En la batalla de Llucmajor, Jaime III murió, y su hijo, el infante Jaime
(que resultó gravemente herido) se convirtió en el sucesor del reino ya
perdido por su padre. Separado del resto de su familia, entró prisionero
en el castillo de Bellver. En aquél momento sólo tenía once años. Desde
Palma fue trasladado al castillo de Xátiva donde quedó retenido durante
ocho años. Después fue trasladado a la prisión de Castell Nou de
Barcelona, donde tenía que dormir dentro de una jaula de hierro
(2) ,
preparada expresamente para la ocasión. El 1362, a través de un complot
pudo escapar de su cautiverio, y se refugió en Aviñón bajo la protección
del Papa Inocencio VI que le había prometido que la Santa Sede (que
siempre le había reconocido como legítimo rey de Mallorca) interferiría
ante el rey Pedro el Ceremonioso, en la devolución de sus Estados.
El
1363, se casó con la reina Juana de Nápoles, convirtiéndose en rey
consorte. Por primera vez en las convenciones matrimoniales aparece la
descripción del sello de Jaime como rey de Mallorca. Fue en Nápoles
donde empezó la búsqueda de capital para recuperar el reino perdido. En
el 1365, el Ceremonioso ya enviaba misivas a los jurados de Mallorca
sobre la posibilidad de una invasión por parte del infante Jaume, hecho
que al final no acaeció.
Por esas fechas en Castilla reinaba Pedro I (1333-1369), tan
injustamente tratado por algunos historiadores. En 1366, Jaume de
Mallorca vio la posibilidad de aliarse con el castellano en su lucha
contra los Trastamaras, y de paso reivindicar su casua, ya que el otro
bando estaba el rey de Aragó-Catalunya, su mayor enemigo. Previamente
Jaume había pedido ayuda para su empresa al rey francés, de quien
todavía era feudatario por Montpeller, pero el galo estaba aliado con el
aragonés, precisamente en contra del castellano.
El rey mallorquín se dirigió al campamento del Eduardo de Gales “el
Príncipe Negro”, quien apoyaba también a Pedro I de Castilla. Este
príncipe, cuya caballerosidad era proverbial, acogió muy bien al de
Mallorca, de quien sabía su dura vida hasta entonces. Le apoyó
económicamente y le concedió el padrinazgo de su hijo primogénito, el
futuro Ricardo II.
El 1-4-1367, desde tierra de Álava, Pedro I comunica al concejo de
Murcia que se encuentra “puesto en canpanna” con grandes fuerzas para
entrar en Castilla contra el “traydor del conde” y el príncipe de Gales,
el rey de Mallorca y el de Nápoles, y otros caballeros (Crónica de
Ayala)
(3)
Siguiendo la Crónica de Pérez de Ayala, van hacia España por el valle de
Roncesvalles. El infante cubrió la retaguardia con los condes de
Armagnac, Pèrigord y Comminges. Las tropas, agotadas, descansaron en
Pamplona. El 3 de abril de 1367, tiene lugar la batalla de Nájera. El
rey de Mallorca plantó la enseña real de Mallorca junto a las de
Castilla e Inglaterra. Después prosiguen su campaña y conquistan
Valladolid y Burgos. En Valladolid Jaime y el Píncipe Negro esperan que
Pedro I cumpla las condiciones sin conseguirlo
(4) .
Después de esa batalla, Jaume de Mallorca quedó gravemente enfermo en
algún lugar de Castilla. En ese momento se interesa por él su todavía
esposa, Juana de Nápoles, y el rey de Francia Carlos V, por mediación de
su hermano Lluis d’Anjou, quien pensaba utilizarle para sus planes en el
Mediterráneo, ya que siempre deseó el segundón francés un reino para él.
Está documentado que intervino en las negociaciones Bertrand du Guesclin
(5) .
Unos años después, con la ayuda francesa, la papal (después de mucho
insistir, aunque el mitrado –Gregorio XI- sólo le concedió apoyo moral)
y, sobre todo, con la de su hermana Elisabet, marquesa de Montferrat
(6) ,
quien acababa de enviudar y le acompañaría en la empresa, el rey de
Mallorca volvía a tratar de conseguir sus estados. El de Anjou, que
financiaba en su mayor parte la empresa, había obtenido del de Mallorca
más que promesas sobre sus estados continentales.
A partir del 1373, en la corona de Aragón iban apareciendo rumores sobre
una posible invasión. Había desplegada una fuerte actividad en la
restauración de fortificaciones y en el suministro de los castillos en
sus fronteras con Francia, es decir en el Rossellón y en la frontera
castellana, sobre todo en Molina de Aragón. También, estos rumores,
aunque sin fundamento llegaron a las islas. Evidentemente el rey Pedro,
conocedor de la alianza entre Jaime de Mallorca, el duque de Anjou y
Enrique de Trastámara (ahora rey de Castilla), sabía que la invasión
tarde o temprano llegaría.
A comienzos del mes de agosto, un ejército formado por 6000 hombres,
bajo el mando del infante de Mallorcas, junto con la compañía de su
hermana, la infanta Isabel, dejó Narbona, en dirección sur. Llegó al
Rossellón, sin asediar la ciudad (Perpiñán), y de aquí se desplazó al
Coll de Panissar, donde había un gran número de tropas aragonesas
reunidas para defenderse de la incursión. Ante esta contrariedad optó
por dirigirse hacia Vinçà (Conflent) hasta llegar a Prada, donde fue
bien recibido y aclamado por sus antiguos vasallos. Ocupó el Canigó y
Vilafranca, dirigiéndose hacia Cerdaña y Puigcerdá. Las incursiones en
Cataluña iban avanzando y las tropas no aguantaban el empuje de las
compañías de Jaume. Ya a mediados del mes de septiembre habían llegado
al valle de Ribas y a Camprodón.
Finalmente y ante la gravedad de la situación, el rey Pedro a finales de
octubre tuvo que convocar el “Princpes nanque”, donde todos los
habitantes en edad y con capacidad para combatir tenían que acudir en
defensa de su soberano. Aun a pesar de dicha convocatoria, las tropas de
Jaime consiguieron entrar en Cataluña a través de la Seu d’Urgell.
Conocedor de la situación, el Ceremonioso se había desplazado a Cervera,
donde el 20 de noviembre se esperaba la llegada inminente de las
compañías del sobrino, que ahora ya se encontraban en Torá. Al final, la
previsión no se cumplió. A partir de aquí, el ejército se dividió,
mientras unas compañías bajaban por el valle del Segre, las otras se
dirigían hacia el Vallés y Barcelona. A primeros del mes de diciembre se
presentaron ante las puertas de la Ciudad condal.
Suele situarse la presencia de Jaime delante de las murallas de
Barcelona, una ciudad cerrada a cal y canto y fuertemente vigilada. Esta
afirmación, difícil de contrastar en medio de las noticias que se
recibían de unas compañías que se movían rápidamente sin saber muy bien
su composición , viene dada por el mismo rey de Aragón en la única frase
que le dedica en toda su crónica: “… entrà a Catalunya enemigament
amb dos milia homens darmes e vench fins davant Barcelona”.
Ante la imposibilidad de asediar la capital, decidieron emprender su
primer retroceso, que al final supondría el fracaso de la invasión. De
todas formas, la penuria de una tierra desolada y asolada por la guerra,
la falta de alimentos y un nuevo brote de peste surgida en el verano de
1374, no dejaba otra salida que llegar sea como fuere a las fronteras
castellanas o navarras, donde las desgastadas y ya menguadas tropas de
Jaime podrían avituallarse y no estarían al alcance del rey de Aragón.
Así, a principios de enero del 1375, previendo el final de la expedición
de Jaime de Mallorca y viendo peligrar los mercenarios su sueldo,
abandonaran la lucha para buscar nuevos pactos y nuevos botines.
Así narran algunos hechos la “Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don
Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso Onceno”, en el capítulo
VII: “En este año [1375] el rrey don Enrrique sopo commo el infante
de Mallorcas, sobrino del rrey de aragón, fijo de su hermana, e fuera
fijo de don Jaymes, el que fuera rrey de Mallorcas, e lo priuara del
rregno el rrey de Aragón, e agora este infante casara con doña Iohana
rreyna de Napol e se llamaua rrey de Napol. E el e la marquesa de Mont
Ferrat su hermana con grandes conpañas, entraron en el rregno de Aragon
e fizieron guerra por causa e rrazon del dicho rregno de Mallorcas, que
dezian que pertenesçia al dicho infant de Mallorcas, que agora era rrey
de Napol. E era ý por capitan de esta gente un cauallero de Bretaña que
venia con ellos, al qual dezian mossen Iohan de Malestret, e fazian
guerra en Aragon por titulo del rreynado de Mallorcas, segund dicho es.
E por quanto el rrey don Enrique estaua quexado del rrey de Aragon por
que le non daua a su fija la infanta doña Leonor, de quien fuera puesto
casamiento con el Infante don Iohan su fijo del dicho rrey don Enrique
plogole de la dicha guerra e avn non estoruaua nin estrañaua algunos
suyos que ayudassen al infante de Mallorcas que agora era rrey de Napol.
E entrauan por algunas partidas en Aragon diziendo que lo fazian por su
propia voluntad syn mandado del rrey don Enrique. El el rrey don
Enrrique e el infante de Mallorcas que se llamaua rrey de Napol e la
infante su hermana, que era marquesa de Mont Ferrand, desque anduvieron
grand tienpo en Aragon faziendo guerra, fallesçieron les las viandas e
desque vieron qe las nos pudian auer, por las grandes fortalezas que son
en Aragon, e estauan muchos castillos en los caminos por do ellos
andauan e eran en ellos muchas conpañas, e por tanto sallieron a tierra
de Castilla por rrefrescar e tomar algund espaçio, ca andauan muy
enojados e sallieron a tierra de Soria e de Almaçan”
(7) .
El cronista continúa
Luego que el rrey de Napol e su hermana la
marquesa de Mont Ferrad e las conpañas que con ellos eran llegaron a
comarca de Soria, morio ý el rrey de Napol de su dolençia. E fue
enterrado en la çibdat de Soria en el monasterio de Sand Françisco. E el
infante don Iohan, que era fijo del rrey don Enrrique, el cual fue
despues rrey, que era en esta comarca, fizolo enterrar muy honrradamente
en el monesterio de Sand Françisco de Soria. E otrossi rresçibio muy
bien a la infante de Mallorcas su hermana, marquesa de Mont Ferrad e a
todas las conpañas que venian con ella, e mossen Iohan de Malestret, que
era el mayor capitan que alli venia, e fizoles dar muchas viandas e
partio con ellos de sus joyas. E de alli tomaron su camino para Gascueña
e se tornaron para sus tierras.
Sabemos, porque está documentado, que el rey Jaume
IV de Mallorca falleció en Soria. Su testamento, custodiado en el
Archivo Nacional de París, no admite dudas. Éste se halla transcrito en
nuestro web, en documento aparte.
Por si cabe alguna duda, este documento inédito,
dado por su hermana, viene a ofrecer unos datos que deberían servir,
aunque hasta la fecha no lo hemos conseguido, para datar y rescatar el
retablo que ella envía hacer.
“Nos, Elisabet, Regina de Mayoricarum, Marquesa vidua de Montferrato,
del gentil i molt estimat Don Giovanni II de Montferrato; disposam d’uns
florins d’or per la tomba del nostro molt amat germà, rei de
Mayoricarum, Don Jacme IV; fill del nostro molt amat pare, rei Jacme III
de Mayoricarum i de Constança d’Aragó, nostra més amada mare; mort a
Sòria. Disposam amb aquests florins d’or la compra d’un retable del o
per Judici Final, la imatge del nostro protector Arcangel St. Michel i
de la Verge Maria, mare nostra que pregara davant el nostro Senyor, per
el nostro germà, Jacme IV de Mayoricarum e disposam que el seu guardià
en Fortú, i el cavaller Alcau protegin la seva darrera morada” (...)
(8) .
Nosotros creemos, sin base que lo apoye, ciertamente, que el testamento
se pudo redactar donde antiguamente estaba la Plaza Mayor, junto a la
Colegiata de San Pedro. Cerca se alzaba la iglesia de San Blas donde se
juntaba el Cabildo Eclesiástico de la ciudad. Hasta hace pocos años
todavía permanecían en pie unas casas de factura románica. El conocido
como palacio del rey don Juan el Primero, estaba en la Plaza Mayor,
junto a San Blas.
Repasaremos lo que de este enterramiento han dicho algunos autores
sorianos, destacando en primer lugar que la Crónica de la Provincia de
la Concepción, a la que pertenece el Monasterio de Soria, ni tan
siquiera menciona el hecho. La primera referencia la encontramos en
1622, en el “Memorial que la Ciudad de Soria presentó en el año de 1622
al Rey D. Felipe IV, solicitando el que la Iglesia Catedral de Santa
María de Osma, y el Colegio y Universidad del Burgo se trasladase a
dicha Ciudad”. Documento que se encuentra en el Archivo de la Catedral.
Para justificar el traslado, hacen relación de las cosas valiosas que
hay y entre ellas nombran “está enoblecida [la ciudad] con sepulcros
reales, y entre otros los de los Señores Reyes D. Jayme y Doña
Verenguela”.
En 1690, Tutor y Malo dice: “En este convento se enterró el rey de
Nápoles, que fue infante de Mallorca, que murió estando haciendo guerra
al rey de Aragón, y al Rey don Juan el Primero, como consta de la
crónica del Rey su padre. Y aunque se quemó este convento en año de
1623, se volvió a reedificar por la devoción generosa de los vecinos y
Caballeros Sorianos y otros devotos del Seráfico Padre San Francisco”
(9) .
En 1867, Antonio Pérez Rioja dice: “En 1375, acogiéndose a la protección
del rey de Castilla, el desgraciado príncipe de Mallorca y rey de
Nápoles, D. Jaime, se retiró a Soria donde cayó enfermo y murió a poco.
Fue enterrado en el convento de San Francisco”
(10) .
Unos años más tarde, en 1889, Nicolás Rabal escribe: “En el año 1618 un
incendio lo destruyó por completo, pero inmediatamente se reedificó por
la devoción generosa de los caballeros y vecinos sorianos, lo que
explica que en ella tuvieran sus enterramientos y capillas, algunas de
alabastro, las familias de los Vera, los Mariscales de Castilla, los
Barnuevos, los Morales y Zapatas, cuyos descendientes hoy marqueses de
la Vilueña conservan aún su tribuna propia. Dícese también que en este
convento fue enterrado el rey de Nápoles, Infante de Mallorca D. Jaime,
que murió haciendo guerra al rey de Aragón y a quien dio honrosa
sepultura el rey D. Juan I”
(11) .
Un
historiador mallorquín (entre otros), M. Obrador, en 1904, dice: “Pero
de todos modos, no existe ya la antigua iglesia conventual de San
Francisco, hoy convertida en almacén, y donde se suponía existir el
sepulcro de Don Jaime”
(12) .
En 1928, Pelayo Artigas Arpón escribe: “En sitio ignorado de esta
iglesia fue inhumado el Rey de Nápoles, Don Jaime de Mallorcas, que,
habiéndose visto obligado a refugiarse en Castilla, después de sus
frustradas tentativas hechas en Aragón, para recuperar la corona de
Mallorca perdida por su desventurado padre, cayó enfermo en Almazán,
donde murió a primeros de 1375; y hallándose entonces en la comarca, el
infante Don Juan (después Juan I), dispuso, con toda pompa, su traslado
a Soria, para sepultar su cadáver en el convento de San Francisco”
(13) .