El Infante de Mallorca. - Una novela de dos ingenios-

Autores: Tomás Aguiló y José María Quadrado
Edición y notas: Bernardo Martí
Calima Ediciones. Colección Jano nº 1
Palma de Mallorca 2000, 202 páginas

Mi buen amigo, si bien en la distancia, Josep Mas i Llaneres, me ha hecho llegar desde les Illes Balears una novela, la que ahora comentamos, que me ha mantenido dos días pegada a ella, fija en unas páginas por donde discurría la historia novelada de ese personaje que nos une, a Pep y a mí, a les Illes y a Soria: el Infante de Mallorca, Jaume IV en la genealogía mallorquina, rey consorte de Nápoles, el triste infante que nunca llegó a reinar, pues de todas estas formas es nombrado por la Historia. Este personaje real vino a morir a Soria y se halla enterrado en las ruinas de la primitiva iglesia de San Francisco, sin que hasta la fecha hayamos podido saber dónde exactamente. Así que mientras leía en casa la mitad de la novela y la otra parte junto al río Duero, la imagen que a duras penas podía quitarme era la de esas ruinas ahora invisibles por la hierba que las cubre donde, cosas de la vida, de la muerte y de la Historia, Jaume IV descansa desde hace más de seiscientos años. A pesar de la emoción con que he leído esta delicada y romántica novela, trataré de comentarla desde una profesionalidad aprendida con la práctica.

El subtítulo –Una novela de dos ingenios- hace referencia a la duplicidad de autoría: Tomás Aguiló la primera parte y, tras la muerte de éste, fue finalizada por José María Quadrado. De las notas preliminares de Bernardo Martí tomaremos unos datos sobre la biografía de estos dos baleares ilustres. Tomás Aguiló Forteza, de origen hebreo (xuete) nació en Palma en 1812. Su obra, tanto en prosa como poesía y periodística, en prolija, y con frecuencia la figura del infante Jaime estuvo presente en ella. Durante tres años residió en Tarragona como catedrático de Historia en el Instituto Provincial. Murió en 1883.

Amigo de Tomás Aguiló fue José María Quadrado Nieto, nacido en Ciudadela de Menorca en 1819. Con poco más de veinte años, en 1842, fue nombrado archivero del Archivo del Reino de Mallorca, cargo del que fue relevado poco después alegando minoría de edad, siendo restablecido un año más tarde, para lo que tuvo que volver de Madrid, donde había vivido ese tiempo. Profundamente conservador y religioso, fue también redactor en varios periódicos y autor de gran número de obras, entre ellas la colección Recuerdos y Bellezas de España donde, por desgracia, no se ocupó de la provincia de Soria. Murió en Palma, en 1896, después de investigar durante setenta y cinco años.

El editor e introductor de esta novela, Bernabé Martí, nació en Benissalem en 1936. Es profesor de Lengua y Literatura y estudioso de la literatura castellana en la Comunidad Balear. Ha publicado Antología de escritores baleares en castellano (1984) y Voces de las lenguas baleares (1995). 

Ambos personajes se encargaron de esta novela histórica de temática balear, que previamente había aparecido, parte de ella y por capítulos, en el año 1841, en el semanario La Palma.  El resto quedó inconcluso y a la muerte de Aguiló su amigo tomó el relevo. Se distinguen claramente las dos partes, correspondiendo la primera a una narración romántica propia de la época en que fue escrita y del tema tratado. La segunda parte, la correspondiente a Quadrado, trata con más rigor histórico los hechos, basados fundamental y casi únicamente, si bien con elementos novelescos, en las crónicas, tanto castellanas como aragonesas y en los documentos de archivo a los que él tuvo acceso a lo largo de tantos años. 

Nuestro personaje, el Infante de Mallorca, fue hijo de Jaime III (1315-1349) sobrino de Sancho, el anterior rey, y bisnieto del Conquistador. Durante su minoría de edad, de 1325 hasta 1328, fue regente del reino su tío el sabio y austero Infante Fernando, hermano de su padre e hijo de Jaime II. De su matrimonio con Constanza de Aragón, nacieron (o sobrevivieron) Jaime IV e Isabel.

En 1344, en la capilla del Palacio Real de Barcelona, Pedro IV el Ceremonioso o el del Punyalet, declaraba la unión del reino de Mallorca a los suyos propios. Mallorca había sido conquistada por Jaime I para Aragón y había cometido el error de dividirlo entre sus hijos a su muerte. El aragonés no tuvo en cuenta nisiquiera el enlace que, mediante matrimonio, tenía con el reino insular, al haber casado su hermana Constanza con Jaime III y ser, por tanto, los hijos de estos sobrinos suyos. La guerra fue inevitable, pero las fuerzas eran desiguales, y Jaime III moriría, en 1349, en la batalla de Llucmajor, donde nuestro protagonista, un muchacho, sería hecho prisionero por su tío. 

La acción de la novela comienza en su prisión, año 1363, en Barcelona. Desde ella el Infante escucha una conversación entre sus carceleros donde se relata cómo uno de ellos cortó la cabeza de Jaime III. El joven, preso de angustia, intenta matarlo sacando uno de sus brazos por las rejas y se salva de ser decapitado como su padre gracias a la intervención del otro. En ese momento llega su tío, Pedro IV, a proponerle la libertad a cambio de que le preste vasallaje, y tiene lugar una escena terrible entre los dos personajes, uno preso por orden del otro, pero no por ello humillado, y el otro, prepotente, como debió serlo a lo largo de su reinado.

“¿Y qué uso harás de tu libertad?”, el Infante le dice que visitará a su hermana y la tumba de su madre. “Mañana se reunirá en la catedral un gentío inmenso, acudirán todos los barones, mis hijos y tus deudos, pondrás la mano sobre los santos evangelios, recibirás la sacrosanta hostia, y me prestarás pleito homenaje de fidelidad y sumisión...”. No acepta, pero le pide a su tío que al menos le deje morir en el campo como honrado y no preso como reo, a lo que, naturalmente, el Ceremonioso no accede.

Auxiliado por fieles caballeros (Umberto, Fortún, Jaime de Sanclemente) huye de la prisión con una idea fija, recuperar el reino del que es legítimo heredero. Al principio de su huida Aguiló introduce un elemento más de corte romántico: se enamora de una muchacha, de nombre Constanza como su madre, que resuta ser hermana de padre, o sea hija bastarda de Jaime III. Hasta el final llevará el Infante colgado al cuello una cadena de plata con un relicario engastado en pedrería que ella le regala.

Casa nuestro protagonista con Juana de Nápoles (1) en 1363. Ella le da el título de duque de Calabria pero no el de rey consorte, y él, desde el principio recaba de su mujer ayuda para recuperar su reino: “Ayudadme a conquistarlo. Allí no seréis la mera esposa del rey, seréis la reina” “Es decir, que envíe un cartel de desafío al monarca aragonés, que declare la guerra a uno de los príncipes más poderosos de la tierra. Y ¿no preveéis lo que sucedería? Sus huestes saliendo del Rosellón se lanzarían como una inmensa manada de lobos sobre mi hermosa Provenza (...) ¡Jaime! ¡Jaime! Yo también me he visto prófuga, errante, necesitada: ¡también he tenido que estudiar en la escuela del infortunio, y por el cielo santo que no quiero repasar tan duras lecciones!”. Juana trata de convencerle, y en un momento de la conversación alude a Mallorca como una triste roca perdida entre las aguas.

“¿Así habláis de Mallorca? ¿Desestimáis el valor de una piedra porque no excede al tamaño de una esmeralda? Ah! Vos no conocéis ese hermoso país: yo lo tengo grabado en el corazón. No, nunca podré olvidarlo. ¡Que lo olvidara quisiérais vos para que libre de la obsesión de este pensamiento os acompañara sonriendo en festines y cacerías! ¡Que lo olvidara, que me resignara a la mengua de verme inicuamente desposeído, con tal que os divirtiera halagando vuestros oídos con amorosas trovas! No, no puede ser, primero sabré desprenderme de vuestros brazos”. (2).

 Una noche de trovas, uno de los trovadores coloca la mano lo suficientemente cerca del Infante para que él pueda ver una sortija que envió al heredero de Inglatera, Eduardo III, el Príncipe Negro (3). Es la señal de que le van a ayudar a huir (otra vez) de Nápoles y a recuperar su reino.

Comienza a aparecer en la novela un personaje pretendidamente histórico, “el Caballero Verde”, al que siempre que hace su aparición se le presenta como castellanoparlante pero con acento italiano, y que tendrá relevante papel al final de la novela. Formaba parte de unas compañías lideradas por Duguesclin, que luchaban por cuenta del aragonés y en contra de sus enemigos, lo que ahora llamaríamos mercenarios. Quadrado lo localiza en la crónica de Pedro III de Aragón: “... dichas compañías llegaron a nos, en dicha ciudad de Barcelona, durante las fiestas de Navidad en que empezó el año mil trescientos sesenta y seis, de cuyas compañías era el jefe mosén Bertrán de Claquí, caballero francés. Y con él estaban, por orden del rey de Francia, su senescal. Había también un caballero inglés, apellidado mosén Hugo de Calviley, y el conde de la Mancha, y otro caballero, llamado del Caballero verde, y otros diversos caballeros...”.

Tomado el relevo por José María Quadrado, huido el Infante de la comodidad de la corte de Nápoles, la acción aparece fijada en Burdeos, año de 1367, alrededor de una mesa en la que nos muestra a Pedro I de Castilla (llamado por unos el Cruel y por otros el Justiciero), Carlos el Malo de Navarra, Eduardo de Inglaterra príncipe de Gales conocido como el Príncipe Negro, y el Infante de Mallorca. En la misma sala, pero en mesas distintas, nos muestra a “el condestable Juan Chandos temible competidor de Duguesclin, Hugo de Carbolay compañero de éste en España hasta que recordó ser inglés, el tenaz Juan Grailly captal de Buch enemigo jurado de Francia, y otros famosos adalides y campeones”. A través de las conversaciones que los cuatro principales personajes tienen entre sí, el autor va mostrando el carácter de cada uno y cómo se fragua la alianza entre todos contra el aragonés (que apoya a Enrique de Trastámara en contra de Pedro I) y el francés, y se prepara allí la batalla de Nájera. En ella, el Infante está pendiente de la bandera de Aragón “aquellas barras desplegadas al viento le atraían con bien encontrados sentimientos de amor y honestidad, como imán de su corazón y como blanco de la punta de su acero. Representábanle a la vez el solar querido de su linaje y la usurpación indigna de su tío”. Consigue la bandera, la confía a su fiel Fortún y manda sea llevada a Nápoles, a su esposa Juana.

Mientras Fortún acude a Nápoles con el encargo de su señor y vuelve con otro de Juana para Jaime, el Infante de Mallorca ha sido apresado de nuevo. Enrique de Trastámara, uno de sus rivales en la batalla de Nájera, le ha hecho preso en Burgos y trasladado después a Curiel de Duero. Allí permanece hasta que llegan de Nápoles las setenta mil doblas para su rescate. En los seis meses que ha durado el viaje de Fortún las alianzas han cambiado, sobre todo por el hecho de que Pedro I de Castilla había sido asesinado en Montiel y su hermanastro ha accedido al trono con el nombre y sobrenombre de Enrique II el de las Mercedes. El rescate es entregado a Duguesclin, a quien Quadrado pone estas palabras en su boca: “Dile [al Infante] que antes y de mejor gana trabajaría por él que por ese codicioso e ingrato tratante en reinos [Enrique II Trastámara]; y si no reclamara en este momento el servicio de mi brazo mi soberano natural para la nueva partida que se entabla entre Francia e Inglaterra, yo le haría en un mes a D. Jaime tan rey de Mallorca y conde de Rosellón, y tan digno de serlo se acreditaría por lo menos, como D. Enrique de Castilla”.

Libre de nuevo, nuestro Infante, el 16 de abril de 1370, martes de pascua entra en Montpeller, tierra de sus mayores vendida por su padre Jaime III al rey de Francia. Va a cumplir dos grandes deseos: visitar la tumba de su madre y ver a su hermana después de muchos años. “Entonces cumplió el voto hecho al romper sus prisiones en Barcelona, el voto de visitar en la iglesia de franciscanos el sepulcro de su amorosa madre, y en la de dominicos el de su hermano mayor Fernando, substraído por temprana muerte a tantas desdichas. Desahogados allí en fervientes oraciones su dolor y su cariño, y pedidos a los fríos mármoles algo de su augusto reposo...”.

Cumplida la promesa, se dirige a Montferrato, feudo de su cuñado el marqués Juan II (4), esposo de su hermana Isabel. La alegría es inmensa y sólo se rompe con la muerte de Juan en las fechas en que el Infante está viviendo con ellos. Es entonces cuando nombran tutor del primogénito a Otón de Brunswik, a quien Jaime IV había enviado de embajador a Nápoles para convencer a Juana de que nombrara un heredero angovino para el trono de Nápoles, al carecer Juana de descendencia, al mismo tiempo que pedía le dijera que pensaba seguir luchando por recuperar su reino. El siguiente marido de Juana sería precisamente Otón.

El Infante había logrado de su esposa el nombramiento de Luis de Anjou como heredero de Nápoles, lo que le vale el apoyo de éste para emprender de nuevo la campaña contra el aragonés. Le acompañará su hermana Isabel “el amor fraternal había echado raíces en el corazón de Isabel, a medida que veía el de la madre mal correspondido (...) La sangre que de Jaime III en común recibimos, derramémosla en común, decía, si es preciso, para vengar la suya y rescatar sus despojos.”

Las cosas, como dijimos, habían cambiado mucho desde la batalla de Nájera, pues en esta ocasión hasta Enrique II se pone a favor del de Mallorca, o mejor será decir, en contra del aragonés, cuyas escaramuzas por sus fronteras eran frecuentes. “y aunque no sonase como autor de estos daños Enrique II, harto se traslucía su influencia en los jefes de aquella mesnada (se refiere a la destrucción de la comarca de Borja), el bastardo de Bearne Bernal de Foix casado con la heredera de Lacerda y Jofre Rechón caballero de Bretaña, ambos tan protegidos suyos, que la primero acababa de nombrar conde de Medinaceli, y señor de Aguilar de Campos al segundo”.

Se le adelanta Isabel, la hermana, con fieles, y se instala en Soria, desde donde le escribe. Mientras el Infante con el grueso de sus tropas espera en el Pirineo, concretamente por los alrededores de La Maladeta en la Vall D’Arán que pase el invierno. “Escribíale desde Soria su hermana Isabel que más disgustado que nunca el rey de Castilla del de Aragón a pesar de las recientes negociaciones, mezclaba ya sin disimulo sus armas en la querella, y le llamaba a toda prisa para poner a sus órdenes al adelantado Pedro Manrique al frente de las milicias castellanas. Con grandes esperanzas se abría el año de 1375, y claros días de enero...”. (5)

Mientras esperaban que las nieves dejaran paso a las tropas, el Infante cae en una trampa donde, de nuevo, aparece la figura del Caballero Verde. Acuden a la ermita de Claravida donde el Infante, el fiel Fortún y Umberto (6) son invitados a cenar “una parca cena reducida a verduras cocidas y fruta seca”, de la que Fortún no llegó a probar bocado. El falso ermitaño saca un salero dorado para que se sirvan a gusto, pero contenía arsénico, de resultas de lo cual el Infante muere envenenado. (7).

Durante cuatro jornadas y media anduvieron, con el cadáver en una litera, hecho que sólo sabían los más allegados, hasta Soria, donde estaba la hermana de Jaime, marquesa de Montferrato. “La consternación fue general (...) Enrique II vistió luto por su antiguo adversario y prisionero y su primogénito que reinó después en Castilla con el nombre de Juan I, asistiendo a las exequias del desgraciado príncipe, le hizo dar honorífica sepultura en la suntuosa iglesia de San Francisco”. (8).

La princesa Isabel, a quien su hermano nombra heredera (9), se marchó para sus dominios colmada de presentes por el príncipe Juan. No se volvió a saber de ella en Monferrato, a pesar de que el marquesado fue regido por tres de sus hijos sucesivamente, pero sí en Aleth, cerca del Rosellón, donde casó en segundas nupcias con Conrado de Reischach.

Quadrado acaba la novela poniendo en boca del siguiente monarca de Aragón, Alfonso V y refiriéndose a Nápoles, una vez que lo hubo conquistado: “¿Qué tarántula picaría a ese triste Infante para andar toda su azarosa vida fuera de tan incomparable paraíso, escapado y vagabundo, en demanda de su mezquino reino insular?”.

(1)  Juana I (Nápoles, 1326-Amberes, 1382), de la Casa de Anjou. Era su tercer matrimonio, antes estuvo casada con Andrés de Anjou, Luis de Anjou-Tarento (que la apartó del poder) y, a la muerte de éste, casó con Jaime IV, aún habría de casar de nuevo, esta vez con Otón de Brunswik, cursiosamente tutor de un sobrino de su marido, hijo de Isabel de Mallorca. Juana fue asesinada.

(2)  En pie de página se dice que según la enciclopedia Espasa, Juana era “hermosa y de gran talento y cultura, discípula de Petrarca y muy estimada de los sabios y poetas”. En otros lugares de la novela se la compara con Leonor de Aquitania.

(3)  El apelativo de Príncipe Negro se debió a su coraza negra. Este Príncipe de Gales tuvo mucha importancia en la historia del Infante, ya que le ayudó en sus pretensiones, lucharon juntos en la batalla de Nájera, aunque después, por la política de alianzas y contraalianzas, le viera en frente, apoyando a otro bando.

(4)   Juan II era de la dinastía de los Paleólogos, nieto del emperador de Constantinopla.

(5)  Así narran estos hechos la “Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso Onceno”, en el capítulo VII: “En este año [1375] el rrey don Enrrique sopo commo el infante de Mallorcas, sobrino del rrey de aragón, fijo de su hermana, e fuera fijo de don Jaymes, el que fuera rrey de Mallorcas, e lo priuara del rregno el rrey de Aragón, e agora este infante casara con doña Iohana rreyna de Napol e se llamaua rrey de Napol. E el e la marquesa de Mont Ferrat su hermana con grandes conpañas, entraron en el rregno de Aragon e fizieron guerra por causa e rrazon del dicho rregno de Mallorcas, que dezian que pertenesçia al dicho infant de Mallorcas, que agora era rrey de Napol. E era ý por capitan de esta gente un cauallero de Bretaña que venia con ellos, al qual dezian mossen Iohan de Malestret, e fazian guerra en Aragon por titulo del rreynado de Mallorcas, segund dicho es. E por quanto el rrey don Enrique estaua quexado del rrey de Aragon por que le non daua a su fija la infanta doña Leonor, de quien fuera puesto casamiento con el Infante don Iohan su fijo del dicho rrey don Enrique plogole de la dicha guerra e avn non estoruaua nin estrañaua algunos suyos que ayudassen al infante de Mallorcas que agora era rrey de Napol. E entrauan por algunas partidas en Aragon diziendo que lo fazian por su propia voluntad syn mandado del rrey don Enrique. El el rrey don Enrrique e el infante de Mallorcas que se llamaua rrey de Napol e la infante su hermana, que era marquesa de Mont Ferrand, desque anduvieron grand tienpo en Aragon faziendo guerra, fallesçieron les las viandas e desque vieron qe las nos pudian auer, por las grandes fortalezas que son en Aragon, e estauan muchos castillos en los caminos por do ellos andauan e eran en ellos muchas conpañas, e por tanto sallieron a tierra de Castilla por rrefrescar e tomar algund espaçio, ca andauan muy enojados e sallieron a tierra de Soria e de Almaçan”.

(6)  Umberto casa en la novela con Constanza, la hermana bastarda del Infante Jaime que aparece al principio de la narración. Personaje que al parecer no existió realmente.

(7)  Quadrado, siguiendo la crónica de los reyes de Aragón, hace morir al Infante envenenado en el Pirineo: “Aquel año el Infante de Mallorca, que había huido a Francia, entró en Cataluña bélicamente con dos mil hombres de armas, y llegó hasta Barcelona, pero sin detenerse allí, salió por la vía del Valle de Arán, y seguidamente murió de un veneno que se le dio a beber”.

(8)  Así cuenta la muerte el cronista Pérez de Ayala: “Luego que el rrey de Napol e su hermana la marquesa de Mont Ferrad e las conpañas que con ellos eran llegaron a comarca de Soria, morio ý el rrey de Napol de su dolençia. E fue enterrado en la çibdat de Soria en el monasterio de Sand Françisco. E el infante don Iohan, que era fijo del rrey don Enrrique, el cual fue despues rrey, que era en esta comarca, fizolo enterrar muy honrradamente en el monesterio de Sand Françisco de Soria. E otrossi rresçibio muy bien a la infante de Mallorcas su hermana, marquesa de Mont Ferrad e a todas las conpañas que venian con ella, e mossen Iohan de Malestret, que era el mayor capitan que alli venia, e fizoles dar muchas viandas e partio con ellos de sus joyas. E de alli tomaron su camino para Gascueña e se tornaron para sus tierras”.

(9)  Parece ser que no cabe duda de que la muerte del Infante tuvo lugar en Soria y no está solamente enterrado en esa ciudad. En el testamento que se conserva en París dice así: “...fuimos (el notario público perpetuo de Soria Martí Ferran) a la casa y habitación de Joan Ferran, archidiácono de Soria, en casa del cual estaba gravemente enfermo el serenísimo príncipe señor Jaime (...) aunque gravemente enfermo y yacente en la cama, pero con su entendimiento”. Según el testamento, estaban presentes la Infanta Isabel, el conde de Medina y fray Pere Martí, custodio en Soria de la Orden de San Francisco.

© Isabel Goig Soler

 

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