El origen de la Ciudad
La situación estratégica de Soria y sobre
todo la de su Castillo, como punto de defensa del paso del Duero, tuvo
necesariamente que ser aprovechada por todos los pueblos y gentes que
vivieron y lucharon por estas tierras.
Así lo han demostrado algunos hallazgos
que se hicieron no hace muchos años al removerse las tierras del
Castillo.
Se encontraron restos de poblaciones
ibéricas, cristiano-medievales y musulmanas.
Pero a pesar de esto, apenas si se tienen
noticias y testimonios referentes a Soria hasta la Baja Edad Media. Sólo
sabemos que la reconquista el Conde Fernán González en el siglo X, que
en el siglo XI estaba en poder de Sancho el Mayor, que luego debió
perderse y fue otra vez conquistada por el Caballero Antolín Sánchez,
compañero del Cid, que por eso se denominó también Soria, volviéndose a
perder y luego a conquistar y a poblar por el Rey de Aragón don Alfonso
el Batallador que reconquistó y pobló también Almazán y Gormaz, dejando
en estas tres plazas caballeros aragoneses y navarros para tenerlas
seguras, con los privilegios y franquicias de costumbre. Algunos de
estos caballeros, con otros nobles de la comarca constituyen el núcleo y
origen de los Doce Linajes.
Pero la masa de la población que
contribuyó a la repoblación de la ciudad y a su reconstrucción era de
los pueblos comarcanos, nos lo indican los nombres de algunas iglesias
que existen o existieron levantadas por ellos y en las que rindieron
culto a sus Santos Patronos, San Miguel de Montenegro, San Miguel de la
Cuesta, San Juan de Rabanera, Nuestra Señora de Calatañazor, Nuestra
Señora de las Cinco Villas (los dos Murieles, Cabrejas, Abejar y
Talveila), San Juan de los Navarros y otras.
Formación y trazado de la ciudad
La formación de la ciudad de Soria no fue
de una vez, ni su trazado obedece a un plan regular.
Lo mismo ha sucedido con casi todas las
ciudades, salvo rarísimas excepciones, como acontece con Lugo, León y
Ávila.
Soria no fue reedificada de un solo
impulso ni por lo tanto con una determinada dirección, pero sin embargo
la naturaleza misma del terreno ha marcado una disposición algo obligada
a sus calles. Tiene forma de pala de pelota. Soria se asienta en las
vertientes de dos cerros, el Castillo y el Mirón, guardando el Collado
(collado) natural que conduce al río y por eso si se observa el plano de
la población, se notará que una larga calle la atraviesa de Este a
Oeste, esta calle que por la parte superior la llaman todavía con el
nombre topográfico de Collado, por la parte media Zapatería y calle
Real, continuaba hacia el río por el sitio que hoy ocupa la carretera,
con el nombre de calle del Barranco, siguiendo el cauce de las aguas de
las pendientes laterales del Castillo y del Mirón.
Podrá observarse que la calle del Collado
sigue hasta la Plaza torciéndose hacia la derecha, pero hasta la antigua
nomenclatura urbana da la razón a esta observación, toda vez que la
calle del Collado era antes lo que es, tan sólo collado, o sea, el
trecho que abarca desde la Puerta del Postigo a la calle de la
Zapatería, pues el primer trozo del actual Collado fue una derivación
para buscar el rellano de la Plaza y que hasta hace ochenta años se
llamaba de Latoneros.
A los lados de esta larga calle compuesta
por las del Collado, Zapatería, Real y Barranco, convergen otras “como
espina de pescado”, siendo las demás vías trazado obligado por la
topografía del terreno.
El trazado del Arrabal, o sea, de la
parte de la población de extramuros de las Puertas de Pro y Claustrilla
al Campo, es más regular por la mayor uniformidad del terreno.
Castillo
El Castillo es la base principal, el
núcleo de la formación de la ciudad. Está construido sobre el alto cerro
casi inexpugnable dominando la ciudad, el río y los cerros inmediatos,
salvo la mole de la Sierra de Santa Ana o Sierra de Peñalba.
La meseta
Estaba formada por dos cerros
concéntricos de muralla uno más alto que otro y al lado del río se
levantaban las torres de las que apenas quedan ya unos pocos restos.
La muralla
Del Castillo parten a ambos lados lienzos
de muralla que cercan la ciudad.
La muralla pasa por el lado del
Cementerio donde estaba la puerta de Valobos, después por detrás del
Cuartel de Santa Clara, Puerta de Navarra, para bajar por el Calaverón o
antigua calle de la Alberca hasta la esquina del Palacio de Alcántara
donde estaba la Puerta de Rabanera (1887), después embutida entre casas,
la corta la terminación de la calle del Collado, allí se encontraba la
Puerta Principal de la ciudad, la Puerta del Postigo (1865), sigue por
detrás de las casas de las Puertas de Pro hasta la carretera de
circunvalación donde se alzaba la Puerta de Santo Domingo o del Rosario,
seguía por el Paseo de la Florida al fielato de Logroño donde se abría
la Puerta de Nájera y aún se ven restos a lo largo de las tapias y
detrás de la ermita de Nuestra Señora del Mirón por donde descendía
hasta la orilla del río torciendo hacia el Sur por la esquina del Puente
con una torre defensiva en su entrada, que se alzaba frente a otra que
tenía el Puente en su mitad para mayor defensa, sigue aún bien
conservada junto a la orilla del río y al final de las huertas se abría
una puertecilla llamada El Postiguillo y ascendía hacia el Castillo a
unirse a la fortaleza.
La mayor parte de las murallas debieron
construirse en tiempos de don Pedro I de Castilla.
Tiene de longitud una legua y el diámetro
de la cerca es de unos 150 kilómetros, capaz de contener este recinto
amurallado una población de unas 30.000 almas.
Los lados S. y O. de la muralla, los más
asequibles sobre todo el primero de fácil asalto, estaban guardados
además por una hilera de casonas nobiliarias y palacios de los
caballeros que son sus armas y servidumbre podrían acudir prontamente a
su defensa. Estas casas son las que forman las dos calles aristocráticas
de la antigua Soria, la calle de la Aduana Vieja y la de los Caballeros.
Aún había otra particularidad, la guarda
de las tres puertas de Occidente, Rabanera, Postigo y del Rosario,
estaba reforzada por sendos palacios que se levantaban junto a ella, el
del Marqués de Alcántara junto a la primera, el del Marqués de Vargas al
lado de la segunda y el del Conde de Lérida junto a la tercera.
Arrabal
Por fuera de la muralla, al lado de
poniente, se fue formando el arrabal que generalmente lo ocupaba gente
baja y allegadiza. A la hora de queda se cerraban las puertas y quedaba
incomunicado con la ciudad.
Recinto
Con arreglo a la topografía del terreno y
a las necesidades, se fue repoblando el cerro interior.
En los primeros siglos de la fundación de
Soria debió estar más poblada la zona Norte, o sea, las laderas y
barrancos del Mirón, pues la Plaza Mayor estaba junto a las ruinas de
San Blas, en la huerta que hoy tiene Indalecio del Río. Allí se alzaba
la Casa del Rey y otras casas notables como las del “Mariscal y la de
los Leones” de las que sólo tenemos noticias.
Por aquella parte, hoy despoblada,
estaban las iglesias de San Martín de los Caballeros, de Nuestra Señora
de Barnuevo y Santa Cruz, cuyas ruinas todavía se conservan.
Destruye Alfonso XI las casas principales
como venganza por la muerte de su privado, el caballero Garcilaso de la
Vega, muerto por los nobles sorianos en la iglesia del convento de San
Francisco. Pero con los siglos siguientes la población refluye hacia la
nueva Plaza Mayor, vertiente opuesta, pues la iglesia del Espino fue la
de mayor concurrencia y después aún rebasa más la muralla y se extiende
como hoy hacia el campo.
Urbanización interna
La distribución administrativa de la
ciudad era por cuadrillas, división que sólo ha quedado vigente para las
Fiestas de la Madre de Dios o de San Juan.
Ya hemos dicho cuáles eran las calles
aristocráticas, el resto de la ciudad lo ocupaban el estado llano y los
menestrales y los labradores se fueron asentando en el arrabal. Los
judíos, con sus leyes especiales, lo mismo que los moriscos.
Calles
No presentaba Soria, ni presenta en la
actualidad, el aspecto de la mayor parte de las viejas ciudades de
España con sus calles estrechas o tortuosas, en parte por influencia de
los árabes en parte por las exigencias de un recinto murado
insuficiente.
Así han sido y son las viejas calles de
Soria, relativamente anchas y las plazas bastante abundantes.
Nomenclaturas
El pueblo siempre es el que tiene la
virtud de poner los nombres adecuados, y así ha puesto nombre en el
campo a los montes, cerros, laderas, barrancos, ríos, fuentes,
manantiales y hasta los pagos y parcelas, del mismo modo ha ido
bautizando a las calles y las plazas con los nombres más adecuados
teniendo en cuenta alguna cualidad peculiar y esencial de ellas,
llamándolas unas veces por los oficios que en ellas se desempeñaban, por
los mercados que se celebraban, por la clase de gente que en ellas
vivía, por las funciones públicas que se ejercían, en fin, siempre por
alguna razón que pudiéramos llamar biológica.
Agrupaciones gremiales
Después de lo expuesto nos lleva el tema
a tratar de las agrupaciones gremiales.
El Ordenamiento dado por el Rey Santo a
raíz de la toma de Sevilla, las establece terminantemente. “Mando
establecer –dice su hijo el Sabio- calles et ruas de partidas cada una
sobre sí de cada mester et cada oficio”.
Estas agrupaciones eran defendidas y la
fuerte organización gremial las dio mayor estabilidad.
Fue Felipe II el que dio libertad a los
menestrales para habitar donde quisieran. Así se dio nombre a muchas que
siguieron frecuentemente habitadas por dichos oficios y otras que por
tradición conservan el nombre.
Todavía lo conservan hoy, aunque no
oficialmente, algunas como la calle Zapatería y la Plaza de Herradores,
y las hubo de Latoneros, en la primera parte del Collado, de
Cuchilleros, la calle del Pilar, de Platerías, que debió estar por el
matadero nuevo, y se llamaban portales de los Silleros a unos que había
en la calle del Postigo.
También el mercado, la venta de productos
o determinada mercancía dio nombre a plazas y calles. Se llamaba Campo
del Mercado al que hoy es el Campo del Ferial, donde se celebraba. En la
Plaza de la Leña se hacía el mercado de la leña, y en los portales que
corrían antes por toda la manzana del siniestro último estaban los
Portales del Pan y en los de la calle del Ferial los Portales del
Rastro.
Una función o un establecimiento daba
nombre a las calles. La calle de los Estudios todavía recuerda y
conserva los estudios que en el mismo edificio del hoy Instituto daban
los Jesuitas de Gramática y Latinidad.
La Calle del Peso, bajo el Arco de la
Carnicería de la Plaza y la del Juego de Pelota detrás de la Cárcel, la
del Pósito y la del Teatro o de Comedias indican la razón de su nombre.
Las iglesias próximas dieron su nombre a
otras, así como la razón topográfica a la del Collado, la del Barranco y
la de la Alberca hoy Calaverón.
Indicada la distribución del vecindario y
relatada la nomenclatura de las calles, hablemos algo de su
pavimentación, tránsito e higiene.
Pavimentación
Las calles pendientes debieron estar
empedradas, con medianas aceras si las tenían y seguramente con algunas
pasaderas, como es corriente todavía en los pueblos y era ya usada por
los numantinos y que servirían a los sorianos para atravesar sus calles.
Sin embargo, las calles y plazas llanas debían tener el suelo de la
tierra, pues la Plaza Mayor fue empedrada con la ayuda de la Universidad
y Tierra al final del siglo XVIII, ya que en tiempo de lluvia se mojaban
en el barro los sacos de trigo que se traían al mercado.
El tránsito rodado era escaso, algunas
carretas, pocos carros y menos coches, pues como es muy sabido los
coches no circularon en España hasta que a fines del XVI los trajo doña
Margarita de Austria y tardaron en generalizarse hasta que en el primer
tercio del pasado siglo se comenzó la construcción de las carreteras.
Hasta entonces, Soria no tuvo correo
montado, así lo atestiguan las Ordenanzas Postales de Campomames.
Soria
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