En el mundo rural,
soriano o no, abandonado en parte por sus habitantes, que marcharon a
las ciudades en busca de un mundo mejor, o al menos donde poder trabajar
y sacar adelante la familia, se nota desde hace unos años el retorno a
viejas costumbres y tradiciones. Las personas que se fueron jóvenes y
niños, tornan ahora, jubilados unos y en edad madura otros, a sus
orígenes, y como la distancia todo lo agranda, y lo que se lleva el
viento sólo es el amor, según la canción popular, encuentran en ese
retorno el ánimo compartido de volver a aquellas viejas y sencillas
costumbres, tan sencillas como sentidas, tan viejas como el mundo.
Escribe James George
Frazer (1854-1941), en su estudio sobre magia y religión, La rama
dorada, que la costumbre de mayos, ramos y todo lo relacionado con
elementos del bosque, tiene su explicación en la necesidad de atraer a
la aldea y a cada casa las bendiciones que el espíritu del árbol, el
espíritu de la vegetación, pueda otorgar. Casi siempre, siguiendo a
Frazer y también a nuestro trabajo de campo, estas ceremonias tenían
lugar en primavera, especialmente en mayo.
Cuando la Iglesia las
patrimonializó, pasaron a formar parte de las fechas indicadas por la
institución, por ejemplo Pentecostés, Corpus Christi, y también para la
celebración de las fiestas patronales. En el caso de los mayos y arcos
de ramas, se pingaban o colocaban en forma de puerta floral de acceso
para las visitas pastorales de los obispos. Las enramadas en ventanas y
fachadas, estaban dedicadas a las jóvenes casaderas.
Joan Amades i Gelats
(1890-1959), dedicó toda su vida al estudio de la Etnografía del mundo
catalán y su área de influencia. Él sitúa la participación de la madera
del bosque en Corpus y viernes de Octava del Corpus, al paso de las
procesiones. Pero sobre todo destaca las enramadas que tenían lugar la
noche de San Juan en casi todos los pueblos estudiados, junto con otra
curiosa, que tenía lugar en el Maestrazgo, y concretamente en Forcall,
donde, además de colgar las ramas, ensuciaban a fondo las fachadas de
las casas, que habrían sido blanqueadas, tal vez, siguiendo el rito,
poco antes de ser manchadas.
María Jesús Temiño
López-Muñiz, en un artículo publicado en la Revista de Folklore, nº 197,
de 1997, relaciona las fiestas de ramos, árboles, y a veces armazones
que se visten, con exvotos, dedicación a los patrones, en general,
vinculada a celebraciones religiosas, y “parte consustancial de rituales
antiguos extendidos por toda Europa”.
En “Del folklore
asturiano”, de Aurelio de Llano Roza de Ampudia (1868-1936), se habla
también del ramu, y se trataba de “un armatoste de madera, a modo de
pirámide cuadrangular truncada, de un metro cuarenta centímetros de alto
aproximadamente, montado sobre unas andas de cuatro pies”·. El día de la
fiesta, lo cubren con roscas de pan, en su interior colocan carnes
saladas y manteca, lo adornan con flores, pañuelos y cintas de seda, y
lo llevan a hombros mozos, o mozas, si el camino es corto, a la iglesia,
donde lo colocan cerca del altar.
En Soria y sus
tierras tenemos amplia manifestación de todo lo anterior. Durante años
hemos venido recogiendo datos sobre Etnografía, que después, algunos, se
han visto reflejados en nuestras publicaciones y en este web. En casi
todos los pueblos donde hallamos personas con las que hablar, hemos
podido recoger la costumbre de utilizar elementos de la naturaleza para
fiestas religiosas y profanas. La madera, las ramas y árboles de los
bosques cercanos, sean éstos muy o poco frondosos, han estado siempre
presentes en todas y cada una de las celebraciones: hogueras, enramadas,
cruces de mayo, árboles sacralizados, ramos procesionales, mayos…
Algunas se han
mantenido, imperturbables, a lo largo de la historia, como la pingada de
los mayos en la zona de Pinares. Sabemos que, en especial para las
visitas de los obispos, se pingaban en pueblos con tan escaso arbolado
como los del Campo de Gómara. Las enramadas se mantienen, en especial,
en el oeste soriano, limítrofe con Burgos, y tuvimos ocasión de verlo,
hace algunos años, en Fuentearmegil. Las hogueras, antaño frecuentes en
muchos lugares, en la actualidad van reviviendo, como por ejemplo en Las
Cuevas y Quintana Redonda. En Golmayo tenían la costumbre –y esperamos
que la sigan conservando- de “vestir la abuela”, armazón revestido de
ramas, pañuelos y frutos, como los que anota María Jesús Temiño.
En Sarnago, en agosto
cuando, por la emigración, logran reunirse los que se marcharon, y antes
en la fiesta de la Trinidad, celebran con toda ceremonia el Ramo, forma
parte de la fiesta de las Móndidas, y cuenta con la figura masculina de
Mozo del Ramo. El día anterior van los mozos al monte y cortan un gran
ramo de arce. Nos decía José Mari Carrascosa que es este el árbol
elegido por la proximidad al caserío. El ramo es tan grande que casi
parece un arbolillo. Lo llevan a la plaza y allí le quitan algunas ramas
y lo rodean con una cuerda para darle forma redondeada. Pelan la base y
la pintan con agua y azafrán, que será el producto que lleva también los
roscos que se colgarán, elaborados por la panadera de San Pedro
Manrique. Esa noche lo dejan medio decorado, y finalizarán a la mañana
siguiente. Cuelgan, además de los roscos, unos pañuelos de vistosos
colores, y flores.
Al día siguiente, en
la fiesta religiosa de las Móndidas, que tendrá lugar en presencia del
santo Bartolomé, en el atrio de la arruinada iglesia dedicada al mismo
santo, el ramo presidirá los actos, junto con las tres Móndidas, para a
continuación presidir la procesión laica, que finaliza en la plaza
principal de Sarnago, delante de la que fuera escuela y ahora es salón
multiusos, donde se realizan las actividades culturales.
Sobre la puerta de
entrada a este edificio, hay una pequeña ventana, desde la que las
Móndidas recitan sus cuartetas. Por ahí, los hombres van a introducir el
ramo, aunque parezca imposible, dado el volumen de este, pero entra, al
final entra, como todos los años. Como acto final tiene lugar un amago
de lucha entre los vecinos del barrio bajo y del alto, para ver qué
grupo se hace con el ramo, y será este grupo, quizá, el que tenga mejor
ventura a lo largo del año. Cada año se encarga de la representación el
llamado Mozo del Ramo, que este año ha sido Álvaro Yécora Arenzana.
Junto al rito del
ramo tiene lugar el de las Móndidas, sobre las que ya escribimos el
pasado año. Sólo decir que una vez más han conseguido que tres jóvenes
se revistan con el ceremonial requerido, se toquen con los cestaños, y
presidan la procesión y todo el ritual que conlleva. Ellas fueron María
del Mar Carrascosa Ridruejo, Nuria Ridruejo Rodríguez y Naiara Jiménez
Vicente. Las tres leyeron, desde la ventana del centro cultural, las
cuartetas. Y
adelantar la buena nueva de que para el próximo año de 2013, ya se han
comprometido dos jóvenes de ascendencia sarnaguesa para representar a
sendas Móndidas.
Cuartetas
recitadas el 26 de Agosto por Las Móndidas de Sarnago
- Al Pueblo de Sarnago I y II escritas por Gaspar Ruiz y recitadas por
Marimar Carrascosa y Ainara Jiménez
- La tercera recitada por Nuria Ridruejo también fue recitada hace unos
50 años por Adela Ridruejo
(en formato PDF)
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