Soria Siglo XX
Soria de Ayer y Hoy (13)
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Joaquín Alcalde
El
Palacio de Comunicaciones
La
prueba de la autoridad
El
Vía Crucis del camino de San Saturio
El Palacio de
Comunicaciones
Del edificio de Correos se
habló lo suyo hace unos años, y no precisamente por asuntos relacionados
con la actividad que se desarrolla en él. Era, y fue inevitable hacerlo,
en lo que le afectaban, que fue mucho, las obras del parquin del Espolón
pero sobre todo en cuanto a la solución que se dio a algunos aspectos
del conocido en tiempos, y hasta no hace tanto, como paseo de invierno,
por otra parte, una de las actuaciones más demandadas por la sociedad
soriana de comienzos de los cuarenta, que al final pudo convertirse en
realidad. Esta última con algún que otro quebradero de cabeza, fue una
más de las muchas intervenciones de mayor o menor calado que se han
llevado a cabo en diferentes épocas en el hoy tan céntrico espacio,
hasta no hace muchas décadas en las afueras de la ciudad. Porque, en
efecto, el edificio de Correos y Telégrafos marcaba de hecho junto con
el Museo Numantino el final de aquel núcleo urbano que siendo generosos
se prolongaba hasta el comienzo de la entonces carretera de Valladolid
(el pomposo nombre de avenida lo tomó después) de imprevisible futuro
entonces en cuanto a su desarrollo urbano que devino, sobre todo en el
primer tramo, hasta la estación de autobuses, que ha resultado, sin
duda, uno de los mayores despropósitos acometidos en la ciudad en las
últimas décadas y eso que se estaba todavía a tiempo de evitar semejante
desaguisado. Pero, en fin, esta es otra historia que quizá haya que
retomar en el futuro. Como su particular historia, y bien larga por
cierto, tiene la que en un primer momento se dio en llamar Casa de
Correos y Telégrafos o Palacio de Comunicaciones, nombres ambos
manejados indistintamente en la época. Porque, en efecto, si bien es
cierto que los servicios postales y telegráficos comenzaron a funcionar
en las nuevas instalaciones en el verano de 1933, la realidad es que ya
a comienzos del siglo XX las autoridades locales estaban dándole vueltas
a un asunto que les preocupaba.
Las oficinas de Correos y
Telégrafos se encontraban instaladas en precario reaprovechando viejos
caserones primero en la plaza de Teatinos (hoy Bernardo Robles, mejor de
Abastos, nombre más popular y conocido que nos lleva directamente a
ella), en una ubicación, por cierto muy criticada por los ciudadanos
porque suponía una serie de dificultades y peligros para el tránsito
público, según recoge la profesora Montserrat Carrasco en su obra
“Arquitectura y urbanismo en la ciudad de Soria. 1876-1936”, y más tarde
en la plaza de la Leña (ahora de Ramón y Cajal). De modo que se
estuvieron manejando diversos emplazamientos, entre ellos el de los
terrenos resultantes del derruido palacio Marqués de la Vilueña –en la
plaza de Mariano Granados-, en los que se hizo especial hincapié pero de
los que al final no quedó más remedio que desistir. Se comenzó a hablar
del paseo del Espolón y tampoco gustó a los vecinos, que preferían la
céntrica plaza de San Esteban por considerarla un lugar más a mano y
cómodo para el público. Otra de las soluciones manejadas fue la del
Palacio de Alcántara, –que en aquella época se encontraba en estado
ruinoso-, en la calle Caballeros (frente a la plaza del Olivo), donde
estuvieron el mítico y hace años desaparecido bar España y la imprenta
de la Casa de Observación de Menores, en la que se editaba el periódico
Campo Soriano. La propuesta, por circunstancias que no vienen al caso,
quedó en agua de borrajas. De modo que no hubo más remedio que tirar por
la calle de en medio. Y como solución se adoptó la de acondicionar
algunas de las dependencias del palacio de los Condes de Gómara, que se
recibió a regañadientes porque en realidad por lo que se estaba peleando
era por la construcción de un edificio funcional, que se diría hoy, de
nueva planta. Con las mismas, el ayuntamiento volvió a ofrecer una vez
más el solar del paseo del Espolón, contiguo al Museo Numantino. Y esta
vez sí, el proyecto salió adelante. En el mes de febrero de 1927 se
hacía ofrecimiento del solar. El anuncio de licitación de las obras
tenía lugar dos años más tarde a partir del proyecto redactado por los
arquitectos Joaquín Otamendi (un personaje interesante del que habrá que
escribir algún día con mayor amplitud) y Luis Lozano. En el mes de
diciembre de 1930 se procedía a la recepción provisional del edificio
“cuya construcción ha durado unos 18 meses y ha costado al Estado unas
400.000 pesetas”, señaló el periódico El Porvenir Castellano que, a
mayor abundamiento, añadía en la información que “en la nueva Casa de
Correos se han invertido diecisiete vagones de cemento y ochenta
toneladas de hierro”. Y en los últimos días del mes de enero de 1932
tuvo lugar la recepción definitiva del Palacio de Comunicaciones. Un
acto de suyo rutinario revestido, sin embargo, de una especial
solemnidad –la ocasión, sin duda, lo merecía- al que asistieron el
Gobernador Civil de la provincia, el Secretario del Gobierno Civil, el
Delegado de Hacienda, el Abogado del Estado, el Ingeniero de Obras
Públicas, el Arquitecto Municipal, el Jefe del Centro Telegráfico, el
Administrador de Correos, el Arquitecto de la Dirección General de
Comunicaciones, el Arquitecto del Palacio de Comunicaciones, concejales
del ayuntamiento de Soria, el contratista de las obras y representantes
de la prensa soriana; todos ellos recorrieron las dependencias
“perfectamente amuebladas”, recogió la información del periódico.
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Joaquín Alcalde, invierno 2023
La prueba de la
autoridad
El día grande de las fiestas de San Juan o de la Madre de Dios, como se
conocían también en tiempos en la calle, es el Domingo de Calderas. El
que “tiene el sol más destellos y a su luz nuestra Alameda muestra toda
la hermosura de una inmensa rosaleda”, al decir del letrista de las
sanjuaneras Jesús Hernández de la Iglesia. Es el día en que la capital
abre sus puertas de par en par a quienes quieren compartir con sus
vecinos efeméride tan señalada y está más concurrida que nunca. Es
Domingo de Calderas. Un día singularmente especial que conduce
irremediablemente a los sorianos –por más que nos resistamos- al final
de unas celebraciones ancestrales vividas siempre con intensidad, sin
importar demasiado lo que pueda decir el carné de identidad de cada uno
de los moradores de esta tierra, porque cada cual las vive según quiere,
o mejor, según puede.
La palabra séquito,
comitiva, cortejo o cualquiera de las otras acepciones que recoge el
diccionario de la Real Academia de la Lengua, incluida la de comparsa
que puede resultar más vulgar, se pierde en lo más remoto del tiempo.
Séquitos, comitivas,
cortejos o como quiera que se les llame, siempre han existido, existen y
seguirán existiendo mientras no falten sobre todo en el ámbito de la
política quienes de ella hagan su profesión y su medio de vida, por más
que las tendencias y los modos de organización de convivencia de la
sociedad vayan por senderos diferentes. A estos efectos da lo mismo. No
importa quien mande o gobierne. Hay tantos séquitos, comitivas o vaya
usted a saber qué, que no vale la pena detenerse en este tipo de
disquisiciones. Comitiva real, cortejo fúnebre, comparsa (la más común
es la de los gigantes y cabezudos en las fiestas mayores, aunque también
reciba idéntica denominación el grupo amorfo que integran quienes
sencillamente van de relleno, para hacer bulto, vamos)... La lista sería
demasiado larga y se corre el riesgo de dejarla incompleta en el
supuesto dado de que se intentara confeccionar una.
En Soria, al margen de
las de políticos que son las más habituales y proliferan cada día más
sobre todo cuando se barrunta la presencia del que o la que manda, la
comitiva oficial por excelencia, bien conocida por todos, es la del
Domingo de Calderas para asistir a la conocida en lenguaje sanjuanero
como “prueba de la autoridad”, una de las reminiscencias del pasado que
acaso habría que plantearse revisar.
La comitiva del
Domingo de Calderas, es decir, la que con puntualidad exquisita se
configura la mañana de este día, o lo que es lo mismo la de la prueba de
la autoridad, es única. Quienes conocen bien y han vivido las fiestas de
San Juan y su “día de más esplendor” según el cancionero, tantas veces
como años han cumplido, y ya hace bastantes de la adolescencia, tienen
grabada en la retina del recuerdo, cual si fuera con marca indeleble, la
imagen nítida y para nada deformada, al contrario, por el paso del
tiempo, de aquel séquito interminable encabezado por los prebostes que
mandaban en los años de plenitud del Régimen del General Franco, con el
Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de turno como figura
angular de la celebración, a la que se unían los tiralevitas y
pelotilleros de turno, amén de algún que otro caradura, que configuraban
la comitiva oficial que se organizaba al efecto, contestada ya entonces
no en los medios -pobre del que tuviera semejante ocurrencia-, aunque sí
en el sentir popular que cada año asistía sin decir ni pío a semejante
parafernalia, porque de lo contrario quedaba marcado para la posteridad.
Con la excusa de unas
Ordenanzas Municipales caducas –las actuales tampoco es que sirvan para
mucho-, el poncio de turno vestido con aquel uniforme propio del cargo
rancio por ostentoso y repujado de condecoraciones que malamente le
cabían en la ancha solapa no se perdía ni de coña la ocasión. Y tras él,
una colección interminable de individuos que casi siempre con la menor o
nula excusa se incorporaban a la comitiva. No se les conocía más mérito
que el de no perder comba para salir en la foto que se dice ahora.
Porque maldito lo que representaban y la falta que allí hacían.
La escena, a fuerza de
repetirse cada año, terminó por hacerse diríase que familiar. Vamos que
pasó a formar parte del decorado festivo. De tal manera que cuando
desaparecida la figura del gerifalte alrededor del cual giraba el
acontecer diario de la vida cotidiana y como consecuencia dejó de
encabezar la comitiva oficial cada Domingo de Calderas, se advirtió que
aquello ya no era lo mismo. Aunque todo hay que decirlo, no fue
necesario que tuviera que pasar mucho tiempo para que la circunstancia
pudiera ser superada sin mayor trauma. No obstante, no dejó de ser un
espejismo. Porque al socaire de las antañonas y manidas Ordenanzas
Municipales, actualizadas hace unos años, no sin autobombo y sin saberse
en realidad con qué utilidad práctica porque la realidad dice que el
desarrollo de los festejos camina por senderos diferentes, surgió sin
solución de continuidad la actual comitiva oficial que, con la misma
puntualidad y rigor si se quiere, se forma cada Domingo de Calderas para
asistir a la dichosa prueba de la autoridad –ahora le llaman “de
Calderas”-, que continúa celebrándose con idéntico ritual o, cuando
menos, muy parecido al de antaño. Por razones obvias del discurrir de la
vida, no están algunos de los de entonces. Otros, los más jóvenes de la
época, eso sí reconvertidos a la causa actual en un ejercicio de
asombroso travestismo, continúan arrimándose al séquito, amén de algún
que otro redentor de nuevo cuño que, como entonces, no se sabe qué coño
pinta en la ceremonia. No está el jefe supremo, lógicamente. Pero sí los
habituales, los de siempre, que en cierto modo y con la perspectiva del
paso del tiempo, en la práctica vienen a representar exactamente lo
mismo.
Pues bien, semejante
comitiva recorría y probaba todas y cada una de las calderas, que eran
trece pues a las de las doce cuadrillas había que añadir la conocida
como de los pobres que costeaba el ayuntamiento, en la que el séquito se
detenía especialmente, y cuyo verdadero sentido no era otro que
el de hacer partícipes de la fiesta a quienes no tenían medios
económicos suficientes para celebrarla, es decir, a los que el
consistorio consideraba legalmente pobres.
La llamada caldera de los pobres
desfilaba la última llevándola unas veces algunas de las cuadrillas de
mozos de entonces (las peñas que conocemos no habían hecho todavía su
aparición) y otras, mujeres de la Sección Femenina ataviadas con al
traje regional; desfilaba la última.
Entonces la composición de las calderas
de las cuadrillas se ajustaba a la más pura ortodoxia, al contrario de
lo que sucede ahora en que la ostentación es lo que predomina en
detrimento de los viejos usos, en tanto que la caldera de los pobres,
por el simbolismo que entrañaba, procuraba combinar la costumbre
tradicional con las verdaderas necesidades de sus destinatarios,
alrededor de setecientos en aquellos años de penuria. Paella –otras
veces arroz con jamón-, chorizo, guisantes, pimientos, congrio, huevo
cocido, un trozo de carne de toro y cordero con patatas, además de una
ración de pan solía ser el menú que se encargaban de repartir las mismas
mujeres de la Sección Femenina que la habían transportado desde la Plaza
Mayor.
Hace muchos años que el ayuntamiento dejó
de presentar la caldera de los pobres, sustituyéndola por algún otro
tipo de ayuda a los más necesitados, que resulta más práctico y menos
engorroso pero, sobre todo, menos humillante para quienes la recibían, y
más tratándose del día grande de unas fiestas de las que siempre se dijo
que las diferencias sociales no caben en ellas. Pero la comitiva pervive
y parece que sigue gozando de buena salud.
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Joaquín Alcalde, verano 2023
El Vía Crucis del
camino de San Saturio
La aparición de las
cofradías penitenciales al final de los años cuarenta y comienzo de los
cincuenta y la implantación del nuevo orden litúrgico en 1956 provocaron
una profunda reestructuración de la Semana Santa soriana. En este
contexto, y por resumir, quizá no falte quien pueda interpretar que la
construcción del Vía Crucis a la Ermita de San Saturio fue uno de los
primeros movimientos innovadores de la época y lo asocie a una de las
cofradías penitenciales, pues ciertamente la del Ecce-Homo lleva a cabo
este piadoso ejercicio que hace ya tiempo cruzó la frontera de lo
habitual para formar parte de la tradición y de la historia de las
celebraciones de la tarde-noche del Miércoles Santo, aunque en sus
inicios no fuera precisamente este día cuando se celebraba, sino el
lunes.
En cualquier caso, la realidad del Vía
Crucis a la Ermita de San Saturio es bien distinta. Lo dijo el Abad
Santiago Gómez Santa Cruz en una especie de llamamiento a los sorianos
fechado el 9 de noviembre de 1947 cuando en una nota oficial anunció que
“un soriano piadosamente devoto de San Saturio y que desea ser ignorado,
ha enviado al M. I. (Muy Ilustre) Sr. Abad de la Colegiata una limosna
de 5.000 pesetas para que este último señor las emplee a su voluntad, en
lo que juzgue más conveniente para dar mayor culto a nuestro Santo
Patrono”. Y abundando en ello argumentaba que el Abad oídos los
pareceres del Cabildo y del Ayuntamiento, de acuerdo con ambas
Corporaciones, había determinado en principio “erigir un serio, devoto
y, en lo posible artístico Vía Crucis”, cuya primera Estación se
colocaría en el camino de la ciudad a la ermita, en el punto donde
empieza el murallón, pasada la presa de la fábrica de harinas, y la
última al terminar la escalera de subida a la ermita, frente a la puerta
alta de la misma.
Pero no se quedaba ahí porque “el deseo
de que la obra sea digna de la devoción de Soria a su Santo, y
considerando que acaso con las 5.000 pesetas solas no pueda serlo,
motiva el que el Sr. Abad haga público el presente proyecto por si algún
devoto del Santo quiere contribuir a su ejecución, bien ofrendando
alguna cantidad en metálico, bien costeando alguna Estación, pero
sujetándose en último caso al proyecto que se elige”, de tal manera que
una vez conocido y aceptado el proyecto y el coste de su ejecución, no
se recibirá cantidad alguna que exceda de la existente, para lo cual se
haría pública la liquidación de todo lo recibido, pagado o a pagar.
No obstante, añadía, “si no hubiese
ofrecimientos que hiciesen posible la instalación del Vía Crucis, en la
forma dicha de austeridad y dignidad debidas a la piadosísima devoción a
nuestro Santo y a Soria, se devolverán las cantidades recibidas, excepto
las 5.000 pesetas que serán destinadas y empleadas en conformidad con
las instrucciones del generoso donante”, para terminar indicando que
“los ofrecimientos y donativos los recibirá el Sr. Abad, el Cabildo o el
Ayuntamiento a discreción del devoto, quien recibirá justificante de su
donación”.
El llamamiento del Abad encontró eco de
inmediato en el periódico Campo, que en el número siguiente, el del
jueves 13 de noviembre de 1947, publicaba un breve comentario de la
redacción, a modo de arenga, tomando postura clara en favor del
proyecto, en el que textualmente decía: “Si digna de imitación y
merecedora de aplauso es la donación que se ha hecho para contribuir al
mayor culto de nuestro Santo Patrono, no lo es menos la idea de levantar
un Vía Crucis en el bellísimo camino de San Saturio.
Parece que al correr de los tiempos se
agiganta hacia el Santo Anacoreta la devoción de todos los sorianos. Y
este acrecentamiento se manifiesta en lo que a pesar de ser idea
confiamos que pronto será magnífica realidad.
Porque no ha de caer en el vacío la
llamada que hace a todos los sorianos nuestro venerable y queridísimo
señor Abad.
¡Hay que levantar el Vía Crucis en el
camino de San Saturio!.
Para eso somos sorianos, por eso nos
llamamos católicos. Para demostrarlo con obras.
Cuanto más honremos a nuestro Santo, más
él nos podrá favorecer.
Cuanto más honremos a la Cruz, mayor
fortaleza tendremos para derrotar a nuestros enemigos.
¡Sorianos!. Que nuestra generosidad forme
pareja con nuestra devoción. Todo en honor del bendito Anacoreta”.
La iniciativa no tenía vuelta atrás y
enseguida comenzaron a llegar las aportaciones, de tal manera que a los
pocos días de iniciado el mes de enero de 1948 el Abad Gómez Santa Cruz
hacía pública una nueva nota para dar cuenta de los primeros donativos
recibidos, de las gestiones realizadas y de las características del
proyecto. Empezaba señalando los ofrecimientos habidos para erigirlo
hasta la fecha (10 de enero) y que “el presupuesto y el proyecto
encargados al arquitecto Luis Jiménez [Fernández], quien dirigirá las
obras hasta su terminación, importa 7.019 pesetas, no incluyendo
cantidad alguna por honorarios a dicho señor quien, como soriano y
devoto del Santo, se da por bien pagado y honrado al poder contribuir de
este modo a la obra. Y siendo la cantidad ofrecida 6.625, y por haberse
comprometido un señor sacerdote a cooperar con la cantidad necesaria
para suplir la diferencia, 394, en el momento que el tiempo lo permita
se empezarán las obras necesarias, una vez que don José María Fresneda
ha ofrecido generosamente el terreno sin remuneración, pero sin que ello
implique otra servidumbre para su finca que el que puedan erigirse las
cruces en ella. Esta generosidad del señor Fresneda, la gentileza del
señor Arquitecto, la piedad y desprendimiento de las personas que han
aportado las cantidades antes dichas, permiten la pronta realización de
proyecto tan anhelado por todos cuantos sorianos son fervorosos devotos
del Crucificado y del Santo”.
En cualquier caso, el prelado no ocultaba
su lamentación porque “no responde, en todo, el proyecto a las
esperanzas que en él habían cifrado, pero el sitio donde han de
colocarse las cruces de las catorce Estaciones, en la ladera, de la
izquierda del camino, la sierra de fondo y los riscos que le dan áspero
y grandioso aspecto, harán que no resulte pobre hasta el extremo de
resultar menos digno. Por otra parte –añadía- el proyecto es susceptible
de mejoras aun empezado, porque fácilmente y con poco gasto, las peanas
de las cruces, en vez de uno podrán tener dos escalones, lo cual daría
mayor esbeltez y grandeza; esto y cuanto pueda mejorarse queda a la
consideración de los sorianos”. Y concluía mostrando “a todos mi
gratitud, a los que hasta ahora con sus aportaciones han hecho factible
el proyecto, extensiva a cuantos desean aunque sus posibilidades
económicas no les permita contribuir, y de modo especial al Excmo.
Ayuntamiento, al periódico Campo, al Cabildo colegial y a la Cofradía de
San Saturio, donde siempre ha encontrado la cooperación solicitada”.
Como complemento o anejo de lo
anteriormente transcrito, el Abad Santiago Gómez Santa Cruz hizo pública
una nota informando de las particularidades de la construcción en la que
señalaba que ”el proyecto ha sido planeado por el arquitecto soriano don
Luis Jiménez [Fernández], habiéndose adoptado el emplazamiento a la
izquierda del camino, ofreciendo como fondo el austero paisaje de la
montaña tan en consonancia con la devoción a la Cruz. Las estaciones,
según el proyecto, llevarán cimentación de hormigón en masa, coronada,
en su enrase con el terreno, con una base de piedra labrada de formas
completamente geométricas, y sobre ella la sencilla Cruz de madera, en
la cual no se proyecta más decoración que la derivada del rebaje
interior para los números. La Cruz será pintada al óleo, de un color
oscuro, resaltando el número de la estación que irá en blanco. La
primera Cruz quedará enclavada más allá de la entrada del llamado
barranco grande, y la XIV, en el segundo quiebro de la escalera de
acceso a la ermita, dando frente al tramo de la misma escalera”.
Conocido y madurado el proyecto
continuaron recibiéndose nuevas aportaciones. Buena prueba de ello es
que en el número correspondiente al sábado 27 de marzo de 1948 el
trisemanario Campo se hacía eco de una nueva información según la cual
el Abad había entregado al Ayuntamiento la cantidad de 8.025 pesetas
que, devotos del Santo, le habían entregado para construir el Vía
Crucis, que se había decidido levantar en el camino de la Ermita,
empezando en el muro de contención para terminar en la puerta alta del
Santuario. El importe “para tan piadoso fin [lo había recibido de] los
siguientes devotos del Santo: Un devoto anónimo, 5.000 pesetas; don
Joaquín Iglesias, 500; don Anastasio Sánchez, 25; doña Milagros
Cabrerizo, 100; don Pablo Carretero y su esposa doña Emerenciana Sainz,
1.000; una soriana, 50; don Jesús Borque Guillén, 50; don Joaquín
Iglesias Jiménez, 500; doña María Ramos de Ramón, 500; y un Sr.
Sacerdote de la capital, 500”.
JUNTA REALIZADORA DEL PROYECTO
Al mismo tiempo se daba a conocer la
composición de la Junta realizadora del proyecto de la que formaban
parte por el Cabildo Colegial, el Abad y el Capitular Capellán de San
Saturio; por el Ayuntamiento, los concejales Jesús Martínez Borque y
Julio Royo; y por la Cofradía de San Saturio, Bonifacio Díez. Y
argumentaba que con las 8.025 pesetas recaudadas podría ejecutarse el
proyecto del. Arquitecto y enriquecer las peanas de piedra sobre las que
habían de alzar las cruces de madera “del tamaño de la que llevó el
Señor al Calvario” consciente de que no serán tan elegantes las peanas
como sería de desear, si no hay nuevos donativos, pero no desdecirán de
la grandeza y devoción de los pasos de la Pasión y el proyecto podrá
mejorarse lo que se desee, si algún otro soriano se siente dispuesto a
contribuir y sus posibilidades se lo permiten, por lo que pueden
entregar sus donativos en el Ayuntamiento o a cualquiera de los Vocales
que integran la Junta, quienes las ingresarán en el Ayuntamiento para
enriquecer el proyecto que en todo caso empezaría muy pronto a
ejecutarse. Al tiempo que hacía público el concurso de ejecución de la
obra de manera que los posibles interesados en la construcción de las
cruces o de los basamentos pudieran indicar a la Junta, al Abad o a otro
cualquiera de los vocales, las condiciones en que se obligarían a
hacerlos, abundando en que las cruces deberán serán de madera de enebro
o de pino, sin posibilidad de hacerlas de piedra porque “dada la
grandeza del paraje, para que resultaran sólidas y artísticas” no
habrían de costar las 16 menos de 80.000 pesetas y “no es lógico pensar,
dada la cuantía, que pueda alcanzarse en donativos”. En todo caso
–concluía- los Cabildos Colegial y Municipal y la Cofradía de San
Saturio dejaban patente su agradecimiento a los que hasta ese momento y
en lo sucesivo contribuyan con sus donativos, como “también a todos los
sorianos y devotos del Santo que ven con simpatía el proyecto”.
Qué duda cabe que la nota anterior del
Abad reactivó la conciencia de los sorianos. Así se explica que unas
semanas después se publicara una segunda relación –muy breve, por
cierto- dando cuenta de los donativos entregados en la Depositaría del
Ayuntamiento de la ciudad por “D. Mariano Sotillos, 25 pesetas; don Juan
del Álamo, 30; D. Benito del Riego, 50, [y] D. Tomás Brieva, 250. Total,
355”, y que “Un soriano” anónimo enviase una nota al periódico Campo
–muy comprometido en la campaña, como hemos visto- a la que el
trisemanario otorgó un especial relieve informativo en su número del
sábado 8 de mayo de 1948. Porque, en efecto, recuadrada, y con el título
“SORIANOS: Una limosna generosa para el Vía Crucis del Camino de San
Saturio”, insertó el texto siguiente: “El Vía Crucis puede ser de
construcción muy modesta: unas sencillas cruces sobre humilde pedestal
de piedra. Pero si los sorianos de verdad, los que queremos con
hondo y sincero cariño a ese hermoso y entrañable camino, los que
aprendimos a andarlo de la mano de nuestra madre y por él llevamos a
nuestros hijos para que lo aprendan a andar; si los que caminamos por él
porque nuestro corazón nos lleva hacia el Santo con alma colmada de
inquietudes, tristezas o alegrías; si todos los sorianos lo queremos y
debemos quererlo. El “Vía Crucis” será como lo pide nuestro deseo y
la grandeza silente del paisaje, será la roca viva de la mejor cantera,
como la inquebrantable fe de los sorianos hacia su glorioso Patrono San
Saturio”.
La respuesta a la reflexión de este
soriano anónimo no se hizo esperar pues de inmediato el Abad Gómez Santa
Cruz, especialmente activo en este asunto, comparecía en el mismo
periódico para señalar que el escrito “revela un buen deseo y un
entusiasmo plausible por cuanto sea honrar al Santo Patrono y hermosear
su ermita, pero no expresa el sentir de la comisión encargada de erigir
el Vía Crucis, el cual puede ser menos rico por el material de madera en
vez de piedra pero que nunca resultaría tan impresionante como siendo
las cruces idénticas a la que llevó el Señor y no fue de piedra. Por
otra parte –añadía- el presupuesto para hacerlo como está proyectado,
costará 12.000 pesetas; los fieles han aportado, entre donativos reales
y ofrecimientos, unas 10.000, y la obra está en marcha, contratados los
materiales y la colocación; pero la comisión ni puede ni quiere ser
obstáculo para que los entusiastas de la obra intenten llevar a feliz
término un grandioso proyecto para el que nunca será dificultad la
realización del proyectado, que, entiendo, que en la actualidad no puede
ser mejorado. Y si las aportaciones de los fieles exceden del coste del
Vía Crucis, es propósito de la comisión emplear las necesarias en
arreglar y dejar la escalera exterior de la ermita de modo que no
desdiga, como ahora desdice, del interés de los sorianos por la iglesia
de su Santo. La comisión hará pública la relación de los donativos
recibidos y de la justificación de su empleo”, concluía.
Entre tanto, continuaba el goteo de
nuevas aportaciones con la consiguiente publicidad en el único medio que
aparecía en la capital, y así al finalizar el mes de julio de 1948 se
difundía un segundo listado de los donativos recibidos en el Casa
Consistorial, al tiempo que recordaba que la suscripción para la
construcción del Vía Crucis continuaba abierta. Los nuevos donantes eran
los siguientes: ”Una familia devota del Santo, 60 pesetas; D. Félix del
Río Benito, 50; una devota de San Saturio, 50; D. Pedro Beltrán, 50; D.
Santiago Gallego, 15; cofradía la Sacramental y del Santo Entierro, 25;
D. Aurelio Labanda, 50; D. Laurentino Barrios, 25; una familia devota
del Santo, 50; D. Eduardo Peña, 50; D. Ángel Martínez Borque, 100; D.
Jesús Urrutia Castillo, 50; una soriana devota, 25; otra soriana devota,
10; D. Gregorio Jiménez, 100; D. Alberto Perlado, 25 [y] don Félix
García, 50”.
Apenas un par de semanas después –el 14
de agosto- otra relación más de donativos recibidos salía a la luz
pública: “Cofradía de San Saturio, 2.000 pesetas; Srtas. Escudero, 25;
Elvira Hernández Herrero, 25; doña Julia Esteban, viuda de Tovar, 25;
doña Rosalía Hernando Jiménez, 10, [y] unas devotas del Santo, 50”. Y
volvía a recordarse, una vez más, que continuaba abierta la suscripción.
Por fin, el 5 de septiembre de 1948, el
Abad Santiago Gómez Santa Cruz, en nombre de la Comisión Ejecutiva,
anunciaba que terminadas las obras y colocadas ya las cruces sólo se
espera la autorización del señor Obispo para poder bendecirlo y quedar
erigido canónicamente, si bien aprovechaba el momento para hacer otro
tipo de consideraciones y señalar que “la espontaneidad y generosidad
con que los sorianos han contribuido a la realización de obra tan devota
como deseada, nunca la ponderaremos como se merece. A todos estamos
obligados y muy agradecidos y de modo especial a Campo por su
desinteresada y eficaz cooperación”.
En otro apartado señalaba que “la
cantidad total ofrecida, sin que a persona o entidad alguna se le haya
pedido ha sido aproximadamente 12.000 pesetas, con las que se han
costeado todas las obras necesarias y es posible que quede algún
sobrante que interpretando la voluntad de los donantes, el Cabildo, el
Ayuntamiento y la Cofradía destinarán a alguna cosa que redunde en honor
y devoción a nuestro Santo, bien reparando algún desperfecto en sus
capillas de la Ermita y de la Colegiata adquiriendo algún objeto para
enriquecerlas, como podrían ser la colección de vidrieras artísticas en
sustitución de las demasiado pobres que actualmente cierran los
preciosos ventanales románicos de la capilla del Santo de la Colegiata;
enriquecer el devotísimo oratorio erigido por nuestro glorioso Patrón en
honor de San Miguel en la Ermita, con lámparas, imágenes, bancos y
reclinatorios, o con alguna otra cosa que los devotos sugieran como más
preferible, habiendo de advertir que ni éstas ni otras adquisiciones,
han de instalarse sin que antes los absolutamente voluntarios
ofrecimientos de los devotos, permitan tenerlas como posibles”.
La nota informativa continuaba subrayando
que obtenida la autorización de. Prelado para bendecirlo, el acto
tendría lugar antes del día en que comienza la novena y en él se rezará,
por vez primera, “el devotísimo ejercicio” asistiendo el Ayuntamiento,
el Cabildo, la Junta Directiva de la Cofradía y cuantos devotos “de la
Pasión del Señor y de su fidelísimo siervo San Saturio deseen asistir”,
para finalmente dejar constancia de que oportunamente se anunciaría el
día, la hora y el ceremonial, como también se especificarían las
facturas de cuantos pagos se habían hecho, justificando el empleo del
total de las cantidades entregadas por los fieles.
BENDICIÓN DEL VÍA CRUCIS
El viernes 17 de septiembre de 1948 tenía
lugar finalmente la bendición del Vía Crucis. Fue un acontecimiento en
la Soria de la época, cuyo desarrollo se preparó con el boato que se
llevaba. Y como no podía ser de otro modo, tuvo un amplio eco en el
periódico Campo, que como hemos visto con reiteración había apoyado
decididamente la iniciativa, facilitando la víspera una pormenorizada
información, si es que no un llamamiento en toda regla, del siguiente
tenor: “Prescribe la legislación eclesiástica para la erección canónica,
de modo que al practicar el Ejercicio se ganen las extraordinarias y muy
numerosas indulgencias a él anejas (a), la licencia por escrito del
Excmo. y Rvdmo. Ordinario de la Diócesis; (b) el consentimiento del
párroco; (c) el del Superior del Convento de los Hermanos Menores,
licencias o consentimientos que no tienen validez si no se hacen constar
en documento escrito; (d) catorce cruces que han de ser hechas
precisamente de madera y bien visibles y que entre una y otra de las
Estaciones medie alguna distancia; cumplidos todos estos requisitos
puede procederse a la bendición y el Cabildo Colegial, la Cofradía y el
Ayuntamiento de la ciudad han dispuesto que tenga lugar mañana [17 de
septiembre de 1948], viernes, fiesta de la Impresión de las Llagas del
Seráfico Padre San Francisco, y fecha casi si olvidada, si como son los
deseos de todos, el Vía Crucis ha de estar erigido antes del día 24, en
el que empieza la solemne Novena a Nuestro Santo San Saturio.
El ceremonial de la bendición será el que
sigue: A las cinco y cuarto de la tarde, y en punto, se encontrarán
revestidos como dispone el Ritual, el sacerdote que haga la bendición y
el que le ayude en el lugar del camino donde se ha levantado la Cruz de
la primera estación, y, arrodillados, el oficiante entonará el “Veni
Creator” y lo continuarán los fieles hasta terminarlo con las oraciones
prescritas. Inmediatamente se bendecirán con la primera todas las demás
cruces y recitados los himnos “Vexila, Regis y Stabat Mater” empezará la
“representación ordenada, devota y amorosa de aquel viaje penosísimo
que, por nosotros, hizo nuestro Redentor hasta la cima del Calvario”,
que terminará rezada la catorce Estación situada inmediatamente y
frente a la entrada de la Ermita, en la cual ante la imagen y las
reliquias del benditísimo San Saturio, constante y eficaz protector de
todos los sorianos, se entonará un Te Deum en acción de gracias, pues a
San Saturio principalmente se debe el Vía Crucis, ante el cual muchos,
muchísimos fieles, cuantos mediten la dolorosísima Pasión de Nuestro
Señor Jesucristo, han de alcanzar gracias para evitar los pecados,
santificar su vida y con santa muerte alcanzar la gloria.
Los Cabildos y las Cofradías han
dispuesto no invitar individualmente ni a entidades ni a personas.
Entienden que la religión y la práctica de sus deberes se hacen por
propia, espontánea y libre voluntad, y tienen muy poco o ningún valor
ante Dios y los hombres, cuando de esta forma no se realizan. Tienen por
lo tanto la palabra todos los fieles de Soria, pero a Cabildos y
Cofradía les consta que tienen arraigadísima en su alma la virtud de la
fe y la devoción a San Saturio y están seguros de que el acto de la
bendición del Vía Crucis ha de resultar por la concurrencia muy
numerosa, de los fieles, más solemne.
Y no teman que dure mucho; todo puede,
debe y ha de procurarse, que quede terminado antes de las seis y media.
Los organizadores saben que de terminarse
más tarde se dificultaría a los devotos de San Francisco asistir a la
novena que en su honor celebran los Padres Franciscanos, que todas las
tardes llenan su hermosa y capaz iglesia y que en modo alguno dejarían
de asistir la tarde del día en que se celebra la fiesta de la Impresión
de las Llagas a su Patrón Seráfico.
Ambos actos, la bendición del Vía Crucis
y el ejercicio de la Novena serán muy compatibles para cuantos devotos a
ellos deseen asistir”.
Pues bien, la bendición del Vía Crucis en
el camino de la ermita de San Saturio se desarrolló según las
previsiones, aunque curiosamente la repercusión en el periódico de
referencia de la época fue sensiblemente menor que la dispensada a la
gestación del proyecto y a la previa de la celebración. De todos modos
pudo leerse en la primera de Campo –“Periódico Agrario-De Información
General-Defensor de los Intereses de la Provincia”, editado por la
Hermandad Sindical Provincial de Labradores y Ganaderos- que “ayer (por
el referido 17 de septiembre de 1948), a las seis y media de la tarde,
tuvo lugar la bendición del Vía Crucis colocado a lo largo del camino de
la ermita de nuestro glorioso San Saturio.
Tan solemne acto dio comienzo con el
“Veni Creator”, procediendo seguidamente, el R. P. (Reverendo Padre)
José Bernardo Biaín a la bendición de las Cruces.
A continuación, fue hecho el ejercicio
del Vía Crucis, terminando cantándose en la ermita un Te Deum, en acción
de gracias por la terminación de estas obras, dándose la bendición a los
fieles.
Presidieron tan emocionante como
fervoroso acto, el Excmo. Sr. Gobernador Civil, primer teniente de
Alcalde en funciones de Alcalde, concejales del Excmo. Ayuntamiento,
Ilmo. Sr. Abad de la Colegiata, Cabildo, Comunidad de PP (Padres)
Franciscanos y numerosísimos fieles (sic).
Al finalizar, en la escalinata que da
acceso a la cueva, el señor Abad pronunció unas breves palabras llenas
de amor hacia San Saturio, exaltando el acto que se acababa de celebrar
y que tanto enaltece, no sólo a las autoridades y personas que han
contribuido a la erección del Vía Crucis, sino que a todo la ciudad”.
Y desde entonces hasta hoy, si bien es
verdad que, con posterioridad, las primitivas cruces de madera se
sustituyeron por las actuales de cemento, excepto la de la última
estación, que está tallada en piedra.
©
Joaquín Alcalde, primavera 2023
web de
Joaquín Alcalde
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