El caserío de
Algondrón se haya en el sudeste de la provincia de Soria, a mitad de
camino de los pueblos de Judes e Iruecha. Al sur del actual trazado del
AVE Madrid-Barcelona.
Merece la
pena acercarse hasta este escondido enclave para conocer una de las
formaciones vegetales más singulares de Europa. El denominado Sabinar de
la Sierra del Solorio.
El caserío
se encuentra en mitad de un gran cañón que nace en tierras de la cercana
Castilla La Mancha, cerca de un paraje llamado “Senda Galiana” y desciende
lentamente hacia el norte en busca del río Jalón ya en tierras aragonesas.
Orígenes
Asín y Palacios,
afirma que el topónimo “ALGONDRÓN” procedería del término árabe “ALGODOR”,
con el significado – los estanques –. Ciertamente junto al caserío
de Algondrón hay una surgencia, su agua se acumula en una gran balsa que
abastece a un pequeño lavadero.
Quien se ha
acercado a Algondrón alguna vez y ha trepado por sus riscos en busca de Té
de Roca sabe que justo encima del caserio existe una cueva, bastante
considerable, en ella hay indicios de haberse utilizado, en el pasado,
para guarder ganado. Nosotros pensamos que el término Algondrón mucho
tiene que ver con esta cueva, ya que en árabe cueva se pronuncia “Algar”,
y una cueva grande sería “Algondrón”.
Las comunidades
moriscas mostraron desde siempre especial interés por los lugares de
regadío donde podían dedicarse a una agricultura altamente desarrollada y
sofisticada que nada tenía que ver con la practicada por los cristianos.
Similares motivaciones propiciaron el asentamiento en las vegas del
cercano Jalón.
En 1194 el
Caserío de Algondrón y sus tierras fueron donadas
por Martín de Hinojosa, Obispo de Sigüenza, al monasterio de Huerta. La
granja, pastos y monte pertenecieron a los curas de Huerta desde 1194
hasta 1843, año en que fue desamortizada por Mendizábal.
Mediante los documentos de
tasación realizados con posterioridad a la expropiación podemos comprobar
que en 160 años apenas han cambiado las cosas. En la actualidad se
conservan dos casas unidas por una pared maestra, un pequeño lavadero,
restos de un pajar y una paridera. La mayor de las casas tiene dos
plantas, una de las estancias inferiores conserva los restos de una
capilla.
Las dos casas y la paridera que
hay enfrente (ver foto) se encuentran unidas
entre sí por un alar de piedra que protege la entrada de las tres
instalaciones, suponemos que se levantó con la intención de proteger al
ganado y los moradores de los lobos, que fueron muy abundantes hasta
bien entrado el siglo XIX.
Como hemos
señalado en 1843 el caserio fue tasado, aquí extraemos un fragmento de la
tasación:
<<Las dos casas se hallan
unidas, tienen un la línea de oriente a poniente 199 pies con 39 de fondo,
dividida en dos renteros y habitación para el monje que asistía, la mitad
con cuarto principal y cámara, ésta consta de portal, oratorio, cocina,
dos cuartos y cuadra. El cuarto principal o habitación del religioso, sala
con dos alcobas, otra pequeña con cuarto de estudio y dormitorio, cocina,
todo con bovedillas, desván o cámara.
La otra casa situada en la
parte de oriente consta de portal, cocina, dos cuartos y cuadra.
Contiguo el cobertizo de 30
pies de largo por 15 de ancho, alto 9 pies.
Horno de 15 pies de largo por
15 de ancho.
Pajar recién construido nuevo, retirado de las
casas por habérselo llevado el viejo el agua de un nublado, consta de 51
pies. >>
La tradición oral
Cuando un pueblo
muere, sus recuerdos y tradiciones desaparecen con sus últimos moradores.
Desconocemos los nombres que los algondroneros dieron a sus fuentes, a sus
cerros, a sus ríos y a sus fiestas. Pero suponemos que fueron igual de
ingeniosos y curiosos que los de los pueblos vecinos.
Los toros se han escapado
de la Plaza de Maranchón
y se han debido de ir
al término de Algondrón.
y
se han comido la remolacha, judías
y todo lo que allí había
y ahora los algondroneros
Se quejan y con razón
y quieren que les abonen los daños
to’s los de Maranchón.
(Escuchado en Judes)
En muchos casos los recuerdos se
diluyen en el subconsciente de los pueblos cercanos. Es conocida la pasión
que ancestralmente han sentido por los toros los pueblos del Ducado de
Medinaceli: El toro júbilo, Los toros de Santa Teresa, etc.
La tía Valeriana regentaba una
pequeña hospedería - hoy le llamarían TURISMO RURAL - en el número 1 de
la Calle del Sol del Barrio Alto de Judes, frente a la fuente. Y era la
suya una voz meliflua, que arrastraba el deje caprichoso del hablar
rayano, un hablar particular entre lo castellano y aragonés.
En
invierno las noches eran frías y largas, precisamente por ello acudían a
su casa, junto al calor de su chimenea, numerosos vecinos que entre aldón
y támara, mientras atizaban el fuego, explicaban sus problemas, echaban
cuentas sobre si los hielos matarían las patatas o si por el contrario
tendrían buenos pastos para cuando pariesen las ovejas.
Surgían
historias y leyendas que parecían sacadas de viejos baúles. La tía
Valeriana explicaba que los últimos algondroneros, terminaron sus días en
Judes hartos de soportar los diezmos que debían pagar a los frailes de
Huerta.
Entre historia, anécdota y vete a
saber cuanta imaginación más, también explicaba que los moradores de este
lugar, pasaban muchas calamidades y tenían que ingeniárselas para llegar a
San Martín, en que el guarro andaba entradito ya en arrobas. Su economía
era de subsistencia como secularmente lo fue en toda la zona. Su trabajo
apenas les daba para mal comer.
La familia que vivía en este
caserío, como otras tantas de entonces tenían
muchos miembros, imprescindibles para trabajar la tierra, gobernar el
ganado, echar de comer a los cochinos y aviar las gallinas. Los hijos de
aquella familia eran todos varones. Entre los muchos detalles que
apuntaba, había uno que llamaba especialmente la atención de quienes
atentamente la escuchaban. - Los mozos de aquel caserío eran todos de gran
robustez y especialmente altos, muy altos.
Era tanta el hambre que pasaban,
que la madre de aquellos chiquillos tenía que guardar las provisiones bajo
llave para ponerlas a buen recaudo. Estos fardales se las ingeniaban para
hacerse con la comida. Contaba que tenían que introducir un gato famélico
por el argollón de la puerta de la despensa.
Cogían al dócil gato de la casa -
flaco pero listo como el hambre-, le ataban una cuerda de esparto a la
cola y le hacían entrar, a través del argollón de la puerta. Cuando el
gato encontraba algo que fuera comestible estiraban de la cuerda,
arrastrando con ella al gato y las provisiones que este traía con sus
zarpas. Casi siempre conseguían arrastrar los racimos de uva que pasaban
el invierno secándose en su larga espera para curarse en dulces pasas.
El recuerdo de
aquellas gentes ha perdurado hasta hoy. Aunque nunca sabremos si lo de la
gran envergadura y el hambre fueron fruto de la invención o quizá fiel
descripción de aquellas gentes.
Más tarde
oimos decir en el cercano lugar de Alconchel, historias muy parecidas a la
anterior, todas ellas inciden en remarcar las calamidades que pasaron los
últimos algondroneros.
Ruta de Algondrón
Proponemos
una ruta, poco conocida que nos permitirá adentrarnos en el mayor Sabinar
Albar de Europa. El camino durante todo el recorrido está dominado por el
"Moto l'Otero" (1292 msm).
Se debe
llegar en coche hasta Judes, en las eras del Barrio Bajo se estacionaran
los vehículos. Recomendamos al viajero que antes de iniciar el camino se
calce bien y eche merienda en la mochila.
1.-
Deberá
descenderse una pronunciada pendiente llamada "Cuesta del Sabucar" que nos
conducirá hasta el manantial del "Sabucar*". En él observaremos antiguos
colmenares y centenarias nogueras.
*La palabra
Sabucar deriva del Latín <SAMBUCUS>, significa
paraje poblado de saúcos.
2.-
Dirigiremos de nuevo nuestras
miras hacia el este, se verá una inmensa cañada (Cañada de la Nava) que
nos marcará el camino a seguir, no dejaremos el camino marcodo en color
rojo, puesto que a unos 1500 metros un camino se bifurca hacia el sur,
tomándolo accederiamos a un paraje denominado “El Hoyo Nebroso*”, es de
gran belleza pero impediría llegar hasta Algondrón.
*La palabra
Nebroso procede de Enebroso por disimilación, se trata de un paraje
dominado por una gran dolina, la mayor de toda la Sierra del Solorio, está
gran cavidad en el pasado se rellenó con arcillas rojas, como indica su
nombre, en el paraje que no se ha roturado todavía está ocupado por
enebros (Juniperus communis).
3.-
Continuaremos el camino, entre tierras de labranza, hasta llegar al punto
que hemos denominado 3, el paso durante este tramo es fácil y cómodo, en
algún momento deberá dejarse el camino por encontrarse labrado o lleno de
piedras, llegados al punto 3, podremos descansar bajo la mayor sabina de
toda la Sierra, es milenaria y se denomina "La Sabina de la Nava".
Sabina de
la Nava
4.-
Proseguiremos el camino en la
misma dirección, a 1,5 Km. de la cumbre, encontraremos un ramal del camino
en dirección norte, conviene estar atento ya que varios caminos antiguos
se cruzan en esta zona, nos interesa tomar una pista en bastante buen
estado que se dirige hacia el norte.
En este punto del viaje, el “Moto l’Otero”
preside el camino, se trata de una de las cumbres más altas de la zona, en
su cuspide se encuentra un vértice geodésico, considerado como de primer
orden en la red de triangulaciones nacional.
La palabra Moto, procede
del vasco y significa lo mismo que Otero.
5.-
Una vez hayamos tomado la pista que nos conducira hasta el punto 5 de la
ruta, observaremos que a nuestra derechar, cerca de los corrales de la
Peña del Carrascal, se divisan los restos de la denominada “Yesera”, un
paraje de Judes en el que hasta los años 60 una familia se dedicaba a
cocer la piedra calcarea de la zona y molerla en un molino para elaborar
el yeso que se demandaba.
Merece la pena observar el
paisaje que la vista nos alcanza El viajero tendrá una panorámica dificil
de imaginar en este extremo del sur de Soria: Al fondo el Moncayo y
a su izquierda la Sierra Cebollera y los Picos de Urbión,
hacia el oeste el Monte Vicora ya en Aragón.
Ruta de Judes a Algondrón
6.- Llegados al punto 5, deberemos dejar la pista y adentrarnos, hacia el
este, monte a través, conviene comprobar que a unos 200 metros hacia el
este empieza un valle (ver mapa entre los puntos 5 y 6). Cuando se inicie
el descenso de este valle conviene llevar cuidado con la gran cantidad de
aliagas que surcan el camino. Se trata de un valle con terrazas que
antiguamente se destinaron a la producción de cereales. A los lados
veremos antiguos colmenares abandonados en los que las abejas siguen
trabajando como si la despoblación no fuese con ellas.
7.-
Llegados al punto 6 deberemos nuevamente cambiar de dirección hacia el
norte, seguiremos el camino a través de grandes sabinas albares,
lentamento iremos descendiendo hasta que por fin a los lejos divisaremos
el caserio, bajo la sombra de una gran Rocha.
Apenas 50 metros después del
caserío, nace un arroyo que suministra agua a los lavaderos del lugar, el
curso se pierde valle abajo no sin antes regar prados sembrados de
ciruelos, ceremeños, cerezos, álamos y grandes nogueras.
Por encima del caserío junto a
las rocas que sobre el se alzan encontraremos una cueva en la que en el
pasado se cerró ganado y que posiblemente diera nombre al lugar.
Características de la ruta:
Tiempo: 1:30 minutos, llevar
agua, merienda y buen calzado.
© Santiago
Álvarez
La Casa de Algondrón
por Emilio Ruiz
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