Joaquín Alcalde
El emblemático edificio
del Paseo del Espolón era el único centro universitario con que contaba
la ciudad
Después de las últimas fiestas
de San Saturio el Campus Universitario se ha convertido en la realidad
que se llevaba esperando décadas. Por fin puede decirse que Soria
también tiene Campus.
El estreno como tal del recinto
universitario un paraje hasta no hace mucho olvidado y acaso por
olvidado, degradado, ha supuesto un revulsivo en el rutinario acontecer
diario. Al menos eso se percibe en la calle y recogen los medios. El
aparente hecho irrelevante de que la avenida de Mariano Vicén, la calle
José Tudela y el aparcamiento del malamente llamado viejo estadio de Los
Pajaritos, es decir los lugares de paso obligado, se hayan convertido de
la noche a la mañana –sí de un día para otro- en un hervidero de chicos
y chicas que van y vienen a las aulas universitarias parece que ha
activado el resorte del optimismo, ese que tan sólo de pascuas a ramos
suele aflorar entre los sorianos. La zona, tradicionalmente concurrida,
ha dejado de ser el ámbito exclusivamente de las gentes del barrio, con
una amplia oferta de servicios, eso sí, para tomar un carácter mucho más
abierto.
Esto ocurre hoy. En tiempos todo resultaba
bastante más sencillo. Y la enseñanza lejos de constituir una excepción
era la pauta habitual de una etapa marcada por las carencias. De tal
modo, que la oferta universitaria se limitaba a la carrera de
Magisterio.
La concentración en el Campus de Los
Pajaritos de los centros universitarios, que se encontraban dispersos
por la ciudad, ha supuesto el abandono lógicamente de los inmuebles que
venían utilizando y entre ellos el que ocupaba la que fue Escuela de
Magisterio, hoy Escuela Universitaria de Educación, al final del
scalextric, sobre la que acaba de presentarse un video que hace historia
del medio siglo de vida del centro. Una instalación que entró en
funcionamiento a finales del mes de noviembre de uno de los primeros
años de la década de los sesenta tras inaugurarla el entonces Ministro
de Educación Nacional, Manuel Lora Tamayo, y se había construido en una
zona alejada del centro de la ciudad –si se sitúa uno en el momento-
pero sobre todo fuertemente condicionada por la proximidad de la
Estación Vieja, que impedía el desarrollo del entorno y la tenía
condenada al ostracismo. Las conocidas como Casas del Ayuntamiento y de
Falange, el Grupo Solís, detrás del Polideportivo de la Juventud
-entonces todavía la Huerta de San Francisco- y la Escuela de Formación
Profesional, aportaban el principal y único indicador de futuro de una
zona que en pocos años iba a sufrir una transformación importante al
quedar convertida de hecho en una especie de cinturón dada la
concentración de edificios educativos en el entorno, y con ellos otros
como la Biblioteca Pública y el propio Polideportivo, sin olvidarnos de
los Colegios Menores, que representaron la incorporación de un modelo de
residencia para estudiantes con experiencia acreditada en otros sitios
pero inédito todavía aquí.
El 18 de noviembre de 1963 fue un día
importante no sólo para la ciudad sino también para la provincia por lo
que suponía la materialización de una mejora cualitativa de la
infraestructura docente de Soria, en pos de la cual la sociedad soriana
había venido peleando desde bastantes años antes, pues junto al nuevo
edificio de Magisterio se inauguraron también las Anejas –que llevó
consigo el abandono de las viejas instalaciones de la Plaza de Abastos,
en la actualidad, con una planta más, sede de la Escuela Oficial de
Idiomas- y la flamante Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos
–la Escuela de Artes, sin más- en su ubicación de hoy de la plaza de
Tirso de Molina, dejando de este modo el secular y cochambroso edificio
que ocupaba para instalarse en otro bastante más funcional al que se le
dotaba de medios modernos “para su más eficaz funcionamiento”, según
recogía en una publicación oficial editada para destacar los logros de
la época. Es fácil, suponer, por tanto, que los periódicos de entonces
subrayaran la importancia de la fecha y desplegaran una actividad poco
común. Campo Soriano, con muchos más medios, fundamentalmente
económicos, ofreció abundante información gráfica, algo que no era la
pauta habitual, e incluso el crítico Hogar y Pueblo, llegó a calificar
de “trascendental” el discurso del Ministro, que fue un punto, conocida
la línea editorial que mantenía.
En cualquier caso, el tan anhelado y
flamante edificio de Magisterio tardaba en llegar algo así como treinta
años luego del fallido intento de construir en los años treinta el que
se dio en denominar Palacio de la Enseñanza, a cuyo proyecto se le
estuvo dando mil y una vueltas, para terminar en nada. O mejor dicho,
dadas las necesidades apremiantes, en el traslado de la Escuela Normal
durante el verano del año 1933 al inmueble que vino ocupando hasta su
traslado en los años sesenta a la Ronda de Eloy Sanz Villa. Es decir
frente a la Alameda de Cervantes, en la entonces calle Burgo de Osma,
más tarde paseo del General Yagüe, y siempre El Espolón, a la altura de
lo que es hoy el Colegio de las Escolapias y el ambulatorio de la
Seguridad Social. Una edificación emblemática que lamentablemente fue
derribada a mediados de los años sesenta cuando en medio de una polémica
de las de aúpa, por la fuerte oposición a la remodelación del entorno,
la corporación que presidía el alcalde Amador Almajano desoyendo las
críticas se lió la manta a la cabeza y abordó la urbanización y ensanche
del llamado por los sorianos “paseo de invierno”. Entonces, quede
constancia de la anécdota, ya hacía unos cuantos años que parte de sus
bajos habían dejado de utilizarse como garaje de aquellas grandes motos
de la Policía Armada cuando tenía atribuida la vigilancia de las
carreteras en materia de tráfico.
En fin, el Espolón propiamente dicho
terminaba en la coqueta pérgola existente donde están hoy las escaleras
que lo comunican con la calle de Vicente Tutor. Porque más arriba no
había más que algunos pequeños chalés, una vieja huerta con el terraplén
adoquinado para evitar su desprendimiento, la carbonería del Petinal y
la casa -todavía en pie y ocupada- que acababa de levantar Julio Herrero
padre al final, con el compromiso, entre otros, de construir un nuevo
fielato al otro lado del puente de piedra, a la derecha, saliendo de la
ciudad hacia Zaragoza, que nada tenía que ver con el que dice que va a
rehabilitar no se sabe cuando el ayuntamiento, que jamás fue fielato,
por mucho que se empeñen desde el consistorio en llamar así a lo que fue
un granero, pues había que derribar necesariamente el que se encontraba
en las inmediaciones del solar sobre el que se iba edificar.
Y en el Espolón estuvo durante tres largas
décadas La Normal formando maestros, desde que fue inaugurada
oficialmente el lunes 18 de septiembre de 1933, a las seis de la tarde,
“con la asistencia de de las autoridades que a continuación se expresan:
señor Gobernador civil D. Mariano Menor; Secretario del Gobierno D. Luis
Llorente; Alcalde accidental D. Bienvenido Calvo; Director del Instituto
Nacional de Segunda Enseñanza D. Ildefonso Maes; Director de la Escuela
Normal del Magisterio Primario D. Segundo García; Claustro de Profesoras
y Profesores de ambos centros; Inspectoras, Inspectores y miembros de
la Junta del Consejo Provincial de Primera Enseñanza; Maestras y
Maestros de las Escuelas Graduadas de la capital y representantes de la
prensa local”, dijo el Noticiero de Soria, que se extendió en otros
detalles del acto y en particular en la promesa del Alcalde de Soria de
“instalar en breve el alumbrado necesario con el fin de que esta Avenida
(el Paseo del Espolón) tenga por la noche las mismas comodidades que las
demás plazas de la ciudad”, y en “las gestiones del Claustro de la
Escuela Normal cerca del Ayuntamiento por ver si se les concede el gasto
de agua gratuito, presupuesto que según manifestaciones del señor
Director vendrá muy bien para material de enseñanza”, concluía el
periódico.
De todas formas, y por extraño que pueda
parecer hoy, el protagonismo informativo de aquel día no lo tuvo la
inauguración de La Normal, cuya referencia apareció en el rotativo sin
ningún tipo de relieve, en una página interior, la tercera, que
curiosamente abrió, además con “La Feria [de ganados] de Soria”, de la
que por el contrario ofreció una referencia notablemente más amplia y
pormenorizada, e incluso firmada, lo que no ocurrió con el otro acto. De
este modo pudo saberse por ejemplo que “según detalle que nos remite el
Inspector de Urbana Sr. Mozas del Campo, la cantidad de vacuno ha sido
muy superior a otros años calculándose en unas 7.500 cabezas”; que “las
tribus gitanas han batido el récord en compras de ganado inferior”; que
“en timos por carteristas no se ha observado impaciencia en nadie”, y
que respecto a “atropellos, coces, riñas y escándalos, etc., etc.
afortunadamente nada hay que anotar”. Además lógicamente de “las pocas
operaciones realizadas por lo que es de suponer que el comercio se haya
resentido” y de otros aspectos generales acerca del desarrollo de la
feria.
©
Joaquín Alcalde
Publicado en El Mundo-Diario de Soria
domigo 21.01.07
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Joaquín Alcalde
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