recargada decoración. Para ocultar los nudos y manchas de la madera,
generalmente de pino, se recurre a policromarlo enteramente, ya con
panes de oro como en la peana de San Esteban o en los bonitos los
remates superiores, o con llamativas pinturas, más baratas que el pan de
oro, rojas y azules que cubren todo el retablo y que junto con los
dorados producen un rico cromatismo y despiden cierto encanto como si se
tratara de una pintura infantil o un arte naif.
Respecto a la técnica escultórica podemos
decir que tanto la estructura de madera como los tres santos de mayor
tamaño responden a un mismo estilo, un tanto elemental, obra de algún
artista local, de segundo orden, mientras que la estatua de San Roque
presenta unas proporciones menores y un aire más naturalista, ajustado a
los cánones realistas del barroco religioso español.
Fig.2. Retablo de San Roque. Foto:
Rafael Encinas Rangil
La iconografía de San Roque presenta
todos los elementos personales que permiten su identificación; va
vestido de peregrino, porque se dirigió en peregrinación a Roma, con
túnica y capa corta o esclavina con las típicas conchas y con la mano
izquierda sujeta el bastón o bordón del que cuelga la calabaza para el
agua que sacie la sed del camino (Esta indumentaria es común en todas
las imágenes de peregrino como la imagen del apóstol Santiago en la
parte alta-izquierda del retablo mayor de la iglesia parroquial de
Taroda).
San Roque, además, levanta su túnica para
mostrar la rodilla izquierda con las llagas y úlceras producidas por la
enfermedad de la peste. Según la tradición, San Roque en su
peregrinación hacia Roma se encontró con numerosos enfermos de peste y
de otras epidemias que vagaban como apestados por los caminos para
evitar el contagio a otras gentes, a los que San Roque atendió y curo,
de modo que también él contrajo la enfermedad y tuvo que refugiarse en
el monte donde un perro le llevaba cada día un pedazo de pan hasta que,
milagrosamente, un ángel le curó. Aludiendo a estos hechos, a los pies
de San Roque se encuentra la escultura de un perro con el pan en la boca
y la de un pequeño ángel, y a San Roque se le considera el santo
protector de la peste y de otras epidemias.
Hemos tenido mucha suerte al consultar en
el archivo Diocesano de Osma-Soria el Libro de Fábrica del siglo XVIII
de Taroda. Ya sabemos que en ese siglo se realizaron obras importantes
en el edificio de la iglesia parroquial (capillas, cabecera, nueva
puerta, ventanas, etc.) hasta alcanzar el aspecto monumental actual.
También en ese siglo se haría la ermita y el retablo de San Roque ya que
en 1748 el cura párroco de Taroda recoge en el libro el informe del
visitador del obispo de Siguenza que cada año recorría las parroquias de
la diócesis para comprobar el estado de las iglesias y, sobre todo, el
estado de las cuentas y el cumplimiento de los pagos de los diezmos,
limosnas, etc. y escribe que “visitó la ermita de San Roque de la
que cuida el concejo de este lugar y mandó se ponga una red en la
ventana para eliminar la inmundicia de las aves que entran en ella y se
tenga con aseo y limpieza”, es decir, parece que el estado de la
ermita no era el más apropiado , cabe pensar que no era espacio
atractivo para rezar pues, como se recoge en el libro, la ermita no
tenía retablo, por lo que cuatro años más tarde, en 1752, el cura
párroco escribe que el visitador “hizo visita a la ermita de San
Roque y mandó que el concejo como patrono ponga retablo y una imagen de
San Roque, so pena de diez ducados”. Ya no tenemos más alusiones
al retablo de San Roque, no sabemos ni quién lo hizo ni cuánto costó
pues las anotaciones y cuentas de los años siguientes se refieren a las
obras que se están realizando por esos años en la iglesia parroquial,
así como al pago de la obra del retablo mayor de la iglesia ”en
1754… se le pagan 6.800 reales que costó el retablo mayor de hechuras
como consta del recibo de Ignacio Ibáñez, maestro de arquitectura y
talla, de la ciudad de Soria”.
La coincidencia en el tiempo de la
construcción del retablo mayor de la iglesia y de la del retablo de San
Roque nos lleva a pensar que el escultor de San Roque pudo imitar y
reproducir la iconografía de los santos del primer piso del retablo
mayor, San Esteban en el centro y San Pedro y San Pablo a los lados,
aunque intercambiados. El estilo artístico, a pesar de ser ambos
barrocos, es muy diferente, siendo mejor y más contenido el retablo
parroquial.
Por último, en 1767 el cura párroco
escribe que “el visitador…en la visita a San Roque mandó se
embaldosase y se ponga un frontal de azulejos y encargó el aseo y
limpieza”.
San Roque, protector de la peste
La devoción a San Roque estuvo motivada
porque, según la tradición, el santo logró curarse milagrosamente
después de haber contraído la peste. Pronto, a partir del siglo XV, los
habitantes de muchos pueblos solicitan la intervención del santo como
protector contra la peste y toda clase de epidemias o enfermedades
contagiosas como peste negra, viruela, fiebre amarilla y cólera. Durante
los siglos XVII y XVIII se edificaron muchos lugares de culto a San
Roque, como la ermita de Taroda.
En el siglo XXI nos parece difícil
imaginar la normalidad de la presencia constante y rápida de la
enfermedad y la muerte entre la población. En España las tasas de
mortalidad han sido muy elevadas hasta hace menos de cien años; las
enfermedades se cebaban en las personas más indefensas como recién
nacidos, mujeres parturientas, personas débiles o desnutridas, etc. y en
casos excepcionales de epidemias la población se reducía
considerablemente. Una gran epidemia de cólera tuvo lugar en España en
1854 y es tristemente célebre la última gran epidemia de 1918 llamada la
gripe española.
Para hacernos una idea, a través de los
libros parroquiales de difuntos (Archivo diocesano Osma-Soria) hemos
conocido que, por ejemplo, durante 1866 y 1897 murieron cada año en
Taroda catorce niños de menos de dos años, en 1911 fallecieron once
niños y hubo meses en los que morían cuatro o cinco niños. Sabemos que
la mortalidad tan elevada era consecuencia de varios factores como la
ausencia de un seguimiento médico de los embarazos, o de penicilina para
curar infecciones o de vacunas para inmunizar a los niños, una
alimentación insuficiente e inadecuada, además de pésimas condiciones
higiénicas y sanitarias debido a la impureza y contaminación de las
aguas especialmente en los meses de verano cuando los arroyos y charcas
se secaban y eran focos de insectos y epidemias.
Es en esa situación de dolor y miedo ante
la enfermedad cuando las gentes imploran a los santos para pedir su
protección. En algunos lugares como Venecia, donde según la tradición
está enterrado San Roque, se crearon cofradías y hospitales o casas de
acogida para cuidar a los enfermos “apestados”. Más cerca de nosotros,
en Adradas, sabemos que ya en el siglo XVI había un hospital, llamado de
San Roque, para atender a los enfermos pobres, sin recursos.
En Taroda no nos consta la existencia de
ninguna cofradía con este fin específico pero la presencia de la ermita
de San Roque es prueba de la devoción al santo. También San Sebastián,
del que no nos queda ninguna imagen ni lugar de culto, era considerado
interceptor contra la peste.
Finalmente solo decir que, siendo
pequeños, cuando nos aventurábamos hasta la “lejana” ermita de San
Roque, desde el ventanuco de la puerta y mirando al interior oscuro
recitábamos deprisa:
San Roque bendito
Que tiene un perrito
Ni come ni bebe
Y está muy gordito
Y salíamos escopeteados (corriendo).
Nos alegra pensar que aquellas
circunstancias aciagas han cambiado y si ahora viniera el visitador del
obispo encontraría la ermita limpia, cuidada y bien restaurada, aunque
le invitaríamos a visitar el retablo de la capilla del Stmo. Cristo del
Amparo para conseguir repararlo.
©
Carmen Sancho de Francisco
Sobre la parroquial de Taroda
Capellanía fundada por Francisco de la Peña. Taroda 1702
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Carmen Sancho de Francisco,
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