pulsar
para ampliar las
fotos bajo este icono
Jornada primera: Desde Soria a Vinuesa.
¿Porqué
ir a trabajar hoy? Sí, ya se que es lunes, pero mira por la ventana. Fíjate en esos
claros de cielo azul, en esas nubes que tienen tantos colores y en esos montes todos
cubiertos de nieve. ¿No es acaso cierto que tu trabajo de hoy, nada gozoso va a aportarte
y que resultaría mejor abrigarse bien y salir a darse una vuelta con el amoto?. Ves,
estás de acuerdo conmigo. Incumplamos por dos días ese castigo divino que es el trabajo
y marchemos a descubrir postales al borde de la provincia. A La vuelta contaremos a todos
que se nos estaba muriendo una tía en Noruega y, como son bobos y nosotros sabremos poner
certeza en nuestra mentira, nos creerán.
Salimos de Soria y el día es algo incierto. al pasar junto a la fábrica de galletas de
la Avenida de Valladolid encontramos un esquiador con todos sus aparejos haciendo dedo en
nuestra dirección. Esta aparición, que haría arredrarse a muchos, a nosotros nos anima
a proseguir la aventura. Tomamos la carretera de Burgos dejando un rastro de humo
blanquecino más propio del tren correo que de dos potentes motocicletas. Pasamos junto a
Valonsadero y a nuestra izquierda dejamos el Pico de Frentes y toleramos que durante unos
kilómetros nos acompañe con su cara más negra la
Sierra de Cabrejas. Digo yo que no
sería pedir mucho a este recorte rocoso que cambiara unos grados su orientación y así
le diera un poco el sol. Para los aficionados a los nombres arbitrarios y a las ciencias
ocultas diré que esta formación geológica es un claro ejemplo de sinclinal colgado. No
creo que esta bobada sirva para nada, pero es un dato superfluo que conozco y que debía
expulsar cuanto antes. Atravesamos el poblado de Toledillo, en el que recientemente se ha
abierto al público una casa de lenocinio que contribuirá a evitar el despoblamiento de
nuestra provincia. Seguimos a toda pastilla por esta carretera tan recta hasta que
llegamos a Cidones, donde vemos por vez primera casas de piedra apropiadas para la alta
montaña y el rigor del clima. Nada más pasar el pueblo tomamos el desvío a la derecha.
Contaba Saint-Exuperi que un pequeño príncipe extraterrestre vivía en un planeta tan
diminuto que sólo tenía que cambiar la posición de la silla en que se sentaba para
poder contemplar una nueva puesta de sol y que de este modo podía disfrutar de decenas de
puestas de sol al día. El espectáculo planetario que refiere el genial aviador francés
se queda en nada comparado con lo que tenemos delante. Cada cien metros de carretera el
tiempo cambia. Durante una recta luce el sol, pero en la curva nieva y poco después
encontramos la carretera cubierta de escarcha. Luego vuelve el sol y un golpe de
acelerador más allá comienza un ligero aguanieve. Lo más extraordinario de esta
graciosa meteorología es que cada nube ha creado su propio arco iris y cada curva de la
carretera nos regala un brochazo multicolor nuevo. Cinco arcoiris, diez, quizá veinte. Un
arcoiris por cada montículo, por cada árbol, por cada pájaro. Una invasión de
cursilería óptica machaca el paisaje.
Un cartel nos indica una carretera cortada. No se les podía haber ocurrido una tentación
mejor. ¡Hacia allá vamos! El desvío dura sólo un kilómetro y nos deja en el pantano.
El embalse de la Cuerda del Pozo es un trozo de agua de lo más aparente. Aprovecharé
este párrafo para exponer una queja respecto a este sitio. Es muy triste el uso que del
pantano hacen los sorianos. Lo utilizan como playa, como club náutico, como plataforma
pesquera, como merendero, como picadero y de este modo lo humillan. Están pragmatizando
el embalse y eso no se le puede hacer a un pantano. Un lugar como éste pide a gritos una
cierta dosis de poesía. La Cuerda del Pozo necesita un monstruo prehistórico en sus
profundidades o un Frankenstein en sus orillas o una bella mujer ahogada en oscuras
circunstancias caminando sobre las aguas. el pantano no requiere la presencia de
boy-scouts ni de bañistas, sino el concurso de los poetas (especialmente por ver si se
ahogan). Es una lástima que Bécquer muriera antes de la formación del embalse. ¡Qué
leyenda fabulosa le hubiera dedicado a los fantasmas de los pueblos hundidos y a la
chimenea de la fábrica anegada bajo este pedazo del Duero! Y no me digan que por ser
artificial no merece respeto. ¿O es que acaso no son artificiales el acueducto de Segovia
o la gran muralla china?.
Salimos de nuevo a la
carretera yendo hasta la pequeña presa del embalse y, por un precioso pinar que bordea
una lengua del pantano, llegamos a Vinuesa. El pueblo se apoya en el monte tomando el sol.
Es un pueblo todo de piedra y hecho a mano. Una nube enorme tapa por completo el monte que
hay a su espalda y los inmensos pinares que siguen el curso del río Revinuesa. En Vinuesa
hay casas blasonadas, señoriales y recias. Tienen un pedazo de iglesia que mira al valle
y hay una escuela monumental, de esas en las que apetece ir a clase un día. Los suelos
están empedrados y las calles en cuesta llevan a placitas desiertas. Hoy no hay apenas
gente. Si hubiéramos venido en fin de semana todo hubiera sido chiquillería y familias
con la esperanza de conseguir mesa en uno de los estupendos restaurantes del lugar. Hoy es
lunes y sólo las furgonetas de intendencia entran en el pueblo. Nos sentamos en una
plazuela donde hay una picota. Y vemos cómo las nubes se dispersan y el cielo se abre. Y
nos llenamos del calorcillo del sol. Y la cabeza se me va a pensar en qué maravilloso
sentido de la justicia tenían nuestros mayores y en cuán práctico y definitivo era el
invento de la picota y empiezo a imaginar en qué modo se podría hoy revitalizar este
artefacto judicial.
Y miro el caserón que tengo enfrente y en minutos paso de la envidia
al desconsuelo de mi pobreza. Y hablamos de que en primavera habrá que subir al Pico
Urbión para poder contar cosas de Molinos, de Covaleda y de Duruelo. Y pensamos que lo
mejor será dormir hoy aquí y mañana seguir camino a la Laguna Negra, a Santa Inés y a
Montenegro. Y nos hemos quedado tontos viendo pasar el sol hacia el horizonte llevándose
nuestro tiempo. Y el cielo se ha puesto rosa y luego rojo y después malva y, por fin, se
ha vuelto loco pintándose de colores que no me enseñaron en el colegio y que, desde
luego, no venían en las cajas de lápices Alpino, ni en los rotuladores Carioca ni en las
ceras de Plastidecor.
Jornada
segunda: Desde Vinuesa a Montenegro de Cameros.
Amanece
en el último martes del invierno un precursor sol de verano. Es este sol un adelantado a
su tiempo, un pionero del paraíso, un pregonero del verano que ahora, de mañana, estira
nuestras sombras por el asfalto. Y cuando entramos en la carretera que sigue el río
Revinuesa y nos introducimos bajo la sombra del bosque de pinos, ese sol deja manchas de
luz y reflejos de primavera en los arroyuelos, en cada curva y en los claros del pinar.
Bordeando la carretera hay algo más que árboles, hay vacas. Hay decenas de vacas con
cara de funcionario que detienen su andar al borde de la carretera para admirarse del
absurdo equilibrio de nuestros amotos. Y junto a la vaca número 28 hay un camping
cerrado. En la vaca 54 hay un land-rover de lo guardas forestales y a la derecha de la
vaca 62 está el cruce a Quintanarejo. Sólo dos vacas más lejos, a la izquierda, está
el cruce a la Laguna Negra...
No voy a contarle a usted, amigo lector, nada sobre dicha laguna. No lo voy a hacer
porque:
* Usted sabe mucho más sobre ella que yo.
* De ella han escrito literatos, pensadores, filósofos, genios, poetas, periodistas,
aventureros y hasta unos cuantos analfabetos y no pretendo prolongar el suplicio.
* No deseo fomentar aún más el advenimiento de hordas turísticas que acabarán por
secar sus aguas.
Tan sólo quiero pedirle que me ayude a extender entre los forasteros la especie de que es
un sitio feísimo, hediondo y repleto de basura. Tal vez de este modo, entre todos los
sorianos, logremos salvar este paraje.
Una
vez pasado este cruce comienza la ascensión del puerto de Santa Inés. No es una
ascensión difícil ni excesivamente pronunciada, pero conviene ir con precaución pues
dispone de varios peligros destacables. Hay un comando suicida de ardillas que opera de
forma continuada en todo el trayecto; luego está el ataque rabioso de los padres de
Bambi, de un tío de Bambi y del propio Bambi y por fin está la más temible amenaza, el
MOPU. Allí donde haya una curva peligrosa, un arroyuelo o un estrechamiento, los chicos
de la red de carreteras colocarán un hermoso guardarrail metálico. Así, si por culpa
del hielo, de la lluvia o de un descuido, un hermano motero tiene la desgracia de irse al
suelo, podrá beneficiarse de una espléndida mutilación merced al hierrajo de marras que
le garantizará una bonita pensión para el resto de su días. Abandono ahora esta
reivindicación motard para proseguir mi relato.
Santa Inés tiene unas preciosas vistas, un cortafuegos que sirve de pista de esquí, una
praderita preciosa y 1.753 metros de altitud (récord provincial). si hace bueno, como
hoy, es el sitio ideal para comerse el bocadillo mientras miras a la derecha la sierra de
Cebollera y a la izquierda los picos de Urbión. Nos tumbamos al sol en la cuidada hierba
de este sitio y por culpa del silencio y de la soledad terminamos por echar una pequeña
siestecilla.
Tras el sueño reparador seguimos camino hacia Montenegro. El descenso del puerto de Santa
Inés sigue las laderas de los montes como en esas carreteras que pintan los niños, todo
curva y precipicio. Es una pendiente fuerte pero, si olvidamos el miedo, podemos disfrutar
viendo a la derecha el arroyo del puerto y sus cascaditas, remansos y afluentes. Todo este
lote de paisajes va incluido en un mismo valle glaciar en cuyo último recoveco nos
encontramos el bonito pueblo de Montenegro de Cameros. Es un pueblo de montaña con su
molino abandonado, sus casas de piedra, su puentecito y su iglesia. Es un pueblo con
perros de pelo largo durmiendo en cualquier sitio, con caballos atados a un gancho de a
casa, con bien repletas leñeras y con humo en cada chimenea. Pero sobre todo, Montenegro,
el último resistente de Cameros en tierra soriana es una cuesta. Es una constante
ascensión de caserío por el monte en busca del más duradero rayo de sol y esta
trepadora actitud de las calles hace de sus pobladores atletas consumados, hombres
fuertes, poderosos, y mujeres activas y firmes. El olor húmedo y embriagador de tanta
ganadería mezclado con el que transporta el viento desde los pinares y el aspecto de las
casas me trae el grato recuerdo de tierras mucho más al norte, de los valles de Tudanca y
Carmona en la Montaña, donde Pereda se inspiró para escribir ese prodigio de cursilería
que es Peñas Arriba.
Y ya nos vamos, y al retrepar un poco la cuesta miramos hacia la salida del valle hacia La
Rioja. Ese es el fin de Soria. Es el lugar por donde si fuéramos idiotas intentaríamos
huir de esta tierra de promisión que es Soria. Más allá de esos montes que forman las
sierras de Frihuela y Castejón está el mundo real. Están las ciudades con densidad de
población, la Europa del futuro, la sociedad del mañana y mil otros terrores.
Parapetados tras la línea de los montes habitamos los sorianos una tierra que nos brinda
el secreto de la vida eterna. ¿No me creéis?. Mirad esos paisajes que nos rodean, esa
calma del cielo pintado de azul y esa furia de la tierra hecha verde. Todo eso que veis no
es obra del Supremo Hacedor. Es el polvo de generaciones y generaciones de sorianos que
tras pasar años formando la tierra que les hizo crecer dejaron sus restos para que su
energía tiñera el paisaje. Y vuestros abuelos, todos, están ahí, entre los árboles,
jugando en los arroyos y saltando sobre las cumbres de los picos disfrazados de nubarrón.
No sea nadie insensato y ose escapar un día por entre estas cimas, pues esta es la puerta
de atrás de Shangri-La y el castigo es terrible: la vejez y el olvido.
©
Caballero
Hadoque
Covaleda
Montenegro
de Cameros
Ruta Literaria de
La Laguna Negra
El tío Melitón,
Pedro Sanz
Fuentes
y Manantiales de Soria, José Ignacio Esteban Jauregui
La Piedra Andadera,
Ángel Almazán
Antonio
Machado,
La tierra de Alvargonzález
Mendikat
:: Soria
::
Cebollera
Mendikat
:: Soria
::
La Lastra
Mendikat
:: Soria
::
Puerto de Montenegro
Donde comer y dormir
Volver a Rutas
Literarias
Volver a A pie por
Soria
Y aún hay más en otras Webs sorianas, inténtalo con el
|