Cantares de las Danzas Populares Sorianas
del Valle de Valdeavellano

 

Foto cedida por Carmen de la MataCantares populares, letra de las danzas sorianas. Resisten en transmisión verbal, sin que la imprenta los defienda de la intemperie de los siglos, aunque con las cicatrices y mutilaciones consiguientes. Resultan algunos de estos cantares casi ininteligibles. Escondidas hasta hoy en los valles del Noroeste de la provincia, estas danzas sólo pueden ser conocidas de manera integral (letra, música, dulzaina, tamboril y danzantes con acompasado repiqueteo de palos y castañuelas en atuendo tradicional). Para ser conocida de modo fragmentario la danza soriana, desvirtuada, más vale que permanezca ignorada.

El primer cantar corresponde al atrio de la Iglesia. El segundo, dentro de ella, al terminar la Misa Mayor. Al salir danzando, algunos mozos han de volver la espalda al Altar y en la letra se invita al comedimiento o recato, a un pianísimo en el repiqueteo. El último cantar, el 17, representa el final de las fiestas. En la Plaza Mayor del pueblo el “zarragón” se hace el muerto. La chiquillería lo golpea y él permanece inmóvil. Los danzantes, ya sin su “director de orquesta”, sin su “jefe”, se despiden hasta las fiestas del siguiente año.

Si mencionan estos cantares a Reinosa y a Ocaña, etcétera, no pierden sabor ni autenticidad. Los mozos de Soria recuerdan en sus danzas las hazañas guerreras y aventuras de amor lejos del terruño y los incidentes en las expediciones de la Mesta.

 

1)

Al entrar en Vuestra casa,
Virgen y Madre de Dios,
al entrar en Vuestra Casa
licencia me daréis Vos.

2)

Contra el Altar
quedidito andemos.
Contra el Altar
quedidito andar.

3)

La hoja del pino
¡qué alta que está!
¡Qué remenudita!
¿Quién la cogerá?
Dice la Virgen:
Yo la cogeré.
Su Hijo le responde:
Yo te ayudaré.

4)

Tronchos y coles,
pepinos y melones,
clavo, canela,
pimiento y azafrán.
¿Quién le mandó
tocar a Mediavilla?
¿Quién le mandó
que le pague el jornal?
Tararín, tin, tan.

5)

¿Quién te cortó, naranjuela?
¿Quién te cortó de la rama?
Mal le venga, mal le vaya
quien te cortó de la rama.

6)

Mucho vale Tudela,
Más Tarazona,
más vale el Rey de España
con su Corona.
Muera el Rey francés,
porque ha puesto guerra
contra nuestro Rey.

7)

Ya viene el Rey de Castilla
de Capitán General.
Las vanguardias españolas
se tiran a Portugal.
Ya se tiran,
ya se matan,
ya se rinden,
ya se dan.
Los portugueses a gritos
llorando piden la paz.

8)

Yéndome yo por la mesa de Ocaña
un galleguito me tiró de la manga.
Él que pensó que llevaba dinero.
Lléveme el diablo si blanca yo tengo.

9)

Tengo una cinta
que cinco me cuesta,
que seis me promete,
que siete me dan.
Anda, niña,
no la des por ocho,
que bien vale nueve,
que diez te darán.
Taraín, tin, tan.

10)

Aquel caballero, madre,
que de mí se enamoró,
habiéndole dado el sí,
¿cómo le digo que no?

11)

Vengo de Reinosa,
voy a Santander
a ver mis amores
que están en el Cuartel.
Pulida Teresa
ramito de laurel,
¡qué disimulado
tienes el querer!
A la hoja de la verde flor.
A la guerra se marchó mi amor.
A la guerra se marchó mi amor.
Sola y sin amores me he quedado yo.

 12)

Somos estudiantes,
venimos del estudio
de Salamanca
la Real.
No tenemos blanca
ni dinero que gastar
Tararín, tin, tan.

13)

Vos que no era. Pásame.
Vos que no era. Pásanos.
De Sandes sí. De Sandes no.
Soy de Valdelega.
De donde eera.
¿Vos quien sois?
Soy de Valdelega
Y de Sandes no.

14)

Labradores somos.
De labrar venimos.
Dejamos los guardas
guardando los trigos.
Aguzen las rejas,
prevengan los trillos
y también las hoces
y los garrotillos.

15)

Allá arriba en aquel cerro
y en las orillas del mar
tiene el moro la emboscada
del valiente matacán.
Tente, moro; tente, moro;
que si no, yo te tendré.
Tente, moro; tente, moro;
que si no, te mataré.

16)

Tiendo yo la red,
morená, morenita.
Tiendo yo la red,
morená, morená.
Soy de Osera,
soy soltera,
sirvo en Aguilar,
soy zarandera
y me quiero zarandear.

17)

Ya se ha muerto el zarragón.
Ya no podemos danzar.
Que la Virgen y San Roque
vuelvánlo a resucitar.

 Nota: De Kurt Schindler se publicó en 1941, por cuenta del Hispanic Institute, de New York, su obra póstuma “Folk Music and Poetry of Spain and Portugal” con un millar de documentos musicales, que recoge 371 romances, canciones y danzas sorianas, entre ellas todas estas peculiares “danzas de palos y castañuelas” de Valdeavellano. Este dato bibliográfico es de gran interés, aunque conserva copia del manuscrito la “Caja de Ahorros”, filial de la “Sociedad Económica Numantina”.

La letra coincide exactamente con la que hemos tomado de viva voz mucho antes que Kurt Shindler.

Los documentos sorianos en la obra de Shindler son los numerados del 542 al 903.

Como apéndice hay letras adicionales a las que acompañan a la música.

En los archivos del Folklore Hispánico del citado Instituto se conservan discos fonográficos.

Las 17 danzas de Valdeavellano están en el documento señalado con Shindler con el número 869, letra y música. En el número 870 está la música de acompañamiento de la gaita (dulzaina).

 

MESTEÑOS

I

¡Que vienen cantando, ya, los cien mesteños
por la ancha vereda de cuarenta varas!…
grita un bobo en Coria. Y en Fuenteovejuna
cierto hidalgo adusto. Mientras baten palmas
los chicos que sueñan con ser los zagales
en la nueva vuelta de la mesteñada…
(veredas de Mesta que tienen su Fuero,
veredas de Mesta que nunca se acaban…).

II

Salmodian con ritos de cantar de gesta
las largas estrofas en lengua romance,
los sabios consejos del buen arcipreste
también andariego (“…si un garçon cassare
con las tres mugeres, Doña Endryna, enxiemplos,
las armas que vencen al mundo e la carne,
Gozos y cantares de ciegos, petafios…
siempre Dios les guía por montes e valles…”).

Y el eco se extiende por Campos de Gómara,
resbala en la lana (si aún tienen ropaje
de unidad-moneda los simples corderos),
se pierde… ¡y de pronto refleja en un ábside!
Sólo en dos jornadas llegamos a Janguas.
Ya vamos pisando las tierras sorianas.
Aquel es el claustro de San Juan de Duero
y diz de la gente que tiene gran fama
y obra bizantina se injertó en sus piedras…
Y aquella colina la inmortal Numancia…
Pronto se separan los que por Sigüenza
retornan reunidos en la Gran Vereda
y buscan buen pasto para las ovejas
en las altas cumbres de la Cebollera.
(La novia en Molinos que hizo una promesa,
el valle, bandurrias, San Roque en su fiesta).
Ya vienen cantando (gentes de la Mesta
que ignoran la fecha de su nacimiento,
que nunca olvidan las cuarrenta varas,
ni su Gran Concejo, ni el alumbramiento
de la Madre Hesperia, que en lengua romance
les da para el mundo un mensaje del Cielo,
gentes de la Mesta que hasta “La Española”
llevarán consigo la paz de su Fuero…).

Noviembre de 1944

   

 

ROMANCE DE LA ROMERIA

 

Es una limpia mañana.
Poco ha que amaneciera
cuando han llegado a la Ermita
los romeros y romeras.
Aún el sol no ha calentado.
Las frías campanas vuelan
atronando los espacios
y despertando a las peñas.
Sólo unos cuantos mendigos
llegan con sol a la fiesta,
para recoger las sobras,
para llevarse unas perras.
Los mozos suben alegres.
Las mozas suben muy serias
porque es costumbre arraigada
que ellas de grado conservan.
Ya la Misa ha comenzado.
Un abad es quien celebra
y un fraile es quien predica
con rostro de penitencia:
“Ya el castillo está en ruinas,
la morisma ya no acecha,
(desde la vecina torre
daban órdenes secretas);
la Virgen quiso el castillo
que Castilla defendiera;
que pusieron a la Ermita
junto al río de la Vega
y Ella dijo que muy alta,
sobre las peñas se hiciera”.
Ya la Misa ha terminado.
La procesión da la vuelta
por la cumbre del castillo
y aún baja a media ladera.
Desde el picacho más alto
todo el pinar se contempla.
La gaita entona unas jotas
a la usanza de la tierra
(son las jotas castellanas)
y bailan muchas parejas.
Las mozas van de “piñorras”;
lucen pañuelos de seda
y labores de hilo fino
de telares de Vinuesa.
Los mozos las acompañan
y dicen que no las dejan
mientras la dulzaina suene,
aunque el cielo se oscurezca
con un nublado que viene
desde la Laguna Negra.
Los viejos cuentan historias
subidos sobre las piedras;
cuentan historias de amores
que a los juglares oyeran
cuando aún eran zagales
y corrían por las sierras:
“Tu eres mi vida allá lejos
y el consuelo de mis penas
cuando voy a Andalucía
con las gentes de la Mesta…”.
Tales palabras decían.
Y tales vinos bebieran
que se juzgaban los hombres
más dichosos que Aldehuela.
Unas piñorras muy majas
sobre alazanes pasean,
con las afiladas picas
que desde el valle subieran
después de correr los toros
que lidiarán en las ferias.
Vienen de Valonsadero
con galopes de revienta
y con fuego en las mejillas
pues llegar tarde temieran.
No se intimida ninguna
si al “zarragón” se tropiezan
y éste se atreve a retarlas
con sus chanzas y sus muecas
seguido de los danzantes
siempre con el “mayo” a cuestas
y las coplas de las danzas
siempre en la memoria impresas
por transmisión milenaria
directa, verbal y auténtica.
Es el “zarragón” un rito,
un bufón que a todos llega
con sus andrajos grotescos,
con sus hirientes sentencias.
Y si en la Misa derriba
como chanza unas monedas
que recauda el sacristán

y con estrépito ruedan
que la bandeja hasta el suelo,
nadie toma a irreverencia
tal costumbre porque data
de muchos siglos y es fuerza
que a la tradición respeten
y hasta las reminiscencias
de lo pagano, injertadas
en las más solemnes fechas.
El nublado está tronando
muy cerca de Covaleda.
De aturdir con las campanas
los mozalbetes no cesan
desde que al rayar el alba
comenzaron a tañerlas.
La romería termina.
En el pico de Urbión truena.
Toda la gente desciende.
La dulzaina va en cabeza
junto al “zarragón”, el fraile
y el Abad de Valvanera,
que llegó a tierras de Soria
cruzando la Cebollera.
Detrás van los licenciados
y varios curas de aldea,
el Juez Chuco y el Venancio,
José Sanz con Micaela,
la tía Taraja, el Saturio
de Santa María de Huerta,
la gente de Barridiuso
y el Rabal, gente plebeya
de Molinos, de Sotillo,
Valdeavellano de Tera,
El Royo, Villar del Ala,
Burgo de Osma, San Esteban
de Gormaz, de Rollamienta,
de la aldea de Garray
que vive en vigilia tensa
de honor castrense, Salduero,
Calatañazor, Renieblas,
de Almazán, de Tarazona,
de Berlanga, de Sigüenza…
Y van los Doce Linajes
de la más rancia nobleza,
los gremios, los capitanes
de aguerrida soldadesca,
escuderos, infanzones,
un Príncipe de la Egreja,
caballeros fijosdalgo
con el Fuero de la Mesta,
mercaderes y Seniores
de Pendón y de Caldera…
Y la Virgen del Castillo
sola se queda en la peñas.
Mas no se queda tan sola.
Las puntuales cigüeñas
custodian el campanario
de la torre de la Iglesia.
Un grupo en la comitiva
se detiene y las contempla
y admira el instinto agudo
de la migración, con muestras
de muy profundo respeto.
A esta sazón allí llegan
Fray Felipe, Su Eminencia,
la Tía Taraja (eremita
de Castilfrío de Tera),
los cuarenta licenciados,
los treinta curas de aldea,
el tío Chuco y el Cirilo,
el tío Pedro Santisteban,
el Lucio, la Emerenciana
y el Abad de Valvanera.
La tía Taraja detiene
a la multitud romera
y les grita estas palabras,
ergida en una gran piedra:
“Un ejemplo de constancia
nos presentan las cigüeñas.
Todos los años las vemos
llegar con la primavera.
Si a los duros sacrificios
nuestra voluntad nos lleva
no precisamos ejemplos
con virtudes de cigüeñas”.
Esto dijo. y cuando busca
de Castilfrío la senda,
recibe las bendiciones
del Abad de Valvanera,
que llegó a tierras de Soria
cruzando la Cebollera.

Soria, agosto de 1918

© Isabel Goig


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