Notas Etnográficas de "El Valle"

 

En el libro de Anastasio González Gómez sobre El Valle, publicado en los albores de la 2ª República, se dan algunas notas coloristas que reflejan las costumbres, fiestas y tradiciones, de los habitantes de esta característica comarca soriana.

Anciana de "El Valle" vistiendo el traje típico de la comarcaEs un libro que bien mereciera una reedición y el Centro Soriano de Estudios Tradicionales estudia hacerlo dentro de su colección "Cosas de Soria". Pertenece a ese tipo de monografías de tema soriano que impulsara desde la Escuela Normal de Magisterio el ínclito Pedro Chico y Rello desde comienzo de los años veinte. Es un tipo de publicación breve y amena, que por su caracter directo y monográfico, es de fácil lectura y de interés general. Por ese camino debiera ir la creación de una verdadera "Biblioteca Popular Soriana" que cada día se echa más en falta, sobre todo porque en otras provincias o regiones sí se está haciendo. Pero aquí seguimos empeñados en editar en papel couché o verjurado y encuadernados en cuero sesudos tratados sobre "La vida privada de Brito Capello y su travesía de Angola y Mozambique" (¡Oh Dios! Esperamos no haberles dado una idea...)
Pero como el explorador portugués no es, creemos, de interés general para el pueblo de Soria, pasamos a transcribir algunos datos sobre la vida de los habitantes de El Valle del primer tercio del siglo que ahora vemos morir.

Las mujeres de El Valle poseen bastante ilustración, pero sea por quedar encerradas en el rinconcito y no respirar el ambiente que los maridos con sus viajes y emigraciones temporales, quedan a un nivel cultural si bien satisfactorio, bastante por bajo de los hombres; y como los varones faltan la mayor parte del año del hogar, forzosamente corre a cargo de ellas, además de la administración de la casa y crianza y educación de la prole, la atención del ganado y hasta del trabajo de las labores del campo, excepción hecha del siego de los prados.

Proverbial característica de los habitantes de la región fué hasta no ha muchos años, el afán desmedido de ahorro, lo mismo por hombres que por mujeres; ya que como si unas y otros hubieran de gozar con el juicio público de la posteridad se imponían una vida de privaciones, pues como dice el vulgo: "vivían pobres para morir ricos". Su roñosa avaricia, llena de desvelos con sus constantes cuidados en la trabajosa pastoricia, crianza y venta de ganado los unos y con las faenas agrícolas de día y la preparación de telas en los trasnochos las mujeres, no tenían otra finalidad que la absurda de que las gentes pudieran decir a su fallecimiento. "El tío Fulano ha dejado tantos miles de duros; su mujer dejó X docenas de sábanas; tantas docenas de camisas de hilo fino, y tantas de almohadones, etc, etc,

La consecuencia de esta - para ellos - gloria póstuma les imponía abstenciones vituperables y ridículas que nada les honra, pues las consecuencias se derivaban hasta los hijos; sólo bebían vino y poco en ciertas festividades, en las matanzas y esquileos; comían la leche después de manzada revolviéndola con el típico "guiso" de patatas; el pan se guardaba bajo llave después de la comida, para volverlo a sacar después de consumir sin él el potaje de patatas o berzas, para honrar la carne y el tocino, ambos más abundantes que el pan, ya que siempre se hicieron "cecinadas" con las reses que se desgraciaban y podían aprovechar, además de las que engordaban para "chacina" y "cecina". Los garbanzos, se destinaban únicamente para los días "que tocaban las campanas a vuelo".

La indumentaria constituye como constituyó otro de los caracteres distintivos. Las prendas del vestido masculino consistían en zamarras de cordero, chalecos y calzones de pieles de cabra estezadas y curtidas por ellos, bien cosidas con correal y pespunteadas de seda verde para los días de fiesta.

En los días laborables, al calzón de estezado sobreponían zahones de piel de cerdo o de jabalí, y como calzado abarcas de cuero de vaca que "atordigaban" peales de blanca bayeta casera, rodeados por pellejos pelados de oveja. Aún se usan y existen - en pequeño número - prendas de este jaez. El atavío mujeril consistía ordinariamente en fuerte jubón de paño color de la oveja, ceñido "górgoro", o a su falta pañuelo de talle bajo suelto, "matafríos" o ropón de invierno. Todavía salen al campo con sus sayas mediadas del paño referido desde la cintura, y de color más moreno la parte bajera, medias azules de fuerte lana que hacen a aguja, y abarcas con puntilleros.

Mas hoy, con la evolución del tiempo y de la imperiosa moda, todos van cambiando. El comercio y la industria traen a las puertas lo mismo tejidos de paños y de pana, que de hilo y algodón en favorables condiciones de presentación y de relativa economía, desaparece el cultivo e hilado de lino, que dejaba sin jugo gástrico, por el "mojo" al hilar, el mal nutrido estómago de las mujeres; ahora se venden las pieles desde el desuello, y ya no se vive con aquella miseria o mezquindad que, hasta por no gastar dinero en tinta, se valían haciéndola con humo de tea, hollín y agallas que por los robledables de sus montes recogían.

Todo ha cambiado. La alimentación de los habitantes de El Valle es nutritiva, abundante y variada sin llegar al despilfarro; ahora se piensa en que "el que no come no resiste". Repetimos que, dentro de la sobriedad, se nutren mucho mejor que los antiguos.

Campesinos de El Valle (foto de la colección de Miguel Moreno)Y en cuanto al vestido, las mujeres viven honestamente con géneros de buena calidad y conveniente confección, y en los hombres es característico y relevante de la comarca el trajeado de irreprochable corte que los dintingue merced al elegante sombrero flexible o duro de la predominante moda andaluza, bien hecho traje y confortable calzado. ¿Quién no distingue en puertas y caminos, a quien sobre briosa cabalgadura, cubierta desde el cuello a la cola con fuerte capa de paño o resistente impermeable, bajo el que asoma fuerte cayado o los cañones de la escopeta, y al abrigo de buena manta estribera recorre, sin temor a fríos ni lluvias, provincias enteras de cobranza?. Antes de cruzar con él, ya se dice: "Un guarrero de El Valle".

Pues para nosotros, la más notable de sus características generales está en la prole, en los niños cuando marchan a "la escuela" tan aseados por sus cuidadosas madres, llenos de alegría, con los libros de estudio en el pendiente "zurrón" o en la cartera colgante y en una bolsa de labores las niñas, diciendo al paso de quien encuentran ¡Buenos días tenga usted! Usan en clase libros propios que vuelven a sus casas a fin de estudiar por la noche la lección correspondiente o continuar la costura o labor: porque los profesores enseñan y dirigen, y los niños ejecutan obedientes la continuación a la vista de su madre, que entendida, es una verdadera auxiliadora de los maestros. No haya sospecha de que ella les saque "la cuenta" ni consienta que los mayores hagan la tarea de los pequeños; su solicitud se limita a recursos para que el niño entre en el terreno de la comprensibilidad y logre regresar a "la escuela" con el triunfo.

La picardía de unos y otras consiste en llevar en la cartera, del tamaño y forma de los libros, un cortezón de pan y alguna magrilla envuelta en papel, por si alguna travesura obliga al señor maestro a decretar el "hoy sin comer"; esto ocurre pocas veces porque la aplicación es constante; pero ¿quién no ha cometido alguna fechoría digna de correción?

Todos hemos sido niños y traviesos; por eso todos hemos llevado cortezones y los hemos encontrado al registrar las carteras.

Costumbres, fiestas y tradiciones

Al quedar, aunque en pequeño número, pastores y rebaños trashumantes, y continuando la ida anual a molinos y cortijos, además de las frecuentes salidas que requiere el moderno tráfico comerciando en la compra-venta de cerdos y merinas, es una de las características de el Valle la continuada ausencia de los hombres en muchos hogares, y de ahí el que acostumbren las mujeres a dedicarse no sólo a los menesteres domésticos sino también a los trabajos campestres, y que ellas sean las que se ocupen en la industria lechera, típica del país.

Respecto a las fiestas, en casi todos los pueblos de la comarca se celebran dos al año, una al titular de la Parroquia y otra fundada en devoción a quien está dedicada alguna ermita, o basada en Cofradía local. En todas ellas campea el sentimiento religioso tradicional y sin que sea esta comarca tan festajera como otras donde casi se despueblan los lugares limítrofes, concurren a ellas más como curiosos espectadores que como huespedes, pues la atardecer casi todo el personal forastero retorna a su casa, dejando la nota honrosa de no recordar haya sido ni una vez necesaria la intervención de las Autoridades ni de la Guardia civil por alteraciones de la paz ni de otra especie de desórdenes. El programa máximo de las fiestas suele consistir en dianas con dulzaina y tamboril, volteo de campanas, solemnes Misas con procesión y sermón ambos días, danza en Sotillo, Valdeavellano y algunos años en Rollamienta, bailes públicos, juegos de pelota y de tanguilla, tiro de pollos al blanco y algo de pirotecnia, cerrándolas los mozos en la acostumbrada y suculenta "gallofa". Algunas veces la Banda del Hospicio provincial ha amenizado las fiestas de Valdeavellano y Sotillo. Tuvieron capea de novillos y corrida de un novillo de muerte para "caldereta".

Desde antiguos tiempos se celebra en Valdeavellano el "jueves de Espinillas" - el primer jueves de junio- subiendo procesionalmente en rogativa a la ermita de tal nombre, donde se celebra misa en acción de gracias por el feliz regreso de los que emigraron a "extremo", subiendo luego con la Cruz, pendones e insignias a la Cuerda del Castillo para "conjurar la oruga". A la vuelta se come en el llano; las mozas juegan a los bolos; los mozos a la "tanguilla", lo hombres a la "calva", luego "ponen el baile" y así se pasa la tarde en aquel delicioso lugar.

De uso común son "las iluminarias", pero como de mayor fama las de Valdeavellano, Sotillo y Villar. La del primero se celebran el 24 de Enero por la noche y si la crudeza del tiempo lo impide se traslada a la noche del último domingo de Mayo. Las mozas del pueblo, no estando de luto, conducen a la espalda un haz de estepas arrancadas por los mozos, o dos si hicieron promesa, cada moza. La encienden después del Rosario nocturno presidiendo el Ayuntamiento; al son de buena música de cuerda bailan las parejas alegremente en su derredor hasta media noche, y con el rescoldo "se hace cisco" para el Hospital y brasero de la Secretaría del Ayuntamiento. Algunas mujeres al retirarse llevan un tizón para salir felizmente de su cuidado las embarazadas, pues les atribuyen tal virtud por la intercesión de Nuestra Señora de La Paz.

La de Sotillo tiene lugar en la noche del 31 de agosto en honor a San Ramón Nonnato, cuya ermita estuvo hasta 1903 en la Plaza del barrio de las Casillas y la Misa del día la pagaban las mujeres que se hallaban en cinta. Corta, lleva y coloca la juventud la leña; cada mujer en estado interesante contribuye con un cesto de asiento roto, y encendida la hoguera se confunden las parejas en animados bailes a los acordes musicales; las que llevaron cesto tienen que echar su bailoteo mientras lo consume el fuego para que el Santo les dé un parto feliz, y así hasta media noche.

Y la de Villar se celebra el último día de la Novena a San Roque a fines de agosto en que suelen guardar fiesta y llevan gaitero. Después de cenar va el personal a la era y alrededor de la "candela" la juventud alegre y bulliciosa baila al son de gaita y tamboril, hasta media noche con cuya honesta diversión queda cerrada la fiesta.

Exclusiva fiesta profana de Valdeavellano y de Sotillo es la del "Raboveja" en la tarde del 30 de noviembre. Los padres o abuelos, provistos de abundante merienda, concurren con sus hijos y nietos a la Sala Consistorial, juntas la familias en animados corrillos se merienda placenteramente, ordenando el respectivo Sr. Alcalde, el servicio de "tres tragos" de vino en tazas de plata de cabida de medio litro, y que la Corporación costea mediante un pequeño impuesto a cada res lanar por el aprovechamiento de pastos en la dehesa.

Otra costumbre es la de los "trasnochos". Después de cenar se reúnen las mujeres de la vecindad hasta las doce, al amor de la lumbre en la amplia cocina o en una habitación al braserillo durante la estación invernal; unas cosen, otras hilan o devanan los filamentos de su cosecha de lino, la luz la pone cada una una noche, por turno; al reunirse se preguntan recíprocamente si han tenido carta o noticia del marido ausente; luego se reza el Rosario y se llega a la hora de retirarse para cuidar las vacas y ganados antes de acostarse los dueños. En estos trasnochos se rememoran sucesos antiguos tradicionales que en nuestra niñez escuchábamos, como suele decirse, con la boca abierta. Hoy que la industria presenta ventajosamente los tejidos de lino, y con tener cada vecino en su casa luz eléctrica, van cayendo los trasnochos en desuso.

Puede decirse que también tiende a desaparecer, la costumbre de "quitar la leche" de las ventanas y balcones, donde en limpias vasijas la ponen las mujeres al fresco por el verano para que nate mejor, robo cometido por los mozos consentido y hasta celebrado por las interesadas si se trata de una vez, pero en los tiempos actuales acaso no guste tal broma, si, por la repetición, constituye abuso.

Acaso también se vaya borrando la costumbre de poner el día del la boda a la novia y como distintivo, largas y vistosas cintas de seda sobre el rizado pelo colgante en entrelazada trenza.

Las demás costumbres pueden considerarse como de índole general, y las tradiciones no ofrecen singulares asuntos.

© Anastasio González Gómez
(Publicado en el nº 22 de ABANCO/COSAS DE SORIA)


Páginas sobre El Valle en el web

Valdeavellano de Tera y la Mantequilla de Soria
Cantares de las danzas populares sorianas del valle de Valdeavellano
El Valle de los ríos Tera, Razón y Razoncillo
En Cuaderno del Viajero: Aulas Activas en Valdeavellano de Tera

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