El sábado,
15 de noviembre, la cita era en Cerbón. Este Otoño en Tierras Altas está
siendo muy agradable. El tiempo acompaña, y el compromiso de
organizadores y habitantes da como resultado actividades tan auténticas
como el propio mundo rural.
Hombres y mujeres, sin pereza, se sacuden el frío encendiendo el horno
comunal, amasando sobadillos, batiendo madalenas, haciendo mostillo,
preparando migas, catando miel…, y el resultado es una jornada cálida y
amable a más de mil cien metros de altitud, rodeados de montes
redondeados, con la vista puesta en el Moncayo nevado. Estamos en Cerbón,
donde las recias casas de piedra se apiñan formando ángulos y pequeños
escondites, a fin de despistar al cierzo.
La actividad
preparada para ese día era la cata de la miel y la extracción de ella
como antes. Pero ya que el día se hacía festivo, y el horno comunal
había sido encendido, aprovecharon para cocer en él sobadillos,
madalenas y tartas. Decía Luisa Zamora que se habían “sollamao”, palabra
que nunca habíamos escuchado, y cuyo significado es el mismo que
“arrebatado”, o quemado. Pero Luisa exageraba. Habían introducido en el
horno demasiado caliente los sobadillos, y se habían cocido deprisa,
nada más, porque estaban exquisitos.
Allí estaban
María, Juan Catalina (para entretener enseñando a niños y mayores) y
Eduardo Alfaro, a quien le cambiamos el apellido de vez en cuando, sin
que él se queje, porque le colocamos el Arroyo, de Toño, el sacerdote de
Tierras Altas, y parece ser que no le importa demasiado. Se tratará más
bien de buena educación. Fue él quien propuso primero una visita a la
iglesia de San Pedro Apóstol, un precioso templo románico con soluciones
góticas, de dos naves separadas con arcos fajones, y dos ábsides, lo que
la hacen original y espaciosa.
Sabíamos que
la campana grande tiene el poder de ahuyentar las tormentas, también
conocíamos aquello de “si alguna vez oyes ‘don’ ‘don’, las campanas de
Cerbón”. Ahora podemos decir algo más sobre ellas, gracias al inventario
de campanas que ha hecho de toda la Comunidad la Junta de Castilla y
León. La del Oeste tiene el nombre de Jesús Nazareno, y en ella está
grabado “Jesús Nazareno tenednos piedad y libra a tu pueblo de la
tempestad”. La hizo Güemes, en el año 1907, siendo cura párroco D.
Emilio Yturriaga y alcalde D. Valero González. La que mira al Sur se
llama María y San Pedro, y en ella se lee “Mi voz es sonora para el
demonio ahuyentar con la virtud de María y San Pedro Titular”. El
artífice fue el mismo, el sacerdote que entonces era titular, también,
pero el alcalde era, en 1901, don Manuel Herrero.
Vayamos a la
miel. En un gran salón –suponemos que social- se habían expuesto dos
tipos de colmenas, una de ellas de las llamadas “de horno”; el ahumador,
aparato que, alimentado con fuego y boñigas de vaca, sirve para
ahuyentar a las abejas cuando se va a catar; una plancha de cera virgen
que se colocará en el panal para aliviar el trabajo de las abejas; y
otros aparatos necesarios, como la centrifugadora, a la que le añadieron
un motorcillo, regalo de la modernidad, que evita darle a la manivela.
En el centro de la mesa había una bandeja con un suculento mostillo que
había hecho, el día anterior, Sira Aguado Herrero. Exquisito, en su
punto de dulzor, mezclada el agua-miel con abundancia de frutos secos, a
buen seguro de la huerta de Cerbón.
Matías
Aguado Herrero y el alcalde, Miguel Aguado Aguado, fueron sacando los
panales de la colmena, limpiando la cera, mostrando opérculos, polen y
otras particularidades de técnicas que hacen de la fabricación y
extracción de la miel un proceso laborioso y antiguo. En la
centrifugadora, la miel, limpia, espesa, amarilla, va cayendo en el
fondo, y los presentes han de controlar el impulso de untar con el dedo
el dulce producto de esos animalillos pequeños que vuelan.
Los niños se
afanaban, con sus cámaras digitales, en fotografiar todo el proceso del
que, a buen seguro, harían un trabajo en su centro escolar.
Ya metidos
en harina, las buenas gentes de Cerbón prepararon unas migas pastoriles
que, lamentablemente, no teníamos tiempo para degustar. El día, soleado
y magnífico, acompañó en Cerbón.
©
soria-goig-com, 2008
|