La costumbre es a la conducta como la genética a la
determinación de nuestro sistema neurológico, por ejemplo. Es decir, que a
buen seguro esa costumbre transmitida de madres a hijas, sobre la forma de
aderezar, cocinar, asar o escabechar; o de padres a hijos sobre cómo recibir
la sangre del cuto, cómo clavarle el cuchillo, o de qué forma churrascarlo y
abrirlo en canal, esa costumbre, repito, lleva transmitiéndose durante
muchas generaciones, tantas, que es muy posible que en la reserva etnológica
y antropológica de la Altimeseta soriana, se cocine en la actualidad de
igual forma y manera a como se hacía en los castros celtíberos, y no digamos
ya cuando el Cid y los suyos discurrieron por estas tierras.
Recoge Julio Camba en “La Casa de Lúculo” una máxima de Darío de Regoyos:
“Nada es comestible en el paisaje de Castilla. Al contrario: es el paisaje
quien consume a los hombres”.
Es fácil imaginar al pintor asturiano,
impresionado por la austeridad del paisaje castellano, haciendo este
comentario en sus reuniones dels quatre gats, en Barcelona, delante de unas
buenas habas a la catalana, o un rustit de pavo, de una exqueixada, o una
suculenta carn d´olla. Pero desmentiremos a Camba y Regoyos. No se conoce a
un pueblo hasta que no se ha comido su pan y se ha bebido su vino, y yo
añado, y muchas veces, no una sola.
Si
lugares hay dentro de la provincia de Soria, en los que apoyarse para
desmentir la aseveración de Regoyos, Berlanga de Duero en particular, y la
Ribera del Duero soriana en general, son algunos de ellos.
Berlanga perteneció a Rodrigo Díaz de Vivar. Le fue concedido el señorío de
la villa, por Alfonso VI, junto con la de Briviesca, y la mantuvo en su
poder hasta que, una vez muerto, volvió a la corona para, posteriormente,
pasar a la casa de Tovar y Velasco. Es posible que ni tan siquiera el Cid
llegara a pasar por la villa, tal y como se pretende, incluso otorgándole al
Campeador la categoría de primer alcalde, según la placa colocada en la
fachada de la casa consistorial. El rey debería favores a Rodrigo, Berlanga
estaba libre de señor, y sería entregada al Cid, el cual percibiría de ella
los impuestos reglamentarios a través del alcaide de la fortaleza o del
administrador. Después la leyenda se encargaría del resto, incluso de situar
por los alrededores el robledal donde les fue infrigida a Elvira y Sol la
afrenta, y de fijar el lugar exacto donde pernoctarían las recién
desposadas.
Pero
hablemos de gastronomía. El entorno natural de la villa de Berlanga hace
posible que, desde siempre, su población contara con materia prima para la
elaboración de sus guisos.
Se halla resguardada por redondeados relieves de
piedra caliza, por cuyo interior circula abundante agua que va a alimentar
al Duero en Gormaz y Quintana. Una caliza generadora de microclimas, como
“la huerta de Morales” o “la Serna”. Huertas en las que los renteros,
convertidos después en propietarios de las tierras, hacían crecer grumos
–también nombrados repollos o berza-, para ser cocidos con patatas y
aliñados con sofrito de ajos y pimentón. Cardo para guisar con almendras y
huevos cocidos. Tomates para elaborar la salsa de los cangrejos de los ríos
berlangueses, o para preparar la ensalada típica soriana a base de tomate,
cebolla, aceitunas y buenos tacos de bonito. Ciruelas para mermelada. Ajos
para condimentar. Patatas, calabacín…
Por
el término de Berlanga de Duero, la tierra del Cid, discurren tres ríos:
Duero, Escalote y Talegones. Ríos cangrejeros unos y truchero el Duero. De
la calidad de las truchas da fe un documento conservado en el Archivo
Histórico Local del Ayuntamiento de Berlanga, fechado en 1680, dirigido al
Alcaide Justicia del Ayuntamiento, por el secretario del Condestable-duque
de Frías, señor de la villa de Berlanga, en el que se dice:
“D.
Alonso de Arroyo puso en la mesa del condestable my señor y mi señora las
truchas escabechadas y las empanadas y aunque las primeras no llegaron bien
tratadas ha comido de ellas mi señora satisfaciendo el antojo y juntamente
de las segundas que venían buenas, celebrando ambos señores la calidad de
ellas… El Condestable mi señor desea que el río Escalote se guarde como es
razón, sin consentir en él tantos pescadores que le maltratan… Pudiendo
suceder la desee (la pesca) también la reina nuestra señora como
experimentaron sus majestades la buena calidad de las truchas”.
Era
frecuente que los condestables recibieran en su palacio de Berlanga a reyes
y príncipes a los que también hacían los honores llevándoles a cazar a “La
Choza”, palacete de caza en mitad del bosque, junto al Duero. En cuanto al
documento de 1680, y a la mención que hace de la reina, por la fecha se
refiere a María Luisa de Orleans, mujer de Carlos II, o a la reina madre
Mariana de Austria.
De
esos ríos y de los abundantes manantiales de Berlanga se procuraban, y lo
siguen haciendo, berros, tiernos y frescos, para comerlos en ensalada y
depurar la sangre. Y de los ríos también el cangrejo. Las berlanguesas lo
servían bien fritos con ajos y guindillas solamente, o con una salsa picante
a base de tomate, ajo, pimiento verde y cebolla.
El
sustrato calizo del que escribía líneas arriba, hace que la rala vegetación
dominante sean los cardillos, el tomillo y el espliego. Gracias a esto
abundan las setas de cardo, marrones claras, brillantes al sol, finísimas al
gusto. Se cocinan con molido de ajo y peregil y sofrito de jamón en
cazuelita; o al horno. O con buenos trozos de lomo de la olla. Y estas setas
son manjar preferido de los exquisitos corderos, esos animales degustados en
reuniones o celebraciones, ya sean asados, ya en chuletas a la brasa de los
sarmientos de la vecina Morales.
Por
cierto, y ya que hablamos de Morales, diremos que en su término se halla
Vado Rey, mítico lugar del Cantar del Mío Cid, por donde discurrió en su
destierro. Se trata de un despoblado cuya dehesa pertenece en la actualidad
a Morales. Y de la zona de alrededor de Berlanga, es en Morales donde se
conservan las viñas, las bodegas excavadas en la tierra, y el vino fresco,
rosado y acidillo. Ya no quedan viñas en Berlanga, a principios de siglo la
filoxera acabó con ellas. En el siglo XVII, según las ordenanzas de la
villa, casi todos los berlangueses vivían del vino, tal y como se desprende
del elevado número de disposiciones recogidas en las referidas ordenanzas,
relativas a las viñas.
Cocinan en Berlanga y su zona la caza como en el resto de la provincia,
generalmente escabechada para hacerla durar de un año a otro. Se ocupan de
la matanza como sus antepasados celtíberos y como en el resto de Soria y aún
de Castilla: picadillo, morcillas de arroz dulces o saladas, somarros, sopas
de caldo de morcilla, güeña… El pescado, el “fresco” a secas, con salsa
amarilla de yema de huevo el congrio, o al horno el sabroso chicharro de la
posguerra, ingerido entonces por obligación –era muy barato- y degustado más
tarde como sabrosísimo guiso, sólo aderezado con un molido de ajo y peregil
y limón exprimido. El congrio rancio, con patatas, en salsa de pimentón y
yema de huevo, o simplemente calentado sobre las ascuas.
Pero
el plato berlangués por excelencia es el figón, un guiso de bacalao seco que
no he podido conseguir en ningún lugar. La palabra figón define, según
algunas enciclopedias a la casa o taberna de poca categoría donde servían
comidas. En el Diccionario de Autoridades se dice que es “la tienda donde se
guisan y venden diferentes manjares, propio para gente acomodada, lo que
sirve de gran beneficio al público, porque a cualquier hora y en cualquier
tiempo se halla pronto lo que se necesita para comer”. Pero el figón, en
Berlanga de Duero, es comida de ferias. El ocho de diciembre, día de la
Purísima, todavía se reúnen en Berlanga los tratantes de ganado. Y era
costumbre, y sigue siendo, el que los feriantes comieran figón de primer
plato, y cordero asado de segundo. Se trata de un guiso a base de bacalao
debidamente desalado y aderezado con guindilla, pimentón y aceite. No tiene
más ingredientes, pero la buena mano de las berlanguesas hacen de ese guiso
algo especial.
Finalizaremos con la repostería, de la que el visitante va a tener la suerte
de poder degustarla, pues en las dos panaderías que existen en Berlanga
elaboran exquisiteces como sobadillos de aceite y de manteca, tortas de
chicharrones, harinosas, madalenas, rosquillos y lo que la imaginación del panadero haya
inventado para ese día.
A
pesar de las importantes juderías conservadas en la villa –en medio de ellas
y aprovechando una antigua sinagoga se asienta el convento de
concepcionistas- no he podido hallar restos de unas tortas que se elaboran
en el resto de la provincia de Soria, herencia de la tradición judía, y
concretamente de la jala, torta redonda o trenzada, según se utilice para
comerla durante el shabbat o en Rosh Hashana –Año Nuevo judío- La
confeccionan a base de harina, azúcar, huevos, levadura, una pizca de sal y
aceite, la pintan con yema de huevo y la adornan con semillas de sésamo.
Casi
podría afirmarse que estos guisos fueron los que hallaron el Cid y sus
huestes, en el supuesto de que pararan en la villa berlanguesa, la villa del
Cid. Todavía las mujeres cocinan así. Y es fácil encontrar estos guisos,
algo más sofisticados, sabiamente mezclados y refinados, en una de las
ofertas culinarias y hosteleras más interesantes de la provincia: Casa
Vallecas. Los hermanos De Pablo, con Carlos a la cabeza, recientemente
investido Maestre de Castilla, han hecho del yantar un arte.
O sea
que si visita esa villa, si recorre sus calles buscando vestigios del paso
de Rodrigo Díaz de Vivar o de sus hijas doña Elvira y doña Sol por ella,
sepa que, gracias a este restaurante y a las dos panaderías, todavía podrá
comer las rotundas comidas que ya, en tiempos del Campeador, eran saludable
costumbre.
Recetas de Berlanga
FIGÓN receta de Concepción Lorenzo
Bacalao con cebolla
receta de
Anastasia Olmeda Alcalde
Morcillas de arroz receta de Concepción Lorenzo
Níscalos con productos de la matanza receta de
Teodora Badorrey
Cangrejos al estilo Berlanga receta
de Carlos de Pablo CASA VALLECAS
Cangrejos a la soriana receta de
Concepción Lorenzo
Trucha encebollada receta de Concha Goig
Cardo guisado con almendras receta de Ana María Huerta
Badorrey
Rosquillos en sartén receta de Concepción Lorenzo
©
Isabel Goig
(publicado en la revista TURISCAL)
Berlanga de Duero
Ermitas de Berlanga de Duero
Con motivo de la compra del castillo de Berlanga de Duero
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