El
pueblo de Sarnago es, a nivel administrativo, un Barrio de la Villa de
San Pedro Manrique. Tuvo, hasta la remodelación de los municipios,
ayuntamiento propio al que estaban unidos Valdenegrillos y El Vallejo.
Humanamente es mucho más. Para el tema que nos ocupa: los restos de la
ermita de Nuestra Señora del Monte Seces y sus propiedades, Sarnago
significa el término que alberga estos restos desde que fueran
adquiridos por particulares. Antes de eso, y desde que se conserva
documentación, año 1604, la ermita y sus propiedades pertenecían a la
villa de San Pedro Manrique.
Las ermitas han significado
siempre para el pueblo algo propio, más sencillo y espiritual que las
iglesias parroquiales. Eran edificios alejados del caserío hacia donde
se peregrinaba, se depositaban exvotos agradeciendo favores recibidos o
pidiéndolos, lugares a cuyas puertas se subastaban productos (elaborados
por las propias mujeres) para aportar dinero y subsanar necesidades y,
cuando existía, beber agua con supuestos poderes curativos como, por
ejemplo, en la de la Virgen de la Cabeza, de Bliecos. El origen de las
ermitas (del latín tardío eremita/ermitaño) podría estar en los primeros
años del Cristianismo, cuando era necesario huir, refugiarse en lugares
inaccesibles. En principio fueron cuevas, recuerdo ahora una visita a la
que habitó, hasta su muerte, Leonor de Urgel, en Montblanc, provincia de
Tarragona, una oquedad situada en las montañas de Prades, donde la
princesa Leonor se retiró con algunas de sus damas para huir del
mundanal ruido del siglo XV.
En la que fuera la
Mancomunidad de la Tierra de San Pedro Manrique encontramos,
documentadas, varias de ellas, aunque existía alguna más de las que se
tienen noticias orales. En un trabajo exhaustivo llevado a cabo por
Eduardo Alfaro y su equipo, y publicado en
www.idoubeda.com, pueden leerse
entradas relacionadas con las ermitas de la zona que nos ocupa. De todas
las ermitas que en su día se alzaron en esta Mancomunidad, los
documentos más abundantes se refieren a la Virgen de Oncala o de El
Espino, en Oncala; San Fructuoso, en Buimanco; Santa Marta, en
Matasejún; alguno relacionado con la ermita de Nuestra Señora del Valle,
en Armejún; y la documentación más abundante, la que corresponde a la de
Nuestra Señora del Monte Seces, que perdió el Seces en algún momento de
su historia, quedando sólo como Nuestra Señora del Monte o Virgen del
Monte a secas. Todas las mencionadas tenían santero que se ocupaba de
mantener el edificio y las propiedades anejas, como huertos, tierras o
prados de pasto, además de edificios para el ganado, todo ello propiedad
de la ermita. Aunque el origen serían los eremitas y vivirían su
espiritualidad en estos recintos, cuidando de ellos, con el tiempo (tal
y como veremos en los documentos), los santeros eran trabajadores de las
parroquias a las que pertenecían estos edificios, ya que eran muchos los
trabajos a realizar.
En las dos ocasiones que subí
con José Mari Carrascosa hasta las ruinas del templo, lo pudimos hacer
cómodamente. Parte del recorrido lo hicimos en coche. Se toma el camino
que sale del cementerio y conduce a Acrijos. Dejamos el coche en Horcajo
-Orcajo u Orcaxo- uno de los lugares a donde iban a lavar las mujeres,
conocido como “las pozas” por donde discurre el río Horcajo y se junta
con el río de la Virgen. Los pocos olmos han ido desapareciendo y la
vegetación es de zarzas, rebollo y arces. Entre ella aparecen los restos
de lo que fuera ermita de Nuestra Señora del Monte y sus edificios
anejos, el mejor conservado es la casa del ermitaño o del santero.
Como escribe Carrascosa en el
prólogo, durante siglos sarnagueses y devotos de pueblos limítrofes
acudían en romería el día de la Trinidad chica (lunes siguiente a la
fiesta grande del pueblo, la Trinidad) y pasaban el día, tras escuchar
la misa, comiendo, bebiendo y bailando. Tras la desamortización y
posterior desacralización, construyeron un pairón u hornacina en “la
Cruz del cerro”, donde se colocaba una de las dos imágenes, que según
aparece en algún documento, existía de la Virgen del Monte, ambas
desaparecidas. Hasta allí seguían acudiendo y tal vez cuando este
librito vea la luz, los sarnagueses, en una de sus hacenderas, habrán
restaurado la hornacina.
Aunque la documentación
consultada comienza en el año 1604, se conserva, en la Biblioteca
Pública de Soria, unos estatutos del año 1574, transcritos por Saturio
Barrera, cuyos originales no han sido localizados (1).
Referente a la ermita del Monte, puede leerse:
ERMITA DE STA. María DEL
MONTE, vulgarmente Peces o Seces. Estaba situada esta ermita en la
parte N.E. de Sarnago, a una distancia de unos 2 Km. de este pueblo,
era filial de la parroquial de San Martín, tenía su jurisdicción
propia, para que el fraile residente en ella pudiera pastar
libremente sus ganados, tenía dos campanillos, siendo una de las
ermitas que más distinción tenía entre todas las de su categoría,
pues llevaba el título de Santa Basílica del Monte, y consta que de
los cuantiosos fondos que tenía, hubo de
contribuir con crecidas sumas a gastos de obras de otras iglesias y
para pleitos del Cabildo eclesiástico. Tenía como bienes su dehesa
propia, muchas tierras de labor y regadío, prados de siega, eras de
pan trillar, etc. Y como edificios poseía, la ermita, que formaba
parte de la casa-vivienda para el santero o
fraile; había horno, majadas, y otras dependencias anejas, en fin,
poseía bastantes riquezas; debió de ser despojada a fines del siglo
XVIII pasando sus bienes a la casa o familia linajuda de Hidalgos de
la villa, quienes la poseyeron bastantes años
vendiéndola por fin al pueblo de Sarnago, que son los que
actualmente la poseen y señorean.
Es, exactamente, lo que escribe
Gervasio Manrique recogido de un trabajo de D. Miguel Martínez fechado
el 26 de junio de 1796 (2).
En el apartado de Procesiones y
Letanías, transcribe Saturio Barrera:
El dicho Abad ha de llevar de
comer a las ermitas y procesiones siguientes: Santa María Seces o
del Monte, lleve a esta procesión cuatro libras de carnero y el
fraile de la ermita ha de dar de balde una gallina e un pedazo de
tocino del pernil; lleve más de dos azumbres de vino blanco y el pan
necesario, comunicando el día de antes la comida con los Alcaldes.
Los mapas de Tomás López (1783)
y Francisco Coello (1860), sitúan la ermita. Otros autores más recientes
han escrito brevemente sobre la ermita objeto de este estudio:
Además, los habitantes de la
Tierra de San Pedro Manrique señalan otro lugar con resto de
edificaciones y en el que apuntan la posible existencia de algún
antiguo pueblo. Se trata de la Virgen del Monte, sita en el término
de Sarnago, a unos 2.200 metros al NE de este pueblo, al final del
camino llamado de la Virgen, en un paraje llamado también Raigada o
Matalosa(3).
Pascual Madoz, en su
“Diccionario...”, sólo anota: “dentro del pueblo un caserío titulado
Nuestra Señora del Monte”.
Muy pocas noticias y menos
literatura, como puede verse, para un edificio tan significativo en la
vida de los sarnagueses en particular y también de los sampedranos. En
esta publicación daremos a conocer los documentos que se han conservado
en el Archivo Histórico Provincial procedente de los protocolos
notariales de San Pedro Manrique, así como el libro de la Carta-cuenta
de la ermita que se guarda en el Archivo del Obispado de Osma-Soria.
La
Ermita de Nuestra Señora del Monte perteneció
siempre, administrativamente, a la Iglesia parroquial de San Martín, la
única que a día de hoy permanece en la Villa de San Pedro. La ermita,
considerada rica, pagó en muchas ocasiones obras y muebles para la
iglesia, como se verá. La mayoría de las propiedades se situaban en
Sarnago, pero una buena parte de ellas, tanto tierras como pastos y
corrales, estaban en Fuentebella, municipio limítrofe con Sarnago.
También poseía la ermita alguna tierra y una casa en Matasejún.
En el prólogo, José María
Carrascosa apunta a la posibilidad de que la ermita, en algún momento de
su historia, pudiera haber pertenecido o tener alguna relación con el
Real Monasterio de Santa María de Fitero, en Navarra. Como él, opinan
más personas. Si bien no he encontrado ningún documento que justifique
esta sospecha, creyendo, como creo, que la tradición oral es tan
importante como la escrita, podría ser que alguna relación hubiera
tenido la ermita con el monasterio. Si, además, como se deduce del
estudio de las ruinas por Alfaro Peña, existió un edificio anterior al
que es objeto de este estudio, concluiremos que, por falta de
documentación más antigua, resta mucho por conocer de esta emblemática
ermita.
Ciertamente el Monasterio de
Fitero tuvo propiedades en algunos pueblos del entorno de Sarnago, en la
Comunidad de Villa y Tierra de San Pedro Manrique y también en la de
Magaña. En un documento de 14 de julio de 1656 (AHPSo. Caja 2622), se
recogen los bienes que tenía el monasterio en esa fecha, administrados
por fray Achaçio Ximenez, cillero, procurador y religioso del convento.
Arrienda a los vecinos de La Ventosa, Juan Fernández, Pedro Calvo y
Diego Calvo un censo perpetuo que pagaban los herederos de Jorge de
Gante sobre “un molino o batán que está debajo de la hermita de sant
laçaro”, en San Pedro Manrique; también en San Pedro una finca de 40
fanegas; en Taniñe dos fincas, cerca de la fuente del Monge; en La
Ventosa 20 fanegas de tierra y 3 gallinas al año de censo perpetuo; 10
fanegas en Rabanera y en el mismo hoy despoblado 440 maravedíes al año
de un censo de los hermanos Sáenz; 10 fanegas y 3 gallinas de censo
perpetuo que debía pagar anualmente el Concejo y vecinos de Palacio y La
Losa; un censo en Magaña sobre un molino harinero y otras heredades; y
en Valdeprado “lo que se averigüe”. En otros documentos del monasterio,
entre ellos el Tumbo “El Naranjado”, por fray Miguel Baptista Ros., se
anota la propiedad, en Magaña, de la Granja fría o de San Benito. Y en
el Diccionario Geográfico-Histórico de Navarra, 1842, la basílica y
término redondo de Nuestra Señora de Olmacedo, en Ólvega. Es todo lo que
hemos encontrado, que no significa que sea todo lo que existe.
Como se verá en las anotaciones
de la carta-cuenta conservada en el Archivo Diocesano, durante más de un
siglo no dejan de hacerse obras tanto en la propia ermita, como en la
casa del santero, el horno, corrales, egidos y demás propiedades. En
1771 se emplea la importante cantidad de tres mil reales “para obra de
manos”, 434 para baldosas, a la vez que se rehacen las bóvedas.
Para la ubicación y
descripción física, Eduardo Alfaro Peña publicó, además de en
IDOUBEDA ETNO:
PUEBLO: SARNAGO arriba mencionado, un
trabajo en la revista de
Sarnago, número 6, de julio de 2013, que los responsables de
la Asociación de Amigos han considerado, con muy buen criterio, incluir
al principio de este trabajo.
Como se comprobará por la
documentación conservada, la ermita estuvo dotada de todo lo necesario
para el culto y para recibir a los fieles. Nunca faltó aceite para la
luminaria de la Virgen, ni buenos ropajes para ella, ni ropas
litúrgicas. En 1747 se destinaron 100 reales en “un archivo de nogal
nuevo con su herraje y llave que el mayordomo compró para los vestuarios
de Nuestra Señora”. Tenía retablo y, por supuesto, la imagen de la
Virgen. Más adelante se leerá como en las cuentas del año 1773, del
libro conservado en el archivo del Obispado, se pagan al dorador 271
reales “para encarnar las dos imágenes de Nuestra Señora, se retocan los
cuadros del retablo, etc.”. O sea que, o se trata de un error, o eran
dos las imágenes de la ermita. Nos decantamos por la existencia de dos
tallas, ya que la relación de propiedades parece confirmarlo, dice así:
dos vestidos de la Virgen María con el que tiene puesto, y a
continuación: dos vestidos de la Santa Virgen María que está colocada en
el trono más alto. Todo ha desaparecido. Ninguna de las personas
consultadas, algunas con responsabilidad eclesiástica, han sabido dar
razón del paradero de la pequeña imagen de la Virgen del Monte, sólo una
foto antigua y casi desenfocada, ofrece la visión de un bulto medio
tapado, en brazos de una muchacha. Y el retablo ¿yace destrozado debajo
de las ruinas?
Creo que pocas personas quedan
impasibles ante la visión de unas ruinas donde se adivinan vivencias,
historias, ecos de actividades populares y hasta olor a la cera que
durante siglos ha iluminado a las imágenes. Es aquello que, sin
intelectualizarlo (ni falta que hace), se encuentra en todos y cada uno
de nosotros. Es el Romanticismo de los siglos XVIII y XIX, la Renaixença
de Cataluña y Valencia, el Regeneracionismo del 98, cuyos componentes,
ellos sí, intelectualizaron. La visión de algo que fue, y además
importante, y ya no es, causa honda impresión en el alma de quien lo
contempla y le crea la necesidad de saber más sobre ello. Quién y para
qué lo edificó, por ejemplo, algo a lo que no podremos responder pues
los documentos de archivo son datos puros y duros incapaces de dar
respuesta a todas las preguntas. Casi seguro que antes de ese edificio
del siglo XVI hubo otro, a lo que sí podría responder un estudio
arqueológico. Pero a quién estuvo dedicado, posiblemente tampoco lo
sepamos nunca.
Así que cada cual añada a este
pequeño trabajo su experiencia personal en la Ermita de Nuestra Señora
del Monte Seces. Las romerías durante la Trinidad Chica, las visitas
curiosas de los más jóvenes, quizá las citas amorosas cuando ya era
ruina. Al fin y al cabo, la Historia de un lugar, un edificio, una
aldea, es la suma de las pequeñas historias que cada cual ha aportado.
José María Carrascosa, en el
prólogo, recuerda lo anterior por haberle sido transmitido por sus
padres y a ellos por los suyos. Repetiré, una vez más, la importancia de
la tradición oral, la facilidad con que pueden unirse varias
generaciones. José María recuerda al abuelo Marcos y transmitirá a sus
nietos lo que el abuelo Marcos le contaba, y aquello que este abuelo
relataba a sus nietos, lo habría escuchado del suyo. Y así, fácilmente,
se unen seis, siete generaciones.
(1) Estatutos
de la parroquia de San Miguel y demás iglesias de la Villa del año 1574.
Transcritas por Saturio Barrera. Y otros papeles sueltos. (Legado padre
Zamora. Caja San Pedro Manrique. Biblioteca Pública de Soria).
(2) Gervasio
Manrique de Lara. Datos para la historia de la Villa de San Pedro
Manrique. Celtiberia nº 39. 1970.
(3) Gonzalo
Martínez Díez. Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura
Castellana. Editora Nacional. 1983.
©
Isabel Goig Soler
La
ermita de la virgen del Monte Seces, Sarnago
Sarnago
IDOUBEA
ETNO: Ermita La Virgen del Monte (Sarnago)
Sarnago,
número 6
Inicio
Las Ermitas, Soria
Ermita de la Virgen de la Cabeza, Bliecos
Ermita de San Roque, Taroda
Ermita de Santa María del Monte, en Sarnago
Ermita de Santa Marta, en Matasejún
Ermita Virgen del Espino, Oncala
Ermita Ntra. Sra. Concepción, Ventosa de San Pedro
Ermitas de la Ciudad de Osma
Ermita de las Magdalenas, El Burgo de Osma
Ermita de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Peroniel del Campo
Ermita de San Miguel, Las Cuevas de Soria
Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, Barca
Ermita de San Pedro del Haya, Oncala