Cuando ladra un perro y más si
es el nuestro moviendo la cola, parece que lo entendemos todo. Y
entendiendo casi todo lo que dice (sea un chino gritando en la
calle), parece que no entendemos nada. Y es que no hay diccionario
que nos diga con precisión para poder entenderla bien, lo que se
dice bien, esa voz que no es más que un verbo sobrevolando bajo y a
mano de cualquiera por todo el dominio del habla castellana:
entender, mal dicha “en tender”, nos indica estar entretenido “en
tender”, en tender hacia quien nos ladra o habla para entenderle y a
su vez hacernos entender nosotros.
El diccionario de la lengua nos
dice nada más entrar a ella que viene de “dirigir”, “tender a”. Y si
nos dirigimos a través de su orden alfabético (providencial orden
sin el cual el diccionario sería inservible) hacia la voz “tender”,
eso quiere decir que ya, como si fuese una voraz araña, el
diccionario nos ha cazado, hemos caído en su trampa. En esa trampa
caemos a veces en la cuenta de que, siendo una cosa otra, puesto que
las palabras son cosas y diciéndonos el diccionario por una palabra
otra, cuando vamos a la otra el diccionario nos dice la una
De la voz “tender” el
diccionario dice tantas cosas que uno se pierde. Pero hay dos que
nos redimen de todo círculo vicioso e iluminan como dos faros en la
costa de una noche de oleaje y de tormenta:
La primera es ésta: “Dicho de
una persona o una cosa: Tener una cualidad o característica no bien
definida, pero sí aproximada a otra de la misma naturaleza”. La
segunda esta otra: “Preparar una trampa o un engaño contra alguien”
Y para entenderlo mejor añade una frase ya hecha, ya preparada para
llevársela puesta, una especie de plato listo para comer o ya
comido: “ Le tendió una emboscada”.
Me gustaría poner un ejemplo en
el que la voz “lugar”, sin entenderse, parece que lo hace. Se trata
de nuestra más famosa novela y nada menos que de sus seis primeras
palabras. Las voy a repetir una vez más. Parece que no hace falta
pero creo que sí.
“En un lugar de la Mancha.....”
Conozco bien un rincón de La
Mancha en el que la voz “lugar” tiene un sentido concreto. Tan
concreto que choca con otro sentido de la misma palabra en el que
todo es ambigüedad. Yo entiendo la voz “lugar” como un espacio
borroso, ambiguo como la niebla, milagrosamente protegido por una
indeterminación que hace de dicha voz una especie de ser
bienaventurado que a todo se amolda y en todo satisface.
Pero en ese rincón de La Mancha
“lugar” significa pueblo, población, aglomeración concreta de casas,
un grupo de casas en concreto, la propia, la mía. Cada lugar se
adorna con su nombre propio.
¿A dónde vas?
Me voy al lugar. Y si es de
Villacañas verás cómo se dirige a Villacañas. Y si de Quero se
pierde camino de Quero.
Ya está dicho. Mi lugar, mi
pueblo. No hay rastro de ambigüedad. Mi lugar es Villacañas
(Toledo). Mi lugar es Quero (Toledo).
Además de Quero y Villacañas
otros “lugares”, otros pueblos concretos habrá en aquéllos
alrededores en los que por “lugar” se quiera decir tal pueblo
concreto. Podríamos investigar esto. Siempre ocurre. Ninguna
palabra, como ningún pájaro, se posa siempre sobre la misma rama, se
dice solo en el mismo pueblo.
Bueno, pues nunca podremos
saber, Cervantes muerto, nunca podremos entender lo que Cervantes
quiso decir nada más empezar El Quijote. Si quiso ser ambiguo y
desmemoriado, entienden unos, o desmemoriado tan sólo, según otros.
Y lo mejor de todo es que da
igual. Nos quedamos tan frescos. Disfrutamos de la novela por igual.
Cada cual la entiende a su manera.
Y aún otra cosa mejor. Ni
Cervantes acaso advirtió que siendo tan conciso y sobrio y tan así
como escribe Cervantes, dejaba ese cabo tan suelto.
©
Ángel Coronado,
2013

Sobre
la palabra "LUGAR" en el Quijote
"VECERA"
Cayendo "PICES"
El sonido y el sentido. "CALLÍN"
Entre Almazán y Tajueco
El
Corral
El
libro de citas
"ALAR"
"CARACOLERA"
"TEDA"
Sinonimia
El Diccionario
Lengua
y Habla
Vocabulario de la MATANZA
|