A través de las fotos de Miguel Hidalgo
recorreremos los paisajes del tramo final del río Talegones, y
fijándonos en el texto, lo haremos por las poblaciones que se asientan
alrededor. Este río, subsidiario del Duero es, por algunos tramos,
riachuelo. La fuerte karstificación del suelo por el que discurre, hace
que el agua se suma por varios trechos, estando los perdederos más
significativos en Torrevicente, resurgiendo en Lumías, y volviéndose a
perder en Arenillas. La mayor parte del agua de la cuenca del Talegones,
y también del Escalote, alimenta un importantísimo acuífero que
encuentra el nivel freático en las fuentes de Gormaz y Vildé, a orillas
del río Duero.
El recorrido de Miguel Hidalgo, cámara en
ristre, ha sido tanto por lo notable que pueda haber en los pueblos,
como por las parameras, tierras de piedra y frío, donde sabinas y
encinas sentaron sus reales, y plantas olorosas alimentaron a miles de
cabezas de ganado lanar, como se documenta en el Catastro de la Ensenada
y se aprecia en las taínas diseminadas por doquier, y propiciaron
abundancia de producción de miel. Las alturas de las poblaciones
oscilan entre los 1138 de
Abanco y los 930 de Aguilera, donde ya el
paisaje se suaviza y la frondosidad de la vegetación advierte de la
presencia del gran río. Son espacios donde la despoblación ha clavado
bien sus dientes, tal como sucede en los pueblos de la cercana Sierra de
Pela, y por el Norte, en los de la Sierra de la Alcarama.
La parte final del río Talegones recorre
tierras que pertenecieron a la Comunidad de Villa y Tierra de Berlanga
para, posteriormente, depender en lo económico de la familia Tovar y
Velasco en los sucesivos títulos: duques de Frías, marqueses de Berlanga
y duques de Uceda, títulos que siempre pertenecieron a la misma familia
y casi siempre permanecieron unidos en la misma persona. Estas
localidades, cuya suerte corrió pareja a la villa principal, Berlanga de
Duero, fueron conquistadas por Fernando I, en el año 1060, y serían
asediadas, como Berlanga, en 1113 por los sarracenos, y reconquistadas
nuevamente por Alfonso I de Aragón, bajo cuyo dominio permanecieron
hasta su muerte en 1134. “Entre ambos acontecimientos, 1060-1113, sólo
conocemos el paso de Alfonso VI por Aguilera, camino de Zaragoza, el 19
de mayo de 1097”. (M. Ferotin: Recueil des chartes de l’abbaye de Silos.
París, 1897. Citado por Gonzalo Martínez). Más adelante dice: “Muerto ya
el rey Batallador en 1134, se resuelve a favor de Sigüenza la
pertenencia de Vadum de Rege, Aquileiam, Berlangam…”.
Brías
Brías
Será
necesario que nos alejemos algo del río Talegones para visitar Brías.
Pocos apuntes sobre esta población, porque toda la información que
deseen consultar sobre ella la encontrarán en este mismo web, en la
sección de pueblos, gracias a Víctor y Cristian García, quienes se han
ocupado tanto de la Historia, como del Arte y de las tradiciones, y
también del despoblado de Navacerías, que existió en el término, así
como de las franquezas y libertades que tuvo ese lugar, según documento
fechado en 1547, y que Jesús Gaite Pastor publicó en la Revista de
Investigación del Colegio Universitario de Soria, en 1980.
Es imprescindible ver la Ermita de la
Virgen de la Calzada y su entorno. Debe su nombre al camino empedrado
que discurre por delante de ella, y sobre el cual todavía no se han
puesto de acuerdo para datar su antigüedad, aunque se supone que sea una
calzada romana que conduciría a Tiermes.
La Iglesia de San Juan Bautista, antiguo
templo románico, de cuyo estilo sólo se conservan las pilas bautismal y
aguabenditera, guarda en su interior retablos barrocos, uno de los
cuales está dedicado a Nuestra Señora de la Calzada. Las obras se
llevaron a cabo a lo largo del siglo XVII, y hubo de intervenir, para la
finalización, don Juan Aparicio y Navarro, cuyo escudo preside la
entrada.
En Brías puede hacerse noche en el que
fuera palacete de la familia Aparicio, restaurado hace ya años.
Para los amantes de la espeleología, hay
que reseñar la cueva-sima de Brías, que catalogaran Clemente Sáenz
Ridruejo y Miguel Arenillas Parra, en el número 50 de la revista
Celtiberia, 1975. Se accede, desde Brías, por el camino de La Aguilera
que atraviesa el despoblado de Navacerías. Dicen que el camino más corto
es desde Paones, y el más cómodo desde Berlanga, por un camino forestal
hasta el mojón de los cinco términos.
La familia Aparicio
Unos apuntes sobre esta familia hidalga,
necesarios para comprender los edificios notables en dos pueblecitos
que, sin ellos, pasarían desapercibidos. Tanto en Brías como en Abanco,
los Aparicio dejaron constancia de su magnanimidad para con la tierra
que vio nacer a varias generaciones de su familia. La rama soriana
descendía de la troncal Casa Torre Fuerte y Solar de los Aparicio, en
Uribe, Vizcaya. A principio del siglo XVII se documenta a Juan de
Aparicio Navarro como regidor y diputado noble de Berlanga y su
jurisdicción. Tanto éste como los que le sucedieron, fueron sepultados
en la parroquial de Brías, que ellos mismos reedificaron sobre otra
románica. Entre los miembros de esta familia, ya nacidos en Brías,
aparece el hijo del anterior, Domingo, que siguió en los cargos de su
padre y casó con una vecina de Abanco, Ana de Berlanga. Su único hijo
varón, Juan de Aparicio Navarro y Berlanga, administró los bienes y
estados del conde de Castrojeriz, en la parte soriana, que fueron
importantes. Fue regidor y diputado general de la Tierra de Berlanga por
el estado de los hijosdalgo durante muchos años. Hubo canónigos,
colegiales, obispos y oidores entre esta familia de hijosdalgo. Los
primogénitos casaron con mujeres de la zona, sus hijos nacieron en Brías,
y buena parte de la familia está enterrada en ese lugar.
En el 1723, 26 de junio, Margarita de
Fuenmayor, esposa de Gregorio de Aparicio, hace testamento en el lugar
de Brías, y manda sea enterrada en la parroquial de San Juan Bautista,
en la sepultura y entierro que tiene la casa de los Aparicio en la
capilla de Nuestra Señora de la Calzada. Por el testamento se sabe que
tiene cuatro hijos, a los que nombra herederos universales: a don
Francisco Javier, doña María Gertrudis, doña Josefa María y doña Antonia
Manuela de Aparicio y Fuenmayor. (Archivo Histórico Local de Berlanga).
A esta familia, y a las sucesivas
agregaciones al primer mayorazgo, muy pobre, se deben las dos
casonas-palacio de Brías y Abanco, y las dos iglesias, San Pedro, de
Abanco, y San Juan Bautista, de Brías.
Según datos del Instituto Nacional de
Estadística, Brías tenía censados, en el año 2010, 24 personas.
Abanco
A
escasos dos kilómetros de Brías se asienta Abanco, donde la impronta de
la familia Aparicio ha quedado patente en otra magnífica iglesia,
dedicada a San Pedro, construida entre los siglos XVII-XVIII. Su
interior conserva una pila bautismal románica. Frente a la iglesia, una
casa-palacio de similares características a la de Brías, fue construida
por esta hidalga familia.
No fueron estas obras las únicas que
financiaron los Aparicio. Don Pedro Manuel Martínez de Aparicio,
inquisidor que fue de Granada, tenía fundado un montepío que se recoge a
mediados del siglo XVIII en el catastro de la Ensenada, con 211 fanegas
de trigo común y 136 de cebada, para repartir entre los vecinos
necesitados, 28 eran los censados en la época, que devolvían lo prestado
sin interés alguno. Igualmente el pósito real, de 200 fanegas de trigo,
otorgaba idéntico beneficio.
Como todos los pequeños pueblos por los
que discurrimos, también Abanco perteneció al señorío de la duquesa
viuda de Uceda y marquesa de Berlanga y, al igual que ellos, el
principal recurso económico fue la miel, especialmente la cera, tan
necesaria, tanto para el alumbrado como para la Iglesia, y la ganadería
lanar, que en Abanco suponía, sólo para lanar, 1419 cabezas.
Alaló
Iglesia
de los Santos Justo y Pastor, barroca, tal vez reconstruida con material
de una primitiva románica, de la que puede verse la pila bautismal y un
crismón. Alaló está cruzado de caminos, como el de la senda de los
Curas, o la vereda pecuaria, y entre ellos aparecen tainas con techo de
paja, que albergarían la abundancia de ganado lanar de la zona, así como
interesantes palomares, uno de ellos circular. Nace en el término el
arroyo de los Argollones, propiciado por la fuente del mismo nombre.
Junto con el arroyo de los Moros y el de la Peña, corren paralelos al
río Talegones, desembocando en él junto al molino Blanco. Muy cerca deja
las aguas otro, el Pradejón, que llega desde Brías. Antes, en Berlanga,
ha recibido las aguas del Caminarejo.
Tenía Alaló, a mediados del XVIII, 26
vecinos (Catastro de la Ensenada) y un siglo después 36 (Diccionario de
Pascual Madoz).
En el nº 8 de la revista Abanco-Cosas de
Soria, 1994, Antonio Ruiz Vega publicó una composición en verso de Lucio
Higes Andrés, hecha en 1874, con el título de “La guerra”, y el
subtítulo de “Triste recuerdo de los sucesos ocurridos en Alaló el día
26 de setiembre de 1874”. El documento (así lo llama Ruiz), está
firmado, tal vez, por un antepasado del erudito soriano Higes Cuevas, y
de él se asegura que tiene “la relativa inmediatez de quien se sabe
próximo a los hechos en el tiempo y en el lugar”. Se trata de un
episodio de la Tercera Guerra Carlista, en 1874, cuando el general
Serrano presidía el gobierno. Una partida de cinco hombres llegan al
pueblo de Alaló, comportándose como verdaderos forajidos.
(…)
De veinticinco del mes,
en que el Otoño espiara,
y cuando el día a la noche
pedía le relevara,
aparecen de improviso
tras una ermita cercana
cinco hombres, cuyo semblante
nada bueno revelaba,
y aunque el pueblo apercibido
su aparición censurara
nada hizo por defenderse
contra invasión tan extraña.
Ya lo cinco forajidos
con sin igual confianza
penetraron en el pueblo,
y, sin reparar en nada,
en casa de D. Ramón
ponen fija su mirada;
llamaron con gran dulzura
y al contestar la criada
dijeron: somos carlistas
que defendemos la Santa
Causa de la Religión
por muchos vilipendiada:
alojamiento se quiere
para el jefe que comanda
la partida, que ya cerca
de la población se haya:
raciones de pan y vino
y de cebada hacen falta
y que el alcalde nos muestre
el dueño de aquesta casa;
cuidando que si no lo hace
la puerta será tirada
y Mochón, nuestro Caudillo,
reprimirá aquesta falta.
Amenazan y tratan de ahorcar al dueño de
la casa –debía tratarse del más rico del pueblo-, y se marchan con todo
lo que encuentran en la casa –joyas y dinero- dándole por muerto. Van a
buscar al alcalde para que les facilite “ración, dinero y bagajes y lo
demás que hace falta”, y con él, vuelven a casa de este don Ramón, a
tratar de conseguir más bienes. Se repite la escena con el sacerdote, y
finalmente huyen con “una yunta de un vecino y también de otro una jaca,
cuya entrega, aunque forzosa, la autoridad ordenara”.
Según datos del Instituto Nacional de
Estadística, Alaló tenía censados, en 2010, veintiséis personas.
Paones
En
la magnífica Enciclopedia del Románico, de la Fundación Santa María la
Real, cuya publicación tuvo lugar durante los años 1998-1999, se daba
por hecho que Paones estaba deshabitado. Se puede considerar así, pues a
día de hoy son cuatro las personas censadas, tal vez por razones
sentimentales, pues lo más seguro es que residan habitualmente de
Berlanga. Paones, como toda la zona, fue del señorío de la viuda de
Uceda, marquesa de Berlanga, y a mediados del siglo XVIII contaba con 34
vecinos incluidas 4 viudas. Contaban con taberna, mesón y panadería,
gestionados por adra entre todos los vecinos. Se catastraban también dos
puentes de madera para acceder a las fincas, sobre el arroyo Valpirle,
104 colmenas y hornos, 2292 cabezas de ganado lanar. Eran otros tiempos.
Quienes, en algún momento de nuestra
vida, hemos estado vinculados a Berlanga, nos gustaba acercarnos a
Paones para ver, o enseñar, el ábside románico de la iglesia de San
Pedro Apóstol, ya casi en ruinas al final de la década de los años
setenta. En el centro del pueblo, un arbolillo de sufriente crecimiento,
trataba de enraizar en el interior de una pila bautismal muy antigua.
Parece ser que las cosas siguen igual. Nunca ha tenido demasiada
importancia Paones en la historia de Soria, pero era paso obligado para
visitar otras poblaciones, sobre todo para ir a Alaló a merendar con los
niños y buscar fósiles, que abundan en la zona.
Cabreriza
Cabreriza
se despobló hace décadas y todavía conserva parte del caserío. Y sin
embargo, dice Madoz que hacia 1845, vivían allí “180 almas”, proporción
que ahora resulta difícil encontrar en la mayoría de los pueblos
sorianos. Tenía escuela a la que acudían 30 alumnos, y el río Talegones
daba movimiento a un molino harinero de cubo, que se construían donde el
agua era escasa. Se trataba de un depósito –el cubo- de forma larga y
cilíndrica, que recogía el agua por arriba hasta que se llenaba, para
ser vaciado de golpe.
Estaba en la familia de los duques de
Frías, concretamente a la duquesa viuda de Uceda y marquesa de Berlanga,
quien recibía el alguacilazgo. Pastaban por el término 2.700 cabezas de
lanar de todo diente, propiedad de treinta vecinos y medio, de los
cuales siete eran viudas. Las viudas, en aquella época, contaban como
medio vecino, y como tal pagaban la mitad de impuestos y recibían la
mitad de leña. Como en toda la zona, abundaban las colmenas y hornos,
que en Cabreriza alcanzaban el número de 187. Celebraban fiesta el día
14 de julio, San Buenaventura, titular de la iglesia. Pagaban al año, al
teniente de la parroquial 40 reales por el conjuro de los nublados. El
apellido más común era Oliva. El Común era propietario de dos puentes
sobre el río Talegones, un pósito real, de 422 fanegas y 3 celemines de
trigo “los cuales se reparten en tiempo de mayor necesidad entre los
vecinos de este lugar”. Y una obra pía de 65 fanegas y media, también
para amparar a los vecinos con mayor necesidad. Una taberna y un mesón
“que uno y otro andan por adra y no dan utilidad alguna”. (Catastro de
la Ensenada).
Ya estaba Alconeza deshabitado y
pertenecía entonces a Cabreriza. Después pasó a ser todo monte común
para todo género de ganados. Tuvo Alconeza su iglesia, que fue estudiada
por componentes de Soria Románica (1). El bosque, dicen en las
respuestas de la Ensenada, “lo tiene bien cuidado la villa”, es de
matorros y robles, y el vuelo da bellota, que se aprovechaba,
naturalmente, para el ganado. La propiedad del monte le correspondía a
la villa de Berlanga, “era demás propietaria de todas las tierras y una
roza o fallar que producía 76 fanegas, además de las yermas e incultas,
destinadas, también, al ganado”.
Dice Madoz de Alconeza: “sitio delicioso
y abundante en caza, con una fuente de mucho y buen agua”, y culpa de su
ruina, cuyo año se ignora, “a una peste, y otros añaden que en atención
a su posición insana, fue abandonado por sus moradores”.
Aguilera
Aguilera
es un pueblo delicioso donde el río Talegones va a dejar el agua en el
Duero, cerca del Molino Blanco. Forma parte del Camino del Cid, ya que
entre esta localidad y la de Morales se encuentra el vadum de rege,
o Vadorrey, nombre que también lleva un despoblado, en el término de
Morales, a donde se llega por la senda del mismo nombre, situado en un
cerro conocido como Alto de la Mina. Este paso sobre el río Duero es
nombrado frecuentemente en documentos medievales.
Por su situación estratégica, a diez
kilómetros en línea recta de la fortaleza de Gormaz, bien pudo Aguilera
contar con su castillo, muy antiguo, de la época de los condes de
Castilla. Aguilera debió sentirse desplazada por la importancia de la
villa de Berlanga, a cuya comunidad de Villa y Tierra perteneció. Madoz
ubica en Aguilera un monasterio de frailes templarios, sin que hasta la
fecha se haya documentado.
En enero de 1991, el conde de Fuenrubia,
cuya familia tiene enterramiento en la Colegial de Berlanga, contestaba
a una carta enviada sobre la relación de este título con la provincia de
Soria: “Frente a esta capilla [de los Brizuela] hay otra donde está
enterrado D. Pedro González de Aguilera, que es mi primer apellido. El
primer Aguilera conocido es D. Gil de Aguilera, a quien Sancho IV le
hizo donación de “La Cabeza de Aguilera”, junto a Berlanga, en 1290. Sus
descendientes residieron en distintos puntos de la zona hasta el siglo
XVI, en que aparecen en Ciudad Rodrigo”.
En Aguilera fueron propietarios varios
miembros de distintos títulos nobiliarios de la tierra, como el conde de
Berlanga de Duero, quien, además de tierras de labor de secano y de
regadío, era propietario, al menos hasta final del siglo XIX, de una
casa y corral en la plaza del Olmo, con bajo y desván, de 240 metros
cuadrados. Los duques de Frías fueron poseedores del Molino de Canales,
con dos ruedas. El conde de Fuenrubia, perteneciente a los Brizuela, era
el propietario del Molino de la Serna. Joaquín Brizuela, el Mayorazgo de
Juan Manuel de Castro y otros, fueron, asimismo propietarios de pequeñas
tierras en este lugar.
Siempre ha sido un lugar poco poblado,
pues en el siglo XVIII (Ensenada), había doce casas habitables y una
arruinada. Sus vecinos eran: Juan de la Torre, viudo, sacristán; tenía
una hija menor de edad y otra en tutela. Juan de Morón, casado,
labrador, 4 hijos. Juan de Molina, casado, labrador, un menor en tutela.
Francisco Alaló, casado, labrador, sin familia. Cristóbal de Cuenca,
casado, labrador, tres hijos. Pedro Martínez, soltero, labrador. Juan
Antonio casado, labrador, 2 hijos. Manuel García, guarda de vacuno, un
hijo. Vivían 17 personas.
Debido a la abundancia de agua, debían
tener buena huerta, pues se contabilizan ciruelas, peras, camuesas,
manzanas y nueces. Olmos, sauces y chopos. Cultivaban viña pues
contabilizaban la arroba de vino a cuatro reales.
En la actualidad, además del paisaje que
forman los ríos y el Molino Blanco, lo más significativo es la iglesia.
Se sitúa en la ladera, es de nave única, portada abierta hacia el Sur,
con pórtico, construida en sillería y mampostería. La parte románica se
data en el siglo XII, aunque la torre es del siglo XVI o posterior. En
la Enciclopedia del Románico, se lee: “frente a la sencillez
constructiva de los muros destaca la portada, abierta a mediodía, en el
centro de la nave, formada por un monumental cuerpo escalonado, de
sillería, de casi 8 metros de longitud y que avanza sobre el paramento
1,20 metros (…) La portada queda precedida por un monumental y amplio
pórtico que recorre toda la fachada occidental partiendo desde la torre
(…)”. La pila bautismal también es románica. En la nave “se halla una
losa de 109 centímetros de longitud, 52 cm de ancho y 18 cm. de espesor,
que parece ser que procede de un puente que se desmontó. En el fragmento
conservado, que llevó una disposición vertical, hay al menos dos escenas
con personajes, a modo de viñetas, identificándose claramente en una de
ellas un caballo o mula con arreos y carga, y en la otra tal vez un
personaje”.
Según datos del Instituto Nacional de
Estadística, Aguilera tenía censados, en el año 2010, veintitrés
personas.
(1) Un
trabajo –el único- sobre esta iglesia está publicado en las Actas,
tomo III, del VI Congreso Internacional “Restaurar la Memoria”. Está
firmado por componentes de Soria Románica José Francisco Yusta
Bonilla, José Angel Esteras Martínez, César Gonzalo Cabrerizo,
Josemi Lorenzo Arribas e Inés Santa-Olalla Carcedo. (Nos informa
Miguel Hidalgo Isla).
©
texto: soria-goig.com
©
fotos: Miguel Hidalgo
Mapa
de la senda del río Talegones
Brías
Cabreriza y Alconeza
La
senda del río Talegones (1)
Tierras
del Sur (1) - Atalayas
Tierras
del Sur (2) - La Sierra de Pela
Tierras
del Sur (3) - Buitres en Caltojar y La Riba
La
senda del río Torete
Fuentes
de Brías, José Ignacio Esteban
Fuentes
de Paones, José Ignacio Esteban
Castillos
de Soria-->
Aguilera
Mendikat
:: Soria
::
Abanco
Abanco
- caminosoria.com
Paones
- caminosoria.com
Aguilera
- caminosoria.com
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