El lado humano de la despoblación

A Pie por Soria

Un paseo por el corazón del valle del Linares
Villarijo-Peñazcurna- Vea
(Ruta de la Despoblación 2)

Félix Pérez Calvo

 

 

El río Linares discurre entre la localidad soriana de Oncala, donde nace, y la riojana de Cervera de Río Alhama, en cuyo río desemboca. Su breve curso atraviesa recónditos e impresionantes parajes que traen a la memoria imágenes de otros tiempos y de otras formas de vida. Demos un paseo por su corazón y visitemos los despoblados de Villarijo, Peñazcurna y Vea, que antes pertenecían, junto con Buimanco, Valdemoro y Armejún, al sexmo de Río Bea, y ahora son solamente barrios deshabitados de San Pedro Manrique.

Por el valle del Linares (Soria)Podemos iniciar nuestro recorrido en Valdeperillo (La Rioja), allí, en las eras, mejor en la de arriba que en la de abajo, tendremos que dejar el coche y comenzar nuestro paseo. Partiremos siguiendo el río y llegaremos hasta el Molino del Campillo. Tras atravesar una pequeña y refrescante chopera cruzaremos su curso y nos situaremos en su margen izquierda, ahora ya sólo habrá que seguir la senda. Poco a poco el camino se va haciendo cuesta arriba y, sin darnos cuenta, toparemos con la Peña del Baúl, límite entre las dos comunidades autónomas, señalado además por las tablillas del coto. El camino marcha paralelo al río y a nuestro paso podemos encontrar estepas, ulagas, tomillo, romero, chopos, carrascas y encinas, además de abundantes zarzas en las zonas más húmedas.

Sin darnos cuenta, después de otra hermosa chopera, toparemos con el barranco de La Yasa de Villarijo, en su orilla derecha se encuentra el trujal, lugar al que los labradores de la zona, en tiempos no muy lejanos, llevaban sus olivas para extraer aceite con que cocinar. El edificio se conserva en estado ruinoso, pero aún podemos ver su viga, el husillo, el pozo de agua, los canales, las pozas de aceite y también algunas esportillas de esparto. Siguiendo el barranco hacia arriba hallaremos tres tipos de agua, una común, otra ferruginosa y una tercera sulfurosa, al parecer estas dos últimas con propiedades curativas para la piel y el aparato digestivo.

Regresemos ahora hasta el camino dejado al cruzar al Yasa y enfilemos hacia Villarijo: un modesto y rústico letrero de madera nos anunciará su nombre y su provincia, Soria, que nadie piense que está todavía en la Rioja, esto ya es Castilla. A la izquierda está el frontón, el juego de pelota para los lugareños; más adelante la Plaza de Don Ezequiel Solana, tapizada con un rústico empedrado. Allí se encontraba la escuela, ahora convertida en refugio, y desde allí podemos acceder a la iglesia, dedicada a San Lorenzo y construida quizá en el siglo XIII, que aún conserva con dignidad su techumbre, pero poco más; su retablo y sus imágenes pueden verse en el museo diocesano de El Burgo de Osma. La fiesta más conocida de Villarijo era "La caracolada", que se celebraba el segundo domingo de mayo, y a la que acudía toda la comarca. Las calles están limpias de zarzas y de maleza, la fuente sigue manando, alguna casa se encuentra habitable, y ello porque sus hijos y amigos se reúnen en el pueblo una vez al año y han formado una asociación que es ejemplo para la zona.

Villarijo y Ezequiel Solana

Peñazcurna (Soria)Prosigamos nuestro itinerario, si tomamos el camino de Peñazcurna que cada vez se va haciendo más estrecho y dificultoso, encontraremos varios bancales con olivos, planta casi ajena a la provincia de Soria, y después el arroyo de Valoria que separa los términos municipales de Villarijo y Vea. No podremos cruzar el modesto puente, que permanece caído desde hace años, pero sí su cauce. A la izquierda observaremos la Peña los Moros, quizás aquella que el apóstol Santiago lanzara contra los infieles para liberar a los cristianos. Poco a poco el cielo se poblará de buitres, que notan nuestra presencia y salen a darnos la bienvenida.

Peñazcurna

En efecto, estamos en Peñazcurna, que está situada en la solana, de espaldas a la sierra de la Bellanera y frente a los altos de Lado Frío y a la Peña del Espejo, impresionante ejemplar de cuarzoarenita que se alza sobre el río como un vigía sobre el valle, habitada por numerosas rapaces alimentadas con los despojos de las granjas e industrias de San Pedro Manrique. El acceso a Peñazcurna es muy costoso. Pasar por el barranco del Prado y por el camino, a la altura de la pared del cementerio, no es tarea fácil porque las zarzas todo lo invaden. Si llegamos hasta los edificios hallaremos la derruida iglesia de Santiago Apóstol, contruida en 1576 según Gervasio Manrique, año en que este núcleo de población se incorporó al ayuntamiento de Vea. En ella se veneraba una imagen de Santiago Peregrino en madera policromada, seguramente del siglo XVI y hoy desaparecida. De la iglesia sólo permanece en pie la mitad de la techumbre y, como emblema, la pequeña espadaña de la que colgaba una aguda campanita encargada de convocar a los fieles los domingos y fiestas de guardar. El pueblo está tomado por la maleza, pero podemos observar la construcción de sus viviendas: en la planta baja las cuadras para los animales, en la primera la cocina con hogar y la estancia o estancias principales donde la familia pasaba la mayor parte del día, y en la segunda otras habitaciones, depósitos de grano y el desván. Los materiales empleados son los autóctonos de la zona, sobre todo piedra. Muy escasa, casi nula, es la presencia de argamasa y ladrillo en las edificaciones. Los tejados aparecen coronados por interesantes chimeneas de mortero y teja. Casi todos los edificios, 28 según el catastro de 1974, se encuentran en un razonable estado de conservación, pero el problema sigue siendo la maleza que nos impedirá el acceso hasta la casa concejo o hasta el hundido horno de adobe, similar al reconstruido en Navapalos.

La Epístola de los Pueblos de San Pedro Manrique dice "Peñazcurna no lo cuento / que no tiene sacramento". Algunos han querido apreciar en ella signos de irreligiosidad, sin embargo nosotros pensamos que el pareado hace referencia a la realidad del pueblo, que al no tener ayuntamiento propio ("sacramento") no contaba en la lista de los pueblos. La misma epístola se refiere a Vea en los siguientes términos: "Vea está en un peñascal / donde el diablo no puede entrar" y hacia allí nos encaminamos ahora.

Tendremos que atravesar Peñazcurna por su parte inferior y retomar el camino a su salida, el primer contrero que encontraremos se llama "Las eritas" y en él suele soplar una brisa reconfortante para el viajero. El río se va encañonando en su sinuoso cauce y nosotros seguimos por una ladera yerma. Divisaremos el castillo, atalaya desde la que, sin duda, se controlaba la actividad de todo el sexmo de Vea, desde los montes de San Pedro hasta los de Valdeperillo. En este castillito seguramente permaneció raptada doña Blanca por el moro Yacub-Aben-Said, según la leyenda de Blanca y don Nuño recogida por Gervasio Manrique; y en él, si llegamos en primavera, aún podremos encontrar lirios silvestres.

La entrada en Vea tampoco es fácil. Como decía la epístola, el terreno en el que se ubica no es nada cómodo, el trazado de sus calles es irregular, y éstas bastante empinadas, sin embargo allí encontraremos el molino, la iglesia de San Lucas, con torre de doble campaña, y el edificio que albergaba al ayuntamiento y la escuela. Éste último, construido en 1899, tiene dos plantas, en la inferior se encuentra la única sala del ayuntamiento por cuyo suelo se hallan desparramados y humillados cientos de datos municipales (notificaciones, repartos de agua, contribuciones, declaraciones juradas, llamamientos a filas, avisos del juzgado de paz...) En la superior se sitúa la escuela a la que hay que acceder por una escalera exterior con barandilla metálica y emparrado. Todavía permanecen allí algunos pupitres, el entarimado, cuadernos de ejercicios, cuentos, dibujos, libros de didáctica, nóminas de maestros, boletines oficiales, etc. Pero sobre todo, los que fuimos sus últimos alumnos antes de que cerrara sus puertas definitivamente en 1965, encontramos el recuerdo de nuestros primeros pasos en el aprendizaje del mundo.

Con esto habremos llegado hasta el corazón de nuestro río, habremos pasado por lugares con nombres como el Campillo, la peña del Baúl, la Yasa, el barranco de las Porreras, la cruz de Valoria, la Viñaza, los Llecos, el pozo del Cantón, el barranco del Prado, el Pomar, las Eritas, la Costera, el Barrancondo, el contrero de Cucán, los Riscos, el altillo de San Miguel..., que ya sólo permanecen en el recuerdo de unos pocos. En nuestra retina no se habrán fijado imágenes de grandes monumentos, sin embargo nuestro corazón se sentirá sobrecogido por el espectáculo de observar, tan cerca, los restos de lo que fue nuestro pasado.

© Félix Pérez Calvo
(Publicado en ABANCO/COSAS DE SORIA Nº 37)

 


Mapa de la Sierra (145 KB)
(100kb, incluye sendero GR 86)

 

Villarijo y Ezequiel Solana
Peñazcurna
Excursión a Vea
De cuando en Vea los niños acudían a la escuela
Villarijo, Jesús Manuel Pastor Pérez

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