El nombre de este pueblo
serrano (que apenas alcanza los dos habitantes por kilómetro cuadrado),
se ha escrito en los documentos a lo largo de su historia como Poveda,
Póveda, Pobeda o La Póbeda. Del Latín POPULUS (chopo) (Joan Corominas)
como Pobar, la doble utilización de uno u otro nombre hace que siendo
los dos correctos, sea Póveda el más utilizado.
La visita a La Póveda y sus
barrios es muy interesante en cualquier estación del año. Por su altitud
(alrededor de mil trescientos metros), rodeada de las sierras de
Montes Claros, Cebollera y otras, en invierno la nieve tiene presencia y hasta
estancia. En otoño, gracias a la vegetación de hoja caduca, los tonos
del verde al marrón hacen del entorno una paleta de pintor, además de
las setas y los hongos que crecen como tales si la lluvia ha sido
mínimamente propicia. El origen nival de la cabecera y afluentes del río Tera le otorgan en primavera la maravilla del agua. Y el verano, la
temperatura cálida pero no sofocante, también invita a perderse en sus
montes y sus caseríos.
A treinta kilómetros de Soria,
por la carretera de entrada o salida que ofrece mejores paisajes, con el
añadido (nada baladí) de la escasez de camiones circulando por ella,
puede el viajero, o soriano que desee ampliar sus conocimientos sobre la
provincia, tardar mucho más de veinte minutos en llegar hasta La Póveda,
tantos son los atractivos que se encuentran por el camino a nada que se
desvíen: la casa-fuerte de San Gregorio; Almarza, capital de la comarca
de El Valle en tiempos, cuando el mercado semanal congregaba a los
habitantes de toda la zona; el acebal de Garagüeta; el Barrio de
Barriomartín (agregado de La Póveda), como también Arguijo, casi perdido
más allá de su magnífica dehesa.
Estamos en tierras que fueron
de trashumantes. En el año 1959, el dominical del periódico YA publicó
“Esto es Trashumancia”:
“Camino, balido, senda; la
ganadería soriana que anda por el cordel de la tradición, el censo
de los cencerros, de los mansos; las merinas que muerden la hierba.
Esto es Trashumancia que, desde el pico a la capital, en un mar de
cabezas, baja y baja, orillando Arguijo y La Póveda, dejando atrás
Los Santos y Vizmanos, perdiendo rastros de El Collado, de Ledrado y
de Oncala, de toda la sierra (…)”.
Fueron los miembros de la
todopoderosa familia Salcedo, cuyos escudos pueden verse en los
contrafuertes de la Iglesia de San Salvador de La Póveda, que ostentaron
títulos tan sorianos como el marquesado de Vadillo y el condado de
Gómara, quienes engrandecieron con casonas algunos pueblos y crearon
parte de la riqueza de la que hacía gala la Mesta. Los Salcedo de La
Póveda vendieron tierras y casa a los condes de Guendulain quienes, a
decir de Nicolás Rabal, fueron, en
su tiempo, los primeros ganaderos de la zona, y junto al palacio de La
Póveda, se conserva también la casa de esquileo de la familia.
En
1881, en la sección de Amillaramientos (AHPSo), el entonces conde
de Guendulain era propietario, en La Póveda, administrados por María
Álvarez Íñigo, vecina de Soria, de 24 tierras; 25 prados; 3 linares; 6
prados y una huerta valorado todo en 4.568'25 pts. En el pueblo un
palacio, en la calle Real, tasado en 5.000 pts. Otra casa llamada de
la Yubería, en la calle Real, que valía 600 y rentaba 12; otra casa
más, también en la calle Real, de 40 varas, que linda por el norte con
una de la Hacienda Nacional, además de un solar con sus corrales, caído.
En la misma calle Real, nº 39, poseían una casa parador o posada, que
medía 300 varas y que estaba valorada en 1.300 pts. con una renta de 26
pts.
Estas
propiedades habían pasado de manos de los Salcedo (concretamente del
conde de Gómara y marqués de Vadillo), en el intervalo de tiempo de algo
más de un siglo, desde que se recaban los datos para elaborar el
Catastro del marques de la Ensenada (1752) hasta que se hacen los
amillaramientos. En 1752, el de Gómara era propietario, en La Póveda, de
dos mesones (existía otro más propiedad de un particular llamado Posada
del Rey, tal vez en lo que un día fue pueblo), y el de Vadillo de dos
molinos, además de prados y tierras en ambos casos. En esta fecha, antes
de la llegada de los Guendulain, el número de cabezas de ganado merino
no era muy elevado y se hallaba muy repartido entre los 80 vecinos de La
Póveda y Barriomartín y los 56 de Arguijo, alrededor de cinco mil
quinientas cabezas.
Todavía
en época de Pascual Madoz (1860), el Barrio de Los Santos contaba con 14
casas y una ermita, Nuestra Señora de Montes Claros, que debe la
advocación al nombre de unos de los montes que rodean el caserío. Desde
La Póveda a Los Santos y a lo largo de tres kilómetros han desarrollado
un sendero botánico.
Litigios por la Ermita de los Santos Nuevos
Según
los documentos que se conservan en el
Arca, trasladada cada año de
Almarza a San Andrés, el día de Reyes, y cuyo inventario fue realizado
en el año 2002 por el personal del Archivo Histórico provincial de
Soria, durante más de un siglo, de 1592 a1699, Almarza y San Andrés
pleitearon contra La Póveda por la gestión, gobierno, procesiones, etc.,
de la ermita de los Santos Nuevos. Distintos obispos, entre ellos el
venerable Palafox, hubieron de intervenir en unos pleitos que finalmente
dieron la razón a Almarza y San Andrés. Los distintos curas de La Póveda
se mostraron muy beligerantes en cuanto a sus derechos, tanto en la
ermita, como en las procesiones, llegando uno de ellos, en 1677, a ser
condenado a la pena de excomunión o pago de cincuenta ducados, “por
haber entrado con los alcaldes y justicias de La Póveda, Arguijo y
Barriomartín en los términos, dehesa y ermita de Los Santos Nuevos
pertenecientes a los lugares de Almarza y San Andrés”.
Algunas costumbres
“En tiempos y en algunos
lugares, los campos se bendecían con agua de San Gregorio Ostiense.
La devoción a este santo (enviado por el Papa desde Roma a Navarra,
en el siglo XI) se debe a que, según sus hagiógrafos, libró de una
plaga de langosta a algunos pueblos de Navarra. En Sorlada
(Navarra), le levantaron una basílica donde acuden los fieles a
bendecir el agua y, en ocasiones, el vino”. (Del libro “Tal
y como vivíamos”, de Isabel Goig)
Esta costumbre se practicó,
según anotación de gastos en el Catastro de la Ensenada, en San Andrés
de Soria y en La Póveda.
“En La Póbeda, donde la
vegetación domina todo el término, llamaban La Lastra a los arreglos
que se hacían en la dehesa el día 15 de mayo. Más que una hacendera,
se trataba de una fiesta, con merienda comunitaria e ingesta de vino
que el ayuntamiento regalaba a los vecinos en colodras. Serían estas
colodras las llamadas llaras, sobre la que nos informó Ángel
Coronado y que aparece referenciada en otro capítulo de esta
publicación” (“Tal
y como vivíamos”, de Isabel Goig)
Ángel Coronado nos informó que
la llara es “una colodra de fina y esmerada factura, una colodra “muy
fina”, de propiedad comunal o de Ayuntamiento. Se usa para repartir y
beber vino en algún evento festivo y tradicional”. Ignoramos si el
recipiente es, o no, de plata.
En cuanto a las hogueras,
recogemos también en la publicación referida que en La Póveda, conocidos
como los fuegos de la Semana Santa, colocaban la leña a ambos lados de
la carretera, por donde debía pasar la procesión y los fieles, formando
un conjunto impresionante, como en Almarza, jalonaban los pasos
religiosos.
Un descendiente ilustre
En más de una ocasión, y refiriéndonos a Arguijo,
hemos dado a conocer los orígenes sorianos del pintor Pablo Ruiz Picasso
"Picasso antes del azul" de Rafael Inglada.
Desde la abuela hacia atrás en la genealogía, toda esa rama de
ascendientes nacieron y vivieron en La Póveda, Arguijo y Barriomartín.
José Blasco Gil (Jill en
algunos documentos oficiales), fue el bisabuelo de Pablo Ruiz Picasso.
Nació en Arguijo en 1767 y falleció en Málaga, en 1814. Era hijo de
Gaspar Blasco (La Póveda) y Josefa Jill (Arguijo), nieto, por los cuatro
abuelos, de nacidos en La Póveda y Arguijo, según consta en la partida
de nacimiento del Archivo Diocesano del Obispado de Osma (Soria),
facilitada al autor del estudio por fray Félix Rubio. José Blasco casó
con María Antonia Echevarría, natural de Madrid. Del matrimonio entre
José Blasco Gil y Antonia Echevarria, nacería, en Arguijo (Soria), María
de la Paz Blasco y Echevarría (1800-1860), fallecida “a causa de los
estragos ocasionados por la epidemia de cólera”. Casó con Diego Ruiz
Almoguera (1799-1876). De este matrimonio nacieron once hijos. Uno de
ellos, José Ruiz Blasco, casado con María Picasso, sería el padre del
pintor Pablo Ruiz Picasso.
En la actualidad, la localidad
de La Póveda muestra un aspecto de casonas de piedra restauradas, calles
limpias y muy apropiadas para el paseo. Destacan entre todas ellas la
que fuera casona de los Salcedo, después de los Guendulain, ya en ruinas
y, junto a ella, otra con una portada columnada con capiteles de estilo
dórico, quizá trasladada del arruinado palacio contiguo. Hay dos casas
rurales: La casa rural La Póveda y El mirador del bosque. La iglesia de
San Salvador, construida en el siglo XVI y reformada más tarde, alberga
en su interior una interesante pila bautismal románica que no pudimos
ver al estar, como casi todas las iglesias de la provincia, cerrada. A
la salida, bajo un puente, discurre el agua del arroyo del Pinar o
Marigarcía, afluente del río Tera. Un poco más abajo el Vadillo, sobre
cuyo recinto se concedió el marquesado del mismo nombre.
Si se quiere continuar la
carretera hacia el norte, se llegará al puerto de Piqueras y, a través
de él, a los Cameros. Todo el recorrido es de una gran frondosidad, en
especial a partir de La Póveda. Hayas, robles, pinos, tejos. Una ruta
incomparable.
Si se dirige hacia
Arguijo
encontrará otro pueblo de similares características naturales que el de
La Póveda, aunque sin la grandeza de sus construcciones.
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2017