Quién visita
por primera vez Soria, lo hace en primavera y llega hasta la denominada zona de El Valle,
no puede dar crédito a lo que ven sus ojos y experimentan el resto de sus sentidos.
La generosidad de la naturaleza es tan sorprendente que uno no puede creer que esté en
esa Castilla, que cuentan, es árida. Precisamente en un ala de El Valle, mirando hacia la
sierra de
Carcaña ("que de oro está bañada" dicen, y solicitada su
clasificación como Parque Nacional), a la cuál pertenece parte de su término, justo
enfrente de la mayoría de los pueblos de este entorno, se encuentra Villar del Ala.
Quizá por ello es de los pueblos menos visitados y sin embargo no es el que tiene menos
encantos, muy al contrario.
Accedemos a él cruzando un puente, ahora totalmente renovado, por donde pasa el río
Razón y pastan las vacas, algunas de los villareños, otras de sus convecinos, pues
arrendan los pastos; como toda la comarca de El Valle, este es un lugar de ganadería
bovina pero también lanar. Rodeado de robles, sabinas, acebos, fresnos... es un lugar
excelente para la recolección de setas de cardo.
La iglesia de San Salvador la tienen muy bien conservada y en el despoblado de Aza se
encuentra la ermita de San Martín.
No son pocos los espíritus sensibles que se sienten atraídos por los cementerios, esos
lugares donde, para siempre, serán depositados nuestros restos mortales y a donde podrán
acudir a dejarnos flores. Cuenta Villar de Ala con uno de esos lugares, tan acogedores que
hacen pensar que tal vez no importe demasiado morir si el final va a ser en un sitio
semejante. No abunda el mármol, y sí la noble piedra.
Como de piedra son también las casonas, típicas de la comarca, de ganaderos trashumantes
ricos unos y enriquecidos los otros, en otras tierras distintas de Castilla, más
prósperas. Por eso es usual escuchar acentos sureños durante los meses del verano. Son
de los que vuelven a su tierra y arreglan sus casas.
Como casi todos los pobladores de El Valle, también en Villar del Ala, marchaban a
Extremadura como pastores y a Andalucia a moler el aceite.
Ahora, sus
52 habitantes (en 2007), nos recuerdan que también aquí eran famosos
los
*trasnochos, como es
famosa la
*mantequilla,
propia de la zona y el queso de vaca.
La tradición oral nos relata que una epidemia de cólera a principios de siglo hizo
estragos en todo El Valle, respetando tan solo este lugar. Es por ello que profesan gran
devoción a San Roque, al que celebran casi todas las fiestas durante el mes de agosto. El
día 16, hacen una bonita procesión en la que subastan rollos y los banzos portadores de
la imagen. Luego se bebe vino en vasos de plata. A finales de agosto, se celebra la novena
a San Roque, hacen una hoguera y bailan alrededor de ella al son de los gaiteros.
La Casa del Molino existente en Villar del Ala fue posiblemente un asentamiento
monástico. Se ubica en el antiguo despoblado de Azapiedra, propiedad de los nobles duques
de Fernán Núñez. En la actualidad existe una sociedad llamada "La Casa del
Molino" que se encarga de administrar los pastos y la siega.
Tienen un bar abierto y podéis pernoctar un poquito más arriba en Valdeavellano de Tera
en el complejo "Entrerrobles".
©
soria-goig.com
|