El
origen de esta población se suele relacionar con el pueblo Bretón, que
procedía de las tierras del norte. Esta teoría realmente no parece tener
demasiados fundamentos ni pruebas que la verifiquen. Lo que sí es cierto es
que en la literatura de estilo romántico se recogen testimonios sobre el
parecido de las mujeres del pueblo con las mujeres nórdicas, lo que
corroboraría la teoría de origen Bretón.
Se
han encontrado restos de época celta como los muros ciclópeos en el Paso de
los Arrieros, así como restos de una calzada romana y el puente de Santo
Domingo de esta misma época. También se han encontrado unas hachas fechadas
en la Edad de Bronce en el Paraje de Cueva Medrano, que atestiguan la
presencia de hombres dedicados a la caza en los alrededores del pueblo.
Las
Crónicas de Fernán González cuentan como los covaledaños le ayudaron en las
guerras contra los moros para conseguir las tierras del Alfoz de Lara.
La
localidad de Covaleda recibe el privilegio de una Carta Puebla por parte de
Alfonso X, quien concede el privilegio de posesión comunal del monte, más
tarde ratificado por Juan I (1285) y por Felipe II (1562).
En
el año 1923 la localidad fue arrasada por un incendio que solamente respetó
la iglesia y unos pocos inmuebles más del pueblo.
Laguna de
Urbión
Laguna de Urbión vista desde el
pico.
La laguna o lago de Urbión, llamada así
por el pico de este nombre que se levanta a unos doscientos metros de
ella, es un hoyo de agua frigidísima, proveniente de los enorme bloques
de nieve que cubren tanto en invierno como en verano, el famoso pico y
sus laderas, a modo de fantástico sudario. La fama de esta laguna ha
salvado los linderos de la provincia y aun los de España, y es conocida
en toda Europa.
Geógrafos e historiadores se han ocupado de ella con harta frecuencia, y
es de lamentar que la más de las veces, lo hayan hecho con notoria
inexactitud, escribiendo de oídas o dando crédito a las patrañas más
absurdas.
Según ellas, el horripilante pozo no tenía fondo. Sus aguas eran saladas
observándose el flujo y reflujo del mar, con el que estaba en directa
comunicación.
Las horrorosas tormentas de agua y de piedra que muchas veces han
devastado las cosechas, llevando la desolación y la ruina a muchos
pueblos de la comarca tenían su origen en las aguas del célebre pozo,
donde cargaban tan destructores elementos.
De todos los pueblos circunvecinos se oían con terror sus espantables y
pavorosos bramidos en los días de tormenta o de revueltas atmosféricas.
Algunos de los pocos temerarios que se habían atrevido a llegar hasta
sus márgenes e intentar sondear su profundidad, habían echado cientos y
cientos de varas de cordel atados a una piedra sin llegar jamás al
fondo.
Otros habían sumergido en el pozo reses muertas, atadas por los cuernos
y habían visto con espanto que al poco tiempo solo quedaban estos,
desapareciendo el cuerpo de la res, devorado por invisibles monstruos
submarinos de que estaba infestado el pozo.
Otros aseguraban que en su centro existía una hoya o remolino del agua
que tragaba y arrastraba a su fondo cuanto en ella cabía, ejerciendo
además una poderosa tracción, de la que no podían librarse los que se
acercaban demasiado a sus márgenes; y que los ganaderos se habían visto
obligados a construir una valla, empalizada o murete para que no fuesen
absorbidas sus reses.
Y, finalmente, por personas ya de edad madura, pero de inteligencia no
tan avanzada, se ha dicho con profunda convicción, que sobre las aguas
del pozo se habían visto flotar varios restos del Crucero Reina Regente,
perdido en el Estrecho de Gibraltar, al regreso de conducir la embajada
mora a Tánger, el año 1.894.
Estas y otras muchas consejas semejantes, todas realmente fantásticas,
han venido sucediéndose a través de los tiempos, y creyéndose como
artículo de fe por algunos de aquellos sencillos indígenas,
completamente sugestionados por la tradición, y en los que la
ilustración corría parejas con su mísera vida, y de aquí el que
considerasen como insigne locura, el que nadie intentase penetrar en tan
terrible pozo.
© Andrés Cámara
Covaleda
en imágenes (comentadas)
por Andrés Cámara
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