Los días 13 y 14 de febrero, los habitantes e invitados del pueblo
pinariego de Quintana Redonda, celebraron, un año más, la festividad de
la Función de la Iglesia, en acción de gracias por no haber sufrido daño
alguno los feligreses cuando se encontraban dentro de la iglesia,
hundida en 1869.
Lo que hasta hace dos años era sólo una función religiosa, desde el
pasado año se ha convertido en una fiesta bulliciosa, al hacer coincidir
la matanza popular del cerdo.
Charanga, anís, moscatel, galletas, buena lumbre y el trabajo duro de
muchos quintaneros, han hecho posible que todo salga como estaba
previsto. Elaboración de morcillas, fritura de torreznos, embutido de
chorizos, migas y una comida compartida por casi seiscientas personas,
en el polideportivo de Quintana, donde hubo también sorteo de chacina.
Si algo une firmemente a los quintaneros son las actividades que llevan
a cabo a lo largo del año, en las que arriman el hombro jóvenes y
mayores, aportando cada uno, además del trabajo, la propia experiencia.
La fiesta siguió por la tarde con concurso de guiñote y concierto por la
noche, enlazando con otras actividades festivas y religiosas para hoy
domingo.
©
soria-goig.com, 2010
La localidad de Quintana Redonda celebró, el sábado 7 de febrero, la
fiesta de la Función de la Iglesia que, hasta el año pasado era,
solamente, una celebración religiosa. Se trataba de una acción de
gracias por no haber sufrido daño alguno los feligreses que se
encontraban dentro del recinto sagrado cuando, en 1869, se hundió la
iglesia antigua.
Según el padre Celestino Zamora Ramos, en su libro “Memoria de la
Iglesia de Quintana Redonda”, “Que su construcción era deplorable [la
anterior a 1869] lo demuestra el instantáneo aplanamiento de toda la
parte de atrás del templo en la noche del 10 de febrero de 1869, en cuyo
día, que era miércoles de ceniza, salía la mayor parte, casi todo el
pueblo, de oír el Santo Rosario y aún no había llegado el sacristán a
casa, (menos de quince minutos dicen los datos y testigos que viven),
cuando un ruido ensordecedor anunció la ruina de toda la Iglesia, menos
el ábside, que también demostraba su pésima construcción con las grandes
grietas que se le veían. El pueblo en acción de gracias se obligó con
voto solemne a guardar como día festivo ese, que fue tan señalado por un
milagro providencial…”.
La juventud y el empuje de la nueva corporación, ayudados por los
vecinos, han convertido una celebración litúrgica en una fiesta, al
añadir, desde 2008, el rito de la matanza del cerdo.
Ante el envejecimiento de la población, son pocas las matanzas que se
llevan a cabo en las casas particulares, por lo que, el hacerlas en
comunidad, consigue que este hecho, sustancial durante decenios para la
alimentación de la familia, se convierta en un rito y no se pierda. Para
que todo saliera “a pedir de boca”, los cantareros han trabajado durante
días preparando todo lo necesario.
Sobre las nueve de la mañana de un día helador, comenzó la fiesta
comunitaria con música de charanga, anís, moscatel y galletas. Tres
lumbres ardían en el círculo que parecía haber sido construido a
propósito en mitad de la plaza. Después, la cochina fue sacrificada, con
maestría, encima del gamellón, colocándola a continuación dentro de él
para quitarle las cerdas con agua caliente y las cazoletas.
Con la sangre, bien removida, mezclada con arroz, pan y las especias
correspondientes, se preparó el bodrio, se embutió y las morcillas se
cocieron en uno de los fuegos del círculo.
Mientras, en el interior del salón municipal, unas mujeres hacían migas,
otras torreznos, otras embutían chorizos, y los que andábamos por allí
sin perder detalle, íbamos comiendo de todos los productos que salían de
las manos de las mujeres quintaneras.
Sólo una pequeña trampa: no se comió nada del animal recién sacrificado,
puesto que para eso hubiera sido necesario una inspección veterinaria de
urgencia. Los productos que se degustaban y embutían, procedían de la
fábrica de Quintana “Embutidos García Recio”.
Así, mientras unos nos quitábamos el frío a base de migas y torreznos,
acompañado de tragos de vino, otros, con el alcalde a la cabeza, se lo
sacudían trabajando sin parar. Pero se mostraban contentos, no ya por la
fiesta de la matanza del cerdo, que también, sino porque fueron muchos
los que se juntaron para pasar ese fin de semana en Quintana. Unos
llegaban de pueblos vecinos y otros desde Madrid. Cuatrocientos
cincuenta personas se juntaron en el Polideportivo, que se caldeaba
desde la noche anterior, dando cuenta de una suculenta comida de
hermandad. Judías con güeña, lomo, chorizo y costillas, ensalada y
postre.
Felicidades a los organizadores.