El
retablo
del Santo Cristo de la parroquial de Judes
Manuel de Barrio, cura
vicario de la parroquial de Judes, y Pedro de la Hoz Martínez, mayordomo
de la misma, informaban que en la iglesia del lugar había un retablo
del Santísimo Cristo de la Piedad que se halla sin dorar y por ello tiene
tan soberana Imagen menos culto y decencia de la que le es debida y
deseosos de que se le tribute toda la que le corresponde acordaron que
se dorase. El presbítero se puso en contacto con maestros en el arte
calculándose el coste en 300 ducados, pero deseoso el cura de dicho
lugar de la mayor utilidad ha tratado su ejecución con Francisco San Juan,
maestro conocido, y se ofrece ejecutarlo por la cantidad de tres mil rs.
Así las cosas, el 20 de marzo de 1776, se ajustaron, ante el escribano de
la villa de Medinaceli, Manuel Mateo, con Francisco San Juan, maestro
dorador, vecino de la villa de Torrehermosa, para que lo hiciera.
Un mes antes, el 24
de febrero de 1776, el Lic. Pedro de Miguel Ortega, canónigo de la
Catedral de la ciudad de Sigüenza y provisor y vicario general de la
Diócesis por el obispo Francisco Javier Delgado Venegas (1768-1776),
viendo que las condiciones están ejecutadas según arte, daba
licencia para hacerlo por hallarse la iglesia con caudales suficientes. En
concreto cita: 6.174 rs., 526 medias de trigo, 118 medias de cebada y, por
si fuera poco, el templo se hallaba sin necesidad de otra obra.
Consideraba además el canónigo la corta cantidad de dicho dorado.
Las condiciones
establecían limpiar el polvo... alienzar todas las juntas... con cola
fuerte... Dar cuatro manos de yeso pardo y... escofinar todas las grietas
y rebabas... Dar las manos necesarias de yeso mate... Recorrer toda la
talla... abriendo todas las venas y sentidos que se hubiesen cerrado con
los aparejos añadiendo a donde correspondan... En las partes lisas se
habían de poner adornos chinescos de medio relieve y, donde
correspondiera, unas grisetas y los pisos que quedasen sin abrir,
por no corresponder abiertos, se habían de recorre de hierro para su mayor
tesura. Además, tenía que dar las manos correspondientes de bol;
dorar todo el retablo bruñendo y bronceando; picar los campos de la talla
del pedestal; platear, bruñir y barnizar las nubes; encarnar los ángeles y
serafines; dorar toda la talla de la mesa del altar y platear el campo de
ésta; jaspear el zócalo y barnizarlo con junquillos o molduras doradas y,
finalmente, encarnar el Santísimo Cristo.
El dorador, después
de ver y reconocer las condiciones redactadas por él, para que no le
quede duda de las que son y para que contra ello no pueda oponer excepción
alguna, se obligó a hacerlo por 3.000 rs. de vellón. Precio
considerado cómodo, moderado y nada escesivo por el cura vicario y
el mayordomo de la parroquia de Judes, puesta bajo la abvocación de la
Asunción de Nuestra Señora. Presentó como fiador a Domingo López, vecino
de la villa de Medinaceli. Las únicas condiciones que se impusieron por
parte de los contratantes, además de las relativas al dorado, eran que
lo ha de trabajar por su propia mano, sin que entre otro ningún maestro ni
oficial, y que diese concluido el encargo dentro del mes de septiembre
de 1776. El pago se le había de hacer en tres plazos iguales: principio,
medio y fin de la obra. Caso de incumplir con lo pactado el clérigo y
mayordomo le podrían exigir, por Derecho, la paga de los daños causados.
Francisco de San
Juan, tal y como nos informa José Antonio Marco Martínez, en 1767, doró el
tabernáculo del retablo mayor de Esteras de Medinaceli, en quien se remató
por 1.100 rs. El mismo autor documenta que el retablo mayor de la
parroquial de Judes es obra de Francisco del Castillo, con quien se
ajustó, por 7.000 rs., en febrero de 1749; si bien el dorado se contrató,
a finales de 1763, con Juan Morales, vecino de Calatayud y residente, en
esa fecha, en la villa ducal de Medinaceli.
© José Vicente Frías Balsa
Tradiciones
perdidas
Eencendían hogueras en Nochebuena.
Hacían un*Judas, y lo quemaban.
Pagaban el piso.
Daban *cencerradas.
Tradición de
*ronda, con la que recibían a los personajes ilustres. También
se rondaba a las mozas, y una señora mayor, con la sabiduría que dan los
años, les dijo una vez a los músicos.
"Dicen que rondar,
rondar, es una tontería, que luego se la va a llevar el que no la ha visto
en su vida".
Cuando se casaban los
judeños, les cubrían, al novio y a la novia, con una sábana y les daban la
vuelta al pueblo; cuando volvían del viaje de bodas les cantaban:
"Como vecinos del
pueblo te venimos a cantar, a darte la enhorabuena los mocitos del Lugar.
Cómo relumbra la luna a la mitad del camino, así relumbra María al lado de
su marido".
No les gusta hablar
mucho de una colección de arras de plata, muy antiguas, que tenían para
celebrar las bodas.
Isabel y Luisa Goig, Soria pueblo a pueblo