Cañada Real Soriana Oriental
Las merinas suben de extremo. 2010

 

 

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Hasta hace pocos años (sesenta, setenta) la trashumancia a pie era habitual y se efectuaba desde la noche de los tiempos, por cañadas, cordeles y veredas, siempre igual, caminando en busca de hierba fresca, o menos fresca, para alimentar a los animales con el menos coste posible. Siglos hubo en los que esta actividad era la fundamental en Iberia. A la todopoderosa Mesta le otorgaron los monarcas unos privilegios como nunca los tuvo cualquier otra actividad. El nombre de la lana recién esquilada de un animal, el vellón, era garante de la legitimidad de la moneda: “real de vellón”.

Los reyes otorgaron títulos nobiliarios a mesteños importantes, casi todos los que encontramos en Ágreda, lo son gracias a la Mesta, y por consiguiente a la trashumancia, los poderosos Castejones, por ejemplo, cuyos miembros acumularon más de una decena de marquesados y condados.

La ciudad de Soria elevó quejas por el estado en que el agua llegaba hasta la capital, a causa de la elevada cantidad de lanas que se lavaban en el establecimiento propiedad de los marqueses de Alcántara. El conde de Gómara aseguraba que sus perros dormían en mejor cama que los reyes, puesto que lo hacían sobre montones de lana de sus merinas.

Las hermosas casas de piedra blasonadas de La Póveda, Castilfrío, Narros, San Pedro Manrique, Ágreda, Oncala, Almarza…, fueron propiedad de merineros potentes o de sus mayorales, censados para tener derecho a pastos. Familias del norte y del sur emparentaban, y con ellos lo hacían también las merinas y los pastos. En la grandeza de los palacios de Cáceres tiene arte y parte la nobleza menor soriana.

Con la abolición de los derechos mesteños en 1836 se acababan casi seis siglos de privilegios, pero no de trashumancia. Todavía tenían por delante casi siglo y medio de andadura, en todos los sentidos. Entonces ya en pugna con los agricultores, lid que, los trashumantes, discretos, sabios, trascendentes, han sabido siempre rodear y solucionar, la “contenta” ayudaba mucho.

Durante el siglo XX los rebaños, todavía importantes, buscaron los pastos en ferrocarril desde Soria, Alcuneza o Humanes, hasta sus lugares de invernada, o unos kilómetros antes, para ir aprovechando el camino. Hasta la estación de embarque bajaban por las vías pecuarias, ramales que se convertían en tronco al llegar al llano.

Grupos humanos dirigiendo a cientos de animales se movían de norte a sur para la invernada, haciendo el camino inverso meses después hacia su hogar. Mayoral, pastores, ahijadores, zagales, mulas hateras, merinas preñadas que iban haciendo la paridera por el camino, corderillos que había que colocar en los serones, cabras para la leche y el queso, mastines para la protección contra ladrones y alimañas, y careos para manejar el rebaño.

Un mundo por las cañadas y otro al llegar a los pastos donde había que montar los chozos, uno más grande para todos los hombres, donde pasarían las noches durante meses, y otro más pequeño, donde un pastor vigilara, junto al redil, durante la noche, al ganado. Todos los días igual, lejos del pueblo más cercano, a donde había que acudir con la caballería a buscar provisiones o, de tarde en tarde, a la barbería.

En extremo, donde los trashumantes estaban muy bien considerados y respetados, se quedarían algunos a trabajar en los molinos de aceite. Otros, se enamorarían de jóvenes andaluzas y se quedarían a vivir en el sur. Casi todos, no obstante, volvían a sus tierras del norte donde, al llegar, muchas veces les esperaba la sorpresa del hijo nacido durante su ausencia.

Mientras, en Oncala, San Pedro, Navabellida, Tierra de Soria…, las mujeres se quedaban a cargo de las pocas tierras, de la huerta, los animales domésticos, la casa y los hijos. Luchaban como podían, escribían a los familiares, recibían cartas periódicamente y por las noches se reunían a tejer, coser y, por supuesto, a hablar, eran los “trasnochos”, llamados en otros pueblos de Soria alejados de Tierras Altas “ilorios” y “conteras”.

La modernidad trajo otra forma de hacer la trashumancia, la que practican ahora los pocos ganaderos que todavía son propietarios de merinas, como los hermanos Pérez, de Navabellida, por ejemplo: en camiones.

Las jornadas que se han vivido durante los días 17, 18 y 19 de junio, organizadas por el Plan de Dinamización Turística de Tierras Altas, la Asociación “el Redil”, con el rebaño de los hermanos José María, Ricardo y Basilio Pérez, de Navabellida, hicieron recordar una actividad, sin lugar a dudas la más importante de España durante siglos, que por ahora se ha perdido en su manera primigenia.

Decimos de momento, porque de alguna manera la trashumancia sigue viva todavía, y podría darse el caso de que, tal y como está el tema económico, político y social, esta actividad se convirtiera de nuevo en protagonista de nuestra economía. Nunca se sabe.

De momento, en lo que habría que empeñarse es en que la Trashumancia se convirtiera en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Copiamos textualmente de Internet:

Patrimonio cultural inmaterial significa las prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades - así como los instrumentos, los objetos y artefactos, los espacios culturales asociados con los mismos que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconocen como parte de su legado cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, transmitido de generación a generación, es constantemente recreado por comunidades y grupos en respuesta a su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, y les proporciona un sentido de identidad y continuidad, promoviendo de este modo el respeto por la diversidad cultural y la creatividad humana. Para los fines de esta Convención, la consideración se concederá únicamente al patrimonio cultural inmaterial en tanto sea compatible con los vigentes instrumentos humanos de derecho, así como con los requerimientos de mutuo respeto entre comunidades, grupos e individuos, y a un desarrollo sostenible.

Creemos que será difícil encontrar otra actividad que se ajuste más y mejor a lo que la UNESCO considera necesario para la declaración.

Mientras, y más inminente, habría que luchar porque se respetaran las vías pecuarias, patrimonio de todos, las cuales, con la Ley 3/1995 en la mano, en cuyo preámbulo se las califica de “corredores ecológicos” y “legado histórico de interés capital, único en Europa”, deben ser conservadas.

El objeto de este reportaje, pese a las disquisiciones, era comentar la jornada del día 19 de junio, sábado. Un día precioso y soleado, que hizo olvidar la dura y lluviosa primavera. El rebaño, que había hecho el camino de Soria a Oncala por la cañada, entró precedido de las caballerías, guiado por pastores y ayudantes de “El Redil”. Fue contado, hubo representación de esquileo a máquina y tijera, de hacer el vellón, de montaje de redil, etc. Fuimos muchos los asistentes que contemplaban interesados el quehacer de los pastores. Comimos migas y aprendimos a hacer la auténtica caldereta merina

Hubo un homenaje a los viejos y sabios trashumantes, al que nos unimos desde aquí, y damos las gracias a todos aquellos que nos van contando su vida en extremo para escribir un largo relato sobre la trashumancia, y a los que nos seguirán informando día a día, porque son incansables y generosos en el contar. De momento son: Pedro Ortega, de San Andrés de San Pedro; Amalio Las Heras, Urbano Arancón, Alejandro Muñoz, y Fidel, todos de Oncala.

Por fin, dar las gracias a mhi por el magnífico reportaje fotográfico que ha realizado siguiendo a las merinas en su camino hacia Oncala.

© Isabel Goig Soler y mhi

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