Villarijo y Ezequiel Solana
Despoblado
perteneciente a San Pedro Manrique
En el
extremo Noreste de la provincia de Soria, se hayan diseminados unos
pueblecillos cuyo origen hay que buscarlo en las cabañas para guardar el
ganado trashumante, abundante en tiempos en esa comarca serrana. Toda esa
zona, la que conocemos en Soria como Tierras Altas, fue adquirida por el
Estado, a través de ICONA, entre los años 1960 y 70, para ser repoblada
con pinos. Este hecho, unido a la decadencia de la trashumancia, la dureza
del clima y las malas comunicaciones, dieron al traste con casi todos los
pueblos de La Sierra.
Villarijo es uno de ellos. A pesar de que su despoblación es reciente,
habremos de echar mano a documentos antiguos y catastros del siglo XVIII,
para ampliar la información, toda vez que los archivos desaparecieron hace
tiempo, en algunos casos, y en otros no prestarían mayor aclaración que la
de los datos administrativos escuetos.
Hasta
la desaparición de los señoríos, Villarijo, como todos los pueblos de
Tierras Altas, fue de la jurisdicción del duque de Arcos, a quien pagaba
las alcabalas y pedido. Naturalmente los diezmos iban para la Iglesia,
cuyos miembros no debían estar descontentos de este bello lugar, pues
gracias a su microclima producía, además de los cereales y la berza,
habas, alubias, aceite, cerezas, peras, manzanas y nueces.
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Todavía se
conserva en ruinas el trujal donde se molía el aceite y el molino
harinero. De las 2.817 yugadas de tierras que componían Villarijo, 1500
eran “monte que todo él es riscos muy incumbrados y la mayor parte de él
sin suelo, carrascal y un poco de roble matorral; 50 del río que baja
cruzando todo el término; 40 del barranco que llaman Layasa; 90 de
barrancos que de la sierra y eminencia bajan”. A pesar de que sólo
quedaban libres para cultivar unas mil doscientas yugadas, en ellas se
arraigaban 1462 olivos y 366 estacas (1),
ocupando 45 yugadas y produciendo al año/yugada 64 libras de aceite cada
olivo y 32 libras/yugada/año las estacas “por el daño que la mosquilla
hace más de 20 años”.
Además
del cultivo, los 32 vecinos de Villarijo –en el año 1753- eran
propietarios de 16 colmenas, 5 mulas, 16 pollinos, 26 lechones, 654
cabezas de ovino y 280 de caprino. En su término había un agostadero y con
el producto del arriendo pagaban, en ese año concreto, los gastos de un
pleito que siguieron sobre beneficios y jurisdicción, contra San Pedro
Manrique. Entre sus casas, una se dedicaba a taberna, panadería y mesón
“no producía utilidad alguna por venderse todo a precio de coste”.
Eran
atendidos por un médico –al que le pagaban 80 fanegas de trigo-; un
cirujano –55 fanegas de trigo-; un molinero –594 reales de vellón al año-;
y un herrero, que trabajaba 187 días y ganaba 4 reales al día. Completaba
la población 28 labradores –simultaneando con la ganadería-, 2 tejedores
de sayales y 1 pobre de solemnidad.
En
1796, Miguel Martínez –de quien nada más se dice- escribió unas reseñas
relativas a la Tierra de San Pedro Manrique, y al cabo de ciento
cincuenta años, las encontró dio a conocer Gervasio Manrique. De Villarijo
decía que abundaba “tierra áspera de montes, sierras y cerros
inaccesibles, barrancos profundos. En medio de esta aspereza tiene este
pueblo y Peñazcurna, una vega que riega el Linares, Poblada de frutales,
cerezas, guindos, melocotoneros, camuesas, pomas, ciruelas, que son muy
regalados, especialmente las guindas y cerezas garrafales (…) Hay también
muchos olivos, siendo el aceite muy delgado y sabroso (…) Río abajo por la
derecha hay una losa en que nace una fuente de agua tan cálida como la de
los baños y que las mujeres lavan los lienzos a distancia de algunos pasos
de su origen, conservándose el agua bastante caliente. Me ha asegurado que
a muchos se les ha quitado la calentura usando de su agua…”.
En 1850
habitaban el pueblo 130 personas, agrupados en 32 vecinos, según Pascual
Madoz, o sea que algo había crecido la población.
En
Villarijo nació Ezequiel Solana, humanista, publicista y poeta, director
de El Magisterio Español. “Hombre de extraordinario talento. Soriano que
vale por diez españoles”, que diría Gervasio Manrique.
(1) Se llama estaca, a la rama o palo “que se
planta y cultiva para que de fruto con el tiempo y regularmente en
Andalucía se entiende de la de los olivares”. (Diccionario de Autoridades)
Don
Ezequiel Solana Ramírez
Villarijo fue –y sigue siendo aunque
ya despoblado- un delicioso lugar de Tierras Altas, perteneciente al
municipio de San Pedro Manrique. Está bañado por el río Linares, conserva
las ruinas del trujal donde se molía el aceite y del molino harinero.
Dicen que “río abajo por la derecha
hay una losa en que nace una fuente de agua tan cálida como la de los
baños y que las mujeres lavan los lienzos a distancia de algunos pasos de
su origen, conservándose el agua bastante caliente. Me ha asegurado que a
muchos se les ha quitado la calentura usando de su agua…”. (Miguel
Martínez, 1796).
En todas las fuentes históricas
consultadas para hacer otros trabajos sobre este hermoso lugar, hemos
encontrado que aquella tierra, protegida por altas, suaves y redondeadas
montañas que propician un microclima, daba a sus habitantes, además de los
cereales y la berza propios de toda nuestra provincia, habas, alubias,
aceite –“muy delgado y sabroso”-, cerezas, peras, manzanas y nueces.
La iglesia, dedicada a San Lorenzo,
con rústica galería porticada de lajas de piedra de la zona, aparece, cada
vez que acudimos a recuperar fuerzas y airear las neuronas, más
deteriorada. La última vez, allá por mayo de 2002, la torre amenazaba
franca ruina y la fuente, una hermosa fuente canalizada desde un manantial
próximo al río hasta la plazoleta de la iglesia, no manaba agua.
Perteneció, hasta la desaparición de
los señoríos, como todos los pueblos de Tierras Altas, a la jurisdicción
del duque de Arcos, a quien pagaban los impuestos.
En este paradisíaco lugar –cualquiera
puede comprobarlo acercándose a él en primavera y primeros días del
verano- nació don Ezequiel Solana Ramírez, el día 10 de abril de 1863.
Trece años antes de su nacimiento, cuando Pascual Madoz llevó a cabo la
encuesta para su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, habitaban
el pueblo 130 personas, agrupados en 32 vecinos. Tenían una “escuela de
instrucción primaria frecuentada por doce alumnos a cargo de un maestro
dotado con 25 fanegas de trigo”.
Pasó Ezequiel su infancia en este
lugar (a excepción de dos años, entre los nueve y los once) y debían ser
sus padres personas con ciertos posibles económicos, ya que, de vuelta a
Villarijo, estudió Latín con profesor particular.
Con dieciséis años obtuvo el título de
maestro superior, en la Escuela Normal de Maestros de Soria, a donde había
llegado becado por la Diputación Provincial. Como curiosidad diremos que
la beca fue convocada con motivo de la boda entre Alfonso XII y su primera
mujer, María de las Mercedes. Con el paso el tiempo se licenciaría en
Filosofía y Letras, aunque él siempre ejercería de maestro, tal era su
vocación.
Su primer destino fue Calatayud, de
ahí pasaría a Zaragoza y pronto se trasladaría a Madrid.
Juana Hernández Crespo ha publicado un
trabajo sobre él, en la revista CELTIBERIA nº 96, año 2002, en el que le
describe como “un hombre único, inconfundible, de una personalidad tan
destacada y original difícil de describir. Todo era en él exacto y
genuino: hasta su misma fisonomía y porte agradable. Era pulcro, de fino
rostro y cuidada barba, de mirada dulce y suave que reflejaba paz...”.
Fundó la Editorial El Magisterio
Español y llegó a publicar 63 títulos. Uno de ellos cayó en nuestras manos
un domingo de enero pasado, durante un paseo por el Rastro de Madrid. Se
trata de la 11ª edición de “Fábulas Educativas”, de la Editorial Escuela
Española, Madrid, 1949, con 106 fábulas, un vocabulario y un índice
alfabético por temas: afán, apariencias, codicia, cortesía..., etc., todos
esos conceptos que interesaba a don Ezequiel inculcar en sus alumnos como
el trabajo, la verdad, la virtud, las lecturas, la educación... Muchos
adultos recuerdan haber estudiado con y en los libros de don Ezequiel
Solana, y en una de nuestras excursiones a Villarijo pudimos comprobarlo,
pues en el suelo de lo que fuera escuela, yacían, amarillas, algunas
páginas de sus libros de texto.
Con motivo de su jubilación,
el 4-9-1923, el periódico La Voz de Soria, que dirigía otro eminente
soriano, Mariano Granados, le dedicaba una columna diciendo que figuraba
como una de las personas de más relieve en el Magisterio Nacional. “Hombre
de inteligencia despierta y gran tenacidad de espíritu, hombre todo
corazón y bondad, hombre que reúne las mejores virtudes de maestro, ha
llegado a ser el maestro más popular de nuestros tiempos y a quien más
debe la Pedagogía española (...) Don Ezequiel Solana es un soriano ilustre
que honra a la provincia de Soria y al Magisterio Nacional y nos sirve de
orgullo dedicarle hoy el homenaje de nuestras mejores simpatías”.
Don Ezequiel falleció en
Madrid, en 1931. Ignoramos cuántas veces volvería a su pueblo natal,
Villarijo, pero sabemos que en agosto de 1924 visitó Soria y San Pedro
Manrique, con su hijo, según recoge La Voz de Soria del día 19 de agosto
de 1924. El día anterior, en San Pedro Manrique, celebraron un homenaje en
su honor y le nombraron presidente honorario de la Asociación de Maestros
de aquella villa serrana.
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En Villarijo tuvo una plaza
dedicada, con su nombre en una placa azul, placa que hace ya años se
muestra agujereada, ya que ese pueblecito de Tierras Altas, una vez
abandonado, fue elegido como lugar para prácticas de tiro de no recordamos
qué cuerpo militar.
Nietos de don Ezequiel Solana
Ramírez son Javier y Luis Solana, el primero político del PSOE y
presidente de la OTAN.
Regulación de las aguas entre Armejún y Villarijo
Manda
testamentaria (Villarijo)
Villarijo por Jesús Manuel
Pastor Pérez
San Pedro Manrique
Ruta
de la Despoblación 1.-
El Norte de la Villa y Tierra de San Pedro
Buimanco-Valdemoro- Armejún-Villarijo
Ruta
de la Despoblación 2.-
Un
paseo por el corazón del valle del Linares
Villarijo-Peñazcurna- Vea
Fotos de Despoblados
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