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La comarca que
en Soria llamamos, a secas, La Sierra, es una zona natural donde, años, siglos atrás,
pastaba durante el verano la cabaña soriana. Desde ella se dirigía, en otoño, hacia el
sur, en busca de los pastos de otras tierras más cálidas y pujantes. Desde
Garray, a
seis kilómetros de Soria, donde se ubican las ruinas de la histórica ciudad de
Numancia,
hay que tomar la C-115. A unos veinte kilómetros comienza esta comarca natural, en
realidad es un conjunto de sierras con nombres tales como:
Montesclaros,
Sierra de Alba,
Sierra de Alcarama, de las Cabezas...
En la guía de Everest
Visita Soria y su provincia,
esta zona la describimos así:
"La Sierra, siempre abierta y silenciosa, como las
casas de los pobres, nos descubre nuestros más íntimos secretos. Pobre hay que ser, para
saber extraer de lo mínimo la riqueza incomparable que guarda celosamente esta tierra,
camino principal de la trashumancia soriana. Desde aquí los pastores, rabadanes y
mayorales, conducen el ganado hacia las ricas dehesas de Extremadura, La Mancha y
Andalucía. Todavía puede verse en Soria, al inicio del invierno, discurrir por cañadas,
cordeles y veredas el ganado, hasta la estación del Cañuelo, en la capital. Es un
espectáculo ver cientos de ovejas
merinas haciendo
que la circulación de la ciudad castellana se paralice, para cederles el paso por su vía
natural: la Cañada Oriental Soriana.
Hay que saber que, si no esplendorosa, esta tierra fue hermosa y próspera, y preguntarse
por qué donde hoy crecen zarzas y aliagas antaño había montes de pasto que alimentaban
a más de un millón de cabezas de merinas. Por qué esta sierra dolorida y silenciosa,
antes la fecundaban profusos valles; por qué los caminos ahora borrados por los
rastrojos, antes los surcaban carretas, llenas de mercaderías, propiciando una vía
principal llamada "Camino de los Yangüeses". Hay que saber que los pastores
fueron obligados a ser labradores y como consecuencia de tal despropósito, fueron
abandonando los pueblos.
Por todo ello, la belleza de esta tierra es misteriosa e imprevisible; por que cuando
menos lo esperas estos secretos son revelados de forma inesperada entre el
ventalle
constante del viento en sus valles, de los
ciervos y corzos, de los rebaños que aún puede el viajero encontrarse y de la visita a
los pueblos que, muertos, dormidos o bien despiertos, dan una identidad singular a esta
comarca. La Sierra, hoy callada pero orgullosa, vio nacer en Castilruiz a Pedro Gómez de
la Serna, cabeza de familia de la famosa saga; a Julián Sanz del Río, el filósofo, en
Torrearévalo; en Villarijo nació Ezequiel Solana, autor de libros donde tantos
aprendimos a leer... ".
Ver en Enlaces Las Rutas
de la Despoblación
Más que un paseo, lo que proponemos es una ruta larga, que puede durar uno, dos o los
días que se quieran, y, dentro de ella, paseos, por que pasear, pasearéis por todas
partes y podréis hacer la ruta de las Icnitas.
Oncala, donde ya existe un museo pastoril.
Oncala
Museo Pastoril de Oncala
Lugar de trashumancia
por excelencia, y, donde también podréis ver los tapices restaurados que la infanta
Isabel Clara Eugenia mandó bordar, sobre dibujos de Rubens, para el convento de Descalzas
Reales de Madrid. Ahora, gracias a un obispo, natural de Oncala, y mecenas, se hallan
expuestos en la parroquial.
Es hermoso el paseo desde el barrio bajo al alto, bordeado de fresas, manzanas y otros
frutos silvestres. Una fuente, a mitad del camino, ayuda a superar la elevada cuesta. Ya
arriba, en las fachadas de las casas, escudos ornamentados indican que en ese barrio
residieron miembros de familias de la nobleza, para poder acceder a los derechos de
pastos.
El siguiente destino será
Yanguas, en el límite
con La Rioja, a la vera del río Cidacos.
Yanguas
Es villa serrana por excelencia, del señorío
de los Aguilar, señores de Los Cameros, de cuyo esplendor sólo quedan los restos de un
castillo. Mantiene en buen estado dos iglesias góticas y los restos de una tercera,
también gótica, al parecer antiguo enclave de templarios.
La torre de San Miguel,
románica con influencias lombardas, fechada en 1146, se ubica, sobre el caserío,
dándole su imagen más característica. Perteneció a una iglesia de la antigua
ubicación de Yanguas.
Pero de esta villa hay que destacar, sobre todo, sus edificaciones serranas en tosca
mampostería, formando soportales únicos en toda la provincia. Sus calles empinadas y
empedradas, la ancestral hospitalidad de una gente abierta, acostumbrada a emigrar
temporalmente a tierras de calor que contagian también la otra calidez, la humana.
Hay que pasear por el pavimento romano según unos, medieval según otros, sobre el puente
por donde se cruza el Cidacos, y dejar allí reposar el espíritu viendo cómo el agua
discurre por debajo de las arcadas.
Recién restaurado, se hace necesario visitar el Museo Comarcal de Arte Sacro, donde se
guardan y enseñan las piezas recuperadas de las iglesias abandonadas de una zona donde,
los pueblos deshabitados se cuentan por docenas.
San Pedro Manrique, el siguiente
destino.
San
Pedro Manrique
Hay que volver y tomar el desvío bien indicado, fue durante siglos en enclave más
importante de la trashumancia castellana. Historiadores locales han descrito los desfiles
de merinas ante los amos, como auténticos regimientos pasando revista.
Pero San Pedro resuena en toda publicación antropológica que se precie por
Las Móndidas
y el Paso del Fuego. El investigador Ruiz Vega lo explica en su libro La Soria mágica.
El rito es llevado a cabo a las doce de la noche del día 24, San Juan, en pleno solsticio
de verano.
El entorno de San Pedro Manrique, por donde discurre el río Linares, es digno de muchas
excursiones y paseos. Desde ahí puede visitarse Sarnago, uno de los muchos pueblos
deshabitados, donde,
cada año, vuelven los que se vieron obligados a marcharse, y celebran "Las
Móndidas", a la vez que cuidan y conservan un museo etnográfico.
También desde la villa sampedrana merece una excursión la ruta de los molinos. Cualquier
sampedrano os indicará. Y no dejéis de visitar la reserva de buitres, en la sierra de
Alcarama. Dos pueblos deshabitados desde hace años, El Vallejo y Valdelavilla, están
siendo rehabilitados para ser, sus instalaciones, ofertadas turísticamente.
Letrilla de La
Sierra, que recoge los apodos de muchos de sus pueblos
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