Allá vienen las
carretas…
lo han dicho el pinar y el viento,
lo ha dicho la luna de oro,
lo han dicho el humo y el eco…
Son las carretas que pasan
estas tardes, al sol puesto,
las carretas que se llevan
del monte los troncos muertos…
¡Cómo lloran las carretas
camino de Pueblo Nuevo!
Los bueyes vienen soñando,
a la luz de los luceros,
con el establo caliente
que huele a madre y a heno.
Y detrás de las carretas,
caminan los carreteros,
con la aijada sobre el hombro
y los ojos en el cielo.
¡Cómo lloran las carretas
camino de Pueblo Nuevo!
En la paz del campo, van
dejando los troncos muertos
un olor fresco y honrado
a corazón descubierto.
Y viene el Ángelus desde
la torre del pueblo viejo,
sobre los campos arados
que huelen a cementerio.
¡Cómo lloran las carretas
camino de Pueblo Nuevo!
Cuando pasan las carretas
por la puerta de mi huerto,
rezo por los pobres troncos
un humilde Padre Nuestro;
y sueño con una lluvia
de rosas para los viejos
que den amor a los nidos
estas tardes del invierno…
¡Cómo lloran las carretas
camino de Pueblo Nuevo!
Juan Ramón Jiménez
“La tristeza del campo”, VIII. “Pastorales”
(pulsar sobre las fotos para ampliarlas)
La
Carretería y la Vaca Serrana Negra
Si se busca en el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el significado de
Carretería, nos aparecen varias definiciones. La primera “Conjunto de
carretas”, después “Ejercicio de carretear”, otra “Lugar donde
antiguamente pernoctaban al aire libre las carretas de transporte, en
los arrabales o afueras de una población”. La última definición se
refiere a un baile que con este nombre se danzaba en el siglo XVII “a
imitación de los que usaban los carreteros y trajinantes”.
En el Diccionario de
Autoridades encontramos: Carreta: género de carro largo, angosto y más
bajo, cuyo plano es formado de tres o cinco maderos separados entre sí,
y el de en medio más largo, que sirve de lanza donde se uncen los
bueyes, que es con lo que se tira. No tiene más de dos ruedas, y estas
sin herrar, porque en lugar de llantas llevan otras segundas pinas de
madera. A los dos palos menores del plano se hacen unos agujeros, donde
puestas unas estacas afirman la carga. (…) PARTID: 6.tit.9.I 42. Si el
testador hiciese manda de alguna carreta o carro, aquel a quien es
mandada tal cosa, la debe haver con la bestia que ha trahe. Recop. lib.
6. tit. 19. I. 3 Y cuando que los carreteros… pasaren y fueren por las
Ciudades, Villas y Lugares de nuestros Reinos y Señorios y sus términos,
con sus bueyes, mulas y carretas y carros, que los dejen y consientan
pacer y estar y parar sus carretas y carros. CERV. Quix. tomo 2. cap.
11. Venía la carreta descubierta a cielo abierto, sin toldo ni zarzo.
Edición facsímil. Tomo primero.
El
entorno geográfico
La Cabaña Real de
Carreteros surgió como necesidad para regular una actividad que llevaba
siglos funcionando, el transporte a lo largo y ancho de la península
ibérica de todo aquello que sus habitantes necesitaban, es decir, la
Carretería. Fueron tres los núcleos carreteros: Ávila, con seis pueblos
dedicados a esta actividad. Cuenca, con cuatro. Y la comarca de Pinares
Burgos-Soria, la más importante, con dieciséis pueblos, más aldeas y
derramas, sumando un total de veinte. Esta es la zona que vamos a
tratar.
En la revista
Rialares, número 6, de 1998, podemos leer en su Editorial: “no es
desventurado afirmar que las montañas ibéricas han vertebrado histórica
y políticamente este nación, al tiempo que sus bosques la han edificado
materialmente”.
Toda la comarca está
cubierta por pinos, pero abundan también el roble y la haya y, sobre
todo, ricos pastos y abundancia de agua. Puesto que uno de los
materiales más transportados fue la madera, la ubicación era la ideal,
tanto para carretear con los troncos por toda España, hasta su destino,
o hasta los ríos y mares, para acabar siendo transportados en barcos,
como para la construcción y reparación de las propias carretas, más de
cinco mil en el siglo XVIII. Por otro lado, la abundancia de agua y
pastos era imprescindible para sostener a la numerosa cabaña de más de
quince mil bueyes en el mismo siglo.
Esa riqueza forestal
marcó durante siglos la comarca de Pinares Burgos-Soria. No solamente se
cortaban y arrastraban troncos, también hubo una industria relacionada
con la madera, de la que fue la mejor muestra la Real fábrica de Betunes
de Quintanar de la Sierra, creada por el rey Carlos IV en el siglo XVIII.
La fabricación, en Covaleda, de aros para cedazos y gamellas, fue
recogida por José Tudela de la Orden, en un trabajo inacabado, pero que
recogimos en su biografía “José Tudela, la persona y sus espacios”
(2010, edición de la Diputación de Soria).
“Para hacer aros era necesario que
la madera de pino tuviera una veta fina, apretada y muy regular; de modo
que al rajar con el hacho o la azuela el trozo de machón para sacar la
raja, ésta corriese de modo regular hasta abajo, con un sonido peculiar
que al arero le hacía exclamar: “Este pino dice”, cuando la raja
salía fácil y regularmente. Las gamellas y los gamellos se hacían con un
cuero o tajón de pino bueno, a hacha y a azuela. Las gamellas eran
grandes hasta de un metro y más por 40 centímetros de anchas y servían
para hacer las matanzas. Los gamellos eran pequeños, de 30 a 40
centímetros de largos por unos 30 de ancho y se utilizaban para echar el
pienso a las reses en los pesebres”. Escribe también don José, en este
mismo trabajo, sobre la sierra de “pata”: “… un cubierto techado con
tejas, cerrado tan solo con costerones y sostenido sobre el río con 8 ó
10 fuertes pies derechos, como un palafito. En él, con el agua represada
en un pequeño salto como en un molino, un sencillo mecanismo convertía
el movimiento rotatorio en vertical oscilante de arriba a bajo de un
marco rectangular en cuyo centro había una fuerte sierra de tronzador
que aserraba lo que había sobre un sencillo carro de movimiento
horizontal en el que iba cargado el rollo o la vida a aserrar. Este tren
era movido por el pie del aserrador y con él acercaba o paraba el rollo
o viga que estuviera aserrando. Estas sierras verticales son las que
también alcanzó a ver en los pueblos pinariegos burgaleses y en Duruelo
don Miguel de Unamuno y las describe (…) Muchos años después, en 1932,
tuvimos la suerte y el honor de acompañar y de guiar a don Miguel por
las provincias de Guadalajara y Soria en compañía de nuestro común amigo
el salmantino don Marcelino Martín, catedrático de Ciencias Naturales
del Instituto de Guadalajara en una excursión de cuatro días que hicimos
en septiembre de 1932 por las provincias de Guadalajara y Soria”.
Gracias a la política
forestal de repartimiento de los aprovechamientos, es posible recorrer
en la actualidad esta comarca de Pinares y encontrarla muy parecida a
como era en la época de esplendor de la Cabaña Real de Carreteros. Como
podemos leer en la citada revista Rialares: “Si nos fijamos con
atención, veremos las huellas de nuestros antepasados: caminos,
arrastraderos, veredas, puentes, tenadas, chozos, potros, aserraderos,
molinos, hornos, carboneras, caleros, canteras, adoberas, tejeras… No
están ahí porque sí. Eran las instalaciones para el manejo del medio
forestal y todas ellas cumplían su ecológica y económica misión”.
La
Cabaña Real de Carreteros
Como institución fue
fundada en 1497 por los Reyes Católicos, uniéndose a ella los cabañiles
y sus derramas en 1629. Antes de la constitución, los serranos de la
comarca de Pinares estaban organizados en Hermandad.
Son varios los
autores que se han ocupado del estudio de la Carretería, que fue objeto
de una tesis doctoral por parte de Pedro Gil Abad, cuyo resumen fue
publicado por la Diputación de Burgos, en el año 1981, a la que
recurriremos para este trabajo. También el soriano José Tudela de la
Orden se ocupó de la institución de la Cabaña Real de Carreteros, donde
se agruparon las personas dedicadas a esta actividad. Él definió así el
oficio que nos ocupa: “Las antiguas “carreterías” de bueyes, antes de la
construcción de los ferrocarriles, hacían el tráfico que luego hicieron
los trenes de mercancías”. En cuanto al marco geográfico donde se
desarrolló esta actividad, escribe: “Como era natural, surgieron estas
carreterías en centros donde era fácil la cría de ganado vacuno; en
Castilla, en los frescos valles de las serranías castellanas del Sistema
Central y de los Montes Ibéricos, en las provincias de Ávila, Segovia,
Burgos, Soria y Cuenca”.
La “Cabaña Real de
Carreteros de Burgos-Soria”, o como se la denominó antiguamente, “Junta
y Hermandad de los Carreteros de la Real Cabaña y sus derramas”, y aún
encontramos otra definición, “Cabaña Real de Carreteros, Trajineros,
Cabañiles y sus derramas”, estuvo integrada por pueblos de la provincia
de Soria y Burgos, correspondientes a lo que ahora conocemos como la
comarca natural de Pinares. A lo largo de la historia, estos pueblos han
tenido diferentes modelos de administración política, aunque la mayor
parte del tiempo han permanecido en la misma los pueblos que en la
actualidad pertenecen a la provincia de Soria. En la Comunidad de Villa
y Tierra de Soria se inscribían: Molinos de Duero (Molinos de Salduero),
Covaleda, Duruelo de la Sierra, Herreros y Villaverde. En la Comunidad
de Villa y Tierra de Cabrejas, Cabrejas, que antes perteneció a la
Merindad de Santo Domingo, y Abejar. A la Merindad de Santo Domingo
pertenecieron los pueblos sorianos de San Leonardo (Sant Lionarde, del
monasterio de Sant Pedro de Arlanza), y sus aldeas: Navaleno, Casarejos,
Arganza y Vadillo. Y los burgaleses de Regumiel (Río Gomiel, del
monasterio de San Pedro de Arlanza), Quintanar de la Sierra (del
monasterio de San Pedro de Arlanza), Palacios de la Sierra (lugar
solariego de donna Mayor, mujer que fue de Ferrant Sanchez de Velasco, e
de sus fijos y de doña Maria, mujer de Diego Perez Sarmiento),
Vilviestre del Pinar (Bilvestre, lugar solariego de Diego Lopez de Haro
y en la fecha doña Sancha, su mujer, y Juan Diaz de Roca Fuy), Canicosa
(merindad de santo Domingo, del abad y del convento del monasterio de
San Pedro de Arlanza), Hontoria del Pinar (Fontoria del Pinar, del abad
y del convento del monasterio de Sant Pedro de Arlanza), con sus aldeas
Navas del Pinar y Aldea del Pinar. De estos pueblos, unos son de
realengo, otros de señorío y otros de behetría. Las “derramas”, fueron
Cabrejas del Pinar, Abejar, Herreros y Villaverde.
Volvamos de nuevo a
Tudela, para saber cuáles fueron los servicios prestados por los
carreteros:
“Las carreterías prestaban servicios de
carácter privado, como el transporte comercial de frutos y
manufacturas en el interior de la Península y para el comercio exterior
y, además, prestaban servicios de carácter público, tanto en
guerra como en paz. En tiempo de guerra podían ser confiscadas las
carreterías para el transporte de víveres, municiones, pertrechos,
heridos y enfermos. (...) Además podían ser requisadas las carreterías
por los intendentes de las provincias para el transporte del numerario
recogido por la recaudación de las alcabalas para llevarlo a Madrid, y
para el transporte de las remesas de metales preciosos llegados de
Indias a Sevilla, desde este puerto a Toledo, Madrid o Segovia, aunque
la mayor parte pasaba a otros puertos de Italia para pagar a los
banqueros genoveses, austríacos o flamencos. Otro transporte de carácter
público era también el de la sal, pues la sal estaba estancada y el
impuesto sobre la sal era un arbitrio general, por su gran difusión, de
gran importancia para la Hacienda, y eran las carreterías las que la
cargaban en las salinas de Poza (Burgos), Imón (entonces Soria), para
llevarla no sólo a las “Casas de la sal” que había en las capitales y
pueblos importantes, sino a los pueblos, no sólo para el consumo humano
sino también para el consumo de los ganados; y por esto explican los
carreteros, en el citado pleito con los sexmeros, que tienen que
apartarse de los caminos, por no haberlos, e ir a campo traviesa para
llevar la sal a ciertos pueblos. El reparto de la sal dependía de la
Secretaría de Hacienda, así como el transporte de personas notables y de
sus bagajes; pero siempre, en todo caso, por orden oficial y con la
recompensa debida”.
Siguiendo a Pedro Gil
Abad, tan importante fue el servicio prestado por los carreteros en la
guerra de Granada, que a raíz de ella le fueron concedidos los
privilegios, tan importantes como los dados al Honrado Concejo de la
Mesta. Durante quince años, de 1640 a 1655, los carreteros de
Burgos-Soria transportaron por orden de la Corona, y a su costa,
munición artillería y suministro a los ejércitos de las guerras de
Cataluña y Portugal. Otro importante transporte fue el de lana, que se
hacía desde los lavaderos y secaderos de Segovia a Burgos y de ahí al
Cantábrico. Asimismo desde Vinuesa al Cantábrico, pasando por Ágreda.
Transportaban todo tipo de productos, además de lana y suministros de
guerra, como la sal, carbón, grano, leña, piedra. A finales del siglo
XVI se controla por parte de la Corona las carretas para abastecer
Madrid y en general las grandes ciudades, de trigo y otras
subsistencias.
“A principios del
siglo XVI, se agravan las demandas de transportes, al tener necesidad de
acudir los carreteros del área Soria-Burgos a las minas de mercurio de
Almadén. Quizá fue a causa de la expulsión de los moriscos, pues desde
esa época tienen problemas de transporte las minas de Almadén y, desde
entonces, dejan de aparecer los carreteros del área de Granada” (Gil
Abad).
Privilegios
Al igual que el
Honrado Concejo de la Mesta, la Cabaña Real de Carreteros tuvo
importantes privilegios, y ambas instituciones, chocaron frontalmente
con los intereses de los agricultores. En el caso de la carretería, y
tal y como recoge Gil Abad, eran, resumidos: libertad de los carreteros
para andar por todos los términos de los pueblos. Que no se les cobren
penas como a los vecinos. Que los Concejos abran los carriles y caminos
a su costa. Que puedan pagar los portazgos y aranceles de aduanas en el
camino sin desviarse y si no se les mostraba el arancel no estaban
obligados a pagar. Que puedan usar con sus bueyes por los terrenos
permitidos a los vecinos. Que puedan cortar madera de los montes para
reparar sus carretas. Que los bueyes que llevan sueltos, de remuda o
rebezo no paguen derechos. Decimos resumidos, porque las continuas
concesiones y privilegios ocuparon centenares de páginas. Muchos de
ellos hacen hincapié en que no se veje a los carreteros.
Durante la primera
mitad del siglo XVII la Corona concede nuevos privilegios que incluyen:
estar excluido de todo reglamento local, a menos que fuera expresamente
aprobado por la Corona. Permiso específico para transportar madera para
sus usos personales en viajes de puerto a puerto. Exención del servicio
militar y de milicias. Entrada libre en tierras regadas y en viñedos
cortados, en tiempos de sequía. En este siglo, los carreteros podían ir
provistos de armas.
Tal era la
importancia de la carretería, que en el siglo XVII la Corona creó un
Juez Conservador de la Real Cabaña de Carreteros con categoría de
Ministro del Consejo. En 1836 se abolieron todos los privilegios, tanto
de la Mesta como de la Carretería, pero se seguían dando disposiciones
que favorecían a una y a otra actividad.
En referencia a los
privilegios y ordenanzas de los carreteros de nuestra región, y a los
propietarios de carretas, recurrimos de nuevo a José Tudela de la Orden.
“Sabemos que Hontoria del Pinar tenía en
1817 sus propias Ordenanzas de Carretería y, además, que algunos pueblos
pinariegos de Soria y de Burgos –Canicosa, Hontoria del Pinar, San
Leonardo, Navaleno, Covaleda, Duruelo, Regumiel, Quintanar, Palacios y
Vilviestre del Pinar- tenían otras Ordenanzas para ellos que fueron
aprobadas por la Corona en 16 de mayo de 1841. Son diez los pueblos
carreteros sorianos y burgaleses pertenecientes a esta concordia
carretera, quedando fuera de ella 16 pueblos pinariegos de ambas
provincias. De estas Ordenanzas sólo conocemos el acta de la Junta de
Cabaña de Carreteros del Reino celebrada en Canicosa el 13 de febrero de
1840.
Propietarios de carretas
Tampoco tenemos muchos datos para
conocer este régimen de explotación. Sabemos, como se ha dicho, que la
mayor parte de las cuadrillas de carretas de los Pinares de Soria y de
Burgos eran de varios vecinos y que había muy pocos propietarios de
cuadrilla completa, y cuestión previa, para conocer este régimen, es
saber, en cuanto a la propiedad, la composición de la cuadrilla de
carretas. Kleinpenning publica un interesante estado referente a nueve
pueblos de esta región pinariega, cinco de Soria y cuatro de Burgos, con
el número de carretas de puerto a puerto que tenía, en el
siglo XVIII, cada uno de los vecinos propietarios de estos carros. Este
es ya un estudio concreto, preciso, de esos nueve pueblos; pero hay que
hacer la misma investigación no ya en esos nueve pueblos, sino en los 29
restantes que incluye Kleinpenning en la comarca por él estudiada y,
además, en los pueblos carreteros de Burgos y de Soria que sin ser
pinariegos eran carreteros, como Herreros, Villaverde, La Muedra, San
Pedro Manrique y otros de la provincia de Soria, como seguramente habrá
otros pueblos carreteros no pinariegos en la de Burgos.
Sin entrar ahora a discriminar lo que
este autor entiende por vecino y por habitante, término
que encuentra en el Catastro de la Ensenada y cuyo exacto concepto no ha
llegado a interpretar, vamos hacer un resumen de los importantes datos
que publica.
De los 782 vecinos y habitantes de esos
nueve pueblos, tan sólo 418 son dueños de carretas, y entre todos tienen
2.356 carretas, distribuidas, en cuanto a su propiedad, en los
siguientes grupos:
Trescientos setenta y dos tenían de una
a diez carretas, con una media de cinco carretas. Treinta y siete de
diez a veinticinco, con una media de diecisiete carretas. Nueve, de
veintiséis a cincuenta y dos, con una media de treinta y nueve carretas.
Más del 86 por 100 de los propietarios
de carretas sólo tenían una media de cinco carretas cada uno y tan solo
el 2 por 100 tenía una media de treinta y nueve; y precisando más, de
418 propietarios de carretas sólo seis tenían cuadrilla completa; es
decir, el 1,30 por ciento del total de propietarios de carretas.
Todas estas cifras sólo se refieren a
nueve pueblos carreteros y de seguro que aún acentuarán estos resultados
si llegamos a hacer este cálculo algún día como es nuestro propósito, no
sólo de los 38 pueblos pinariegos de Soria y de Burgos, sino de otros
pueblos de estas dos provincias que sin ser pinariegos eran pueblos
carreteros.
Tratándose de Los Molinos de Salduero,
que eran dos pueblos en una sola entidad, y era el segundo de España en
este trajín de las carretas (4), había cuatro carreteros que entre los
cuatro tenían 572 bueyes y novillos dedicados a esta granjería, lo que
indica que tenían entre los cuatro aproximadamente cinco cuadrillas de
carretas.
Abejar (Soria), según el mismo catastro,
tenía “244 carretas divididas en diferentes cuadrillas que, con las
reses de revezo, ocupan 708 de cuatro propietarios y otros aparceros que
por menor constan en las relaciones que se han entregado y dehesas donde
pastan”; pero no constan en el Catastro estos detalles.
En resumen: hay poquísimos propietarios
de cuadrillas completas de carretas que pudieran ser empresarios de su
propio medio de transporte, bien para negociar con él, comprando,
transportando y vendiendo por su propia cuenta, que sería lo más
corriente, por ser lo más lucrativo, o bien para arrendar su cuadrilla a
un gran productor con el fin de transportar sus productos: lana de uno o
varios grandes ganaderos, sal de algunas de las salinas de Poza o Imón,
por cuenta de la Real Hacienda; azogue de las minas de Almadén a los
puertos de Sevilla o de Lisboa..., actuando unas veces como comerciantes
y otras como meros transportistas.
En estos casos el personal de la
cuadrilla estaría a jornal del propietario o acaso con participación en
las ganancias.
En el Catastro de Molinos de Salduero
uno de los dos dueños de cuadrillas de carretas tiene seis criados y ya
hemos dicho que éste era el número de hombres que cada cuadrilla
necesitaba para su servicio.
Hay que mirar todos los catastros de los
pueblos de carretería con cuadrillas completas para ver si es frecuente
que en ellos figuren también criados permanentes de los dueños de
cuadrillas de carretas.
La mayor parte de los carreteros
aportaba a las cuadrillas unas cuantas carretas, pocas, según hemos
visto por el estado de los nueve pueblos pinariegos. De modo que la
cuadrilla la compondrían carretas de cuatro a ocho propietarios que en
las declaraciones del Catastro se les llamar aparceros, lo que nos
ilustra para conocer que iban a pérdidas y ganancias”.
La
carreta, la cuadrilla, la casa y la comida
Para que esta
actividad se llevara a cabo, era fundamental la existencia de la
carreta. Este medio de transporte, es decir, la carreta serrana, era un
carro largo, estrecho y bajo. La plataforma la conformaban tres maderos,
más largo el del centro, que era donde se enganchaban los bueyes, y a
ambos lados llevaba las ruedas, sólo dos, una a cada lado. Como puede
comprobarse, medio de transporte elemental.
La cuadrilla de
carretería estaba compuesta por veinticinco o treinta carretas y seis o
siete carreteros. Éstos se organizaban en mayoral, el propietario o un
administrador, a veces dos o más propietarios de una carretería
completa, ejercían esta función. Aperador, el que reparaba las carretas.
Ayudante de aperador. Pastero, cuidaba los bueyes en los pastos y se
ocupaba de los enseres de la carretería. Ayudante de pastero. Gañán,
hacía labores varias, en general lo que se le mandaba, y especialmente,
cargar y descargar las carretas. Ayudante de gañán.
Los carreteros
pasaban fuera de su casa unos siete meses, estaban en ruta
aproximadamente desde San Marcos (25 de abril), hasta San Andrés (30 de
noviembre). Los hogares de la sierra debían ser, en principio adaptados
a la climatología, y muy especialmente preparados para guardar en ellos
los animales. El material empleado fue la piedra y la madera, y las
ventanas, como en el resto de las provincias de Soria y Burgos,
pequeñas, en especial las que dan al Norte. La puerta de entrada,
grande, da paso a un zaguán, al fondo del cual está la cuadra, y a un
lado el dormitorio, con otro en el piso de encima. La parte más
importante es la cocina, donde se hace la vida, provista de una gran
chimenea que sale desde las paredes, como las de Calatañazor y su
comarca, donde se secan los productos de la matanza. En el alto se sitúa
el desván o cámara donde se guarda la paja y la hierba, que se
suministra directamente a la cuadra por un hueco cuadrado en el suelo.
Volvemos a don José
Tudela y a su descripción de una venta de carreteros de bueyes, que las
habría a lo largo de sus rutas:
“En Casarejos, cerca del puerto de la
Galiana, vimos hace muchos años, en la orilla del pueblo, un gran
caserón que, a nuestro juicio, parecía haber sido una venta de
carreteros de bueyes. Sin fotografías ni dibujos a que referirnos vamos
a hacer su descripción tan solo por el recuerdo.
Su frente, a tres aguas, constaba de una
gran puerta, dos pequeñas ventanas a los lados y otras dos más pequeñas
sobre estas. Su perfil era trapezoidal, pues el piñón del tejado lo
cortaba otro plano con aguas al frente, como suele hacer en todo
Pinares.
La gran puerta daba entrada a un amplio
zaguán o portalón capaz para dos carretas, y era una especie de patio
interior, cubierto, dentro de la casa, al que bordeaba, por el único
piso superior, un corredor volado con su balaustrada hecha de gruesos
cuadradillos encajados, entre solera y pasamanos, por su lado más ancho.
Este corredor corrido por tres lados montaba sobre el saliente de los
machones que sostenían en las tres crujías el piso superior, a modo de
largas zapatas; y para sostener el antepecho o balaustrada, unos ligeros
pies derechos lo unían a los cabios del tejado.
La planta inferior tenía tres crujías de
establos, que daban la vuelta al zaguán por tres lados, quizá para los
bueyes más cansados; e interrumpidos sólo en el frente o fondo por un
pequeño dormitorio y otro pequeño granero al lado para los piensos. En
los establos cabrían de cuarenta a cincuenta reses mayores.
En el fondo, en el ángulo de la derecha,
una escalera daba acceso a la planta superior, compuesta, a su vez, de
una gran cocina en el centro, de campana cónica, como las típicas de la
región, ocupando el eje de la crujía del fondo. Al otro lado, un granero
más grande, a modo de almacén, y otras habitaciones contiguas sobre los
establos.
Unas cuantas ventanas daban luz y
ventilación, por el exterior, a esta casona, aislada por sus cuatro
aires.
Comprendimos al verla que se trataba de
una venta de carreterías de bueyes, que al volver de su trajín a sus
pueblos originarios rendirían allí viaje, después de subir el duro
puerto de La Galiana, cara ya a sus pueblos, de los que sólo distaban
media o una jornada.
En el zaguán meterían los carreteros una
o dos carretas, las que llevaran más preciada carga: arcas,
herramientas, ropas, regalos, etc.
En los establos meterían el ganado más
cansado y más manso, y los demás, con los de remuda, quedarían junto a
las carretas comiendo su pienso en sus portátiles gamellas de pino.
En la alcoba de abajo dormirían los
carreteros más jóvenes, para cuidar de los bueyes, y en las más altas
los más viejos.
A la mañana siguiente volverían a uncir
sus carretas y, por Casarejos, bajarían a San Leonardo, y desde allí a
sus respectivos pueblos de la región pinariega burgalesa y soriana.
Este parador de carreterías tenía una
función semejante a la de los célebres “carabanserrails” o paradores de
caravanas de camellos en el Norte de África”.
La
comida
Antaño, cada
actividad esencial requería de una alimentación específica. Los pastores
de la Mesta tenían como base de la alimentación el pan –que compartían
con sus mastines a partes iguales-, la cecina de oveja, las migas, la
leche, el queso de cabra y, cuando algún animal moría despeñado, la
caldereta merina. Muy parecido fue el régimen alimenticio de los
carreteros. Cambiaba, por ejemplo, la cecina, que en lugar de ser de
oveja era de vaca serrana.
Pero si hay un guiso
propio de esta actividad, es el llamado ajo carretero. No es más que una
caldereta elaborada con oveja, animales que portaban en sus carreterías.
Aunque hayamos recogido diversas recetas del ajo carretero, básicamente
es la carne casi el único ingrediente, junto con agua, ajos y sal. Unos
le añaden tomate, otros cebolla, otros pimentón o pimiento rojo seco.
Suponemos que los ingredientes estarían en función de los que tuvieran
en ese momento. La diferencia con la caldereta merina, es que el ajo
carretero se dejaba caldoso para comer, tras las tajadas de carne, el
caldo con rebanadas finas de pan.
Puesto que también
llevaban con ellos cabras, hacían queso y cuajada, para lo cual sólo era
necesario la leche y el cuajo, que se conseguía dejando secar el
estómago de un cabrito con leche dentro, o el de un borrego.
De toda aquella
actividad que llenaba los caminos con carretas repletas de todo tipo de
materias primas y productos manufacturados, existe en la actualidad la
Fundación Real Cabaña de Carreteros, presidida por Antonio Martín
Chicote. Esta asociación, con sede en Quintanar de la Sierra, se ocupa
de dar a conocer lo que fue y significó la carretería. Los podemos
encontrar en Madrid con sus carretas, recordando que El Escorial fue
construido gracias a la madera de sus pinos, que ellos transportaban en
sus carretas, como delante de la catedral de Burgos, para reivindicar lo
mismo. Organizan semanas culturales, seminarios y demostraciones, todo,
con tal de que no se olvide quiénes fueron y qué significado e
importancia tuvo su existencia.
Vaca serrana negra
Para que las carretas
cumplieran su cometido era necesario un motor, y durante siglos lo
fueron los bueyes nacidos de la vaca serrana negra, cuyo antecesor fue
el Bos taurus ibericus, que
podemos contemplar en las pinturas rupestres de Valonsadero.
La soriana Elvira de
la Orden Gómez ha publicado un libro sobre esta raza. Se trata de un
trabajo para la asignatura de Etnología y Etología de 2º de Veterinaria
de la Universidad Alfonso X El Sabio, que ha sido editado por la
Asociación de Criadores de Ganado Bovino Serrana Negra, e impreso por
Ochoa Editores.
De él extraemos lo
que los romanos escribían de los numantinos describiendo entre sus
costumbres “la del pastoreo de vacuno negro y la costumbre ancestral del
sacrificio en el solsticio de verano de machos bovinos negros con los
que previamente se hacían juegos lúdicos. (…). Su aprovechamiento
dinamógeno iba asociado a la producción de carne. Rendía al mercado la
pieza más cotizada bajo el nombre de ternera blanca de Castilla
(proveniente de las yuntas de vacas cuyas crías eran sacrificadas como
lechales para compatibilizar su producción con la de trabajo) y la de
menores horizontes comerciales, el buey cutral (de cuchillo) salido del
desvieje y desecho, de carne seca, que asociada al exceso de grasa era
el origen de la excelente chacinería local presidida por el chorizo y la
cecina”.
De la Orden describe
la vaca soriana bociblanca, cara corta, ojos oblicuos con abundantes
pestañas negras. Las encornaduras tienen una longitud 25 centímetros los
machos y 28 centímetros las hembras. Cuello más bien corto, potente y
musculoso. Papada abundante de perfil discontinuo y expansión hasta las
extremidades anteriores contactando con las rodillas. Ubre recubierta de
pelo fino. Epidermis gruesa y bastante tejido subcutáneo adaptado a
climas fuertes y defensivo de ataques de insectos. Las crías en los dos
primeros meses presentan coloración castaña-rojiza como medio de
camuflaje.
No resulta útil para
la producción lechera industrial,
pero su carne es excelente. Como curiosidad añadiremos, que de esta raza
procede la antigua mantequilla de Soria. La gran cantidad de grasa que
produce esta raza es la responsable de la calidad que alcanzó la antigua
mantequilla de Soria, antes de ser sustituida su leche por la que
produjo más tarde, la raza Parda en el Valle.
Advierte de las
frecuentes cornadas entre los animales, lo que, según ella, se
solucionaría cortando 10 centímetros los cuernos. En general son muy
resistentes a todas las enfermedades, por lo que ocasionan escaso gasto
veterinario y farmacológico.
Pero la vaca serrana
soriana puede estar en peligro de extinción. La desaparición de la
carretería por un lado, y de las labores agrícolas con tracción animal
por otro, ha reducido la cabaña de quince mil ejemplares existentes en
la provincia de Soria, en 1950, a las 508 cabezas de la actualidad,
distribuidas en 32 explotaciones de 22 municipios de la provincia. Estas
explotaciones tienen pocas cabezas, las únicas significativas son tres:
el Consorcio de la Diputación Caja rural de Soria, con su explotación de
cría de ternera de calidad, en Taniñe; la de José María Manchado
González, en La Muela; y Serrana Soriana, S.C., cuyo gestor es Miguel
Ángel Núñez.
Este peligro de
extinción está sensibilizando al sector, que cuenta como asesor y
entusiasta, a Santiago Álvarez, miembro del comité científico de la
Federación Española de Razas Autóctonas, y especialista en razas en
peligro extinción o ya extinguidas.
Tanto la Asociación
de Criadores de la Vaca Serrana, como Santiago Álvarez, abogan por un
esfuerzo colectivo para hacer de la vaca serrana una productora de carne
de alta calidad, para lo que sería necesaria la implicación de las
distintas administraciones además de, como siempre es recomendable y
saludable, todo soriano que tenga interés, de cualquier tipo, en que la
raza soriana no se extinga también.
Visita a Quintanar de
la Sierra
El sábado, 6 de
noviembre, acudimos a Quintanar de la Sierra Santiago Álvarez, y los
criadores de serrana negra Miguel Ángel Núñez y José María Manchado. En
Quintanar nos encontraríamos con Antonio Martín Chicote, presidente de
la Fundación de la Cabaña Real de Carreteros, y con el secretario,
además de con carreteros que se dedicaron al oficio y otros jóvenes,
Zacarías e Iván, que mantienen viva la tradición.
Para nosotros
uncieron los bueyes a la antigua carreta conservada, y provistos de una
larga vara, dirigieron la carreta al monte y allí cargaron un tronco de
unos mil quinientos kilos que fue arrastrado por las vacas Navarra y
Serrana. Es difícil transmitir lo que se siente en el monte, entre pinos
que se levantan erguidos y casi tapan el cielo, dejando pasar entre las
ramas de las copas el sol de otoño, todavía firme y caliente. El sonido
de los cencerros, las voces de Iván y otros carreteros, los bueyes
obedientes siempre a la vara, y pese a que ya no han nacido para
arrastrar troncos y tirar de carretas, llevan en la sangre la nobleza y
el recuerdo del trabajo de sus antecesores, todo ello unido al
entusiasmo de quienes nos acompañaban, hicieron que viviéramos un día
inolvidable, dedicado exclusivamente a las cinco personas que habíamos
acudido a saludarles. Hicieron el esfuerzo de hacer retroceder el
tiempo. Revivimos un antiguo oficio, y pudimos hacernos a la idea,
intentando multiplicar por mucho, lo que fue y supuso para los serranos
el oficio de carretero.
El caserío de
Quintanar de la Sierra, en Burgos, está perfectamente integrado en y con
el monte. Todavía mantiene edificaciones de su ancestral trabajo. En la
revista Rialares contabilizan hasta 35 hornos de pez que se ubicaron en
el Monte “La Dehesa”. La magnífica dehesa alimenta a algunas vacas
sorianas. Todavía parece olerse la pez y la madera recién cortada.
A partir de ahora,
cuando estemos frente a El Escorial, cuando entremos en la catedral de
Burgos, o en capillas recubiertas con mármoles de Espejón, cuando
atravesemos un puente, o recorramos caminos de piedra, tendremos un
recuerdo para los carreteros y los madereros de Pinares, que hicieron
posible todo ello.
©
Isabel Goig, 2010
(pulsar sobre las fotos para ampliarlas)
HOMENAJE AL HISTÓRICO
CARRETERO
Autor:
Pedro Gil Abad.
Ven
Torillo, ven Chaparro.
Ya se marchan
las carretas de la Sierra
ha llegado el
mes de marzo.
Las mujeres
de mi pueblo
se amontonan
junto al carro
que es su vida
y se va su
carretero todo el año:
Pedro Ucero,
Angel Chicote, el tío Paco.
Las mujeres
de mi pueblo
les preparan el
subeo, las coyundas,
los corniles y
los sacos.
"¡Hala,
Juana!, cuida bien de los muchachos".
El adiós
del carretero es tan profundo
que no salen las
palabras de sus labios.
Ya se
marchan las carretas.
Ya se van el
pueblo abajo
y la vara,
compañera en el camino,
siempre al
brazo.
En Espeja y
Espejón, cargan el jaspe.
La madera en los
pinares de la Sierra.
Ven Torillo, ven
Chaparro.
Ya se
acercan a la villa del Madroño.
D. Felipe, El
Escorial, han arribado,
y la pica del
artista les de vida
en la augusta
seriedad del herreriano.
D. Felipe
agradece los servicios de carretas
y les da su real
mano,
concediendo
privilegios de nobleza
a las villas que
trajinan con los carros.
Ya se marchan
las carretas de Madrid,
el azogue de
Almadén están cargando.
Ven Torillo, ven
Chaparro.
En la ruta de
Sevilla,
el traqueteo se
oye claro.
Va en cabeza el
mayoral con su ayudante
la descarga del
azogue va a los barcos.
Carretero, tu
mirada se ha clavado:
los betunes
fabricados en los hornos de tu pueblo,
tapan todas las
ranuras de los cascos
y los pinos de
tu Sierra, desde América
traen plata para
dársela a tu carro.
Las carretas
están listas,
van cargadas de
oro blanco.
Ven Torillo, ven
Chaparro.
Traqueteo de
los ejes y las ruedas,
con la vara bajo
el brazo,
tez curtida por
los vientos y los soles.
Mira lejos y en
el prado,
ve a la Virgen
de la Guía que le dice:
"Llegarás pronto
a mi lado, carretero,
yo te guío, yo
te guardo."
Al compás de
las carretas
la boyada va
rumiando.
Emigrante de
caminos,
Quintanar pide a
sus hijos,
que recuerden en
sus pasos:
el Peñedo, la
Campiña, Rozavientos,
San Martín, Peña
el Cuervo, Peña el Vaso,
la Roza, el
Cerro, la Cacera, el Centro.
Ven Torillo, ven
Chaparro.
Sueña, sueña
en tus cumbres,
amontona en las
arcas de palacio
el tesoro
americano que transportan.
Carretero, con
la vara bajo el brazo
Portugal será tu
meta.
El Reino manda.
Torillo ven, ven
Chaparro.
Es necesario
andar en tus trajines,
y llevar el tiro
y el cañón pesado.
En Mérida
dejaste los pertrechos
sorteando
peligros de enemigos cercanos.
En Hontoria,
cargando las carretas de piedra
para la
Catedral, milagro humano.
Las salinas
de Imón, Añana y Poza,
te dieron su
riqueza y tú magnánimo,
la llevaste a
los pueblos
del Reino de
León,
de Castilla,
Vascones y Navarros.
Mil macizas
carretas a Barcelona marchan
el año de
escasez, a llevar grano.
A Quintanar
se acerca el carretero,
ausente casi un
año.
Ya se acercan
las carretas de la Sierra,
ya se ven
aparecer por el Majano.
Los ancianos,
las mujeres y los niños
corren prestos a
fundirse en un abrazo:
"¡Hola, Juana!,
ya hemos vuelto
¿Qué tal andan
los muchachos?"
Las Dehesas
cabe el Duero les esperan,
la boyada se
encamina hacia los pastos,
en tres meses
del invierno
recuperan
energías el Torillo y el Chaparro.
Carretero de
la Sierra, estás en casa.
Goza un poco del
descanso.
El invierno es
duro y frío
y en tu casa, en
la cocina,
te has jugado,
como dice Loperráez,
el dinero que
ganaste todo el año.
En los días
menos duros
tienes ratos de
placer jugando al dardo.
Navidades, Año
Nuevo, Sebastianes,
Candelaria y...
llega marzo.
"¡Hala, Juana!,
cuida bien de los muchachos."
Ya se marchan
las carretas de la Sierra,
ya se van el
pueblo abajo.
Quédate un rato
conmigo, junto al pueblo,
Quintanar te da
un abrazo
y te arrulla con
su risa pinariega.
Carretero,
para el carro.
Ven a Sanza y
goza el néctar del verano.
Si te vas, la
villa queda fría y triste.
No te vayas.
Para el carro.
Pero tú me
miras fijo,
la colilla entre
los labios
y mirando a la
carreta que es tu vida:
¡ven Torillo,
ven Chaparro!
FIN
Autor: Pedro Gil
Abad. Historiador y catedrático de Geografía e Historia. Hijo Ilustre de
Quintanar. Copiado de su libro: "QUINTANAR DE LA SIERRA, un pueblo
burgalés en la comarca de Pinares" Pág 403 a 406
Fuentes
Vaca Serrana Soriana
Canal de Santalba
Cabaña Real de Carreteros
De la Orden Gómez, Elvira.
La Serrana Soriana o Serrana Negra Soriana. Edita Asociación de
Criadores de Ganado Bovino Serrana Negra. Ochoa, Soria, 2010
Gil Abad, Pedro.
Junta y Hermandad de la Cabaña Real de Carreteros Burgos-Soria.
Diputación Provincial de Burgos. 1983.
Rialares.
Sociedad Círculo de la Unión Perla de los Pinares. Año III nº 6, agosto
1998, Quintanar de la Sierra.
Tudela de la Orden, José.
La Cabaña Real de Carreteros. Sociedad de Estudios y Publicaciones,
1963. Reproducido en “José Tudela, la persona y sus espacios”, I. Goig |