El
subtítulo –Una novela de dos ingenios- hace referencia a la duplicidad de
autoría: Tomás Aguiló la primera parte y, tras la muerte de éste, fue
finalizada por José María Quadrado. De las notas preliminares de Bernardo
Martí tomaremos unos datos sobre la biografía de estos dos baleares
ilustres. Tomás Aguiló Forteza, de origen hebreo (xuete) nació en Palma en
1812. Su obra, tanto en prosa como poesía y periodística, en prolija, y
con frecuencia la figura del infante Jaime estuvo presente en ella.
Durante tres años residió en Tarragona como catedrático de Historia en el
Instituto Provincial. Murió en 1883.
Amigo de
Tomás Aguiló fue José María Quadrado Nieto, nacido en Ciudadela de Menorca
en 1819. Con poco más de veinte años, en 1842, fue nombrado archivero del
Archivo del Reino de Mallorca, cargo del que fue relevado poco después
alegando minoría de edad, siendo restablecido un año más tarde, para lo
que tuvo que volver de Madrid, donde había vivido ese tiempo.
Profundamente conservador y religioso, fue también redactor en varios
periódicos y autor de gran número de obras, entre ellas la colección
Recuerdos y Bellezas de España donde, por desgracia, no se ocupó de la
provincia de Soria. Murió en Palma, en 1896, después de investigar durante
setenta y cinco años.
El editor
e introductor de esta novela, Bernabé Martí, nació en Benissalem en 1936.
Es profesor de Lengua y Literatura y estudioso de la literatura castellana
en la Comunidad Balear. Ha publicado Antología de escritores baleares
en castellano (1984) y Voces de las lenguas baleares (1995).
Ambos
personajes se encargaron de esta novela histórica de temática balear, que
previamente había aparecido, parte de ella y por capítulos, en el año
1841, en el semanario La Palma. El resto quedó inconcluso y a la muerte
de Aguiló su amigo tomó el relevo. Se distinguen claramente las dos
partes, correspondiendo la primera a una narración romántica propia de la
época en que fue escrita y del tema tratado. La segunda parte, la
correspondiente a Quadrado, trata con más rigor histórico los hechos,
basados fundamental y casi únicamente, si bien con elementos novelescos,
en las crónicas, tanto castellanas como aragonesas y en los documentos de
archivo a los que él tuvo acceso a lo largo de tantos años.
Nuestro
personaje, el Infante de Mallorca, fue hijo de Jaime III (1315-1349)
sobrino de Sancho, el anterior rey, y bisnieto del Conquistador. Durante
su minoría de edad, de 1325 hasta 1328, fue regente del reino su tío el
sabio y austero Infante Fernando, hermano de su padre e hijo de Jaime II.
De su matrimonio con Constanza de Aragón, nacieron (o sobrevivieron) Jaime
IV e Isabel.
En 1344,
en la capilla del Palacio Real de Barcelona, Pedro IV el Ceremonioso
o el del Punyalet, declaraba la unión del reino de Mallorca a los
suyos propios. Mallorca había sido conquistada por Jaime I para Aragón y
había cometido el error de dividirlo entre sus hijos a su muerte. El
aragonés no tuvo en cuenta nisiquiera el enlace que, mediante matrimonio,
tenía con el reino insular, al haber casado su hermana Constanza con Jaime
III y ser, por tanto, los hijos de estos sobrinos suyos. La guerra fue
inevitable, pero las fuerzas eran desiguales, y Jaime III moriría, en
1349, en la batalla de Llucmajor, donde nuestro protagonista, un muchacho,
sería hecho prisionero por su tío.
La acción
de la novela comienza en su prisión, año 1363, en Barcelona. Desde ella el
Infante escucha una conversación entre sus carceleros donde se relata cómo
uno de ellos cortó la cabeza de Jaime III. El joven, preso de angustia,
intenta matarlo sacando uno de sus brazos por las rejas y se salva de ser
decapitado como su padre gracias a la intervención del otro. En ese
momento llega su tío, Pedro IV, a proponerle la libertad a cambio de que
le preste vasallaje, y tiene lugar una escena terrible entre los dos
personajes, uno preso por orden del otro, pero no por ello humillado, y el
otro, prepotente, como debió serlo a lo largo de su reinado.
“¿Y qué
uso harás de tu libertad?”, el Infante le dice que visitará a su hermana y
la tumba de su madre. “Mañana se reunirá en la catedral un gentío inmenso,
acudirán todos los barones, mis hijos y tus deudos, pondrás la mano sobre
los santos evangelios, recibirás la sacrosanta hostia, y me prestarás
pleito homenaje de fidelidad y sumisión...”. No acepta, pero le pide a su
tío que al menos le deje morir en el campo como honrado y no preso como
reo, a lo que, naturalmente, el Ceremonioso no accede.
Auxiliado
por fieles caballeros (Umberto, Fortún, Jaime de Sanclemente) huye de la
prisión con una idea fija, recuperar el reino del que es legítimo
heredero. Al principio de su huida Aguiló introduce un elemento más de
corte romántico: se enamora de una muchacha, de nombre Constanza como su
madre, que resuta ser hermana de padre, o sea hija bastarda de Jaime III.
Hasta el final llevará el Infante colgado al cuello una cadena de plata
con un relicario engastado en pedrería que ella le regala.
Casa
nuestro protagonista con Juana de Nápoles
(1)
en 1363. Ella le da el título de duque de Calabria pero no el de rey
consorte, y él, desde el principio recaba de su mujer ayuda para recuperar
su reino: “Ayudadme a conquistarlo. Allí no seréis la mera esposa del rey,
seréis la reina” “Es decir, que envíe un cartel de desafío al monarca
aragonés, que declare la guerra a uno de los príncipes más poderosos de la
tierra. Y ¿no preveéis lo que sucedería? Sus huestes saliendo del Rosellón
se lanzarían como una inmensa manada de lobos sobre mi hermosa Provenza
(...) ¡Jaime! ¡Jaime! Yo también me he visto prófuga, errante, necesitada:
¡también he tenido que estudiar en la escuela del infortunio, y por el
cielo santo que no quiero repasar tan duras lecciones!”. Juana trata de
convencerle, y en un momento de la conversación alude a Mallorca como una
triste roca perdida entre las aguas.
“¿Así
habláis de Mallorca? ¿Desestimáis el valor de una piedra porque no excede
al tamaño de una esmeralda? Ah! Vos no conocéis ese hermoso país: yo lo
tengo grabado en el corazón. No, nunca podré olvidarlo. ¡Que lo olvidara
quisiérais vos para que libre de la obsesión de este pensamiento os
acompañara sonriendo en festines y cacerías! ¡Que lo olvidara, que me
resignara a la mengua de verme inicuamente desposeído, con tal que os
divirtiera halagando vuestros oídos con amorosas trovas! No, no puede ser,
primero sabré desprenderme de vuestros brazos”.
(2).
Una
noche de trovas, uno de los trovadores coloca la mano lo suficientemente
cerca del Infante para que él pueda ver una sortija que envió al heredero
de Inglatera, Eduardo III, el Príncipe Negro
(3).
Es la señal de que le van a ayudar a huir (otra vez) de Nápoles y a
recuperar su reino.
Comienza
a aparecer en la novela un personaje pretendidamente histórico, “el
Caballero Verde”, al que siempre que hace su aparición se le presenta como
castellanoparlante pero con acento italiano, y que tendrá relevante papel
al final de la novela. Formaba parte de unas compañías lideradas por
Duguesclin, que luchaban por cuenta del aragonés y en contra de sus
enemigos, lo que ahora llamaríamos mercenarios. Quadrado lo localiza en la
crónica de Pedro III de Aragón: “... dichas compañías llegaron a nos, en
dicha ciudad de Barcelona, durante las fiestas de Navidad en que empezó el
año mil trescientos sesenta y seis, de cuyas compañías era el jefe mosén
Bertrán de Claquí, caballero francés. Y con él estaban, por orden del rey
de Francia, su senescal. Había también un caballero inglés, apellidado
mosén Hugo de Calviley, y el conde de la Mancha, y otro caballero, llamado
del Caballero verde, y otros diversos caballeros...”.
Tomado el
relevo por José María Quadrado, huido el Infante de la comodidad de la
corte de Nápoles, la acción aparece fijada en Burdeos, año de 1367,
alrededor de una mesa en la que nos muestra a Pedro I de Castilla (llamado
por unos el Cruel y por otros el Justiciero), Carlos el
Malo de Navarra, Eduardo de Inglaterra príncipe de Gales conocido como
el Príncipe Negro, y el Infante de Mallorca. En la misma sala, pero
en mesas distintas, nos muestra a “el condestable Juan Chandos temible
competidor de Duguesclin, Hugo de Carbolay compañero de éste en España
hasta que recordó ser inglés, el tenaz Juan Grailly captal de Buch enemigo
jurado de Francia, y otros famosos adalides y campeones”. A través de las
conversaciones que los cuatro principales personajes tienen entre sí, el
autor va mostrando el carácter de cada uno y cómo se fragua la alianza
entre todos contra el aragonés (que apoya a Enrique de Trastámara en
contra de Pedro I) y el francés, y se prepara allí la batalla de Nájera.
En ella, el Infante está pendiente de la bandera de Aragón “aquellas
barras desplegadas al viento le atraían con bien encontrados sentimientos
de amor y honestidad, como imán de su corazón y como blanco de la punta de
su acero. Representábanle a la vez el solar querido de su linaje y la
usurpación indigna de su tío”. Consigue la bandera, la confía a su fiel
Fortún y manda sea llevada a Nápoles, a su esposa Juana.
Mientras
Fortún acude a Nápoles con el encargo de su señor y vuelve con otro de
Juana para Jaime, el Infante de Mallorca ha sido apresado de nuevo.
Enrique de Trastámara, uno de sus rivales en la batalla de Nájera, le ha
hecho preso en Burgos y trasladado después a Curiel de Duero. Allí
permanece hasta que llegan de Nápoles las setenta mil doblas para su
rescate. En los seis meses que ha durado el viaje de Fortún las alianzas
han cambiado, sobre todo por el hecho de que Pedro I de Castilla había
sido asesinado en Montiel y su hermanastro ha accedido al trono con el
nombre y sobrenombre de Enrique II el de las Mercedes. El rescate
es entregado a Duguesclin, a quien Quadrado pone estas palabras en su
boca: “Dile [al Infante] que antes y de mejor gana trabajaría por él que
por ese codicioso e ingrato tratante en reinos [Enrique II Trastámara]; y
si no reclamara en este momento el servicio de mi brazo mi soberano
natural para la nueva partida que se entabla entre Francia e Inglaterra,
yo le haría en un mes a D. Jaime tan rey de Mallorca y conde de Rosellón,
y tan digno de serlo se acreditaría por lo menos, como D. Enrique de
Castilla”.
Libre de
nuevo, nuestro Infante, el 16 de abril de 1370, martes de pascua entra en
Montpeller, tierra de sus mayores vendida por su padre Jaime III al rey de
Francia. Va a cumplir dos grandes deseos: visitar la tumba de su madre y
ver a su hermana después de muchos años. “Entonces cumplió el voto hecho
al romper sus prisiones en Barcelona, el voto de visitar en la iglesia de
franciscanos el sepulcro de su amorosa madre, y en la de dominicos el de
su hermano mayor Fernando, substraído por temprana muerte a tantas
desdichas. Desahogados allí en fervientes oraciones su dolor y su cariño,
y pedidos a los fríos mármoles algo de su augusto reposo...”.
Cumplida
la promesa, se dirige a Montferrato, feudo de su cuñado el marqués Juan II
(4),
esposo de su hermana Isabel. La alegría es inmensa y sólo se rompe con la
muerte de Juan en las fechas en que el Infante está viviendo con ellos. Es
entonces cuando nombran tutor del primogénito a Otón de Brunswik, a quien
Jaime IV había enviado de embajador a Nápoles para convencer a Juana de
que nombrara un heredero angovino para el trono de Nápoles, al carecer
Juana de descendencia, al mismo tiempo que pedía le dijera que pensaba
seguir luchando por recuperar su reino. El siguiente marido de Juana sería
precisamente Otón.
El
Infante había logrado de su esposa el nombramiento de Luis de Anjou como
heredero de Nápoles, lo que le vale el apoyo de éste para emprender de
nuevo la campaña contra el aragonés. Le acompañará su hermana Isabel “el
amor fraternal había echado raíces en el corazón de Isabel, a medida que
veía el de la madre mal correspondido (...) La sangre que de Jaime III en
común recibimos, derramémosla en común, decía, si es preciso, para vengar
la suya y rescatar sus despojos.”
Las
cosas, como dijimos, habían cambiado mucho desde la batalla de Nájera,
pues en esta ocasión hasta Enrique II se pone a favor del de Mallorca, o
mejor será decir, en contra del aragonés, cuyas escaramuzas por sus
fronteras eran frecuentes. “y aunque no sonase como autor de estos daños
Enrique II, harto se traslucía su influencia en los jefes de aquella
mesnada (se refiere a la destrucción de la comarca de Borja), el bastardo
de Bearne Bernal de Foix casado con la heredera de Lacerda y Jofre Rechón
caballero de Bretaña, ambos tan protegidos suyos, que la primero acababa
de nombrar conde de Medinaceli, y señor de Aguilar de Campos al segundo”.
Se le
adelanta Isabel, la hermana, con fieles, y se instala en Soria, desde
donde le escribe. Mientras el Infante con el grueso de sus tropas espera
en el Pirineo, concretamente por los alrededores de La Maladeta en la Vall
D’Arán que pase el invierno. “Escribíale desde Soria su hermana Isabel que
más disgustado que nunca el rey de Castilla del de Aragón a pesar de las
recientes negociaciones, mezclaba ya sin disimulo sus armas en la
querella, y le llamaba a toda prisa para poner a sus órdenes al adelantado
Pedro Manrique al frente de las milicias castellanas. Con grandes
esperanzas se abría el año de 1375, y claros días de enero...”.
(5)
Mientras
esperaban que las nieves dejaran paso a las tropas, el Infante cae en una
trampa donde, de nuevo, aparece la figura del Caballero Verde. Acuden a la
ermita de Claravida donde el Infante, el fiel Fortún y Umberto
(6)
son invitados a cenar “una parca cena reducida a verduras cocidas y fruta
seca”, de la que Fortún no llegó a probar bocado. El falso ermitaño saca
un salero dorado para que se sirvan a gusto, pero contenía arsénico, de
resultas de lo cual el Infante muere envenenado.
(7).
Durante
cuatro jornadas y media anduvieron, con el cadáver en una litera, hecho
que sólo sabían los más allegados, hasta Soria, donde estaba la hermana de
Jaime, marquesa de Montferrato. “La consternación fue general (...)
Enrique II vistió luto por su antiguo adversario y prisionero y su
primogénito que reinó después en Castilla con el nombre de Juan I,
asistiendo a las exequias del desgraciado príncipe, le hizo dar honorífica
sepultura en la suntuosa iglesia de San Francisco”.
(8).
La
princesa Isabel, a quien su hermano nombra heredera
(9),
se marchó para sus dominios colmada de presentes por el príncipe Juan. No
se volvió a saber de ella en Monferrato, a pesar de que el marquesado fue
regido por tres de sus hijos sucesivamente, pero sí en Aleth, cerca del
Rosellón, donde casó en segundas nupcias con Conrado de Reischach.
Quadrado
acaba la novela poniendo en boca del siguiente monarca de Aragón, Alfonso
V y refiriéndose a Nápoles, una vez que lo hubo conquistado: “¿Qué
tarántula picaría a ese triste Infante para andar toda su azarosa vida
fuera de tan incomparable paraíso, escapado y vagabundo, en demanda de su
mezquino reino insular?”.
(1)
Juana I (Nápoles, 1326-Amberes, 1382), de la
Casa de Anjou. Era su tercer matrimonio, antes estuvo casada con Andrés de
Anjou, Luis de Anjou-Tarento (que la apartó del poder) y, a la muerte de
éste, casó con Jaime IV, aún habría de casar de nuevo, esta vez con Otón
de Brunswik, cursiosamente tutor de un sobrino de su marido, hijo de
Isabel de Mallorca. Juana fue asesinada.
(2)
En pie de página se dice que según la
enciclopedia Espasa, Juana era “hermosa y de gran talento y cultura,
discípula de Petrarca y muy estimada de los sabios y poetas”. En otros
lugares de la novela se la compara con Leonor de Aquitania.
(3)
El apelativo de Príncipe Negro se debió a su
coraza negra. Este Príncipe de Gales tuvo mucha importancia en la historia
del Infante, ya que le ayudó en sus pretensiones, lucharon juntos en la
batalla de Nájera, aunque después, por la política de alianzas y
contraalianzas, le viera en frente, apoyando a otro bando.
(4)
Juan II era de la dinastía de los Paleólogos,
nieto del emperador de Constantinopla.
(5) Así narran estos hechos la “Crónica del Rey
Don Pedro y del Rey Don Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso
Onceno”, en el capítulo VII: “En este año [1375] el rrey don Enrrique
sopo commo el infante de Mallorcas, sobrino del rrey de aragón, fijo de su
hermana, e fuera fijo de don Jaymes, el que fuera rrey de Mallorcas, e lo
priuara del rregno el rrey de Aragón, e agora este infante casara con doña
Iohana rreyna de Napol e se llamaua rrey de Napol. E el e la marquesa de
Mont Ferrat su hermana con grandes conpañas, entraron en el rregno de
Aragon e fizieron guerra por causa e rrazon del dicho rregno de Mallorcas,
que dezian que pertenesçia al dicho infant de Mallorcas, que agora era
rrey de Napol. E era ý por capitan de esta gente un cauallero de Bretaña
que venia con ellos, al qual dezian mossen Iohan de Malestret, e fazian
guerra en Aragon por titulo del rreynado de Mallorcas, segund dicho es. E
por quanto el rrey don Enrique estaua quexado del rrey de Aragon por que
le non daua a su fija la infanta doña Leonor, de quien fuera puesto
casamiento con el Infante don Iohan su fijo del dicho rrey don Enrique
plogole de la dicha guerra e avn non estoruaua nin estrañaua algunos suyos
que ayudassen al infante de Mallorcas que agora era rrey de Napol. E
entrauan por algunas partidas en Aragon diziendo que lo fazian por su
propia voluntad syn mandado del rrey don Enrique. El el rrey don Enrrique
e el infante de Mallorcas que se llamaua rrey de Napol e la infante su
hermana, que era marquesa de Mont Ferrand, desque anduvieron grand tienpo
en Aragon faziendo guerra, fallesçieron les las viandas e desque vieron qe
las nos pudian auer, por las grandes fortalezas que son en Aragon, e
estauan muchos castillos en los caminos por do ellos andauan e eran en
ellos muchas conpañas, e por tanto sallieron a tierra de Castilla por
rrefrescar e tomar algund espaçio, ca andauan muy enojados e sallieron a
tierra de Soria e de Almaçan”.
(6) Umberto casa en la novela con Constanza, la
hermana bastarda del Infante Jaime que aparece al principio de la
narración. Personaje que al parecer no existió realmente.
(7) Quadrado, siguiendo la crónica de los reyes
de Aragón, hace morir al Infante envenenado en el Pirineo: “Aquel año
el Infante de Mallorca, que había huido a Francia, entró en Cataluña
bélicamente con dos mil hombres de armas, y llegó hasta Barcelona, pero
sin detenerse allí, salió por la vía del Valle de Arán, y seguidamente
murió de un veneno que se le dio a beber”.
(8) Así cuenta la muerte el cronista Pérez de
Ayala: “Luego que el rrey de Napol e su hermana la marquesa de Mont
Ferrad e las conpañas que con ellos eran llegaron a comarca de Soria,
morio ý el rrey de Napol de su dolençia. E fue enterrado en la çibdat de
Soria en el monasterio de Sand Françisco. E el infante don Iohan, que era
fijo del rrey don Enrrique, el cual fue despues rrey, que era en esta
comarca, fizolo enterrar muy honrradamente en el monesterio de Sand
Françisco de Soria. E otrossi rresçibio muy bien a la infante de Mallorcas
su hermana, marquesa de Mont Ferrad e a todas las conpañas que venian con
ella, e mossen Iohan de Malestret, que era el mayor capitan que alli
venia, e fizoles dar muchas viandas e partio con ellos de sus joyas. E de
alli tomaron su camino para Gascueña e se tornaron para sus tierras”.
(9) Parece ser que no cabe duda de que la muerte
del Infante tuvo lugar en Soria y no está solamente enterrado en esa
ciudad. En el testamento que se conserva en París dice así: “...fuimos (el
notario público perpetuo de Soria Martí Ferran) a la casa y habitación de
Joan Ferran, archidiácono de Soria, en casa del cual estaba gravemente
enfermo el serenísimo príncipe señor Jaime (...) aunque gravemente enfermo
y yacente en la cama, pero con su entendimiento”. Según el testamento,
estaban presentes la Infanta Isabel, el conde de Medina y fray Pere Martí,
custodio en Soria de la Orden de San Francisco.