Soria Ciudad, 2000 (2)

- Por el Duero y sus leyendas

 

“Pintaría también las márgenes del Duero
aquél balcón y aquella casa que parece de cartón
el puente, la fábrica, la presa, el lavadero y aquel alero”.
Gerardo Diego “Si yo fuera pintor”

 

La importancia que una ciudad antigua tuviera en su día estaba estrechamente relacionada con el poder de su río. Él la defendía, facilitaba el agua y la pesca y por el río penetraron algunos pueblos no siempre para combatirles o colonizarles, y sí para hacer llegar hasta ellos productos, cuentos y culturas lejanas y distintas.

El río Duero significó todo esto y más para las tribus celtíberas que se asentaran a su alrededor. En una de sus orillas se celebra uno de los días de las fiestas grandes sorianas, las de San Juan, el Lunes de Bailas, concretamente. Además de los monumentos embellecidos y puestos a punto para que al visitante le sea grata su visita, quedan por las orillas del río Duero los restos de una industria lejana, como el lavadero de lanas –hoy escuela-taller- donde se limpiaba para su venta toda la lana producida en esta zona ganadera, donde los nobles se habían enriquecido por la trashumancia y podían edificarse los palacios que luego describiremos, aunque, a decir verdad, poco queda de ellos. Un molino, restos de una fábrica de grasas y hasta el edificio del fielato, donde debían pagar los derechos de consumos los que entraban a la ciudad.

Arcos de San Juan de Duero desde El Mirón (Soria)CLICK!! sobre la foto para ampliarEl monumento más importante que se puede visitar en la margen izquierda del río es el llamado Claustro de San Juan de Duero. Son los restos de un antiguo convento de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Acre, protectores de peregrinos y caminantes, fechado en los siglos XII-XIII. Por la fecha es románico, pero con carácter orientalizante de este estilo soriano e influencias mudéjar y sículo árabe. El claustro es un caso único del románico peninsular, con sus cuatro ángulos diferentes. Se conserva también la iglesia del siglo XII, ya edificada cuando los hospitalarios se instalaron, con dos edículos a ambos lados del presbiterio, y a ella se han trasladado algunos mosaicos de una villa romana de la vecina localidad de Cuevas de Soria.

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Arcos de San Juan (Soria)Si interesante es el claustro, estremecedor resulta el monte que le respalda, para todo aquel que conozca su leyenda. Se trata del Monte de las Ánimas, inspirador de Gustavo Adolfo Bécquer, quién situó en él su leyenda más famosa. Desde entonces este lugar, como sucede con tantos montes, unos considerados sagrados y otros, como éste, mágicos, se convirtió en referencia de todos los sorianos. En realidad quienes allí habitan son los corzos y jabalíes, pero la imaginación popular no puede, ni quiere, sustraerse del halo romántico que Bécquer le imprimiera.

“El Monte de las Ánimas”.- La leyenda está situada en la noche de difuntos y con el fondo del toque de campanas, tradición mantenida en Soria, hasta hace pocos años, por parte de los mozos de los pueblos, los cuales recibían, para mantenerse toda la noche tocándolas, vino en abundancia por parte de la iglesia y del ayuntamiento. Al pie del monte se encuentran los claustros de San Juan de Duero y a poca distancia, en la misma orilla, el antiguo convento de Templarios de San Polo, con lo cual se dan todos los condicionamientos para todo tipo de leyendas. El origen de esta está situado en el odio entre sorianos y templarios por cuestiones de caza; los segundos tenían acotado el monte para uso propio de la caza y ambos bandos se enfrentaron en una feroz lucha que dejó el monte sembrado de cadáveres, abandonado por muchos años, al igual que la capilla donde fueron enterrados todos juntos. Desde esa fecha la campana de la capilla, en la noche de Todos los Santos, toca “y las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos…”. Bécquer pone en boca de un joven esta leyenda y el joven la cuenta a su prima mientras vuelven de una cacería, precisamente en el Monte de las Ánimas. Él está enamorado de ella y esa noche, antes de que ella regrese a su tierra, deciden dejarse algo como prenda. Lo que ella quiere regalarle a él es una cinta que ha perdido en el Monte de las Ánimas. Él se decide a ir a buscarla. Es la Noche de Todos los Santos. Ella espera la vuelta de él sin resultado, pasa la noche escuchando susurros, ruidos apagados y extraños y, cuando a la mañana siguiente se levanta y corre las cortinas encuentra, sobre el reclinatorio, la cinta perdida, sangrienta y desgarrada. Casi a la vez entran a anunciarle la muerte de su primo en el Monte de las Ánimas, devorado por los lobos, pero ella ya había muerto de terror.

Ruta Literaria El Monte de las Ánimas

Arco de San Polo (Soria)CLICK!! sobre la foto para ampliarTambién en la margen izquierda del río Duero, a un kilómetro aproximadamente, se encuentra los restos de San Polo, en la actualidad en manos privadas. Se conserva la capilla, con puerta apuntada, ventanas saeteras y óculo lobulado. Fue este lugar el escogido por el escritor Mario Roso de Luna para la iniciación del joven Ginés de Lara, el cual, desde ahí, emprendería el camino de la Sierra de la Demanda burgalesa en busca del árbol de las Hespérides.

“El rayo de luna”.- Pasado el arco de San Polo, una cruz de piedra sobre pedestal escalonado señala el lugar llamado “glorieta del rayo de luna”. Su ubicación se debe a una leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer, al cual debió impresionarle sobremanera todo el entorno del río Duero y el halo mágico de su pasado templario. Manrique, el protagonista de la leyenda, era un señor joven, habitante en la inspiración del poeta y situado a partir del siglo XVIII, puesto que en la leyenda aparece también la ermita de San Saturio. Manrique, sobre todas las cosas, amaba la soledad y el deseo de un amor, pero platónico. Una noche acude a pasear desde su palacio a ese espacio mágico compuesto por el río Duero y las ruinas templarias de San Polo y cree ver la figura de una mujer vestida con túnica blanca. Cree verla cruzar el río en una barca, sigue a la quimérica sombra hasta la ciudad y decide que su lugar de residencia es una casona con luz en las ventanas. Pero sólo ha sido eso, quimera. Se da cuenta del error cuando vuelve otra noche y percibe, claramente, que aquello que él pensaba era la túnica blanca de una mujer no es más que un rayo de luna.

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Ermita San Saturio (Soria)Un poco más adelante, siguiendo por el llamado Paseo de Machado, se encuentra la ermita del santo patrón de los sorianos, al cual le celebran fiesta el día dos de octubre, haga frío o calor, San Saturio el día 2, dicen los sorianos. San Saturio. Según la leyenda, este anacoreta fue hijo de noble visigodo. Sus restos reposan al pie del altar mayor. El templo, del siglo XVIII, se construyó sobre una roca, sobre otro dedicado a San Miguel. Sala que servía para reunión a los labradores de la Hermandad de los Heros y dos salas capitulares. Iglesia cubierta con planta octogonal y linterna. Toda cubierta con frescos de Antonio Zapata (1705), cura, pintor y soriano; los frescos narran la vida de Saturio. Altar barroco presidido por la efigie de San Miguel. San Saturio es, cuanto menos, un santo discutido, conocido, como Sócrates, por un discípulo, en este caso San Prudencio. Tiene el santo patrón su novela escrita, nada menos, que por José Antonio Gaya Nuño, El santero de San Saturio. Pero, por encima de los datos que anteceden, fríos y descriptivos, envuelve a la ermita del patrón leyendas como la del niño de Carbonera, el cual cayó al Duero desde una de las salas capitulares y resultó ileso gracias a la intercesión de Saturio. Precisamente esa ventana resulta también milagrosa para curar cualquier mal, siempre que éste se halle ubicado en la cabeza. Al santo se presenta casi siempre de medio cuerpo, con aspecto de anciano barbado y oscuro, por lo que ha sido comparado con un bafomet templario. Y decimos casi siempre porque existe una vidriera en la iglesia de los padres franciscanos de la ciudad, donde el patrón está representado de cuerpo entero.

Pocos santos tendrán una novela a ellos dedicada como es El santero de San Saturio del llorado autor y crítico de arte soriano Juan Antonio Gaya Nuño. En cuanto a Saturio decir que lo más notable de su culto es la misma ermita, edificada sobre otra anterior adscrita a San Miguel, soldada o fundida con la misma roca, en un paisaje de excepción que es -además- el mismo que cantara Antonio Machado. La cueva de Saturio, trufada de leyendas, llena de recovecos y anfractuosidades, cada una de las cuales con su leyenda o conseja (la sala del cabildo de Los Heros, curiosa cofradía agrícola con algo de misterio, la ventana del niño de Carbonera que fue salvado de una caída por intercesión del santo, la oquedad donde -antaño- metiendo la cabeza esta sanaba de cualquier mal, etc.).

Eugenio Noel tiene unas páginas amenas dedicadas a este cenobio que compara, con ventaja, con los del Monte Athos.

Eugenio Noel. "España nervio a nervio":

Paseo por el Duero, al fondo la ermita de San Saturio (Soria)CLICK!! sobre la foto para ampliar“A la izquierda del Duero, sobre elevadísimo sistema de riscos y escarpes, la piedad de varios siglos –esa piedad de leyenda dorada a lo Vorágine, a lo Simeón Metaphrasto, a lo Juan Moscho- ha ido levantando en el aire y empotrando en los salientes y concavidades de las rocas un edificio singular. Consiste el célebre eremitorio en una serie de construcciones de ladrillo, piedra y yeso apoyadas en la montaña sagrada –una minúscula Hagión Oros-: las paredes que dan al río son de un encanto indecible, de una curiosísima y sugeridora trama griega o maronita, o de lauras de San Sabas en el torrente del Cedrón; estampas del Serval, páginas de L’Afrique chrétienne, de Lecrecq; de Harnach en Das Mönchtum (…) La vida de San Saturio es una vida enteramente nuestra; la historia de un santero, de un campesino iluminado que nada quiere con nadie y al que todos veneran porque necesitan de sus intercesiones. Él va pidiendo de puerta en puerta y todos le piden a él. Le dan panes y él da oraciones; si, al ir a la ciudad en busca del pan, el río viene crecido, Saturio pasa a pie enjuto sobre las aguas furiosas del río; toda su taumaturgia será parecida a ese prodigio, será algo necesario, una maravilla de la voluntad. Todo el interior de la célebre ermita responde a ese criterio de santidad ibérica, desde la sala capitular de la Hermanad de los Heros hasta la gruta profunda y realmente macabra que durante tantos años conservara los huesos del ermitaño”.

Ya en la orilla derecha puede visitarse, subiendo una empinada cuesta por detrás de la concatedral de San Pedro, un magnífico paisaje desde los Cuatro Vientos. Sin duda puede llamarse el observatorio de la ciudad, desde donde se ve la tan cantada “curva de ballesta” del Duero, parte de los claustros de San Juan de Duero, el puente sobre el río y al fondo el monte de las Ánimas. Por allí discurre la muralla medieval y también puede verse, en la ladera hacia el río, los restos de la ermita románica de San Ginés.

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Ermita de "El Mirón" (Soria)Antes de llegar a los cuatro vientos, se pasa por delante de la ermita del Mirón, de construcción sencilla con interior barroco y rococó. Delante de la ermita existe un monumento dedicado a San Saturio del año 1775. La Cofradía de labradores de Soria celebra una procesión el día de San Isidro y en la explanada se hace la subasta. Hasta ahí paseaba Machado, empujando el carrito de su esposa Leonor, ya muy enferma.

Ermita "El Mrón" (Soria)CLICK!! sobre la foto para ampliarReferente a la Virgen del Mirón existe la leyenda, publicada en Soria, 1946, sin autor ni páginas. Dice que allá por los tiempos remotos “cuando las sectas de los iconoclastas imperaban”, se hubo de ocultar la imagen. Pasado el peligro –tal vez reconquistada ya la tierra para los cristianos- la halló un labrador mientras araba con su yunta. Leyenda esta que se repite en todo el orbe cristiano y de la que tenemos recogidas en Soria muchas, como por ejemplo la Virgen de la Solana, la de Monteagudo, la de Las Fraguas…Arreaba con la fusta el labrador a sus mulas, cuando escucho una voz que decía “Mira, Mirón”. El labrador no veía a nadie, las mulas seguían sin querer caminar, y el buen hombre se marchó a su casa reflexionando sobre lo acaecido. Lo comentó, se organizó una expedición para excavar hallándose la imagen. Mientras, el hombre sufrió un accidente y en su inconsciencia sólo repetía lo escuchado “Mira, Mirón”, y así fue como se bautizó a la virgen.

Al bajar de nuevo a la ciudad se pasa por delante de la Concatedral de San Pedro. En origen (1152) fue una iglesia encomendada a los canónigos regulares de San Agustín. En 1520 se hundió parcialmente y fue reconstruida y dedicada a San Pedro; sus piedras denotan el origen de otras edificaciones. Portada plateresca, bóvedas y nervaduras góticas en su interior y capillas sufragadas por nobles con las armas en las paredes. El claustro es románico, de la mitad siglo XII, y declarado Monumento Nacional en 1929.

Castillo de SoriaCLICK!! sobre la foto para ampliarEn la misma orilla del río, estamos en la derecha, cruzando la carretera y subiendo otra empinada cuesta –Soria es una ciudad de cuestas- se llega hasta el Castillo, el otro gran mirador de Soria. Sólo quedan restos de la torre del homenaje, un aljibe y las murallas, pero se ha construido ahí un parque y una pequeña piscina donde los niños pueden pasar unas buenas horas. El parador nacional de turismo está dedicado a Antonio Machado y fotos y versos sobre él y suyos, pueden verse en el vestíbulo y la cafetería. Desde el mirador próximo al parador se ve toda la parte noreste de Soria, el río, la ermita del Mirón, el hospital institucional y los campanarios de algunas viejas iglesias románicas, así como el palacio de los condes de Gómara.

Para finalizar el recorrido monumental y literario del río Duero a su paso por la ciudad, recogeremos otra leyenda, esta sobre la Cueva de la Zampoña. “Aguas abajo de la ciudad de Soria se encuentra la entrada de una cueva, hoy sumergida por las aguas de un pantano, sobre la que existe una terrible leyenda. En tiempos pasados podía leerse junto a la cueva esta leyenda:

El que en esta cueva entrare
ni vivo ni muerto sale
Juan Zampoña, aquí entró
ni vivo ni muerto salió

Aunque es cierto que el tal Juan Zampoña parece ser que nunca existió sí que lo es, en cambio, que en esta cueva de tan enigmático nombre sucedió, en el siglo XVIII, un extraño suceso que dio pie a la leyenda. El nombre que esta cueva tenía en el pasado no era el de Zampoña sino el de Chavarri y que el individuo que, efectivamente, entró, y ni vivo ni muerto salió no se llamaba Juan Zampoña sino Antonio Serón.

Zampoña o Zanfonia es un conocido instrumento de cuerda con el que solían acompañarse los ciegos y músicos ambulantes en tiempos pasados. Zampar equivale a tragar y -si bien se mira- la cueva se tragó a Antonio Serón, así que era una Zampona o Zampoña. Por fin, una acepción de zampoña eran los expósitos o huérfanos que se educaban en los hospicios, ¿Lo fue Antonio Serón?.

El caso es que el tal Antonio acude con otros dos amigos a las llamadas Rocas de Chavarri a fin de cazar los abundantes ansarones o patos que por allí solían anidar. Una vez en las cercanías de la cueva Antonio Serón les propone investigar dentro de la cueva donde dice estar seguro de que hay tesoros, varias figuras de oro, concreta. No sin cierto escepticismo le acompañan y Serón se desnuda para mejor deslizarse por los interiores de la cueva. Pronto pide auxilio. Al parecer ha caído a un embudo o cavidad donde se ha encajado de cintura para abajo y no puede salir de allí. Sus gritos son angustiosos. Los dos compañeros, tras intentar ayudarle regresan a la ciudad y, aterrorizados, pensando en que pueden achacárseles su muerte, se acogen a sagrado en una iglesia. Desde allí avisan a las autoridades de lo sucedido, las cuales toman cartas en el asunto.

En efecto, estas intervienen y se hacen varios intentos de sacar al cuitado con cuerdas, a la vez que se le alimenta para que no muera en el ínterin. Juan Martínez de Salcedo, primogénito de los Condes de Gómara es una de las personas que, sinceramente conmovida por la desgracia del prisionero, acude a la cueva e intenta ayudar a Antonio Serón. Sin resultado.

El río Duero a su paso por Soria CiudadCLICK!! sobre la foto para ampliarTranscurren hasta 48 horas sin que se haya podido hacer nada por sacarle. Antonio Serón está francamente asustado, a quienes se acercan a ayudarle les cuenta, estremecido, que alguien tira desde abajo de sus piernas, y le sujeta para que no escape. Por si acaso estas palabras no fueran delirios de enfermo y estuvieran ante un caso de posesión o intervención diabólica, y en todo caso por pura y simple intención piadosa, dos franciscanos le han asperjado con agua bendita desde la boca de la sima. Tras esto le llaman con grandes voces, pero Antonio -por primera vez- no contesta, con lo que algunos comienzan a pensar si habría muerto.

Baja entonces, con una soga, otro testigo y depondrá luego ante el Corregidor de la ciudad que le ve inmóvil, sin atender a sus llamadas, por lo que cree que está muerto. El Corregidor, implacable,  envía a otro emisario acompañado de testigos para que pasen incontinente a dicha cueva y llamen por su nombre al dicho Antonio Serón repetidas veces, poniendo por fe y diligencia lo que respondiera o no. Así lo hacen a las 4 de la tarde, y llamaron hasta 20 veces, y no respondió, por lo que pensaron que estaría muerto.

Entre tanto se toma declaración a los dos acompañantes que estaban en el templo refugiados, los cuales pasan a la cárcel, de donde se supone que saldrían en breve. En sus deposiciones ya en la cárcel añaden algunos detalles, como que Serón entró dos veces en la cueva, que salió la primera vez diciendo que había visto unas grandes esculturas de alabastro y entregándoles una piedrecilla pulida de buen parecer y que luego volvió a entrar, y ya no pudo salir. La muerte de Serón continuó siendo un enigma, ya que durante los casi tres días que estuvo en la cueva se le dio de comer y beber regularmente. Sabemos, eso sí, que estaba muerto de miedo, aunque durante todo ese tiempo, por orden del Corregidor, no le faltó compañía ni de noche ni de día, y que afirmaba sentir cómo le sujetaban desde abajo. Puro morir de puro terror. En cualquier caso la cueva quedó maldita hasta nuestros días”. (Publicado en el "Diccionario de la España Mágica". Sánchez Dragó/Ruiz Vega)

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Soria ciudad 3

Soria Ciudad 1

Del cerro de "El Mirón" a San Saturio

 

 

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