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En la ruta del Duero bordeando Numancia, discurríamos
por restos de campamentos romanos y debíamos ascender una ladera para
evitar el pilar de la autovía que bordea Soria.
Con
Hermógenes bordeando Numancia
Queremos ahora unir aquella
ruta a ésta que proponemos hoy, donde veremos un Duero moldeado por la mano
del hombre, pues no olvidemos que esa corriente de agua que hoy vemos y
disfrutamos, en su día fue la energía que movía muchas de las industrias
de las que el hombre se servía para "progresar". Todavía pueden
verse los edificios de lavaderos de lana, harineras, molinos, fábricas de
grasas, lavaderos de tripas...
Esta ruta comienza en el cerrito que hemos debido escalar
llegando de Garray, sólo que ahora aquello no es monte sino un vertedero,
dicen que controlado, donde desde luego no aparecen restos orgánicos, pero
sí cantidad de plásticos, que el viento, libre como tal, esparce a sus
anchas con el consiguiente deterioro del paisaje. Obviaremos este
contratiempo y tomaremos la veredilla que sale de frente, desde donde a
escaso medio kilómetro empezamos a ver el río Duero circundando la ciudad
de Soria y el cerro del castillo donde casi con seguridad estuvo ubicado un
castro, primer asentamiento o antecedente de lo que hoy es Soria. También
veremos, naturalmente, esas enormes antenas que nos llevan a las casas los
sucesos del mundo y nos comunican con los otros. Abajo a la izquierda, un
edificio alto y ocre alberga una fábrica de harinas reconvertida en
fábrica de pan. El monte que respalda a la fábrica de pan recibe el nombre
de "el Cabezo" (en un extremo de él un chirriante chalete rompe
junto a las antenas, la armonía del entorno); este monte es propiedad de la
familia Marichalar y estuvo siempre dedicado a pastos. Pero en la actualidad
es objeto del deseo de los promotores inmobiliarios quienes, exprimida ya la
ciudad, han puesto sus ojos en las orillas del río Duero y pretenden
construir "chaletes acosados", esperemos del sentido común de los
sorianos que eviten tamañana insensatez.
Seguimos la veredilla con la vista del Hospital al fondo;
la finca vallada que nos queda a la derecha, hoy propiedad de un odontólogo
soriano, fue en su día cantera de la CNT. Ya empezamos a ver lo que queda
de la muralla medieval que rodeó y protegió a la ciudad de Soria. Junto a
los restos de los muros, enormes bloques de sillería han rodado por la
ladera, muy cerca de la ermita del Mirón, pegada a la muralla pero
intramuros.
La ermita del Mirón es una construcción barroca sobre
una primitiva obra románica, tal vez primoroso templito mirando al Duero
sacrificado a unas modas más pomposas. En el interior hay retablos,
esculturas y la curiosidad de un San Saturio de cuerpo entero.Tuvo santero y
aún se conserva la casa. En mitad de la plaza donde se asienta, una columna
sostiene una imagen de San Saturio, alrededor de ella, los pocos
agricultores que van quedando y los miembros de la Cofradía de Labradoras
de la que es patrona la titular de la ermita, Virgen del Mirón, celebran el
día de San Isidro con subastas de animales. Precisamente esta curiosa
cofradía de mujeres labradoras celebra este año el centenario de su
fundación, con oficios religiosos, conferencias y actos relacionados todos
con la ermita. Por los alrededores de ella podía verse, principado el siglo
XX, a un Antonio Machado compungido, paseando en carrito de ruedas a su
esposa Leonor, enferma, buscando "un milagro de la primavera" para
la enfermedad contraída en Francia durante el tiempo que permanecieron
allí después de casados.
Los alrededores de la ermita son, junto con la alameda de
Cervantes, los dos lugares elegidos por los sorianos de la capital para su
solaz y recreo. Dejaremos este entorno tan cuidado y ajardinado para bajar
por una vereda pavimentada y alumbrada y detenernos en los "Cuatro
Vientos". Desde ahí veremos el puente sobre el río Duero en "curva de ballesta en torno a Soria".
A la
izquierda de él los Arcos de San Juan de Duero y, un poco más abajo, un
pequeño embarcadero que en verano sirve porrones bien fresquitos de
cerveza. En la orilla de enfrente, es decir la derecha, sobresale una casa
de pequeña planta y dos pisos rodeada de jardín, pertenece a la familia
del escritor Fernando Sánchez Dragó; enlaza el jardín con lo que fuera
huerta del convento de los Augustinos, del que sólo queda una maltrecha
fachada que se abre a la carretera que discurre sobre el puente. En esa
misma orilla, durante muchos años, tuvo Augusto sus barcas y su merendero,
hoy cerrado y tristemente en ruinas desde que él falleciera. Fue lugar de
encuentro entre la juventud soriana, de primeros amores, de primeros bailes,
de románticos paseos en barca, de codornices escabechadas y de tortillas de
patatas los lunes de Bailas...
frente a nosotros los montes de
Santa Ana y de las Ánimas, y, cerrando el horizonte la sierra del Alba.
Empapados ya de nostalgia, subiremos de los "Cuatro
Vientos" y, si necesario fuera calmar la sed, lo haríamos en el Hotel
Leonor; continuando la acera del hotel, tomaremos una veredilla que
desciende a un camino pavimentado muy empinado; vamos viendo a la derecha la
concatedral de San Pedro y el barrio del mismo nombre. Puesto que el
obispado está en El Burgo de Osma, en la capital nos conformamos con tener
concatedral, edificada con piedras de otro templo visigodo, de exterior
barroco, interior gótico y claustro románico. Este templo acoge con
frecuencia conciertos de música clásica; de él salen también casi todas
las procesiones de Semana Santa. Está declarado Monumento Nacional desde
1929.
No dejaremos de visitar el magnífico claustro, que es uno de los más amplios y del
más puro románico español.
Seguimos bajando y cruzamos el río Duero, por el puente
recién restaurado. Majestuoso y sereno, hoyado por mimbres, arropado por olmos y chopos,
la sensación que causa aquí el Duero es sobrecogedora.
A la izquierda, en la
carretera que se dirige a Almajano, se encuentran los Arcos de San Juan de Duero.
Los respalda el monte de las Ánimas, para los sorianos un emblema desde que
Gustavo Adolfo Bécquer situara en él su leyenda más escalofriante que
lleva el título del monte, El monte de las Ánimas. Después la
tradición popular reciente asegura que los masones, periódicamente, celebran
ahí sus asambleas, aunque ninguna base, que sepamos, sostiene este rumor.
Los Arcos de San Juan de Duero es lo que queda del claustro de un monasterio
de Hospitalarios de San Juan de Jerusalén; en él debieron trabajar artistas
de distintas religiones, pues pueden contemplarse estilos muy diversos.
Es
un lugar para la reflexión y la espiritualidad, con el Duero a escasos 10
metros de la entrada y a la otra orilla la vista de las murallas que un día
salvaguardaron a los sorianos de ataques musulmanes, aragoneses,
franceses...
Volvemos al puente y tomamos la otra orilla del Duero, la
derecha, y ahora sí, podremos hasta bañarnos, puesto que estamos pasando
por el "Soto playa", donde el río juega con el cauce y va dejando
lugares para que los niños disfruten, pequeños puentecillos, césped,
pequeñas cascadas... en fín, lo que es un río al servicio de la ciudad.
También podemos no utilizarlo y seguir hasta la ermita del santo patrón
Saturio, antes habremos pasado por la escuela taller Duques de Soria, el
antiguo lavadero de lanas de la ciudad, donde los nobles dejaban los
vellones de sus inmensos rebaños.
La ermita de San Saturio es referente para todos los
sorianos; es el santo patrón de discutida santidad, el anacoreta venido del
norte, para otros de recuerdos templarios, que para todo hay teorías.
En días nubosos, cuando las nubes acarician suavemente
esta ermita y los colores que la rodean se difuminan ligeramente, parece que esté
suspendida en el aire.
Para
Ruiz y Dragó en su Diccionario de la España Mágica "santo
problemático, a quién no conocemos sino por testimonio de terceros, en
especial por su discípulo San Prudencio, en su día fue incluido en el
catálogo de pretermitidos por los holandeses padres bollandos,
bolandoso bolandistas, que se dedican o dedicaban al menester de
autentificar o desautorizar cultos. Pretermitidos quiere decir, muy fina y
diplomáticamente, que estamos ante un santo sin otra probatura o
autenticación que la devoción popular, y de esa la verdad es que suele
sobrarle en su patria chica". Autentificado o no, el santo patrón es
venerado, se le llama milagrero, se le procesiona el dos de octubre
"haga frío o calor", y se le encienden velas para solicitarle
todo tipo de favores. La ermita, cimentada sobre la roca viva mirando al
padre Duero, es el lugar más visitado de Soria, y en su interior se
conserva la cueva donde Saturio pasó buena parte de su vida y desde donde
– como después los santeros- se desplazaba a la capital a pedir la
limosna de los fieles.
Así describe este entorno exuberante en hermosura y naturaleza, Juan Antonio Gaya Nuño
en El santero de San
Saturio:
"Hay un corto trecho del gran río que casi emociona por su majestad y belleza; desde
el Perejinal, el Duero tuerce hacia Soria, sin dejar de verse el cerro del Mirón;
éntrase, luego, hasta el puente, y, antes de él, ancla en San Juan de Duero, con sus
tapias húmedas de río, frente a la ermita de la Virgen y a vista de la ciudad. ¡Ah, ya
sabían los sanjuanistas del siglo XII lo que se hacían! como caballeros auténticos,
eligieron lo mejor de la ribera y alzaron un monasterio donde comienzan las huertas, muy
cerca del puente, y tan delicioso paraje que, si hubiera en el mundo algo mejor que la
santería de San Saturio, no sería sino el abaciazgo románico de San Juan de Duero,
merendando, como hacían los sanjuanistas, un cordero asado en el claustro, a cinco metros
del agua y de sus hierbas.
Después viene el puente, y el soto, y ahora el viajero queda,
a la derecha, bajo las terrosas ruinas del castillo. Y, después, a la izquierda, las
mejores huertas de Soria, en verdores y en fresco. En seguida, San Polo, de los señores
Templarios, que comían ricas lechugas y pepinos del Duero bajo sus bóvedas de crucería.
Aquí empieza una tabla de agua, con viejos batanes, acabando en las rocas blancas que
componen la cara del santo. Sobre ellas está mi ermita; entre San Polo y San Saturio, un
camino flanqueado por los chopos melancólicos, con muchísimas iniciales de enamorados y
sus fechas sacras."
Desde la misma orilla en la que está ubicada la ermita,
se desciende por el paseo donde Machado se detuviera tantas veces a
contemplar las iniciales grabadas en los árboles por los enamorados. Antes
de llegar al Arco de San Polo veremos una pradera, es el lugar donde los
sorianos se dan cita el Lunes de Bailas para apurar las últimas horas de
las fiestas de San Juan; ahí se merienda y se bailan sanjuaneras antes de
dirigirse a la plaza Mayor a escuchar de la orquesta municipal el
"adiós adiós San Juan" con lágrimas en los ojos.
El Arco de San Polo forma parte de un conjunto donde
algunos historiadores han dado en ubicar un monasterio de templarios; poca
documentación se tiene sobre él y en la actualidad pertenece a la
propiedad particular. Sirve de puerta de entrada a todo el entorno mágico
del Duero que comentamos y cada cual que ponga a funcionar su imaginación.
Muy cerca del arco se puede ver en una pequeña finca un crucero sobre
escalones, esa es la glorieta que lleva el nombre del relato becqueriano El rayo de luna, pues la quimera de Gustavo Adolfo quiso ver
reflejado en el Duero, desde ese mismo punto donde está la cruz, un
blanquísimo traje de mujer que le enamoró; tras muchas noches de insomnio
y búsqueda de la propietaria de tan alba vestimenta, cayó en la cuenta de
que sólo era un rayo de luna que jugueteaba con el Duero.
©
Isabel y Luisa Goig
Con
Hermógenes bordeando Numancia
Ruta
Literaria El Monte de las Ánimas
EL
SOTO DE GARRAY
Soria
Ciudad, 1922. José Tudela
Soria
Ciudad, 2000. soria-goig.com
Antonio Machado en
Senderos Imaginados
Guía Artística de Soria,
J. Tudela y B. Taracena
El santero de San Saturio,
J.A. Gaya Nuño
Campos de Castilla,
Antonio Machado
Guía Templaria soriana,
Ángel Almazán
Historia de Soria,
Varios Autores
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