Valdegeña
encierra muchos y bellos recuerdos de los pueblos ya casi olvidados.
En Numancia no
quedaba gran cosa, pero los arqueólogos hicieron un esfuerzo para
reconstruir el símbolo de la resistencia de los pueblos oprimidos por los
romanos. Con el calor de la mañana comenzamos nuestro paseo por las ruinas.
Lo fascinante es el sistema que tenían para vivir en aquellos parajes. Las
casas reconstruidas son un buen ejemplo de la vida de aquellos hombres y de
sus costumbres. En el Museo Numantino me llamó la atención la pelvis de un
mamut y lo bien conservadas que estaban las reliquias de nuestros orígenes.
Más tarde fuimos a
pasear por Soria, que es una hermosa ciudad y tiene un tesoro: el Duero. Y
nos encaminamos hacia San Saturio, una pequeña ermita cerca del Duero y en
un saliente de la montaña.
Helena Agustín
Valdearcos
Numancia,
la famosa ciudad resistidora: sus muros de piedra todavía huelen a batalla,
en la que el ganar no es importante, sí el honor de un pueblo celtibero ante
la opresión, el poder, la conquista… personificadas en los romanos. El
sonido de las espadas chocando, flechas en el aire… El fin de ese pueblo es
tan triste que recordarlo, a sus descendientes pone lágrimas en sus ojos.
Noté una sensación de viajar al pasado.
Pablo Azagra
Millán
Ayer
fuimos de viaje. Primero a Valdegeña, pueblo de Avelino Hernández, con sus
casitas antiguas y tan bien conservadas. Lo que me chocó fue los pitidos del
panadero al traer el pan. A la entrada, hay unas teselas con todos los
nombres de chicos y chicas que han visitado Valdegeña.
Noemí Núñez
Primero
fuimos a Valdegeña, un pueblo pequeño pero bonito. Dimos una vuelta: primero
vimos una miniestatua de Silvestrito, la casa de Avelino, el colegio, la
iglesia….
Paula Ibáñez
Cubero
Valdegeña
, un pueblo pequeño, situado enfrente de un monte colmado de encinas. De
allí es Avelino. Su hermano, muy amable, nos dio patatas fritas. Nada más
entrar, se ve la silueta del pueblo pintada en la pared con los nombres de
muchos alumnos y profesores que han visitado Valdegeña. A mí me hubiera
gustado poner mi nombre. El profesor nos enseñó el pueblo y el colegio de
Silvestrito; allí leímos partes de la novela. Había una figura de
Silvestrito; nos dijeron que había que besarla para aprobar matemáticas. Lo
que me hizo mucha gracia era el panadero que fue pitando por todo el pueblo.
Marta Cabello
Nuestro
destino era Valdegeña, un pequeño pueblo en el que nació Avelino Hernández,
escritor del que hemos leído un libro. Allí almorzamos y nos volvimos al
autobús. A mí, personalmente, me pareció un pueblo muy bonito y me lo pasé
genial. A continuación, llegamos a las ruinas de Numancia: no me parecieron
nada del otro mundo. Me gustó mucho más el pueblo.
Esther Arruego
Luesma
Vimos
el Museo Numantino de Soria en el que tenían de todo: cuchillos, espadas,
colmillos, anillos, botones, esculturas y muchas cosas más.
Roberto Montesinos
Rivas
Llegamos
a Valdegeña y nos esperaba el hermano de Avelino Hernández, que nos guió por
todo el pueblo. A mí el pueblo me gustó mucho: era pequeño, tranquilo,
metido entre montaña y montaña, escondido, como si quisiera pasar
desapercibido. Fuimos hasta la ciudad antigua de Numancia. Yo sólo vi
piedras y piedras; a mí los restos arqueológicos no me dicen nada. Cogimos
el autobús y nos fuimos a Soria, a ver el Museo Numantino. Me gustó
bastante, pero no entendí nada. Yo pensaba que un guía nos explicaría algo.
Después dimos un
paseo por Soria: no le vi nada interesante. Andando por la orilla del Duero,
que era un río bastante bonito, llegamos a San Saturio. Estaba en obras y no
pudimos ver nada, aunque el año pasado ya lo habíamos visto.
Me hubiera gustado
ver el olmo viejo de Antonio Machado.
Miriam Crespo
Garcés
El
viaje estuvo bien, pero me quedé con las ganas de ver a Avelino Hernández y
sobre todo al famoso "olmo viejo"
Cuando llegamos a
Valdegeña, nos resultó gracioso ver un coche por ahí, pitando y todo: el
panadero. ¡Con lo desierto que estaba todo! Nos enseñaron la casa donde
vivió su infancia Avelino y su hermano Ricardo. Resultó raro y a la vez
bonito ver "imágenes" de los libros de Avelino, tales como las de
"Silvestrito". En algunas casas, a la entrada del pueblo, también había
frases; la más emotiva y sobrecogedora fue "Valdegeña también es mi pueblo".
Laura Calvo
Barreiro
Cuando
leí el libro de Avelino Hernández, me imaginé cómo viviría el escritor.
Ahora sé que vivió en Valdegeña. He visto su casa y su pueblo; por cierto,
un pueblo precioso, con mucha vegetación, un cementerio, el Valle del
Infierno, y hasta un campo de fútbol y baloncesto.
Alejandro Blasco
López
Me
gustó mucho el viaje, pese a la tormenta que nos cayó encima. Pero volver
tan tarde y tener al día siguiente dos exámenes, no fue nada agradable.Lo
que más me gustó, sin duda, fue el paseo a San Saturio, que era muy bonito,
y la visita a las ruinas de Numancia. Valdegeña no estuvo mal, lo único que
no pudimos ver todo el pueblo. Cuando llegamos a Soria, yo me la imaginaba
diferente: más pequeña. La visita al museo me gustó también mucho, y me
sorprendió la gran pelvis y los colmillos del mamut. ¡ Ya me olvidaba de
Numancia! A decir verdad … me encantó. Las ruinas estaban muy bien
conservadas; y las chozas, muy bien imitadas.
Clara Jarauta
Cordoba
De
Valdegeña, me impresionó lo pequeño y viejo que era, la iglesia, el hermano
del autor de "La boina asesina del contador de cuentos", el colegio que
salía en el libro.
Más tarde fuimos a
ver el Museo Numantino, donde me impresionó ver los colmillos de elefantes,
las monedas y otras utilidades que desarrollaban en aquella época. A la
salida, muchos de los compañeros fueron a comprar recuerdos en un puesto de
indios. Enfrente del museo había un parque, allí comimos. Me gustó porque
estaba muy limpio, no había ruido y se estaba tranquilo. Nos fuimos andando
hasta el río Duero, y entramos en el claustro de San Juan. La tarde se puso
mala, pero fuimos a San Saturio, donde vimos muy poco porque estaba en obras
y, al bajar, nos cayó todo el chaparrón y nos tuvimos que refugiar en un
autobús hasta que llegó el nuestro.
Álvaro Nieto Bravo
A
mí me parecía muy interesante el viaje, y estaba muy ilusionado en saber la
vida de un escritor cuyo libro habíamos leído. Valdegeña es un pueblo
pequeñito y alegre, que te da una parte de él, como si también fuera tu
pueblo. Después, las ruinas de Numancia: parecía un pueblo triste. No sé
cómo no nos ponemos a pensar la cantidad de cosas que tenemos. Cuando vi las
casas, parecía una película más que realidad. Para finalizar, Soria me
recordó un poco a Zaragoza, aunque no vi un edificio con más de cinco
plantas.
Diego Martín Calvo
|
Nos acercamos por primera vez a Soria,
hace ya siete años por casualidad. Unos parientes pasaban los veranos en
Navaleno. Siempre me había parecido algo estrambótico lo de veranear en
Soria. Me costaba entender que alguien fuese allí de vacaciones. Nos
invitaron a pasar unos días y mira por donde... terminamos a mediados de
agosto en Navaleno.
Apenas
llegar nos llevaron al Cañón del Rio Lobos. Me pareció en su sencillez y
belleza, contemplando al atardecer la ermita de San Batolomé y su entorno,
uno de los lugares más hermosos nunca por mí vistos. Ese lugar mil
veces imaginado y que tendemos a situar a miles de kilómetros de donde
vivimos. Y allí estaba, en Soria, a cuatro horas de casa.
Ya mientras nos dirigíamos hacia
Ucero, bajando la cuesta de la Galiana, el castillo
que no lejos se ve vino a ser el flechazo con aquellas tierras. La ermita
de San Bartolomé y el castillo de Ucero, posteriormente varias veces
visitado, fueron el principio de una relación con Soria que ya desde
entonces no ha hecho sino crecer.
Caracena, Gormaz, Tiermes, Ucero,
San Baudelio, San Saturio. El Duero, Castroviejo, la Laguna Negra,
Calatañazor, la Fuentona, Medinaceli...
Soria es ya para nosotros la
segunda casa y todos los veranos al entrar por Piqueras detengo el coche
para, alzando los brazos, gritar con alborozo:
¡Soria!
Tal vez no os guste, pero no
deberíais hacer publicidad de la provincia porque uno de sus encantos es
la soledad. Gormaz o Caracena no serían lo mismo con cientos de turistas.
A pesar de todo yo no he podido resistirme a contar a cuantos he tenido
oportunidad lo que aquí y brevemente he resumido. Y los que se han
acercado han vuelto encantados.
Ahora y sin esperar al verano, voy
para tres días. Ver atardecer desde las murallas viejas de mil años de
Gormaz después de haber dejado pasar las horas previas lentamente en
Caracena, es un viejo sueño que pronto será cumplido.
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Volvemos a Soria desde Gipuzkoa.
Berlanga, San Baudelio, Caltojar, Bordecorex, Caracena y Gormaz llenarán
dos días largamente esperados.
Sus encantos no están en largas y
concurridas avenidas, ni en palacios suntuosos o en
grandes museos. Tampoco en los circuitos turísticos de las grandes
agencias ni en los locales de las más famosas tiendas de moda. Soria es la
magia de un paisaje en el que el hombre, la naturaleza y la Historia
pareciesen haberse puesto de acuerdo para dejar al viajero ocioso,
romántico y despreocupado del siglo XXI el mejor de sus legados: el de
sentarse en cualquiera de sus piedras centenarias y con ese esfuerzo que
tampoco cuesta a quien todavía es capaz de emocionarse con un atardecer de
primavera en esa Castilla despoblada, imaginarse al caballero moro o
cristiano que, tras mortal pelea con el adversario
por un palmo de tierra que hoy sólo es yermo, acude ansioso al encuentro
con su amada...
¡Hasta siempre en Soria!
Gracias
Pako A
Arrasate-Mondragón
Gipuzkoa |
Iván
desde las hermosas islas Canarias
Realmente se
puede pensar e interpretar que estoy desubicado, descolocado...fuera de
contexto.
Qué
se puede pensar de un canario que a buen seguro las únicas raíces que
tiene con "españa" son las propias de la conquista que los castellanos
hicieron de lo que hoy llamamos las islas maravillosas?.
Un día tuve
la fortuna, de eso estoy convencido, de poder visitar SORIA. una provincia
para mi especial, hasta tal punto que me ha servido para poder trasladarme
en el tiempo.
No existe
día alguno desde aquel momento que piense en ella, que recuerde con
nostalgia y melancolía en sus peculiaridades, en los castillos que pude
visitar, en los pueblos que pude recorrer, en el tremendo y enriquecedor
patrimonio del que cuenta...pero me faltó muchísimo por vivir, sobre todo
conocer a su gente, saber de ellos, puesto que lo único que hice fue un
mero ejercicio de observación.
Recuerdo una
tarde de ese verano, serían las ocho, la zona la recuerdo como si la
estuviese viviendo en estos instante, pero no así el nombre exacto. nos
encontrábamos recorriendo la comarca de EL BURGO DE OSMA con destino
RETORTILLO DE SORIA.
Atrás quedó
lo que para mí ha significado la mayor expresión de melancolía
(entendiendo ésta como el sentimiento que recorre nuestro fuero hasta
fundirse en algo de razón, y con ello nos hace vivir esa agridulce emoción
entre la tristeza y la esperanza)... recorría la
carretera que une El Burgo
con Retortillo, un asfalto en deterioro y una
estrechez agudizada en algunas zonas delataba que no era excesivamente
transitada.
De repente, un cambio de rasante precedió una recta
en bajada destacada en su longitud.
Ese cambio no fue el único que se percibí, puesto
que otro mucho más significativo e importante se produjo. El paisaje se
tornó en una inmensa llanura con un testigo de excepción, el castillo de
GORMAZ.
No tuve opción y automáticamente
esa melancolía a la que hago mención me obligó a parar, seguidamente cogí
la cámara fotográfica e intenté de una forma impaciente inmortalizar ese
momento. No recuerdo el número exacto, pero creo que son cinco las fotos
que mi razón me impulsó a hacer... estuve
conduciendo toda la tarde, pero durante diez minutos ese castillo fue mi
testigo, sentía en mi interior que me estaba observando, y no puedo evitar
reconocer que me gustaba tal hecho, y se creó entre los dos una
complicidad que desde entonces existe. La melancolía hacia SORIA nació y
se fraguó en ese pequeño espacio de tiempo. Desde entonces “veo” a
Castilla de una forma diferente, de una forma especial, como si de un
segundo hogar se tratase.
Ya eran las ocho de la tarde, el
sol comenzaba a dar sus penúltimos destellos de luz clara, y empezaba a
aparecer la luz tenue que hace que la nostalgia nos recorra el cuerpo. La
carretera seguía con las mismas características, pero en este caso se
encontraba en una mejor condición de conservación, puesto que estábamos
entrando en un pequeño pueblo. Al margen izquierdo una pequeña parroquia
se encontraba en soledad. Un pequeño porche precedía la puerta de entrada.
Los rayos casi rojizos del sol bañaban el tejado y media parte inferior de
la puerta de entrada al templo. La otra media estaba en completa
oscuridad, ya que el pequeño porche no dejaba que el sol la impregnase,
dándole vida. Tres ancianos sentados en la penumbra que había en esa
puerta, hablando de sus cosas esperaban a otros dos que se encontraban de
camino al encuentro.
La tarde estaba apaciguada, el
verano se respiraba en el ambiente. Ese verano que facilita la
comunicación personal, las relaciones de grupo, el intercambio de
experiencias…
LA VERDAD ES QUE NO SÉ PARA QUE HE
ESCRITO ESTO, BUENO REALMENTE LO HE HECHO PORQUE EL ESTAR NAVEGANDO POR
LAS PÁGINAS DE LOS PUEBLOS DE SORIA NO HE PODIDO EVITAR LA TENTACIÓN DE
PODER EXPRESAR MIS SENTIMIENTOS HACIA LA PROVINCIA QUE MÁS HA CALADO
DENTRO DE MI SER, E INTENTAR CON ELLO PONER UN GRANITO DE ARENA EN LO
IMPORTANTE QUE ES EL RECUPERAR ESOS PUEBLOS, Y PARA QUE VEAIS EN EN
CANARIAS TAMBIÉN NOS IMPORTA, POR LO MENOS PARA MI, Y ESO PARA MI ES
FUNDAMENTAL.
ESPERO QUE CON ESTO COMENCEMOS A
TENER COMUNICACIÓN, Y PODER SABER UN POCO MÁS SOBRE LO QUE HACÉIS, PUESTO
QUE DURANTE 5 AÑOS ESTUVE TRABAJANDO CON FONDOS DEL F.S.E. EL DESARROLLO
COMUNITARIO CON LA FORMACIÓN Y CAPACITACIÓN PROFESIONAL DE DESEMPLEADOS,
PARA EVITAR LA MIGRACIÓN DE ZONAS POBRES A OTRAS QUE NO LO SON TANTO,
PORQUE EN CANARIAS TAMBIÉN TENEMOS PROBLEMAS DE DESPOBLACIÓN LO QUE A
MUCHA MENOR ESCALA, EL NORTE DE ALGUNAS ISLAS SE "ESTÁN MURIENDO" MIENTRAS
QUE EL SUR OCURRE TODO LO CONTRARIO, COSAS DEL TURISMO.
Iván |