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21 de Septiembre de 2014
De nuevo, el domingo
21 de septiembre, cuando el verano da paso al otoño, tan agradable por
estas tierras, los sarnagueses se dieron cita para seguir trabajando en
la calera –ya casi terminada-, y continuar las mejoras del museo
etnológico.
Y una vez más
enfilamos la carretera que conduce a Tierras Altas para, pasado el cruce
de Estepa y llegados al Puerto de Oncala, comenzar a notar cómo se
ensanchan los pulmones y se refrescan las neuronas.
Mientras unos y otros
se dedicaban generosamente a las tareas decididas en asamblea, José
María del Rincón preparaba una paella para unos cuarenta comensales
–entre currantes e invitados-, acompañada de ensaladas variadas y
concluida con un magnífico sorbete de limón. Yantar, beber y laborar, en
armonía, con buenas conversaciones y al final el canto de alguna jota de
ronda para la próxima publicación.
A todo el que se
acerca por Sarnago, logran entusiasmar los sarnagueses, con un nuevo
miembro en la larga familia, Mauro, a quien pronto veremos corretear por
la plaza, mojarse en la fuente y un poco más tarde, tratar de meter el
ramo del mozo por la ventana, o de evitarlo, según a qué barrio
pertenezca.
soria-goig.com
A partir de las 8 de la mañana comenzamos
parte de los trabajos programados. Poco a poco fue acercándose hasta el
pueblo los vecinos para "arrimar el hombro". A media mañana preparamos
unas migas para reponer fuerzas, después de toda la mañana trabajando
terminamos degustando una sabrosa paella preparada por nuestro amigo y
socio José Mari Del Rincón para más de 40 personas.
Eran varias los trabajos que queríamos
realizar, ya que el pueblo necesita de muchas mejoras. Logramos acabar
la calera, que ya habíamos comenzado la primavera pasada, a falta de
terminar de cercarla y colocar un cartel informativo. Con el fin de
observar las fases de la construcción optamos por no cerrarla hasta
arriba, como debería ser para su funcionamiento, de esta forma se podrá
observar como se colocaban las piedras calizas.
Otro grupo se dedicó a adecentar una de las
salas de museo, eliminando los antiguos revocos de las paredes para
sacar la piedra y dejar su construcción original. Se realizaron unos
trabajos de albañilería y fontanería con el fin de ir adecentando la
cocina de la sede social. Por medio de desbrozadota se procedió a la
limpieza de zarzas y otras hierbas de alguna de las zonas del pueblo.
Otro de los trabajos consistió en colocar cuadros con fotos antiguas
para ampliar nuestra colección del museo etnográfico. Adecentamos el
lugar donde el sábado 27 colocaremos un punto de avituallamiento para la
BTT Fuentes de Magaña-Tierras Altas, como nos comprometimos en colaborar
con el ayuntamiento de Fuentes.
Dada la gran acogida que tienen estas
reuniones “hacenderas” seguiremos realizándolas por el bien del pueblo
como lugar y del pueblo como conjunto de gentes.
Un saludo
Asociación de Amigos de Sarnago
1 de Junio de 2014
La obligación de
trabajar para la comunidad estaba reglamentada en todas las ordenanzas
municipales que hemos consultado. A final de los años setenta y
principio de los ochenta, todavía en pueblos de mediana población, era
obligatoria. A día de hoy, en pueblos pequeños se practican las
hacenderas, aprovechando los veranos, cuando la población aumenta por la
vuelta de aquellos que se vieron obligados a marchar. Ya forma parte de
una costumbre más o menos festiva, pero que cumple un papel fundamental
en la vida de los pueblos.
El modo de llamar a
la prestación personal varía de un pueblo a otro. En algunos se les
nombra por el trabajo específico a realizar, “ir a caminos”, “la monda
del caz” (limpiar las acequias de los molinos), o bien azofra, adra, y
muchos otros. Era frecuente que las hacenderas, a fin de darles un toque
festivo, se realizaran el martes de Carnaval, aunque dependiendo de la
extensión del término y las necesidades de las infraestructuras, la
azofra se realizara varias veces al año. Para culminar los trabajos
comunitarios, era frecuente que los representantes del concejo, o el
alcalde ya en tiempos cercanos, invitaran a los vecinos a beber vino y a
veces a algún otro refrigerio.
Estaban excusados de
este trabajo los clérigos, hijosdalgo y maestros de escuela. Sobre esto
hemos de recordar que en Huérteles, en el siglo XVII, tuvo lugar un
largo pleito entre el concejo de ese lugar y Francisco Sáenz Hidalgo,
quien pretendía no ir a hacendera y el Concejo se empeñaba en que tenía
que cumplir, como todos los vecinos, esta obligación. Finalmente
consiguió no colaborar.
En Sarnago, dos o
tres veces al año, sin problemas entre el vecindario común y los
hidalgos, que no los hay, se reúnen para componer y limpiar un pueblo
que, año a año, y gracias a esta voluntad (o ilusión, que diría mi amigo
Manuel Castelló), ofrece al visitante un marco digno para las
celebraciones que en verano tienen lugar en él y que ya son referente
cultural de la provincia.
El pasado domingo, 1
de junio, un grupo procedió a limpiar, como cada año, los enseres que
forman el Museo Tradicional. Las mujeres se encargaron de enmarcar y
colgar una colección de fotos de pueblos deshabitados de la Alcarama,
que se deben al buen ojo de Paco Ruiz y que se encargarán, según
palabras de José Mari Carrascosa, de ir dando forma al futuro centro de
acogida de los pueblos deshabitados de la Sierra de Alcarama. Otros se
empleaban en limpiar calles de hierbas y zarzas, y hacer lo propio con
el cementerio. La cocina, en el interior del edificio que un día fuera
escuela y Casa del Concejo, y hoy es centro vivo de reuniones y
actividades, fue embaldosada. Y el manantial de La Lagunilla, que
abastece de agua a Sarnago, cuyas tuberías fueron reemplazadas hace unos
veinte años, fue debidamente limpiado por otro grupo.
Y será por eso de que
los sarnagueses son capaces de ilusionar, por lo que se unen a ellos
otras personas sin más vinculación con Sarnago que ser amigos de algún
socio o, sencillamente, simpatizantes. Personas de Tudela, de Valtajeros
y de la propia Villa, se dieron allí cita a fin de prestar su
colaboración.
La
calera
Este año, la
Asociación de Amigos de Sarnago quiso, además de limpiar y reparar,
construir una calera para enseñar a los más jóvenes una de las muchas
actividades que se daban en el mundo rural, autosuficiente como fue
durante siglos.
Hemos encontrado un
documento de fecha 19 de mayo de 1682, firmado por Diego López de la
Lobera (representante de la Villa de San Pedro) y Martín de la Llana,
estante en la villa, oficial de cantera, donde se convienen en que
Martín hará una calera en donde dicen Achena y dará la cal que proceda
de ella a Diego López, a precio cada fanega de nueve cuartos en piedra.
Le da licencia el Ayuntamiento para cortar cien cargas de leña en los
montes más cercanos habiendo buen corte en ellos, y “veinte peones que
le ayuden a la disposición, y cuatro orgoneros (1) grandes y
que hecha y fabricada la cal la haya de recibir Diego López al tercer
día de acabarse de fabricar y si no fuere a su gusto o de buen recibo
haya de devolver Martín lo que se le haya dado”. Como en todos los
protocolos notariales, se obligan, uno y otro, a cumplir lo pactado con
sus personas y bienes raíces habidos y por haber.
No necesitaron en
Sarnago veinte peones, bien es cierto que la calera quedó hecha, a falta
de la bóveda, pero no se la hizo funcionar. Bajo la dirección de José
Carrascosa (80 años y trabajó como nadie), se excavó el lugar en el
camino que lleva al pueblo, bien a la vista, y se fueron colocando en
perfecto orden las losas que formarían el a modo de pozo circular donde,
llegado el momento y con el fuego apropiado, irían dejando la cal, o
para ser más exactos, el óxido de calcio que por calcinación da la
piedra caliza. Este producto, mezclado debidamente con otros, serviría
para la construcción.
Hace unos días, un
político, y sin embargo amigo, me decía que los políticos deben salir a
la calle y aprender del pueblo. Así debería ser. Quienes construyeron la
calera, algunos mayores, enseñaron una actividad completamente perdida,
pero que hasta hace pocos años, ni siquiera un milímetro en la Historia,
era práctica habitual, espacio de reunión, como tantas otras
actividades: carbonero, elaboración del cisco, fabricación de adobes…
Por eso era autosuficiente ese mundo, y por eso se lo han cargado.
Hubo, cómo no, comida
comunitaria. Una paella que se encargó de cocinar la panadera de San
Pedro, y otros condumios regados con vino, como no podía ser de otra
forma. ¿Quién dijo aquello de “hacer y haciendo hacerse y no ser mas que
lo que se hace?”, pues así es Sarnago.
(1)
Hurgonero,
instrumento de hierro para remover y atizar la lumbre. (Diccionario
Real Academia de la Lengua).
Reportaje fotográfico en el web de Sarnago
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