Primavera en Brías
¡Una tarde de Primavera! (3)

 

La bendición de los campos.- Son las cuatro de la tarde del día tres de mayo, cuando desde la puerta de la iglesia, parte la procesión que se dirige por la calzada hacia el cerrillo de los moros, lugar en el que este año se realiza la bendición de todos los campos del lugar. Esta ceremonia, la mas tradicional de la festividad de las cruces, se realiza cada año en la zona que esta sembrada, según corresponde a las añadas. El pasado año se hizo la procesión a las eras, y este le  corresponde a la otra añada. En la procesión se cantan letanías y rogativas, junto a otros cánticos religiosos. Es la mas alegre  de las  procesiones, la que a primeros de mayo se realiza cada año hasta el lugar donde están enclavadas las tres cruces, y desde este punto, se bendecirán todos los campos del municipio. La procesión transcurre por un entorno privilegiado en estos días de la  primavera. El color verde que presentan los campos de trigo por estas fechas, se ve hoy maquillado por la gran variedad de flores de múltiples colores, que pueblan los ribazos y las orillas de los caminos, y por el perfumado aroma con el que se impregna el aire a su paso entre las florecidas ramas de los espinos, que consiguen darle al campo, ese atractivo y ese encanto tan especial que  puede deslumbrar a los lugareños, pues como dice un viejo refrane: -Para la Santa Cruz, toda  vida reluz-. Algunos tramos del camino, que están surcados por las pequeñas regachas de agua que emanan tras las abundantes lluvias primaverales, hacen que se distorsione la alineación que llevan los jóvenes en la cabeza de la procesión, y las abundantes abejas que están recogiendo agua de los numerosos chorrillos que surcan el camino a la altura de los cañamares, ponen nerviosas a algunas de las mujeres, a las que hacen perder el ritmo de la canción, llegando a provocar que se rompa la sintonía del coro. Al llegar la comitiva a la altura del cano, donde sobre un pequeño majano se encuentran clavadas en el suelo las tres cruces de madera, se forma un gran circulo entorno al sequito parroquial. Dentro de la ceremonia que el sacerdote realiza entorno a las tres cruces, este coloca unas pequeñas crucecitas de cera en las ligeras incrustaciones que están talladas sobre la madera, y con el hisopo empapado por el agua bendita, lanzara esta en dirección  a los cuatro puntos cardinales, luego volverá a hacer lo mismo con el incensario, dando así por bendecidos los campos de todos y cada uno de los rincones del termino municipal.  

La pesca.- Un pétalo rojo de pipirigallo (amapola), flota en el centro de la pequeña laguna. En la orilla, un joven mantiene en alto su rudimentaria caña de pescar; una caña, de cuyo extremo sale el sedal que llega hasta la hoja de pipirigallo que se encuentra posada en el centro de la balsa. La hoja de amapola, llamativamente roja, rodea y encubre engañosamente el acero de un pequeño anzuelo. Los otros tres muchachos que acompañan al ingenuo pescador, permanecen agachados y en silencio para no asustar a las ranas, que poco a poco empiezan a asomar sus pequeñas cabezas por encima de la superficie del agua. Los tres ayudantes del aspirante a pescador, indican a su compañero el lugar hacia el que ha de dirigir el cebo, para acercárselo a la boca de una de las ranas que saca su cabeza en el centro de la laguna, pero a estas, no parece interesarles lo mas mínimo el vistoso cebo que les quieren hacer comer los ingenuos pescadores.

Un lejano bullicio que se va sintiendo cada vez con mayor insistencia, ha atraído la atención de los cuatro muchachos, que inmediatamente se han levantado de sus posiciones, volviéndose hacia el lugar de donde procede el escandaloso griterío. ¡Son las grullas!, comenta uno de los jóvenes, que ha sido el primero en localizar una de esas extrañas formaciones que siempre han intrigado a los mas pequeños del lugar. Cuando las grullas están sobrevolando por encima de la laguna, los cuatro jóvenes tratan de interpretar el símbolo que con su curiosa formación, dibujan ahora las aves sobre ese cielo, que luce su color azul mas intenso, en esta hermosa tarde de primavera. Dos de los amigos, creen ver un numero trazado sobre el cielo, a otro le parece una letra, lo cierto es, que nunca se ponen de acuerdo los chavales respecto a cual es el numero o la letra que sobre el cielo dibujan las grullas cuando sobrevuelan los cielos del lugar. Pasan al menos tres o cuatro formaciones de grullas y los chavales se vuelven a centrar en la pesca de la rana.

La charca de la dobera no es muy profunda, pero goza de muy mala fama en la localidad. En la mente de todos esta aquella desgraciada tarde, cuando en esta pequeña charca se ahogo un muchacho del pueblo, el hijo del tió Rufino el pastor. El desgraciado accidente se produjo cuando el muchacho acababa de cumplir los 11 años,  y desde entonces, todas las madres les tienen prohibido a sus hijos acercarse por las inmediaciones de la laguna. Las causas que originaron el fatal fallecimiento dentro del agua, no fueron consecuencia de no saber nadar, algo muy común entre las gentes de un lugar donde no hay ningun espacio en el que poder practicar este deporte, sino que sería debido, a las particulares características de un terreno muy arcilloso. Esta pequeña laguna, no es de origen natural, sino que como su nombre indica, tiene sus orígenes en la extracción de tierra para hacer adobes; unos adobes, que por el rico contenido arcilloso del terreno, siempre se han venido a fabricar a este lugar. Al entrar en el agua y pisar sobre el fondo arcilloso de la laguna, los pies quedan atrapados por el barro; este hecho cuando se produce dentro del agua, puede dar lugar a un fatal accidente, máxime cuando no se tiene ningún conocimiento en natación.

Los tres jóvenes siguen afanados en capturar alguna de las ranas con su anzuelo, pero al final, terminan resignándose a la mediocridad de sus habilidades como pescadores, y deciden cambiar de cebo, por ver si mejoran los hasta ahora nulos resultados que han obtenido. Colocan de nuevo un tábano sobre la punta del anzuelo y el revoloteo de sus alas, produce unas leves ondulaciones sobre las turbias y rojizas aguas de la laguna. Por un momento, el insecto desaparece de la superficie de la charca, y el sedal parece tensarse hasta el extremo de la caña, por lo que los entusiasmados jóvenes creen haber pescado una de las muchas  ranas que se habían estando burlando de su anterior cebo. Atentos los cuatro jóvenes al movimiento del sedal, se apresuran a tirar del mismo hacia la orilla, cuando uno de los componentes del grupo, observa un extraño movimiento dentro del agua. ¡Ha picado!, ¡ha picado! Repite entusiasmado uno de los muchachos, cuando visiblemente nervioso, se apresura a capturar a su primera presa, que poco a poco se ha acercado a escasos metros de la orilla. Pero a pesar de tener a su presa casi a la vista, con la suciedad que provoca la arcilla en el agua, no se han percatado de que lo que se encuentra enganchado al anzuelo no es una rana, sino que se trata de una pequeña culebra de agua. Es demasiado pequeña para comérnosla para merendar, comenta uno de los muchachos ante la escrupulosa virada de alguno de sus compañeros; unos compañeros, a los que el solo hecho de escuchar este asqueroso comentario, ya les ha provocado nauseas en el estomago. Pero el joven que esta intentando soltar el anzuelo de la boca de la culebra, se lamenta en voz alta por el reducido tamaño del pequeño reptil, pues de haber tenido unos centímetros mas de longitud, habría supuesto un bocado exquisito de probar para el y para otro de sus compañeros.

La tormenta.- Uno de los cuatro compañeros de aventuras, hace ya un buen rato que se había fijado en las nubes que evolucionaban verticalmente sobre la cabeza de la sierra del medio, cuando el débil y lejano sonido de un trueno, alerta al resto del grupo de amigos de la presencia todavía lejana de una tormenta. Todos se han levantado para ver la procedencia del trueno que acaban de escuchar, y tras comprobar que las nubes todavía quedan muy lejos de donde ellos se encuentran, deciden seguir con su intento de capturar algunas de las numerosas ranas que ahora asoman su cabeza por todos los puntos de la balsa. La posibilidad de una tormenta, parece haber animado a las ranas, que en mayor numero aparecen ahora sobre la superficie del agua, no se sí tratan de curiosear sobre la evolución de las nubes, o tal vez intentan capturar, alguno de los numerosos mosquitos que se aproximan ahora a la superficie de la laguna. Animados por el comentario de uno de sus compañeros, refiriéndose a que los días de tormenta son los mejores para pescar, los cuatro amigos de correrías siguen lanzando su cebo sobre la laguna, a la espera de que una de las ranas se anime a probar una pequeña degustación del apetitoso cebo. Las nubes se están volviendo cada vez más oscuras, pero sobre la capa de nubes mas bajeras, que son a su vez las que mas se han oscurecido, crecen otras mucho mas blancas; unas nubes, que se desarrollan verticalmente sobre la montaña, como si se tratara de un intenso humo blanco que brota con fuerza de un enorme montón de paja seca, momentos después  de que se le prendiese fuego con una cerilla. Pero hay otro síntoma muy evidente de que se avecina una tormenta; es el vuelo rasante de las golondrinas, que parecen divertirse con sus vuelos rasantes sobre la laguna, llegando incluso a rozar con sus cortos picos la superficie del agua.

El resplandor de un relámpago, seguido del sonido seco y prolongado de un potente trueno, ahora ya mucho mas cercano que los anteriores, y la presencia de las primeras gotas de agua que caen sobre la laguna, alertan de nuevo a los jóvenes; unos jóvenes, que esta vez si que ven mas cercana la posibilidad de acabar empapados por la tormenta. Cuando emprenden la carrera en dirección a las eras, los muchachos ya tienen el nublado lo suficientemente cerca, como para recibir una buena mojadina sobre sus espaldas. La niebla ya viene avanzando por la lastra, y los oscuros ramales que se forman con la densa cortina de agua que dejan caer los oscuros nubarrones, continúan avanzando rápidamente desde el cerro, dirigiéndose ahora hacia los huertos que rodean las primeras casas del pueblo. No han terminado de cruzar toda la era, cuando empieza a arreciar la lluvia con  mayor intensidad. El fuerte chaparrón les empieza a calar hasta los huesos, cuando descubren que esta abierta la puerta de la cochera del Teodoro, deciden refugiarse en ella, al menos, hasta que amaine un poco el  fuerte vendaval. Un intenso y fugaz resplandor ilumina el interior del local, el relámpago va precedido de un potente zambombazo que hace temblar los cimientos de la nave, parece haber sido provocado por el disparo de un potente cañón; una explosión que hace temblar de pánico a los asustados muchachos. Ya lo dice el refrán: -los truenos y el mar, enseñan a rezar- les comenta el labrador que espera junto a los muchachos a que amaine la tormenta. Tras la explosión, un fuerte estruendo que se va incrementando por momentos, parece que vaya a echar abajo las uralitas del tejado. El sonido acaba siendo atronador, es como si un camión cargado de grava, estuviera basculando sobre el techo de la nave. Al  asomarse uno de los jóvenes por la rendija que queda entre las dos puertas metálicas de la cochera, comprueba asombrado, que el atronador sonido que invade toda la nave, esta producido por una fuerte granizada que esta descargando por el entorno de las eras.

Poco a poco, la lluvia empieza a ceder en su intensidad conforme la tormenta se va alejando en dirección a Paones, dejando tras de si una tenebrosa oscuridad, y el sol que empieza a asomar sobre lo alto del cerro, proyecta un gran arco iris sobre la cortina de agua que va siguiendo a la tormenta; un arco iris, que parece ser la puerta que separa, la alegre luz del día, de la profunda oscuridad de la noche que va siguiendo a la tormenta.

Por donde haya pasado el ramal de piedra, habrá dejado los campos arrasados, se lamenta el labrador que se había refugiado con los chavales en la cochera. Si los refranes lo dicen, su parte de razón tienen al referirse a las tormentas de abril: -Cuando truena en abril el labrador es feliz- y también -Un abril sin granizo, Dios no lo hizo-.

Pero uno de los jóvenes, observa la tarde desde otra perspectiva, y esta pensando en los caracoles que pronto empezaran a deslizarse entre las hierbas de las orillas de los huertos, tras la apacible calma que va quedando con el paso de la tormenta.

Al salir los cuatro jóvenes a la calle, se presenta ante sus ojos, una de esas estampas inolvidables, que durante mucho tiempo les va a resultar fácil volver a refrescar en su memoria. Al fondo, entre los cerros del otero y de la ballugada, permanece la tenebrosa oscuridad de la tormenta; una oscuridad, que de cuando en cuando es iluminada con el resplandor de los rayos que aun descargan toda su energía entre las nubes; una tormenta que todavía impone respeto al contemplarla, ahora desde una situación mucho mas tranquila y relajada. Algo mas cerca que la tormenta, se puede contemplar el espectacular colorido de un gran arco iris; un arco iris, que impresiona a los muchachos con su deslumbrante luminosidad, y con la intensa pureza de sus colores. El suelo de la era, que momentos antes de la tormenta era una verde pradera decorada con esos grandes corros de margaritas blancas y amarillas, esta ahora  cubierto por una espesa capa de granizo, formada por grandes bolas de hielo que llegan a alcanzar el tamaño de huevos de palomas; toda la superficie del suelo de la era, esta cubierta con un espeso manto de niebla que permanece pegada al suelo; una neblina, que se asemeja al vapor que emana del fondo de una caldera cuando cuelga de las yares de la chimenea; una caldera colgada sobre las brasas del hogar, en la que el agua ya caliente, esta a punto de romper a hervir.

Los chavales corretean sobre la capa de granizo, con la sensación de estar caminando por encima de las nubes, todo un sueño para las inocentes ilusiones de los jóvenes. Por ultimo, completando esta espectacular postal con la que la naturaleza les ha obsequiado en esta maravillosa tarde del mes de mayo, al volver la vista hacia el sol de poniente, los cuatro jóvenes, observan con admiración la silueta de la torre de la iglesia, que se recorta sobre el fondo granate que luce el cielo en este momento; ese cielo, del que se ha descolgado una enorme bola de color rojo. Es el gran circulo de un sol que se deja suspender sobre la recortada silueta de las montañas. Esta colorida postal, es la imagen mas bella, de cuantas estampas puede ofrecer en su atardecer esta sorprendente y maravillosa naturaleza; una naturaleza que es capaz de mostrarnos su cara mas amarga y cruel, llegando a atemorizarnos cuando desata toda su ira a través de una tormenta, para momentos después, mostrarnos su cara mas tierna y amable, deslumbrándonos con estampas tan maravillosas, como la que nos ha mostrado esta tarde tras el paso de la tormenta. 

Los caracoles.-  Todavía corre el agua por el camino de la calzada, cuando el joven que lleva el caldero en la una mano y un farol en la otra, acompañado de su padre se dirigen a buscar caracoles hacia los huertos de las bolas. La tormenta que hace tan solo unos momentos, descargaba con todo su ímpetu los fuertes chaparrones que han dejado embalsado el camino de la calzada, se va desplazando ahora hacia Paones. Con el cielo oscurecido sobre la zona del otero, y el sol semioculto tras del cerro, todavía pueden apreciarse los luminosos colores del arco iris que resaltan  sobre el  fondo oscuro de la tormenta. Que buena que es este agua para los campos, le comenta el padre al muchacho, pues como muy bien dice el refrán: -Mayo mojado, del buen barbecho hace prado-.

Un jilguero que se balancea, posado sobre una de las delgadas ramas del cerezo que hay tras la pared del huerto del  Sr. Cura, atrae la atención del muchacho, con la grata melodía de sus refinados cánticos. Con un elegante pavoneo con el que mueve su coloreado cuerpecillo, intenta llamar la atención de una de las hembras que revolotean entre las hojas del peral de un huerto cercano. Al muchacho, que se ha quedado observando con curiosidad la actitud del simpático pajarillo, le ha extrañado comprobar, que el inquieto animalillo no se haya molestado con su cercana presencia.

Después de dar una pequeña vuelta por los alrededores de la ermita, el joven salta sobre una de las paredes de los huertos, y se dispone a recoger los caracoles, que lentamente se van deslizando sobre las cimas de las berzas, (troncos de berzas) que permanecen amontonadas junto a la pared de uno de los huerto. Los troncos de las berzas, constituyen uno de los pastos favoritos para los caracoles en los días de lluvia, por eso, el chaval intentara recordar los lugares en los que pueden quedar restos de estas plantas, para acercarse a ellas y poder igualar dentro de su caldero, el número de caracoles que ya lleva recogidos su padre.

Cuando padre e hijo llegan a los cañamares, la luz del día esta empezando a dificultar la localización de los pequeños moluscos. ¡Ya se ve una luz por la calzada! comenta el joven a su padre. La presencia de la pequeña señal luminosa, es la que le ha advertido de la poca visibilidad que le va quedando a la tarde, y el joven se muestra impaciente por encender la mecha de su pequeño farol.

La suave brisa que corre ahora por el campo, es la culpable de que se le hayan apagado ya dos cerillas al muchacho, en sus frustrados intentos por encender la vela de su pequeño farol de cristal. Al llegar al plantío, llevan ya casi medio caldero de caracoles cada uno de los dos caracoleros, y por la orilla de uno de los campos de alfalfe, están aumentando esta cantidad a un ritmo mas acelerado, gracias a la mayor presencia de caracoles, que se arrastran intentando alcanzar el interior de la finca.

El resplandor de los rayos de una nueva tormenta, que rápidamente se viene acercando por la zona de la solana, y el potente sonido cada vez mas próximo de unos truenos que se empiezan a sentir cada vez mas próximos, activan las alarmas entre los buscadores de caracoles. ¡Creo que nos vamos a mojar! le comenta el padre al muchacho, al ver como la tormenta se esta empezando a situar sobre sus cabezas. Las luces lejanas de algunos faroles, se ven dirigirse hacia el pueblo por el camino de la dehesa, alertados por la presencia de la nueva tormenta. ¡Bajaremos un poco hacia el hocino!, le comenta su padre al muchacho, creo que por allí  se ha visto  menos gente buscando, y no es buena la compañía cuando se sale a buscar caracoles. La tormenta parece volver a alejarse por detrás de la lastrilla, y la calma se vuelve a imponer en esta fresca y oscura noche del mes de mayo, cuando el aire ha cesado y las velas de los faroles, ya menos agitadas, vuelven a emitir su luz con toda la intensidad.

Desde que la luz de la tarde desapareciera del horizonte, no han cesado de cantar los grillos y las ranas por los campos que rodean al pueblo; unas ranas, que cada vez se escuchan con mayor insistencia, conforme van acercándose a la zona del charcón, en una estruendosa melodía, con la que  se rompe el silencio de la oscura noche. Son varios los animales que participan en la coral; las voces mas abundantes, son las que ponen las ranas, aunque tampoco se quedan atrás los grillos, de fondo, algo mas alejado se escucha el:  “ bu..buuuuu... bu..buuuu..” emitido por alguna rapaz nocturna, y de cuando en cuando, también se escucha el extraño sonido que emite algún sapo, incluso se puede comprobar su presencia a los pies de una pared. Al llegar al charcón, los calderos están ya casi llenos y los dos faroles casi vacíos, por lo que padre e hijo, toman la determinación de dirigirse hacia casa por el camino de la carreruela. A la orilla del camino, no hay suficientes cornudos para terminar de llenar los dos calderos, por lo que terminan resignándose a llegar a casa sin terminar de llenar sus recipientes. Pero cuando llegan a la altura de las fuentecillas, por la zona que se cruza el camino con la acequia, el suelo se vuelve a ver repleto de caracoles, son tan abundantes, que van a tener que dejarlos sin terminar de recoger, por falta de recipiente donde transportarlos. Así si que da gusto coger caracoles, con pocos corros como este, enseguida llenaríamos un caldero, le comenta el muchacho a su padre cuando se dirigen hacia casa con los dos calderos ya completamente colmados de los babosos y escurridizos caracoles.

Al escondite.- Un reducido grupo de mariposas, revolotea entorno a la bombilla que desde la esquina de la escuela, intenta con su tímida luz poner un poco de claridad en la profunda oscuridad que envuelve a la plaza, en esta oscura noche del mes de junio. 

El sistemático vuelo de las pequeñas mariposas entorna a la bombilla, se ve roto de vez en cuando, con las continuas pasadas que sobre ellas realizan una pareja de pequeños murciélagos. Alguno de los chavales que se han percatado de la presencia de los pequeños mamíferos voladores, se han posicionado ahora bajo la luz de la bombilla, y lanzando al aire un pañuelo en el que han introducido una pequeña piedra, para poder controlar su lanzamiento, tratan de interceptar en su trayectoria, a los pequeños animales que intentan capturar la cena de esta noche. Pero no logran su objetivo los traviesos jóvenes, cada vez que el murciélago se aproxima al pañuelo, este realiza una rápida pirueta en el aire, esquivando la presencia del mismo, burlando así la malintencionada acción de los traviesos muchachos. El resto de jóvenes, que no se encuentran en la plaza en este momento, son a los que les ha tocado esta vez marchar a esconderse, en el juego de “tres navíos en el mar” al que están jugando los chavales esta fría tarde del mes de mayo. Casi todas las tardes, los escolares suelen jugar al  escondite, un juego, que se practica, bien en grupos, como es el caso que se da en el día de hoy, o bien por individual, como en el caso del juego de la “maya”.

Para jugar al escondite, se suelen formar solo grupos de chicos, aunque de vez en cuando, también se formen algunos grupos mixtos de chicos y chicas. Uno de los lugares mas elegidos para esconderse, es la cuadra del molino. Junto a la cuadra esta el pajar, y en la parte mas alta del pajar, es donde se guardan los haces de hierba seca. Ocultarse entre los fardos de hierba seca, puede ser un perfecto lugar de camuflaje, difícil de localizar, si el grupo es capaz de mantener su silencio, y a la vez, un agradable rincón, para pasar la espera dándose unos cuantos revolcones sobre la suave y cálida hierba.

La fiesta.- Son las cinco de la tarde, y resulta muy extraño no ver a los chavales, jugando en la plaza en esta soleada tarde del mes de junio. Es miércoles por la tarde, pero no es una tarde cualquiera, de un miércoles cualquiera. Es una tarde de primavera, es la víspera del Corpus Christi, y los muchachos del pueblo, han salido a recoger manojos de flores, o ramos de plantas y de enredaderas, cualquier planta decorativa que puedan encontrar por los verdes y floridos campos de la localidad. Recogerán las flores mas hermosas que encuentren en el campo, grandes ramos de hiedra, verdes tallos de enredadera o floridos ramos de espinos de majuelas. Los jóvenes vuelven del campo en grupos, y cada grupo se dirige a su barrio, adonde les esperan las madres que están empezando a montar el altar. Los últimos en regresar, son los jóvenes que se fueron al monte, y ahora vuelven con las alforjas al hombro repletas de flores de cantueso. 

Cantueso

Es costumbre en esta fiesta tan especial, construir los altares en la calle, los vecinos de cada uno de los barrios de la localidad, montaran el altar en su plaza, y lo engalanaran para que destaque sobre el resto de los altares de la villa. Un altar, esta formado por una sencilla estructura de madera, con cuatro ramas de chopo revestidas de verdes tallos de enredaderas, y pequeños ramos de flores, que quedaran repartidos bajo el pequeño pórtico que se ha formado con las ramas de los chopos. Una mesita de madera que hará las veces de altar, se coloca sobre una pequeña plataforma que eleva la mesa unos centímetros sobre el suelo, a sus pies, unos suaves peldaños que quedan cubiertos bajo unas alfombras de colores morados y granas. Cerrando el fondo y los dos laterales del altar, las colchas de seda, que le dan un ambiente elegante y señorial a la pequeña capilla que se esta terminando de instalar. Del techo de la pequeña estructura, cuelgan unos decorados pañuelos junto a las cintas de colores que se agitan con la ligera brisa que sopla al caer la tarde, y todo el suelo del entorno, esta ambientado con el colorido de los pétalos de rosas y  con los aromáticos tallos de hierbabuena. 

Es una mañana esplendorosa, radiante de luz y de color, el sol luce con todo su esplendor sobre los verdes campos de cereal, es una de las mañanas mas hermosas del mes de junio. Un cielo limpio y azul, mas azul que nunca, se ofrece de panel de fondo para tan vello escenario, y el aire, ese aire que hoy viene cargado con todos los aromáticos olores de la primavera, se respira mas fresco de lo habitual, a estas horas tan tempranas de la mañana.

Con los últimos preparativos, se están terminando de decorar los coloridos e ingeniosos altares que están repartidos por todos los barrio de la localidad. Sobre la pequeña mesita que se oculta bajo un fino mantel blanco, un espectacular ramo de lirios amarillos se introduce sobre un elegante jarrón de cristal, y a los pies del altar, hay otros jarrones mas pequeños, que están repletos de las flores mas perfumadas; unas flores, que inundan el aire con los mas puros aromas del campo. Huele a tomillo y a romero; a la menta de la hierbabuena, al limón de la palma rizada y al perfumado dulzor de las clavelinas, huele a espinos y a rosas, pero ante todo, huele a primavera y a fiesta; es el olor de la fiesta de la primavera, el que se respira por las calles de Brias en esta hermosa y soleada mañana del Corpus Christi.

Los balcones y ventanas están elegantemente engalanados: alfombras de colores, vistosas colchas con sus bordados de seda, o mantones decorados con hermosos ramos de flores, engalanan las calles de la villa, en una de las fiestas mas alegres, coloridas y vistosas de todo el año. Son las doce del mediodía, cuando el sonido de las campanas que se extiende por los cielos de la localidad, anuncia a los cuatro vientos la gran fiesta que va a dar comienzo en la iglesia. Hoy la iglesia esta a rebosar de feligreses, los hombres lucen su planchada corbata, sobre la blanca camisa que se oculta bajo el oscuro traje de pana negra, el de las grandes celebraciones. Las mujeres, visten sus mantones bordados y ese elegante velo de puntillas que les cubre toda la cabeza; y los mas pequeños, calzan sus brillantes zapatos de cuero; unos zapatos, que solo por un instante brillaran como el charol. Todos van llegando a la iglesia y se aprestan a tomar asiento en los fríos bancos de madera que ocupan toda la nave.

Hoy la iglesia de San Juan, es un templo muy distinto al de otros días festivos. Todo el pasillo que discurre entre los bancos de madera, desde la puerta de entrada, hasta las primeras escaleras a los pies del altar, esta recubierto por una colorida y aromática alfombra de tomos morados y verdes; una alfombra que esta formada por flores de cantueso y ramas de palma rizada. El embriagador perfume que emite la flor del cantueso, invade con su aroma el aire de todos los rincones del templo. Todos los altares de la iglesia están decorados con hermosos ramos de flores, y sobre el altar mayor, resaltan dos grandes jarrones repletos de rosas rojas y blancas, rodeadas de unas verdes ramas de palma rizada. Sobre los peldaños de escaleras que conducen al altar mayor desde los bancos donde se encuentran  situados los mas jóvenes, también hay varios jarrones con floridos ramos de espinos y hermosos lirios de diversos colores. El aire de la iglesia esta ambientado con los perfumes mas puros y seductores que se pueden encontrar hoy en le campo; unos aromas, que hoy se han apoderado del tradicional olor a incienso y a cera quemada que se siente habitualmente al entrar en el templo.

La ceremonia religiosa ha empezado en el interior de la iglesia de San Juan, algunos mozos, esperan a la puerta del templo la salida de la procesión, momento en el que subirán a lo mas alto de la torre, para voltear las campañas; un volteo, que anuncia que es fiesta grande en la parroquia del lugar. Los hombres, que son los primeros en salir del interior del templo, se apuestan buscando las pocas sombras que hay frente a la puerta de la iglesia, esperando la salida del sequito procesional, y los mas pequeños, que silenciosamente se han alineado en dos filas a ambos lados de la calle, ante la atenta mirada de su maestro, esperan la señal del señor cura, para iniciar la marcha de la procesión; tras ellos desfilan las mujeres, y por último, pasaran los varones mas adultos. En el centro de las dos columnas de fieles, marcha el sequito religioso, abre paso el mozo que porta el pendón, ayudado por algunos  compañeros, que tirando de los dos largos cordeles, trataran de mantener la verticalidad de este elegante y espectacular estandarte, tras el pendon caminan los dos monaguillos, que portan los elegantes candelabros plateados, sobre los que todavía luce la pequeña llama que prende de una vela recién encendida, entre los dos monaguillos, camina el sacristán, que porta la elegante cruz procesional. Unos metros mas atrás del sacristán, camina el mozo que porta el estandarte; un hermoso estandarte, que esta decorado con espectaculares bordados de oro y plata; y por ultimo, marcha el paleo, que es alzado por seis hombres con sus correspondientes palos; unos palos, que tensan la tela morada que cubre a la gran custodia dorada que es portada por el sacerdote, el único que puede caminar bajo el paleo. Detrás del paleo, cerrando la comitiva procesional, marchan las autoridades del lugar.

Desde que la procesión partiera de la iglesia, el coro de voces, principalmente femeninas, a las que intenta dirigir con su voz el sacerdote, no han dejado de cantar ni un solo momento, acompañadas por el repiqueteo de fondo, del sonido que ponen las campanas desde lo alto de la torre.  La procesión que se dirige hacia la calle real, se detiene ahora delante del primero de los altares. La comitiva se ha situado frente al altar, cuando el sacerdote coloca la custodia sobre la mesa para iniciar una breve ceremonia; una ceremonia, en la que tampoco faltan las canciones tradicionales de esta populosa y arraigada festividad. Unos minutos mas tarde, la comitiva se vuelve a poner en marcha, para dirigirse ahora hacia la plaza mayor, lugar donde esta instalado otro de los altares de flores.

La plaza se muestra hoy mas deslumbrante que nunca, ofreciendo una imagen elegante y señorial. Sobre las fachadas que quedan al este, se sitúa el hermoso altar que han decorado las vecinas de este barrio. Al lado opuesto, en las casas que quedan hacia el lado de poniente, los balcones lucen las telas mas elegantes de cada casas. Al sur de la plaza, la silueta de la torre de la iglesia, iluminada por el sol del medio día, resalta majestuosa sobre el azul tan intenso de este cielo castellano, hacia ella se dirigen las miradas de los mas pequeños, que se sienten atraídos por ese estruendoso sonido que produce el volteo de campanas y campanillos; un volteo, que no se ha interrumpido desde que la procesión iniciara la marcha a las puertas de la iglesia. Por último, al norte de esta bella y espaciosa plaza, esta la fachada del ayuntamiento; una fachada, sobre la que resaltan hoy sus ventanas, que están engalanadas con flores y cintas de colores; esas flores, que ayer por la tarde fueron a recoger al campo todos los chicos y chicas de la escuela, talvez sean esas decoraciones, las que le dan hoy al edificio esa imagen tan espectacular.

La suave brisa que corre por las calles de acceso a la plaza, hace ondear la bandera de España que se agita sobre el balcón de la escuela, y las ramas ya cubiertas de hojas, de los dos viejos olmos de copas redondeadas, extienden su sombra por todo el centro de la plaza. Sobre el cemento que cubre el suelo del juego pelota, se han posicionado los mozos que alzan al viento el mástil de ese enorme y señorial pendón, cuyo extremo esta rematado por una pequeña cruz de bronce; una cruz, que ahora se levanta por encima del tejado de la iglesia. Son varios los mozos que intentan demostrar sus habilidades en el manejo de esta emblemática enseña, pero cuando el viento extiende por toda la plaza el enorme telar que se descuelga desde lo mas alto mástil, serán pocos los mozos que consigan mantener sujeto a su cinturón, el enganche de hierro que esta clavado sobre la base de este imponente pendón; un pendón, que es el orgullo de los habitantes de Brias, y la envidia de todos los pueblos de la comarca.

La procesión sigue su recorrido por el resto de los altares de la localidad, el de la plaza del palacio, el de la placetuela etc. Han pasado casi ya dos horas desde que partieran de la puerta de la iglesia, cuando los primeros jóvenes vuelven a entrar en el recinto religioso. Por la tarde, continua la fiesta en la calle, y habrá baile y juegos en la plaza, en una fiesta se prolongará hasta altas horas de la noche. 

La escarda.- En la mano derecha, lleva el corrusco (cuscurro) de pan, y en la izquierda, la onza de chocolate que su madre le puso para merendar. El joven va dando buena cuenta de su merienda, cuando acompañando a su madre se dirigen a escardar alguno de los trigos que tienen por la zona de la veguilla. El mes de junio es el mejor mes para escardar, le comenta la madre al joven muchacho, pues como dicen los abuelos con sus refranes:  -Corta un cardo en abril y te saldrán mas de mil- O ese otro refrán que dice: -Labrador que escarda en mayo, escarda dos veces al año-.

Al llegar a la fuente de las bolas, el muchacho se acerca al caño del manantial y se inclina sobre el chorro de agua que cae sobre una pequeña poza, para echarse tres largos tragos del agua tan fresca que brota en el manantial cercano. El agua, consigue rebajar el bocadillo que el joven acaba de introducir en su  insaciable coleto. 

Al pasar por los cañamares, el aire se respira cargado de profundos olores, el mas pronunciado, es ese olor tan agradable que despiden los espinos de majuelas. Mientras la madre prosigue su marcha con su ligero paso camino de la nava, el joven se ha detenido a la orilla del camino, esta observando los movimientos de un pequeño halcón, que esta realizando unas practicas de caza sobre los campos de cereales. Las piruetas y filigranas que realiza en el aire la habilidosa rapaz, tienen fascinado al expectante muchacho. El halcón se mantiene en el aire como si estuviera pendiendo de un hilo invisible, algo que es posible, gracias a la destreza y habilidad con la que la pequeña rapaz es capaz de mover sus ágiles alas. De pronto, el hábil cazador,  realiza un vertiginoso picado sobre el campo de trigo, y se introduce entre las espigas como si fuera a estrellarse contra el suelo. El muchacho, se ha quedado atónito e impresionado por lo que acaba de ver con sus incrédulos ojos, pero mas asombrado aún si cabe, se queda al ver salir de nuevo volando al pequeño halcón, que sujeta entre sus garras, el cuerpo ya inerte y maltrecho de lo que pudiera ser un pequeño roedor, y desplazándose a gran velocidad, se dirige hacia los chopos de la huerta.

Tras una larga carrera por el camino, el joven alcanza de nuevo a su madre, que lleva en la mano los dos juegos de escardillos, que utilizaran para cortar los cardos que encuentren en el campo de trigo.

Al llegar a la finca de la cruz de la nava, el muchacho y su  madre se disponen a dar comienzo a su tarea, situándose en uno de los extremos de la finca. En la zona mas alta de la parcela, apenas si hay cardos que cortar, y antes de empezar a utilizar los escardillos que llevan en la mano, van arrancando algunas de las plantas que van encontrando a su paso, las mas dañinas para la cosecha, como son: tamarillas, ababoles o tomillos, pero conforme van bajando hacia la zona mas húmeda y fresca de la finca, empiezan a aparecer los primeros cardos. El manejo de esta curiosa herramienta, es muy fácil de realizar, la orquilla que se sujeta con la mano izquierda, se coloca sobre la base del cardo, y con la mano derecha, se pasa el escardillo por detrás del tallo de la pinchuda planta, una vez que esta queda atrapada entre el escardillo y la horquilla, se da un tirón seco del palo que lleva el escardillo sujeto en el extremo, y el cardo queda decapitado sobre el suelo del campo de cereal.

Uno de los mayores incordios con los que se puede encontrar un segador en su duro y fatigoso trabajo, son las punzantes y afiladas púas de un cardo cuando esta seco, y es aprisionado entre sus dedos junto al puñado de espigas que va cortando con la hoz el segador. Las finas espinas de los cardos, se introducen en la piel con una asombrosa facilidad; una facilidad, que no se consigue a la hora de intentar sacar de los dedos las molestas e irritantes espinas.

Es una verdadera pena, que con la proliferación de los herbicidas modernos, termine desapareciendo de nuestros campos, esta tarea tan ecológica, posiblemente la mas amena y atractiva de cuantas tareas realizan los campesinos de estas tierras, y es una verdadera desgracia, que el herbicida mas ecológico que siempre se ha utilizado en nuestros campos, acabe rindiéndose ante la llegada de los nuevos herbicidas químicos; esos herbicidas, que terminaran contaminando nuestros campos y envenenando nuestras fuentes y nuestra fauna.

Terminada de limpiar de cardos y malas hierbas otra de las finca de trigo, madre e hijo se dirigen de nuevo hacia el pueblo. El sol ya esta empezando a ocultarse por detrás de los terreros, cuando al muchacho le llama la atención una extraña nubecilla que resplandece emitiendo unos curiosos colores. Es un cometa, le comenta al joven su madre. El muchacho se muestra interesado por conocer la identidad de tan extraña nube. Cuando sale un cometa a la puesta de sol, es señal de cambio de tiempo para los próximos días, le vuelve a comentar la madre, viendo el interés que en el muchacho ha despertado una nube tan curiosa. Cuando el cometa se coloca al norte del sol, pronostica asperura (tiempo seco y frío) para los próximos días, y si esta colocado al sur, como se ve colocado hoy, pronostica agua; ¡lluvia! confirma el muchacho; eso es, lluvia, afirma su madre. Entonces, ¿dices que lloverá en los próximos días?, le pregunta el muchacho a su madre. Al menos eso es lo que dicen cuando sale el cometa, responde su madre, ahora con menos rotundidad que al principio, por temor a decepcionar al interesado joven, si en los próximos días no se llegase a cumplir el pronostico.

La despedida:  Cuando el mes de junio avanza hacia su final, y en vísperas de la fiesta grande de la localidad, es cuando oficialmente la primavera, se ve forzada a dar por finalizada su estancia entre nosotros, y lo hace, dejándonos los campos impregnados de sus mas profundos aromas. Dice un viejo refrán, que: -Entre San Pedro y San Juan, las hierbas olores dan-. Pero la primavera sabe, que siempre será nuestra mas ilustre invitada a la fiesta grande de la localidad, por eso, un año más, se quedara entre nosotros a pasar las fiestas de San Juan, antes de que los primeros calores del verano, den a los labradores la señal de partida para la siega. Dicen los abuelos, que: -Cuando junio llega, prepara la hoz y limpia la era- y también que: -Para finales de junio, la hoz en el puño-.

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© Víctor García Pascual

Zaragoza 24/3/2003


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