En Brias primavera de 1965
La primavera:
Conforme nos vamos acercando al mes de
abril y cuando van quedando atrás los crudos días del largo
invierno de estas tierras, los indicios de la nueva estación
empiezan a dejarse sentir en el campo. El primero que despierta de
su letargo invernal es el romero que esta junto a la puerta de
entrada al colmenar de la "agüela". Abriendo sus
aromáticas flores que pueblan generosas sus coloridas ramas, parece
querer invitar a las abejas, ofreciéndoles su aromático polen, a
salir de ese largo letargo invernal al que se resisten a abandonar.
Pero a pesar de las todavía mas que frescas mañanas, lo cierto es
que el sol se va haciendo el dueño del ambiente y las hacendosas
obreras, conforme va avanzando el día, empiezan a sobrevolar la
colmena posándose en las flores del romero, y en las de los
almendros que también están ya empezando a florecer por estas
fechas. Otra de las señales que nos indican la proximidad de la
primavera es el sonido del cuco. Con ese cantar inconfundible y
ocultándose entre las ramas de las frondosas carrascas del colmenar
de la "tiá" Susana, no deja de cantar el cuco. El cuco no
cesa en su cántico, libre de los quehaceres que por estas fechas
mantiene a sus congéneres inmersos en las tareas de construcción
de sus nidos, uno de los cuales el elegirá para depositar uno de
sus huevos. Desde lo mas alto del cielo llegan a nuestros oídos los
estruendosos sonidos de las grullas, que con su vuelo migratorio nos
anuncian el final de la etapa de los fríos invernales. Sus
escandalosos gritos se dejan sentir antes de que localicemos su
presencia en el cielo con sus características formaciones.
Formaciones que guiados por nuestra ingenua imaginación ,veíamos
como trazaban diferentes números y letras que se perdían por el
horizonte.
Con las primeras lluvias caídas al llegar la primavera, la
naturaleza se prepara para extender la alfombra multicolor, con la
que cada año por estas fechas cubre los desolados campos ya
maltrechos por los crudos fríos del invierno.
Es por esta época del año cuando la abuela Engracia intensifica
sus visitas al colmenar, y en el se pasa largos ratos observando el
comportamiento de sus abejas y vigilando la posible agresión de
alguno de sus numerosos depredadores.
En el colmenar
existen dos tipos de colmenas. Las que llamamos de barro y los
hornos. Las colmenas propiamente dicha están formadas por una
estructura de mimbres entrelazados con forma casi cónica, similar a
los cuévanos de las uvas mas ancha hacia las bocas y estrechándose
por el centro, con una cruceta de madera en su interior. Estas
estructuras están recubiertas con barro mezclado con paja molida o
con moñigos, lo que las hace mas consistente y abrigadas. Las
colmenas se colocan sobre una pesada losa de piedra, a la que se
adhiere con una buena mano de barro. En los dos extremos llevan unas
tablas que hacen de cierre, y en la parte superior se colocan unas
losas que le sirven de protección contra las lluvias. Exteriormente
están pintadas de cal. Los hornos están incrustados en la pared de
la caseta del colmenar , en la que se guardan los utensilios y
aperos que se emplea en el cuidado de las colmenas. La abuela, en
los ratos que pasa en el colmenar se entretiene regando las plantas
y las flores, y observando el comportamiento de las abejas. ¡ Pues
hoy andan mucho!, ¡ trabajan muy poco todavía! , ¡Van muy
pujadas!, o ¡ están muy agresivas hoy¡, son algunas de las
expresiones mas utilizadas por la abuela. Con las observaciones que
ella hace, decide el día idóneo para catar, que siempre procura
que sea un día bueno y soleado y que no haga frío, para que las
abejas se alejen del colmenar y estén menos agresivas o menos
fuertes como dice ella. Algo que siempre me tuvo intrigado eran las
reacciones tan extrañas que tenia la abuela con el tema del tiempo.
Cuando hacían días de buen tiempo en el invierno se quejaba, y
cuando los días eran malos en la primavera también se quejaba.
Pero ella tenia sus motivos. Los días buenos y soleados del
invierno, las abejas salían a buscar el polen, pero lógicamente
volvían de vacío y al llegar a la colmena tenían que alimentarse
para reponer energías. Si por el contrario en el invierno había
pocos días buenos y soleados, las abejas no salían de la colmena,
por lo que el consumo de miel se reducía al mínimo. En la
primavera después de catar el efecto era el contrario. En los días
de buen tiempo las abejas ya podían salir al campo a recolectar el
polen, pues los campos ya están llenos de flores, mientras que los
días malos no podían trabajar y tenían que consumir la poca miel
que les había quedado tras la cata. ¡ Entonces tenia razón la
abuela!.
Al vigilar el ataque de
los
depredadores, observa los posibles
agujeros del ratón, que ataca principalmente a los hornos. También
vigila la llegada del pájaro colmenero (abejaruco) que se posa en
la piquera ( orificio de entrada a las colmenas), cuando las abejas
se posan en la piedra de acceso y se da auténticos atracones de
abejas que son su dieta favorita. Otro enemigo del colmenar es el
tasugo (tejon), que siente un atractivo especial por la miel y que
hace auténticos estragos cada vez que se presenta en el colmenar
sin previa invitación, también siente atracción por la miel la
Güina (Garduña).
Una vez decidida la fecha en que se va a realizar la cata, la
víspera de ese día la abuela acompañada por mi madre prepara los
cacharros y utensilios que se van a emplear el día siguiente.
El día de la cata
se madruga antes de la salida del sol y el punto de encuentro
es la casa de la abuela. Cada uno de los asistentes coge un cacharro
o un artilugio y todos cargados parten en grupo dirigiéndose hacia
el colmenar. Al pasar por los cañamares camino del colmenar, se
escuchan los característicos cánticos de las totovías, ( alondras
) que por estas fechas ya revolotean sobre los verdes campos
sembrados que están empezando a despuntar.
Con el sol todavía oculto detrás del otero llegamos al
colmenar, y lo primero que hacemos es preparar una pequeña fogata
con unas aliagas dentro del cobertizo, que a la vez que sirve para
calentarnos un poco en la fresca madrugada, produzca unas brasas
para encandilar los ahumadores. Los ahumadores que previamente han
sido cargados de pajas secas y moñigas de vaca, se llenan de brasas
para que prendan la moñiga, que producirá gran cantidad de humo,
con el que se intentara ahuyentar a las desconcertadas abejas que
trataran de defender su alimento. Todos los que están dispuestos a
intervenir en la captura de los delicados panales, se protege de las
mas que posibles picaduras de alguna abeja, que sin saber por donde
logra alcanzar la carne en la que clavar su afilado aguijón. Con
las mascaras puestas, la patrulla se dispone a atacar la
primera colmena
de la mañana. Las abejas todavía no están activas, y con
mucho cuidado para no alborotarlas demasiado, se levanta la tapa
superior de madera y se observa el estado de los panales. ¡Parece
que esta muy llena!, se oye susurrar. Este comentario alegra los
rostros ocultos tras las telas de alambre, y todos hacen un intento
por ver el interior de la colmena, de la que inmediatamente empiezan
a salir las abejas con no muy buenas intenciones. ¡ Rápido humo!
se escucha una voz algo nerviosa. Los nervios hacen mella en la
mayoría de los aquí presentes, la única que se muestra tranquila
es la abuela, que sin protección alguna se acerca a la colmena como
si estuviera segura de que a ella le fueran a respetar sus abejas.
La imagen de la colmena abierta con esos dorados panales repletos de
miel es todo un espectáculo, que a pesar de los nervios que nos
producen las abejas revoloteando a nuestro alrededor, podemos
disfrutar contemplándolos. Los ahumadores no cesan se soplar y
lanzar el humo al interior de la colmena, para hacer retroceder a
las desconcertadas abejas que en un momento han desatado su
agresividad, mientras que el encargado de cortar los panales busca
la forma de poder introducir el catador. Cuando la colmena esta muy
llena, es preciso deshacer el primer panal para poder sacar después
mas enteros los demás panales. Para sacar los panales de la
colmena, es preciso hacerlo con el máximo cuidado de no escachar
las abejas, y con un ramillete de hierbas secas se retiran
cuidadosamente las abejas que se resisten a separarse del panal. De
las colmenas se extraía el 60 % de la miel , dejándoles el resto
para su subsistencia. Los panales se van depositando en el balde o
en el barreño, y cuando este esta lleno se lleva al cobertizo,
donde esperan con ansiedad los chavales la llegada de los primeros
panales. Pero antes de traspasar la puerta, es preciso apartar las
abejas que sobrevuelan y se posan sobre los panales en un
desesperado intento por rescatar el alimento que tanto les ha
costado elaborar. Cuando no se ve ninguna abeja sobre el balde, se
cubre con un paño y se pasa al interior . Inmediatamente es rodeado
por los nietos, que se lanzan sobre los dorados panales para tomar
un trozo del delicioso manjar, trozo al que inmediatamente se lo
llevarán a la boca. Con la ilusión de contemplar la miel, se
olvidan del peligro que hace tan solo un momento les tenia
atemorizados y es entonces cuando aparece la abeja mas obstinada y
clava su aguijón en la tierna carne de alguno de los chavales, que
inmediatamente rompe a llorar, y corre a buscar un poco de barro con
el que cubrir el picotazo para evitar el hinchazón. Esta operación
se va repitiendo una tras otra en todas las colmenas, con la
salvedad de que con las mas viejas cambia algo el método, pues para
catarlas lo primero que se hace es volverlas, y retirar los panales
mas viejos que estaban abajo, dejarles los nuevos para las abejas.
Esta operación es necesario hacerla cada cierto tiempo, para que
las colmenas se vayan renovando. Terminadas las colmenas se empezaba
con los hornos, si no era posible hacerlo el mismo día se posponía
para el día siguiente. Los hornos se cataban desde el interior de
la cabaña, y era una operación menos arriesgada, ya que las abejas
se salían hacia la calle por lo que no entrañaban tanto riesgo.
Pero siempre había alguna abeja que se colaba al interior de la
caseta, organizando un pequeño caos entre los que estaban mas
desprotegidos. Cuando se abría la tapa de los hornos, los chavales
que no habían visto los panales en las colmenas podían ahora
contemplar esa bella estampa de los panales adosados a las paredes o
colgando del techo del horno. Pero siempre resultaba mas seguro
tomar una buena posición tras la pequeña cortina de humo de la
hoguera que todavía manteníamos viva para tal menester. La
posición de los panales no era la misma en todos los hornos, en
unos estaban verticales a la tapa y en otros estaban paralelos,
estos últimos eran mas difíciles de catar. Terminados de revisar y
catar todos los hornos, era la hora de despojarse de los aperos que
nos protegían de los picotazos de las desesperadas abejas. La
única que adoptaba una aptitud diferente a los demás era la
abuela, que cuando todos estaban desprendiéndose de las ropas de
protección, ella se estaba quitando los guiz de los picotazos que
le habían dado las abejas. Cuando le preguntábamos si no le
dolían los picotazos, el comentario que recibíamos por respuesta
era: que los picotazos eran muy buenos para el reuma y para el
corazón. Una vez recogido todo el tenderete, y dejando el trabajo
de repegar las tapas de las colmenas para otro día cuando las
abejas estén mas calmadas, viene el trabajo mas pesado, trasportar
toda la miel del colmenar a la casa de la abuela. Este recorrido que
había que hacerlo andando, resultaba bastante duro y a veces era
necesario hacer varios viajes.
Con toda la miel en casa, empezaba el proceso de
la
extracción de la miel para separarla de
la cera, proceso que se prolongaría durante varios días, y que
daría lugar a situaciones enfrentadas entre la abuela y los nietos.
Los nietos por su parte, al menor descuido de la abuela entrarían
en la sala para pasar el dedo índice por entre los finos y dorados
hilos de miel que cuelgan del cesto, y sin reparan en los
chorretones que caen al suelo llevárselo a la boca una y otra vez.
Por otro lado esta la abuela, que al sentir cualquier pequeño ruido
y sabedora de las intenciones de los traviesos nietos, se le siente
gritar con un tono enfadado desde el fondo de la cocina: ¡que no os
vea yo acercaros a la sala he! .
El proceso de extracción de la miel se realiza con el método
artesanal que se venia practicando sin innovaciones con el paso de
los tiempos. Se coloca un barreño de cerámica y apoyado en dos
palos sobre el barreño, se coloca el cesto de mimbres en el que se
introducen los panales de miel . los panales se van chafando de vez
en cuando, y los agujeros del cesto dejan filtrar la miel por entre
los enlazados de sus mimbres, y formando unos finísimos hilos de
oro se descuelga para alcanzar el fondo del barreño. La miel se
almacena en el barreño quedando transparente y limpia de impurezas.
Las impurezas que flotan en la superficie, son retiradas con mucho
tiento por la abuela con la ayuda de una espumadera. La miel se
almacena en las tinajas que la abuela tenia en el cuarto mas fresco
de la cámara. Las tinajas estaban tapadas por unas tablas de
madera, y en su interior siempre se podía ver el surco producido
por algún dedo a cuyo propietario no seria muy difícil de
identificar, surco que provocaba las iras de la abuela y a los que
nunca se llego a acostumbrar. Una vez escurrida toda la miel de los
panales, la cera se cuece varias veces en las calderas hasta formar
las características tortas doradas, que luego venderá o canjeará
la abuela por otros géneros. De la primera cocción de la cera se
sacaba la popular aguamiel, con la que luego se hace el delicioso
mostillo, que junto con los calostros, son los dos postres
elaborados mas ricos y deliciosos de estos tiempos. Para limpiarla
la cera tendrá que ser cocida y filtrada varias veces por un paño
de esparto, hasta lograr unas tortas limpias de impurezas, este
proceso es laborioso y lento, pero la abuela tenia tiempo y
paciencia para hacerlo. Con la cera menos limpia y vistosa se
preparaban las tradicionales tablas de cera, que con mucha paciencia
elaboraba la abuela en los ratos libres sentada al sol . Estas
tablas no faltaban nunca en la casa de la abuela y cuando en otras
casas se utilizaba el candil , en su casa se utilizaba siempre esta
tabla de cera.
La abuela Engracia nos contaba sus anécdotas sobre
la vida de las abejas. Los tópicos eran
muchos en aquellos tiempos, y a pesar de que como hemos relatado la
abuela tenia muchos conocimientos sobre el mundo de las abejas,
había creencias que no eran del todo ciertas. Nos comentaba la
abuela cuando subíamos con ella al colmenar algunas de las
costumbres de las abejas. Decía de los zánganos, que los
utilizaban las abejas para llevar el agua a las colmenas y que luego
los mataban al finalizar el verano. En esta época es cuando se ven
las piqueras de las colmenas gran cantidad de zánganos muertos. Lo
cierto es que la única misión de los numerosos zánganos en la
colmena es la de fecundar a la reina, y solo uno de ellos logra este
objetivo en el conocido como el
vuelo nupcial.
La reina solo sale de la colmena o para enjambrar o para ser
fecundada por el zángano mas veloz, que logra alcanzarla en pleno
vuelo.
Al enjambrar
alguna colmena, echo que se solía dar en los meses de mayo o
junio, la abuela permanecía mas tiempo en el colmenar tratando de
capturar el enjambre, que solía pararse en la rama de algún árbol
cercano. Con un pequeño cesto y sin ninguna protección, ella se
acerca a la rama y sacude las abejas que recoge dentro del cesto.
Después comprueba que este la reina, para ello las extiende con la
mano sobre un paño negro hasta localizar a la reina, que es de
mayor tamaño que las de mas nos comentaba, y que no lleva corona
como nosotros nos imaginábamos, o bien intentando localizar sobre
el oscuro paño los pequeños huevos blancos que la reina suele
depositar. Otro método para localizar la reina, es buscar en las
celdas en las que se están formando las nuevas abejas una celda de
mayor tamaño que las de mas, que será la celda de una reina. La
reina se forma con el mismo huevo del que nacen el resto de las
abejas, pero a diferencia del resto de abejas que son alimentadas
con miel y polen, a la reina se le alimenta con jalea real. Cuando
nos enseñaba un panal en tiempo de reproducción en los meses de
mayo y junio, veíamos unas celdas llenas de larvas blancas y otras
llenas de polen, era una imagen muy diferente de la que vimos en la
colmena al catar. En esta etapa las abejas se muestran mucho mas
agresivas y no les gusta que les molesten, por eso pocas veces
podíamos ver como se formaban las nuevas abejas, un proceso que
dura unos 21 días desde que la reina pone los huevos. En este
tiempo las abejas tienen que alimentar continuamente a las larvas y
mantener en la zona de incubación de la colmena una temperatura
constante entorno a los 34 grados, algo que logran aireando la
colmena con el movimiento de sus alas. Tras el nacimiento de las
nuevas crías, la población de la colmena puede alcanzar las 80.000
obreras y es entonces cuando al nacer una reina nueva la vieja se ve
forzada a abandonar la colmena. Para pasar el invierno la población
de la colmena no suele sobrepasar los ocho o diez mil individuos,
pues no olvidemos que la vida de una abeja no es superior a las seis
semanas en época de trabajo y las que nacen en el otoño viven
hasta la primavera, cuando la vida de la reina supera los tres
años.
Con este relato, he querido reflejar una tradición con la que
cada año nos saludábamos ilusionados la llegada de la primavera.
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