El
río Linares discurre entre la localidad soriana de Oncala, donde nace, y
la riojana de Cervera de Río Alhama, en cuyo río desemboca. Su breve
curso atraviesa recónditos e impresionantes parajes que traen a la
memoria imágenes de otros tiempos y de otras formas de vida. Demos un
paseo por su corazón y visitemos los despoblados de Villarijo,
Peñazcurna y Vea, que antes pertenecían, junto con Buimanco, Valdemoro y
Armejún, al sexmo de Río Bea, y ahora son solamente barrios deshabitados
de San Pedro Manrique.
Podemos
iniciar nuestro recorrido en Valdeperillo (La Rioja), allí, en las eras,
mejor en la de arriba que en la de abajo, tendremos que dejar el coche y
comenzar nuestro paseo. Partiremos siguiendo el río y llegaremos
hasta el Molino del Campillo. Tras atravesar una pequeña y refrescante
chopera cruzaremos su curso y nos situaremos en su margen izquierda, ahora
ya sólo habrá que seguir la senda. Poco a poco el camino se va haciendo
cuesta arriba y, sin darnos cuenta, toparemos con la Peña del Baúl,
límite entre las dos comunidades autónomas, señalado además por las
tablillas del coto. El camino marcha paralelo al río y a nuestro paso
podemos encontrar estepas, ulagas, tomillo, romero, chopos, carrascas y
encinas, además de abundantes zarzas en las zonas más húmedas.
Sin
darnos cuenta, después de otra hermosa chopera, toparemos con el barranco
de La Yasa de Villarijo, en su orilla derecha se encuentra el trujal,
lugar al que los labradores de la zona, en tiempos no muy lejanos,
llevaban sus olivas para extraer aceite con que cocinar. El edificio se
conserva en estado ruinoso, pero aún podemos ver su viga, el husillo, el
pozo de agua, los canales, las pozas de aceite y también algunas
esportillas de esparto. Siguiendo el barranco hacia arriba hallaremos tres
tipos de agua, una común, otra ferruginosa y una tercera sulfurosa, al
parecer estas dos últimas con propiedades curativas para la piel y el
aparato digestivo.
Regresemos
ahora hasta el camino dejado al cruzar al Yasa y enfilemos hacia
Villarijo: un modesto y rústico letrero de madera nos anunciará su
nombre y su provincia, Soria, que nadie piense que está todavía en la
Rioja, esto ya es Castilla. A la izquierda está el frontón, el juego de
pelota para los lugareños; más adelante la Plaza de Don Ezequiel Solana,
tapizada con un rústico empedrado. Allí se encontraba la escuela, ahora
convertida en refugio, y desde allí podemos acceder a la iglesia,
dedicada a San Lorenzo y construida quizá en el siglo XIII, que aún
conserva con dignidad su techumbre, pero poco más; su retablo y sus
imágenes pueden verse en el museo diocesano de El Burgo de Osma. La
fiesta más conocida de Villarijo era "La caracolada", que se
celebraba el segundo domingo de mayo, y a la que acudía toda la comarca.
Las calles están limpias de zarzas y de maleza, la fuente sigue manando,
alguna casa se encuentra habitable, y ello porque sus hijos y amigos se
reúnen en el pueblo una vez al año y han formado una asociación que es
ejemplo para la zona.
Villarijo y Ezequiel Solana
Prosigamos
nuestro itinerario, si tomamos el camino de Peñazcurna que cada vez se va
haciendo más estrecho y dificultoso, encontraremos varios bancales con
olivos, planta casi ajena a la provincia de Soria, y después el arroyo de
Valoria que separa los términos municipales de Villarijo y Vea. No
podremos cruzar el modesto puente, que permanece caído desde hace años,
pero sí su cauce. A la izquierda observaremos la Peña los Moros, quizás
aquella que el apóstol Santiago lanzara contra los infieles para liberar
a los cristianos. Poco a poco el cielo se poblará de buitres, que notan
nuestra presencia y salen a darnos la bienvenida.
Peñazcurna
En
efecto, estamos en Peñazcurna, que está situada en la solana, de
espaldas a la sierra de la Bellanera y frente a los altos de Lado Frío y
a la Peña del Espejo, impresionante ejemplar de cuarzoarenita que se alza
sobre el río como un vigía sobre el valle, habitada por numerosas
rapaces alimentadas con los despojos de las granjas e industrias de San
Pedro Manrique. El acceso a Peñazcurna es muy costoso. Pasar por el
barranco del Prado y por el camino, a la altura de la pared del
cementerio, no es tarea fácil porque las zarzas todo lo invaden. Si
llegamos hasta los edificios hallaremos la derruida iglesia de Santiago
Apóstol, contruida en 1576 según Gervasio Manrique, año en que este
núcleo de población se incorporó al ayuntamiento de Vea. En ella se
veneraba una imagen de Santiago Peregrino en madera policromada,
seguramente del siglo XVI y hoy desaparecida. De la iglesia sólo
permanece en pie la mitad de la techumbre y, como emblema, la pequeña
espadaña de la que colgaba una aguda campanita encargada de convocar a
los fieles los domingos y fiestas de guardar. El pueblo está tomado por
la maleza, pero podemos observar la construcción de sus viviendas: en la
planta baja las cuadras para los animales, en la primera la cocina con
hogar y la estancia o estancias principales donde la familia pasaba la
mayor parte del día, y en la segunda otras habitaciones, depósitos de
grano y el desván. Los materiales empleados son los autóctonos de la
zona, sobre todo piedra. Muy escasa, casi nula, es la presencia de
argamasa y ladrillo en las edificaciones. Los tejados aparecen coronados
por interesantes chimeneas de mortero y teja. Casi todos los edificios, 28
según el catastro de 1974, se encuentran en un razonable estado de
conservación, pero el problema sigue siendo la maleza que nos impedirá
el acceso hasta la casa concejo o hasta el hundido horno de adobe, similar
al reconstruido en Navapalos.
La
Epístola de los Pueblos de San Pedro Manrique dice "Peñazcurna
no lo cuento / que no tiene sacramento". Algunos
han querido apreciar en ella signos de irreligiosidad, sin embargo
nosotros pensamos que el pareado hace referencia a la realidad del pueblo,
que al no tener ayuntamiento propio ("sacramento") no contaba en
la lista de los pueblos. La misma epístola se refiere a Vea en los
siguientes términos: "Vea está en un peñascal / donde el diablo
no puede entrar" y hacia allí nos encaminamos ahora.
Tendremos
que atravesar Peñazcurna por su parte inferior y retomar el camino a su
salida, el primer contrero que encontraremos se llama "Las
eritas" y en él suele soplar una brisa reconfortante para el
viajero. El río se va encañonando en su sinuoso cauce y nosotros
seguimos por una ladera yerma. Divisaremos el castillo, atalaya desde la
que, sin duda, se controlaba la actividad de todo el sexmo de Vea, desde
los montes de San Pedro hasta los de Valdeperillo. En este castillito
seguramente permaneció raptada doña Blanca por el moro Yacub-Aben-Said,
según la leyenda de Blanca y don Nuño recogida por Gervasio
Manrique; y en él, si llegamos en primavera, aún podremos
encontrar lirios silvestres.
La
entrada en Vea tampoco es fácil. Como decía la epístola, el terreno en
el que se ubica no es nada cómodo, el trazado de sus calles es irregular,
y éstas bastante empinadas, sin embargo allí encontraremos el molino, la
iglesia de San Lucas, con torre de doble campaña, y el edificio que
albergaba al ayuntamiento y la escuela. Éste último, construido en 1899,
tiene dos plantas, en la inferior se encuentra la única sala del
ayuntamiento por cuyo suelo se hallan desparramados y humillados cientos
de datos municipales (notificaciones, repartos de agua, contribuciones,
declaraciones juradas, llamamientos a filas, avisos del juzgado de paz...)
En la superior se sitúa la escuela a la que hay que acceder por una
escalera exterior con barandilla metálica y emparrado. Todavía
permanecen allí algunos pupitres, el entarimado, cuadernos de ejercicios,
cuentos, dibujos, libros de didáctica, nóminas de maestros, boletines
oficiales, etc. Pero sobre todo, los que fuimos sus últimos alumnos antes
de que cerrara sus puertas definitivamente en 1965, encontramos el
recuerdo de nuestros primeros pasos en el aprendizaje del mundo.
Con
esto habremos llegado hasta el corazón de nuestro río, habremos pasado
por lugares con nombres como el Campillo, la peña del Baúl, la Yasa, el
barranco de las Porreras, la cruz de Valoria, la Viñaza, los Llecos, el
pozo del Cantón, el barranco del Prado, el Pomar, las Eritas, la Costera,
el Barrancondo, el contrero de Cucán, los Riscos, el altillo de San
Miguel..., que ya sólo permanecen en el recuerdo de unos pocos. En
nuestra retina no se habrán fijado imágenes de grandes monumentos, sin
embargo nuestro corazón se sentirá sobrecogido por el espectáculo de
observar, tan cerca, los restos de lo que fue nuestro pasado.
©
Félix
Pérez Calvo
(Publicado en ABANCO/COSAS DE SORIA Nº 37)
Mapa de la Sierra (145 KB)
(100kb,
incluye sendero GR 86)
Villarijo y Ezequiel Solana
Peñazcurna
Excursión
a Vea
De
cuando en Vea los niños acudían a la escuela
Villarijo,
Jesús Manuel
Pastor Pérez
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