Si existen dos lugares en la provincia
de Soria ligados tradicionalmente al mundo de la trashumancia, estos son, sin duda, Oncala
y San Pedro Manrique. Oncala, a cuyos habitantes les apodan, precisamente, merineros, se
enclava en un valle rodeado por las sierras de Alba, Calva y San Miguel, y su término se
halla flanqueado por los altos del Coronito y del Monte, ambos de más de mil
cuatrocientos metros de altura.
Por su término, fertilizando los pastos de verano, discurren los ríos Valondo y
Abrigaño, así como el Linares, el cual nace en término de Oncala, en el paraje del
"prado de la dehesa", junto a la fuente del "Espino".
La poderosa Mesta tuvo representación en esta villa por medio de uno de sus agentes, el
cual residía en ella y se sentaba, según nos contaron, a la derecha del presidente del
Consejo. Todavía conservan en la memoria el nombre del tío Mariano, residente asimismo
en Oncala, y recaudador de los impuestos que de los ganaderos cobraba la corona.
La institución que en principio fue nominada Asociación de ganaderos del Reino de
Castilla, fue oficialmente fundada durante el reinado de Alfonso X. El nombre de Mesta
deriva del que le otorgaban a los prados de uso comunal -"mestas"-, y comenzó a
escucharse antes del reinado del Sabio. Recibían también este nombre, junto con el de
"mestillas", las asambleas locales de pastores, para tratar de dar solución a
la sempiterna rivalidad entre agricultores y ganaderos. Otra de las funciones, en su
origen, fue devolver reses descarriadas, cometido este que se mantendrá a lo largo de la
Historia del Honrado Concejo.
El Sabio no hizo sino legalizar una situación de hecho, y de este modo, también, aliviar
las arcas reales mediante impuestos pagados por los trashumantes al cruzar tierras de
realengo, muchas en aquellos años (después habría que pagar favores a los nobles en
forma de villas y lugares y con ellas los correspondientes impuestos), a la vez que se
abría un floreciente comercio con la lana castellana.
Fueron los Reyes Católicos los que dieron el impulso definitivo a la Mesta. El presidente
de ella fue vinculado por los monarcas al miembro más antiguo del Consejo de Castilla. La
Mesta fue abolida en 1836, definitivamente, tras un intento de Fernando VII por
restituirla, después de unos años de incertidumbre, durante los cuales no tuvo apenas
derechos.
El centro de la península fue atravesado, de norte a sur, por cañadas, cordeles y
veredas. Aunque en principio el nombre de cañada sólo se utilizó para denominar a los
trozos de camino lindantes con los cultivos, pasó después a generalizarse en toda la
ruta seguida por los ganados, desde la sierra al extremo.
Soria, uno de los distritos ganaderos de la Mesta, junto con Segovia, León y Cuenca,
contaba su cabaña por decenas de miles de cabezas. En el Catastro del marqués de la
Ensenada raro es el pueblo, de Soria capital hacia el norte, donde no vengan especificados
los impuestos de servicio y montazgo, percibidos por la corona como peajes en los llamados
Puertos Reales.
La nobleza soriana era, fundamentalmente, ganadera. Las casas blasonadas de Ágreda, casi
todas pertenecientes a la familia de los Castejones, poseedores de varios títulos
nobiliarios, tienen su razón de ser en la trashumancia. Como también los Vadillo, parte
de cuyas propiedades de La Póveda fueron en su día vendidas a los Guendulain, navarros
ganaderos. Mención especial merecen los marqueses de Alcántara, con casa solar en
Chavaler, propietarios de numerosa cabaña, además de un gran lavadero de lanas.
Recibieron, en más de una ocasión, la reprimenda del alcalde de Soria por la cantidad de
suciedad que llegaba al Duero, procedente del lavado de las lanas de sus ganados. O los de
la Puebla de Valverde, y tantos hidalgos y secundones que dejaron sus armas en las
fachadas de Narros, Oncala, San Pedro Manrique, Santa Cecilia...
Con tales antecedentes, no resulta extraño que en Oncala hayan decidido recuperar todos
los objetos posibles, a fin de dar a conocer una actividad de tanta importancia, tanto
social, como económica e histórica como es la pastoril en general y la trashumancia en
particular.
Hace aproximadamente
tres años, un grupo de gente joven -todos los que todavía residen en
la villa- crearon la Asociación socio-cultural "El Redil", cuyo presidente es
Santiago Fernández de Pablo. Se trata, con ello, de hacer más fácil la gestión de lo
que, en breve, será el único museo pastoril de nuestra provincia, idea surgida, de las
mismas personas, en el año 93.
Santiago, Pilar, Antonio, Marisol, Emilio, el sacerdote Antonio y todos los menores de 40
años, que forman un grupo de veintipocas personas, asesorados por los mayores, aportaron
su trabajo personal, respaldados económicamente por la Junta. Ahora esperan el apoyo de
PROYNERSO, a fin de hacer didáctico un museo interesante, y mucho.
En lo que se conoce como "la casa de la maestra", hay recogidos, restaurados y
debidamente colocados, más de trescientos objetos, todos relacionados con el mundo de la
trashumancia y también con la ganadería estante, aunque pocas eran las reses que se
quedaban en Oncala. Han sido cedidos, casi en su totalidad, por los oncaleses, mediante un
contrato de cesión. Y a pesar de que poco tiene que ver con la bajada a extremo y la
subida a la sierra una cocina, no han dudado en aprovechar la que había, restaurándola y
amueblándola. Al fin y al cabo, las mujeres y niños pequeños se quedaban en las casas,
muy cerca del fuego, guardándolo, contando historias, hilando y tejiendo los calcetines
de lana que los hombres portarían al año siguiente.
Aunque no sea conservado de los mejores años de la actividad, han colocado, a la entrada,
un "chozo de muda" o "chocillo de pastor", tal y como se usaba en
mitad del monte para evitar los ataques de los lobos. Han sido los mayores del pueblo los
que, con su experiencia, han dejado el chozo hecho a conciencia, para que sea lo primero a
ver por el visitante, junto con el redil.
Costales,
colodras, una nutrida
colección de hierros para marcas, talegos para guardar la pimienta,
zahones, costales para el pan y la sal,
pellejos, cantarillas para transportar el aceite,
cucharrenas para mover las migas canas o los huevos asesados o las
tortillas merinas, esquilos, cencerros, trajes de estezado, aparejos para el caballo
hatero. Cualquier objeto relacionado con ese rico e interesante mundo es posible
encontrarlo, cuando por fin se abra al público, en el futuro museo pastoril de Oncala.
Paseando por las salas que muestran esos enseres, será posible imaginarse a los pastores
trashumantes elaborando su caldereta, jugando al burro, a la calva, a la chita. Esos hombres de rasgos marcados, ágiles,
duros, emparentados con la tierra, sabios, porque ninguna sabiduría, nos parece, es más
auténtica que aquella conocedora de los bosques, ríos y fuentes. De la vida, en
definitiva. Y respetuosos con esa vida, como sólo ellos saben, ya vale decir sabían,
hacerlo.
El museo pastoril de Oncala es, el principal atractivo de la
villa, a la que, por cierto, no le falta interés. El propio caserío de piedra, los dos
barrios en que se divide, y la iglesia parroquial en la zona alta donde se alberga una
buena colección de tapices donados por el ilustre hijo de la villa el arzobispo Juan
Francisco Jiménez del Río.
Pastores
de Oncala
© Isabel Goig Soler
(publicado en el número 4 de Cuadernos de Etnología Soriana)
Museos Etnográficos
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