Si quieren
llegar a Miño de Medinaceli, -seguro que sí después
de haber leído esto -, lo encontrará a 72 kilómetros de Soria, por la N-111 y a 10
kilómetros de Medinaceli.
La verdad es que no es un pueblo muy grande (no pasa de los 40 habitantes en invierno,
aunque en el censo hay más de 100 por agregar otros ayuntamientos), pero tiene cosas que
llaman la atención, y que hacen que se le tome cariño.
Una de las curiosidades es la iglesia de San Miguel, fuera de lo común, no os váis a
encontrar una planta basilical, ni de cruz latina típicas, sino que es como un
"agregado". La puerta no está a los pies, sino en un lateral lejos del altar y
el campanario está justo al fondo, al final de la cabecera. Al lado, y adosado a ella
está el consultorio médico, que en tiempos fue la escuela del pueblo.
Un elemento importante en Miño es el agua. No en vano hay dos fuentes y cinco pozos (si
no he contado mal). Una fuente está en el barrio de la estación y la otra en el pueblo.
Hace unos cuántos años - cuando todavía había vacas- se podían ver abrevando (si es
que se puede decir así) en la fuente; ahora sólo queda el grifo: se ha rellenado la
pila.
Pero, sin duda, una de las maravillas del pueblo es la panadería de Gerardo, un
gallego amante de esta tierra y casado con una lugareña, Gloria, donde hay unas empanadas
gallegas estupendas y un pan que hace comer al menos apetente. Eso sí, si venís, no
olvidéis un buen jersey y el traje de baño, para daros un chapuzón en la piscina del
bar o pasear por la ribera del río Torete.
Fiestas
populares.- 29 de setiembre, en honor del Arcángel San Miguel. Ángel guerrero que luchó
contra el dragón, se suelen celebrar el último fin de semana de septiembre. El viernes,
sábado y domingo hay verbena en el bar si llueve o en el frontón, si despeja, y, como
dirían los de la comisión, "marcha en la peña hasta el amanecer", además de
los típicos bingo y campeonato de mús y guiñote. Es interesante ver cómo esas calles,
tan vacías en invierno, se convierten en ríos de gente propia y extraña, disfrutando de
las últimas fiestas del verano.
© Verónica Retamero
Sobre las inciertas
consecuencias del alcohol
Aunque el resto del país apenas se dé cuenta de que estamos aquí, hay
algunas cosas en que en Soria somos los primeros. Tenemos un elevadísimo
índice de despoblación, pero es posible que sea así porque a nadie se le ha
ocurrido la idea mágica que lo solucione. Soria es la provincia con menos
índice de paro. Y yo me pregunto: ¿será porque los únicos que no han
emigrado han sido los que tenían tierras de cultivo o cualquier otro medio
de subsistencia? (Que por otro lado, está íntimamente ligado a la primera
cuestión).
Una de las peores redes de transporte terrestre, ya sea por carretera o por
vía férrea, ¡está en Soria! Claro que debemos estar de enhorabuena porque ya
han comenzado las famosísimas obras del túnel de Piqueras. Sin embargo, digo
yo, ¿veré la N-122 que nos une con el sur de Burgos mejor? ¿Y para cuándo la
N-111, eterno suplicio de los que tenemos la mala suerte de encontrar
pesados camiones por la carretera? ¿No estaría mejor (claro que eso sólo
sucede en mis plácidos sueños) una autovía que enlace con la N-II?
Sin que se me ofendan loas ecologistas, tengo mis dudas sobre que la
negativa a estas opciones sea un nefasto impacto medioambiental. Y es que en
el resto de España hay líneas férreas, más gente y autovías, ¡y tan
contentos que viven! Estimo que son cosas necesarias que harían sacar un
poco la cabeza a una provincia degradada por las circunstancias.
Y es que en la provincia hay carreteras que son las menos apropiadas para
traer invitados. Es cierto que se están haciendo algunos esfuerzos para
avanzar: tenemos –al menos en el sur, que lo conozco mejor- bastantes casas
rurales, un arco de triunfo, un museo arqueológico, y lo más reciente, un
descubrimiento que deja atrás a Europa. Pero, las carreteras para acercar a
los visitantes aún dejan mucho que desear. Es triste que hasta que no han
venido a ver lo que tenemos por aquí no haya empezado a arreglar tortuosas
carreteras, llenas de baches y de sinuosas curvas. Al menos nos queda el
paisaje y el frío, los vastos terrenos dorados en verano y verdes en
primavera…
Se me olvidaba, hay otra cosa en que somos los primeros. Sí, eso que tiene
algo que ver con desbancar a Europa. En Miño de Medinaceli han hallado la
cerveza más antigua de Europa. Exactamente del 2400 a.C. ¡Los alemanes e
irlandeses la tendrán mejor, pero nosotros desde antes! Para este hallazgo
llevan ya cuatro años trabajando en la Sima un grupo de arqueólogos de la
Universidad de Valladolid. A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del
Cesar: no se puede negar que el “repentino” aumento de población y los
trabajos en sí han dado algo más de vida a Miño, que parece, como tantos
otros pueblos, que sólo existe en agosto. Se notó sobre todo el pasado día
26 de agosto. Como agradecimiento a las ayudas ofrecidas por los vecinos
para facilitarles el trabajo, el director, Manolo Rojo, ofreció una comida
popular, así, con personalidades de la política y todo. Eso sí que fue
reavivar al pueblo. Salió gente de donde no la había. Y es que una chuletada
nadie la perdona. Todos comimos junto a esta gente que ha conseguido que el
nombre de Miño de Medinaceli aparezca en los libros de Historia. Rueda de
prensa con medios de comunicación incluida. Todo un lujo por estas tierras.
Las
fotografías pertenecen al reportaje que publicó
muy interesante
nº 268
Y en ella se habló de todo: duro trabajo, proyectos de futuro… Y algo así
como un parque temático. Hasta ahora ya hay un servicio de guías que explica
al visitante inquieto lo que se va descubriendo, qué significa, por qué es
relevante y lo que esperan descubrir.
Pero una cosa es un servicio de guías y otra cosa podría ser la ciudad de la
cerveza en Miño. No creo que se llegue a tanto, pero por el momento ya se
piensa en hacer algo así como un “parque cultural de índole arqueológica”.
Ya veremos en qué se traduce todo esto. Por ahora lo espero con una mezcla
de esperanza y de cautela.
Todo avance es importante, pero en un lugar en el que hasta hace dos días
había señales de carro específicas para carros tirados por caballos, los
pequeños cambios se convierten en pequeñas revoluciones. Valga de ejemplo la
sorpresa de ver hace unos diez años aceras en el pueblo.
Pero no nos desviemos. Una cosa es algo de lo llamado “necesario” –unas
aceras- y otra cosa es un entretenimiento. Depende de cómo se plantee podría
dinamizar la zona, o siguiendo el juego de palabras, dinamitarla. Es
evidente que es bueno que la gente se acerque, que la zona se dé a conocer,
porque seria un tremendo impulso. Sin embargo, en ocasiones el precio que
hay que pagar es demasiado elevado. Por la misma razón de que la tónica es
la tranquilidad (que no significa lo mismo que inmovilismo) los cambios han
de estar convenientemente dosificados.
Un parque cultural en condiciones supone acercar a la gente, como el mismo
Manolo Rojo dijo, de todo el mundo. Para poder absorber este flujo de gente
¡volvemos siempre a lo mismo! hace falta que las vías no sean de caballos,
sino de coches; que dos vehículos se puedan cruzar sin temor a caer al
barranco. Hace falta que aquí haya gente viviendo, porque un municipio
necesita población constantemente, y no quince días al año… Es el pez que se
muerde la cola.
Pero será mejor no perder la esperanza: comenzar poco a poco, y que el
tiempo dé la razón a unos o a otros.
Estoy convencida de que esta zona tiene interés arqueológico, que después
del hallazgo de la cerveza en Miño, de los mamuts de Ambrona… aún quedan
cosas y, que ¡por qué no!, debemos compartir con el resto del mundo. Pero
por favor, señores responsables, piensen en la tranquilidad de la zona y en
los avances más revolución.
© Verónica Retamero
Verónica Retamero en SENDEROS IMAGINADOS:
A mis queridos ancianos - La hija de la hornera - El
tren
Fotografías de
Carlos
Hernando
(pulsar
para ampliar)
Los primeros agricultores y ganaderos
del interior peninsular
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