La cabra es animal, que al
contrario de la oveja, prima hermana, se tiene por listo, vivo,
independiente, agresivo si la ocasión lo merece. Y más aún el
carnero que, como el cabrón, a veces topa. Nunca he visto al atajo
de las cabras en compañía de alguna oveja. No siempre, pero con
harta frecuencia, el rebaño de ovejas se ve honrado con esas cuatro
cabras que lo dignifican y ensalzan. Algo habrá. Será la leche. No
lo sé, pero el queso cabrales me parece que no se hace con la
leche de las cabras. La cabra tiene mala leche, mala fama pero leche
tan buena que no lo entiendo. ¿Cabrales hecho con leche de vaca, de
cabra o de oveja? Vale de cabra, pero ¿qué hacen aquí las ovejas y
las vacas?
Pues eso, eso parece. A lo que
habría de aplicarse y entender es el hecho de que Cabrales pueblo se
llame así por el queso, de una parte, o de otra el otro hecho, el
hecho de que Cabrales queso se llame así por el pueblo. Y en ambos
casos cabría preguntarse si, tanto queso como pueblo, puedan deber
su nombre a la leche de las cabras o a las mismas cabras.
Seguramente Cabrales pueblo deba su nombre a la cabra y Cabrales
queso a la leche de cabra con la que primitiva y originalmente se
hiciese, aunque lo más seguro es que tanto la cabra como la oveja o
la vaca, el pueblo y el mismo queso, junto con los otros quesos
hermanos, el Picón y el Valdeón, se hayan puesto de acuerdo para
impedir que nadie, nunca, pueda poner en claro ese lío. Hay cosas
que mejor están liadas, y con toda probabilidad estamos ante una
cosa liada.
Aunque no acostumbro a consumir
quesos tan fuertes estoy seguro de que no hay alimentos que, como el
queso, nos presenten esa cara que nos presenta el queso. Y no me
refiero al corte, al interior (que también), graso, migoso,
manchado, compacto, con agujeros gruyere, blanco, crema, ocre,
carne, tetilla, redondo, abultado, aplastado. Tampoco al olor, a
veces inconfesable. Es la corteza y sobre todo esas hojas del picón
y del cabrales que lo envuelven. Si fuesen hojas de laurel y el
queso la pelota medio calva de César, en lugar de un cabrales o de
un picón tendríamos delante la cabeza laureada de un emperador. Me
sobrecoge la inmediatez artesanal de un queso envuelto en hojas.
Empecé a fumar, tiempo ha, sobrecogido en la inmediatez artesanal de
un cigarro hecho a mano, tabaco picadura, caldo de gallina se
llamaba, librillo de papel Jean o Abadie da igual, petaca y
“menchero” de “mencha” encendido a fuerza de manotazos, y ese olor
de la yesca, de la “mencha” en brasa puesta en sazón a soplidos,
heraldo del otro, anuncio del verdadero, del propio, prohibido, cómo
describir aquél olor a tabaco, “tabaco, verdadero tabaco” que dijo
Pencroff en la “Isla Misteriosa”, Julio Verne, justo al tiempo de
ser tocado en gracia por ese olor a tabaco verdadero tabaco. Todavía
el tabaco no era veneno ni el misterioso Capitán Nemo envenenador
sino al contrario, misterioso benefactor.
Me habla mi amigo Evelio,
Covaleda, de la viva inteligencia de las cabras. No de vuelta pero
sí de ida. La vecera se disuelve de vuelta. Con el vecero hasta el
punto en el que cuida vecera, vencido el día, caído en la tarde,
cada cabra coge su rumbo y se dirige a casa. También para esto es
viva la cabra. Sin semáforos, sin autobuses, tranvías ni metro, cada
cabra vuelve sola y sin dudarlo a su majada, su aprisco, en este
caso a su casa. Estamos en Covaleda. Pero es a la mañana, Evelio lo
dice, cuando la cabra, sin duda libre de telarañas, reparada en el
descanso y el sueño de la majada, demuestra su mejor inteligencia.
El amo la lleva (el ojo del amo engorda el caballo) hasta el punto
en el que, sola, debe llegar al vecero que a la sazón espera. Y para
ello ha de girar en algún punto a la derecha o izquierda. Y lo hace
cumplidamente según costumbre. Pero si ese día es preciso que la
cabra gire hacia el otro lado (ayer tocó derecha, hoy toca
izquierda), el amo emite un silbido especial, convenido, santo y
seña entre amo y cabra. y al punto ésta gira con la seguridad y
aplomo con que gira un planeta. Y el vecero, con la vecera detrás a
su cargo, se dirige al monte por la izquierda.
VECERA: atajo comunal de cabras
que pastea bajo el cuidado y vigilancia del VECERO, todo ello dicho
y hecho en Covaleda y por lo menos en los pueblos limítrofes de
Duruelo de la Sierra (en dirección noroeste según el valle primero
que conduce al río Duero recién nacido) y de Salduero y Molinos de
Duero hacia el sureste según el mismo valle. Preguntaré también en
Regumiel y en Vinuesa, la perla de los pinares según se dice de
forma tan descaradamente publicitaria que más bien desdice de un
pueblo como Vinuesa que, bien mirado, merece ser comparado con una
perla, y como perlas solo hay en los mares y Vinuesa está entre
pinares, esa perla sería de los pinares más que de los mares.
Y digo que la voz “vecera” será
de uso también en Duruelo, por una parte, y en Salduero y Molinos
por otra, porque tengo comprobado que no hay término municipal en
que se use una voz y deje de hacerlo, con igual, mayor o menor
propiedad, eso sí, en los términos vecinos, con lo cual, y a la hora
de patear el campo dibujando fronteras, me ahorro preguntar en un
cincuenta por ciento de los pueblos al menos. Por una razón: estas
voces son todavía de uso, aún enfermas y viejas, pero era entonces,
cuando el mayor viaje que imaginarse pueda era ir en burro al pueblo
de al lado (que otro más allá era imposible de pensar siquiera), era
entonces cuando, lozanas y frescas, voces como “vecera” iban en
burro, cómo si no, hasta Molinos, Salduero, Duruelo, desde Covaleda.
Y esto es,
de momento, todo.
©
Ángel Coronado,
2016
"VECERA"
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Sinonimia
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