Hasta hace pocos años
(sesenta, setenta) la trashumancia a pie era habitual y se efectuaba
desde la noche de los tiempos, por cañadas, cordeles y veredas, siempre
igual, caminando en busca de hierba fresca, o menos fresca, para
alimentar a los animales con el menos coste posible. Siglos hubo en los
que esta actividad era la fundamental en Iberia. A la todopoderosa Mesta
le otorgaron los monarcas unos privilegios como nunca los tuvo cualquier
otra actividad. El nombre de la lana recién esquilada de un animal, el
vellón, era garante de la legitimidad de la moneda: “real de vellón”.
Los reyes otorgaron
títulos nobiliarios a mesteños importantes, casi todos los que
encontramos en Ágreda, lo son gracias a la Mesta, y por consiguiente a
la trashumancia, los poderosos Castejones, por ejemplo, cuyos miembros
acumularon más de una decena de marquesados y condados.
La ciudad de Soria
elevó quejas por el estado en que el agua llegaba hasta la capital, a
causa de la elevada cantidad de lanas que se lavaban en el
establecimiento propiedad de los marqueses de Alcántara. El conde de
Gómara aseguraba que sus perros dormían en mejor cama que los reyes,
puesto que lo hacían sobre montones de lana de sus merinas.
Las hermosas casas de
piedra blasonadas de La Póveda, Castilfrío, Narros, San Pedro Manrique,
Ágreda, Oncala, Almarza…, fueron propiedad de merineros potentes o de
sus mayorales, censados para tener derecho a pastos. Familias del norte
y del sur emparentaban, y con ellos lo hacían también las merinas y los
pastos. En la grandeza de los palacios de Cáceres tiene arte y parte la
nobleza menor soriana.
Con la abolición de
los derechos mesteños en 1836 se acababan casi seis siglos de
privilegios, pero no de trashumancia. Todavía tenían por delante casi
siglo y medio de andadura, en todos los sentidos. Entonces ya en pugna
con los agricultores, lid que, los trashumantes, discretos, sabios,
trascendentes, han sabido siempre rodear y solucionar, la “contenta”
ayudaba mucho.
Durante el siglo XX
los rebaños, todavía importantes, buscaron los pastos en ferrocarril
desde Soria, Alcuneza o Humanes, hasta sus lugares de invernada, o unos
kilómetros antes, para ir aprovechando el camino. Hasta la estación de
embarque bajaban por las vías pecuarias, ramales que se convertían en
tronco al llegar al llano.
Grupos humanos
dirigiendo a cientos de animales se movían de norte a sur para la
invernada, haciendo el camino inverso meses después hacia su hogar.
Mayoral, pastores, ahijadores, zagales, mulas hateras, merinas preñadas
que iban haciendo la paridera por el camino, corderillos que había que
colocar en los serones, cabras para la leche y el queso, mastines para
la protección contra ladrones y alimañas, y careos para manejar el
rebaño.
Un mundo por las
cañadas y otro al llegar a los pastos donde había que montar los chozos,
uno más grande para todos los hombres, donde pasarían las noches durante
meses, y otro más pequeño, donde un pastor vigilara, junto al redil,
durante la noche, al ganado. Todos los días igual, lejos del pueblo más
cercano, a donde había que acudir con la caballería a buscar provisiones
o, de tarde en tarde, a la barbería.
En extremo, donde los
trashumantes estaban muy bien considerados y respetados, se quedarían
algunos a trabajar en los molinos de aceite. Otros, se enamorarían de
jóvenes andaluzas y se quedarían a vivir en el sur. Casi todos, no
obstante, volvían a sus tierras del norte donde, al llegar, muchas veces
les esperaba la sorpresa del hijo nacido durante su ausencia.
Mientras, en Oncala,
San Pedro, Navabellida, Tierra de Soria…, las mujeres se quedaban a
cargo de las pocas tierras, de la huerta, los animales domésticos, la
casa y los hijos. Luchaban como podían, escribían a los familiares,
recibían cartas periódicamente y por las noches se reunían a tejer,
coser y, por supuesto, a hablar, eran los “trasnochos”, llamados en
otros pueblos de Soria alejados de Tierras Altas “ilorios” y “conteras”.
La modernidad trajo
otra forma de hacer la trashumancia, la que practican ahora los pocos
ganaderos que todavía son propietarios de merinas, como los hermanos
Pérez, de Navabellida, por ejemplo: en camiones.
Las jornadas que se
han vivido durante los días 17, 18 y 19 de junio, organizadas por el
Plan de Dinamización Turística de Tierras Altas, la Asociación “el
Redil”, con el rebaño de los hermanos José María, Ricardo y Basilio
Pérez, de Navabellida, hicieron recordar una actividad, sin lugar a
dudas la más importante de España durante siglos, que por ahora se ha
perdido en su manera primigenia.
Decimos de momento,
porque de alguna manera la trashumancia sigue viva todavía, y podría
darse el caso de que, tal y como está el tema económico, político y
social, esta actividad se convirtiera de nuevo en protagonista de
nuestra economía. Nunca se sabe.
De momento, en lo que
habría que empeñarse es en que la Trashumancia se convirtiera en
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Copiamos textualmente de
Internet:
Patrimonio cultural inmaterial
significa las prácticas, representaciones, expresiones,
conocimientos y habilidades - así como los instrumentos, los objetos
y artefactos, los espacios culturales asociados con los mismos que
las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos
reconocen como parte de su legado cultural. Este patrimonio cultural
inmaterial, transmitido de generación a generación, es
constantemente recreado por comunidades y grupos en respuesta a su
entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, y les
proporciona un sentido de identidad y continuidad, promoviendo de
este modo el respeto por la diversidad cultural y la creatividad
humana. Para los fines de esta Convención, la consideración se
concederá únicamente al patrimonio cultural inmaterial en tanto sea
compatible con los vigentes instrumentos humanos de derecho, así
como con los requerimientos de mutuo respeto entre comunidades,
grupos e individuos, y a un desarrollo sostenible.
Creemos que será difícil
encontrar otra actividad que se ajuste más y mejor a lo que la UNESCO
considera necesario para la declaración.
Mientras, y más
inminente, habría que luchar porque se respetaran las vías pecuarias,
patrimonio de todos, las cuales, con la Ley 3/1995 en la mano, en cuyo
preámbulo se las califica de “corredores ecológicos” y “legado histórico
de interés capital, único en Europa”, deben ser conservadas.
El objeto de este
reportaje, pese a las disquisiciones, era comentar la jornada del día 19
de junio, sábado. Un día precioso y soleado, que hizo olvidar la dura y
lluviosa primavera. El rebaño, que había hecho el camino de Soria a
Oncala por la cañada, entró precedido de las caballerías, guiado por
pastores y ayudantes de “El Redil”. Fue contado, hubo representación de
esquileo a máquina y tijera, de hacer el vellón, de montaje de redil,
etc. Fuimos muchos los asistentes que contemplaban interesados el
quehacer de los pastores. Comimos migas y aprendimos a hacer la
auténtica caldereta merina
Hubo un homenaje a
los viejos y sabios trashumantes, al que nos unimos desde aquí, y damos
las gracias a todos aquellos que nos van contando su vida en extremo
para escribir un largo relato sobre la trashumancia, y a los que nos
seguirán informando día a día, porque son incansables y generosos en el
contar. De momento son: Pedro Ortega, de San Andrés de San Pedro; Amalio
Las Heras, Urbano Arancón, Alejandro Muñoz, y Fidel, todos de Oncala.
Por fin, dar las
gracias a mhi por el magnífico reportaje
fotográfico que ha realizado siguiendo a las merinas en su camino hacia
Oncala.