Llegar a Covaleda es disponerse a gozar, a disfrutar de los encantos de un
monte virgen, de arroyos todavía transparentes, de naturaleza en estado puro.
Si remontas el curso del Duero, pasada la fuente de
Santolunio (con su pilón hecho
de un tronco que antaño servía como abrevadero de bueyes y caballerías), verás que «allí
las rocas se aborrascan, al par que el valle se estrecha» dice
Machado
cuando te enfrentas a unos impresionantes farallones rocosos que sirven como de pórtico
amurallado a la ladera en que se recuesta el pueblo. Sin duda esta fue la primera imagen
que vio el poeta cuando, a lomos de caballería, se aproximó a Covaleda con la idea de
subir a la Laguna Negra buscando el molde para su Tierra de
Alvargonzález. Lo
mismo que le sucedió a
Gerardo Diego, o a
José García Nieto, que vino para conocer este
rincón privilegiado y decidió vivir entre nosotros para cantarla en encendidos versos. Y
es que si te llegas a Covaleda, es para quedarse.
Ruta Literaria Laguna Negra
Al hablar de mis antepasados he de remontarme a la Edad de Bronce, porque aparecieron unas
hachas en el paraje de Cueva Medrano que señalan la presencia de unos primitivos
cazadores por estos lares. Me imagino que ya entonces era un lugar ideal para la caza:
alto, aislado, bien guarnecido por la espesura de los hayedos, robles y pino albar, tal
como lo describen algunos cronicones medievales.
Afirma don Ángel Terrel en su libro
"De Covaleda y para Covaleda" que seguramente se
asentaron en estas tierras tribus celtas de los Bracos o Bretos, que debieron entrar en
contacto con ramificaciones vasconas por los topónimos y costumbres que han quedado:
"Urbión" (dos aguas buenas), "arrañe" (lugar de zarzas: huerta),
etc...; lo cierto es que de esta época celtíbera quedan restos de muros ciclópeos en el
Paso de los Arrieros que se completan con los de una calzada romana posterior
(posiblemente la que subía de Visontium: Vinuesa), y un puente de la misma hechura sobre
el Duero que llamamos de Santo Domingo.
Hay alusiones en las Crónicas de Fernán González a que huestes de Covaleda le
ayudaron en su guerra contra moros por las tierras del Alfoz de Lara, concretamente en la
batalla victoriosa tenida el 16 de junio del 929, festividad de San Quirico y Santa Julita
que, en agradecimiento por la ayuda prestada, donó bienes para construir una iglesia en
el pueblo con la advocación de estos santos nombrándolos patronos de la parroquia. Esta
primera iglesia, seguramente románica, fue derruida para levantar otra mayor con trazas
góticas (gótico soriano) de finales del XVII y retablos barrocos muy efectistas. En el
atrio se observan tumbas antropomórficas excavadas en la roca siguiendo una tradición
medieval común entre pueblos vecinos (Revenga, Duruelo) de hacer este tipo de
enterramientos.
El Rey Alfonso X en 1260 concede en una Carta Puebla a «las gentes della
Covalleda, para los que vivieren e murieren e descendentes, que pueden usar e romper e
tronchar árboles e pacer con sus ganados e beber las aguas e caçar e pescar a término
todo e lebremente», privilegio de posesión comunal del monte, que luego fue
ratificado por don Juan I (1285) hasta Felipe II (1562) según consta en la Ejecutoria
de la Real Chancillería de Valladolid. Por esto, los aprovechamientos forestales que
recibe cada vecino (suerte de pinos) es un privilegio histórico de estos pueblos
pinariegos que todavía se conserva.
Que era un lugar de atractivo cinegético queda patente en el Libro de la montería del
rey D. Alfonso XI, Libro IV: «La garganta de Covalleda es buen monte de oso et de puerco
en verano. Et son las vocerías la una desde la Covertera, por encima de la cumbre de la
Sierra fasta cañada Bermeja; (...) la otra en Cabañares et otras dos en
Matalobos», todos ellos parajes de este entorno.
He de señalar que los covaledanos, movidos por un espíritu emprendedor, se lanzaron a
repoblar Ávila en el siglo XI llevando consigo sus yuntas, familias y ganados: «Vinieron
gran compaña de buenos omes de Coballeda, de cinco Villas e de Lara; e los de
Coballeda e de Lara venían delante...», señala Carlos Martel en las Chrónicas
de Gonzalo de Ayora. La carretería fue una ocupación temprana. Los carreteros
gozaban de ciertos privilegios allá por donde pasaban como era el disponer de pasto libre
para sus bueyes en las dehesas y cordeles. En el ejercicio diario transportaban
lanas y materiales de todo tipo a lo largo y ancho de España, de tal manera que La
Cabaña de Carreteros necesitó ser regulada y quedó sujeta a Ordenanzas fijadas en
Canicosa (1841), justo cuando empezaba el declive de la misma por la llegada de otros
medios de transporte más eficaces y rápidos como el ferrocarril.
La Covaleda actual, moderna, de calles perpendiculares, casas de piedra y balconadas de
forja, es fruto de la remodelación que sufrió el pueblo a consecuencia de un terrible
incendio que destruyó la práctica totalidad del municipio el 8 de septiembre de 1923.
Se salvó la iglesia y poco más. Aún llegué a conocer algunas casas con chimenea de
campana, hogar bajo y olor a leña de roble que han ido desapareciendo con el paso del
tiempo.
Covaleda
en imágenes por Andrés Cámara
Pero si un día quieres disfrutar de lo típico de Covaleda, llégate el 13 de agosto de
cualquier año: probarás
*la caldereta. Te adelanto que es una comida popular que el ayuntamiento ofrece a
todos los visitantes en remedo de la hospitalidad tradicional de las gentes de la sierra.
El plato típico por excelencia es la caldereta de cordero que se hace en el monte
sobre unas trébedes, de la que todos nos consideramos unos expertos cocineros.
© Pedro Sanz
«¡Covaleda: 93 casas ardiendo!»
por Pedro Sanz
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