La
bendición de los campos.-
Son las
cuatro de la tarde del día tres de mayo, cuando desde la puerta de la
iglesia, parte la procesión que se dirige por la calzada hacia el cerrillo
de los moros, lugar en el que este año se realiza la bendición de todos
los campos del lugar. Esta ceremonia, la mas tradicional de la festividad
de las cruces, se realiza cada año en la zona que esta sembrada, según
corresponde a las añadas. El pasado año se hizo la procesión a las eras, y
este le corresponde a la otra añada. En la procesión se cantan letanías y
rogativas, junto a otros cánticos religiosos. Es la mas alegre de las
procesiones, la que a primeros de mayo se realiza cada año hasta el lugar
donde están enclavadas las tres cruces, y desde este punto, se bendecirán
todos los campos del municipio. La procesión transcurre por un entorno
privilegiado en estos días de la primavera. El color verde que presentan
los campos de trigo por estas fechas, se ve hoy maquillado por la gran
variedad de flores de múltiples colores, que pueblan los ribazos y las
orillas de los caminos, y por el perfumado aroma con el que se impregna el
aire a su paso entre las florecidas ramas de los espinos, que consiguen
darle al campo, ese atractivo y ese encanto tan especial que puede
deslumbrar a los lugareños, pues como dice un viejo refrane: -Para
la Santa Cruz, toda vida reluz-.
Algunos tramos del camino, que están surcados por las pequeñas regachas de
agua que emanan tras las abundantes lluvias primaverales, hacen que se
distorsione la alineación que llevan los jóvenes en la cabeza de la
procesión, y las abundantes abejas que están recogiendo agua de los
numerosos chorrillos que surcan el camino a la altura de los cañamares,
ponen nerviosas a algunas de las mujeres, a las que hacen perder el ritmo
de la canción, llegando a provocar que se rompa la sintonía del coro. Al
llegar la comitiva a la altura del cano, donde sobre un pequeño majano se
encuentran clavadas en el suelo las tres cruces de madera, se forma un
gran circulo entorno al sequito parroquial. Dentro de la ceremonia que el
sacerdote realiza entorno a las tres cruces, este coloca unas pequeñas
crucecitas de cera en las ligeras incrustaciones que están talladas sobre
la madera, y con el hisopo empapado por el agua bendita, lanzara esta en
dirección a los cuatro puntos cardinales, luego volverá a hacer lo mismo
con el incensario, dando así por bendecidos los campos de todos y cada uno
de los rincones del termino municipal.
La
pesca.- Un pétalo rojo
de pipirigallo (amapola), flota en el centro de la pequeña laguna. En la
orilla, un joven mantiene en alto su rudimentaria caña de pescar; una
caña, de cuyo extremo sale el sedal que llega hasta la hoja de pipirigallo
que se encuentra posada en el centro de la balsa. La hoja de amapola,
llamativamente roja, rodea y encubre engañosamente el acero de un pequeño
anzuelo. Los otros tres muchachos que acompañan al ingenuo pescador,
permanecen agachados y en silencio para no asustar a las ranas, que poco a
poco empiezan a asomar sus pequeñas cabezas por encima de la superficie
del agua. Los tres ayudantes del aspirante a pescador, indican a su
compañero el lugar hacia el que ha de dirigir el cebo, para acercárselo a
la boca de una de las ranas que saca su cabeza en el centro de la laguna,
pero a estas, no parece interesarles lo mas mínimo el vistoso cebo que les
quieren hacer comer los ingenuos pescadores.
Un lejano bullicio que se va sintiendo cada vez con mayor insistencia, ha
atraído la atención de los cuatro muchachos, que inmediatamente se han
levantado de sus posiciones, volviéndose hacia el lugar de donde procede
el escandaloso griterío. ¡Son las grullas!, comenta uno de los jóvenes,
que ha sido el primero en localizar una de esas extrañas formaciones que
siempre han intrigado a los mas pequeños del lugar. Cuando las grullas
están sobrevolando por encima de la laguna, los cuatro jóvenes tratan de
interpretar el símbolo que con su curiosa formación, dibujan ahora las
aves sobre ese cielo, que luce su color azul mas intenso, en esta hermosa
tarde de primavera. Dos de los amigos, creen ver un numero trazado sobre
el cielo, a otro le parece una letra, lo cierto es, que nunca se ponen de
acuerdo los chavales respecto a cual es el numero o la letra que sobre el
cielo dibujan las grullas cuando sobrevuelan los cielos del lugar. Pasan
al menos tres o cuatro formaciones de grullas y los chavales se vuelven a
centrar en la pesca de la rana.
La charca de la dobera no es muy profunda, pero goza de muy mala fama en
la localidad. En la mente de todos esta aquella desgraciada tarde, cuando
en esta pequeña charca se ahogo un muchacho del pueblo, el hijo del tió
Rufino el pastor. El desgraciado accidente se produjo cuando el muchacho
acababa de cumplir los 11 años, y desde entonces, todas las madres les
tienen prohibido a sus hijos acercarse por las inmediaciones de la laguna.
Las causas que originaron el fatal fallecimiento dentro del agua, no
fueron consecuencia de no saber nadar, algo muy común entre las gentes de
un lugar donde no hay ningun espacio en el que poder practicar este
deporte, sino que sería debido, a las particulares características de un
terreno muy arcilloso. Esta pequeña laguna, no es de origen natural, sino
que como su nombre indica, tiene sus orígenes en la extracción de tierra
para hacer adobes; unos adobes, que por el rico contenido arcilloso del
terreno, siempre se han venido a fabricar a este lugar. Al entrar en el
agua y pisar sobre el fondo arcilloso de la laguna, los pies quedan
atrapados por el barro; este hecho cuando se produce dentro del agua,
puede dar lugar a un fatal accidente, máxime cuando no se tiene ningún
conocimiento en natación.
Los tres
jóvenes siguen afanados en capturar alguna de las ranas con su anzuelo,
pero al final, terminan resignándose a la mediocridad de sus habilidades
como pescadores, y deciden cambiar de cebo, por ver si mejoran los hasta
ahora nulos resultados que han obtenido. Colocan de nuevo un tábano sobre
la punta del anzuelo y el revoloteo de sus alas, produce unas leves
ondulaciones sobre las turbias y rojizas aguas de la laguna. Por un
momento, el insecto desaparece de la superficie de la charca, y el sedal
parece tensarse hasta el extremo de la caña, por lo que los entusiasmados
jóvenes creen haber pescado una de las muchas ranas que se habían estando
burlando de su anterior cebo. Atentos los cuatro jóvenes al movimiento del
sedal, se apresuran a tirar del mismo hacia la orilla, cuando uno de los
componentes del grupo, observa un extraño movimiento dentro del agua. ¡Ha
picado!, ¡ha picado! Repite entusiasmado uno de los muchachos, cuando
visiblemente nervioso, se apresura a capturar a su primera presa, que poco
a poco se ha acercado a escasos metros de la orilla. Pero a pesar de tener
a su presa casi a la vista, con la suciedad que provoca la arcilla en el
agua, no se han percatado de que lo que se encuentra enganchado al anzuelo
no es una rana, sino que se trata de una pequeña culebra de agua. Es
demasiado pequeña para comérnosla para merendar, comenta uno de los
muchachos ante la escrupulosa virada de alguno de sus compañeros; unos
compañeros, a los que el solo hecho de escuchar este asqueroso comentario,
ya les ha provocado nauseas en el estomago. Pero el joven que esta
intentando soltar el anzuelo de la boca de la culebra, se lamenta en voz
alta por el reducido tamaño del pequeño reptil, pues de haber tenido unos
centímetros mas de longitud, habría supuesto un bocado exquisito de probar
para el y para otro de sus compañeros.
La tormenta.-
Uno de los cuatro
compañeros de aventuras, hace ya un buen rato que se había fijado en las
nubes que evolucionaban verticalmente sobre la cabeza de la sierra del
medio, cuando el débil y lejano sonido de un trueno, alerta al resto del
grupo de amigos de la presencia todavía lejana de una tormenta. Todos se
han levantado para ver la procedencia del trueno que acaban de escuchar, y
tras comprobar que las nubes todavía quedan muy lejos de donde ellos se
encuentran, deciden seguir con su intento de capturar algunas de las
numerosas ranas que ahora asoman su cabeza por todos los puntos de la
balsa. La posibilidad de una tormenta, parece haber animado a las ranas,
que en mayor numero aparecen ahora sobre la superficie del agua, no se sí
tratan de curiosear sobre la evolución de las nubes, o tal vez intentan
capturar, alguno de los numerosos mosquitos que se aproximan ahora a la
superficie de la laguna. Animados por el comentario de uno de sus
compañeros, refiriéndose a que los días de tormenta son los mejores para
pescar, los cuatro amigos de correrías siguen lanzando su cebo sobre la
laguna, a la espera de que una de las ranas se anime a probar una pequeña
degustación del apetitoso cebo. Las nubes se están volviendo cada vez más
oscuras, pero sobre la capa de nubes mas bajeras, que son a su vez las que
mas se han oscurecido, crecen otras mucho mas blancas; unas nubes, que se
desarrollan verticalmente sobre la montaña, como si se tratara de un
intenso humo blanco que brota con fuerza de un enorme montón de paja seca,
momentos después de que se le prendiese fuego con una cerilla. Pero hay
otro síntoma muy evidente de que se avecina una tormenta; es el vuelo
rasante de las golondrinas, que parecen divertirse con sus vuelos rasantes
sobre la laguna, llegando incluso a rozar con sus cortos picos la
superficie del agua.
El resplandor
de un relámpago, seguido del sonido seco y prolongado de un potente
trueno, ahora ya mucho mas cercano que los anteriores, y la presencia de
las primeras gotas de agua que caen sobre la laguna, alertan de nuevo a
los jóvenes; unos jóvenes, que esta vez si que ven mas cercana la
posibilidad de acabar empapados por la tormenta. Cuando emprenden la
carrera en dirección a las eras, los muchachos ya tienen el nublado lo
suficientemente cerca, como para recibir una buena mojadina sobre sus
espaldas. La niebla ya viene avanzando por la lastra, y los oscuros
ramales que se forman con la densa cortina de agua que dejan caer los
oscuros nubarrones, continúan avanzando rápidamente desde el cerro,
dirigiéndose ahora hacia los huertos que rodean las primeras casas del
pueblo. No han terminado de cruzar toda la era, cuando empieza a arreciar
la lluvia con mayor intensidad. El fuerte chaparrón les empieza a calar
hasta los huesos, cuando descubren que esta abierta la puerta de la
cochera del Teodoro, deciden refugiarse en ella, al menos, hasta que
amaine un poco el fuerte vendaval. Un intenso y fugaz resplandor ilumina
el interior del local, el relámpago va precedido de un potente zambombazo
que hace temblar los cimientos de la nave, parece haber sido provocado por
el disparo de un potente cañón; una explosión que hace temblar de pánico a
los asustados muchachos. Ya lo dice el refrán:
-los truenos y el mar, enseñan
a rezar-
les comenta el labrador que espera junto a los muchachos a que amaine la
tormenta. Tras la explosión, un fuerte estruendo que se va incrementando
por momentos, parece que vaya a echar abajo las uralitas del tejado. El
sonido acaba siendo atronador, es como si un camión cargado de grava,
estuviera basculando sobre el techo de la nave. Al asomarse uno de los
jóvenes por la rendija que queda entre las dos puertas metálicas de la
cochera, comprueba asombrado, que el atronador sonido que invade toda la
nave, esta producido por una fuerte granizada que esta descargando por el
entorno de las eras.
Poco a poco,
la lluvia empieza a ceder en su intensidad conforme la tormenta se va
alejando en dirección a Paones, dejando tras de si una tenebrosa
oscuridad, y el sol que empieza a asomar sobre lo alto del cerro, proyecta
un gran arco iris sobre la cortina de agua que va siguiendo a la tormenta;
un arco iris, que parece ser la puerta que separa, la alegre luz del día,
de la profunda oscuridad de la noche que va siguiendo a la tormenta.
Por donde
haya pasado el ramal de piedra, habrá dejado los campos arrasados, se
lamenta el labrador que se había refugiado con los chavales en la cochera.
Si los refranes lo dicen, su parte de razón tienen al referirse a las
tormentas de abril:
-Cuando truena en abril el labrador es feliz-
y también
-Un abril sin granizo, Dios no lo hizo-.
Pero uno de
los jóvenes, observa la tarde desde otra perspectiva, y esta pensando en
los caracoles que pronto empezaran a deslizarse entre las hierbas de las
orillas de los huertos, tras la apacible calma que va quedando con el paso
de la tormenta.
Al salir los
cuatro jóvenes a la calle, se presenta ante sus ojos, una de esas estampas
inolvidables, que durante mucho tiempo les va a resultar fácil volver a
refrescar en su memoria. Al fondo, entre los cerros del otero y de la ballugada, permanece la tenebrosa oscuridad de la tormenta; una oscuridad,
que de cuando en cuando es iluminada con el resplandor de los rayos que
aun descargan toda su energía entre las nubes; una tormenta que todavía
impone respeto al contemplarla, ahora desde una situación mucho mas
tranquila y relajada. Algo mas cerca que la tormenta, se puede contemplar
el espectacular colorido de un gran arco iris; un arco iris, que
impresiona a los muchachos con su deslumbrante luminosidad, y con la
intensa pureza de sus colores. El suelo de la era, que momentos antes de
la tormenta era una verde pradera decorada con esos grandes corros de
margaritas blancas y amarillas, esta ahora cubierto por una espesa capa
de granizo, formada por grandes bolas de hielo que llegan a alcanzar el
tamaño de huevos de palomas; toda la superficie del suelo de la era, esta
cubierta con un espeso manto de niebla que permanece pegada al suelo; una
neblina, que se asemeja al vapor que emana del fondo de una caldera cuando
cuelga de las yares de la chimenea; una caldera colgada sobre las brasas
del hogar, en la que el agua ya caliente, esta a punto de romper a hervir.
Los chavales
corretean sobre la capa de granizo, con la sensación de estar caminando
por encima de las nubes, todo un sueño para las inocentes ilusiones de los
jóvenes. Por ultimo, completando esta espectacular postal con la que la
naturaleza les ha obsequiado en esta maravillosa tarde del mes de mayo, al
volver la vista hacia el sol de poniente, los cuatro jóvenes, observan con
admiración la silueta de la torre de la iglesia, que se recorta sobre el
fondo granate que luce el cielo en este momento; ese cielo, del que se ha
descolgado una enorme bola de color rojo. Es el gran circulo de un sol que
se deja suspender sobre la recortada silueta de las montañas. Esta
colorida postal, es la imagen mas bella, de cuantas estampas puede ofrecer
en su atardecer esta sorprendente y maravillosa naturaleza; una naturaleza
que es capaz de mostrarnos su cara mas amarga y cruel, llegando a
atemorizarnos cuando desata toda su ira a través de una tormenta, para
momentos después, mostrarnos su cara mas tierna y amable, deslumbrándonos
con estampas tan maravillosas, como la que nos ha mostrado esta tarde tras
el paso de la tormenta.
Los caracoles.-
Todavía corre el agua por el camino de la calzada, cuando el joven que
lleva el caldero en la una mano y un farol en la otra, acompañado de su
padre se dirigen a buscar caracoles hacia los huertos de las bolas. La
tormenta que hace tan solo unos momentos, descargaba con todo su ímpetu
los fuertes chaparrones que han dejado embalsado el camino de la calzada,
se va desplazando ahora hacia Paones. Con el cielo oscurecido sobre la
zona del otero, y el sol semioculto tras del cerro, todavía pueden
apreciarse los luminosos colores del arco iris que resaltan sobre el
fondo oscuro de la tormenta. Que buena que es este agua para los campos,
le comenta el padre al muchacho, pues como muy bien dice el refrán:
-Mayo
mojado, del buen barbecho hace prado-.
Un jilguero
que se balancea, posado sobre una de las delgadas ramas del cerezo que hay
tras la pared del huerto del Sr. Cura, atrae la atención del muchacho,
con la grata melodía de sus refinados cánticos. Con un elegante pavoneo
con el que mueve su coloreado cuerpecillo, intenta llamar la atención de
una de las hembras que revolotean entre las hojas del peral de un huerto
cercano. Al muchacho, que se ha quedado observando con curiosidad la
actitud del simpático pajarillo, le ha extrañado comprobar, que el
inquieto animalillo no se haya molestado con su cercana presencia.
Después de
dar una pequeña vuelta por los alrededores de la ermita, el joven salta
sobre una de las paredes de los huertos, y se dispone a recoger los
caracoles, que lentamente se van deslizando sobre las cimas de las berzas,
(troncos de berzas) que permanecen amontonadas junto a la pared de uno de
los huerto. Los troncos de las berzas, constituyen uno de los pastos
favoritos para los caracoles en los días de lluvia, por eso, el chaval
intentara recordar los lugares en los que pueden quedar restos de estas
plantas, para acercarse a ellas y poder igualar dentro de su caldero, el
número de caracoles que ya lleva recogidos su padre.
Cuando
padre e hijo llegan a los cañamares, la luz del día esta empezando a
dificultar la localización de los pequeños moluscos. ¡Ya se ve una luz por
la calzada! comenta el joven a su padre. La presencia de la pequeña señal
luminosa, es la que le ha advertido de la poca visibilidad que le va
quedando a la tarde, y el joven se muestra impaciente por encender la
mecha de su pequeño farol.
La suave
brisa que corre ahora por el campo, es la culpable de que se le hayan
apagado ya dos cerillas al muchacho, en sus frustrados intentos por
encender la vela de su pequeño farol de cristal. Al llegar al plantío,
llevan ya casi medio caldero de caracoles cada uno de los dos caracoleros,
y por la orilla de uno de los campos de alfalfe, están aumentando esta
cantidad a un ritmo mas acelerado, gracias a la mayor presencia de
caracoles, que se arrastran intentando alcanzar el interior de la finca.
El resplandor de los rayos de una nueva tormenta, que rápidamente se viene
acercando por la zona de la solana, y el potente sonido cada vez mas
próximo de unos truenos que se empiezan a sentir cada vez mas próximos,
activan las alarmas entre los buscadores de caracoles. ¡Creo que nos vamos
a mojar! le comenta el padre al muchacho, al ver como la tormenta se esta
empezando a situar sobre sus cabezas. Las luces lejanas de algunos
faroles, se ven dirigirse hacia el pueblo por el camino de la dehesa,
alertados por la presencia de la nueva tormenta. ¡Bajaremos un poco hacia
el hocino!, le comenta su padre al muchacho, creo que por allí se ha
visto menos gente buscando, y no es buena la compañía cuando se sale a
buscar caracoles. La tormenta parece volver a alejarse por detrás de la
lastrilla, y la calma se vuelve a imponer en esta fresca y oscura noche
del mes de mayo, cuando el aire ha cesado y las velas de los faroles, ya
menos agitadas, vuelven a emitir su luz con toda la intensidad.
Desde que
la luz de la tarde desapareciera del horizonte, no han cesado de cantar
los grillos y las ranas por los campos que rodean al pueblo; unas ranas,
que cada vez se escuchan con mayor insistencia, conforme van acercándose a
la zona del charcón, en una estruendosa melodía, con la que se rompe el
silencio de la oscura noche. Son varios los animales que participan en la
coral; las voces mas abundantes, son las que ponen las ranas, aunque
tampoco se quedan atrás los grillos, de fondo, algo mas alejado se escucha
el: “ bu..buuuuu... bu..buuuu..” emitido por alguna rapaz nocturna, y de
cuando en cuando, también se escucha el extraño sonido que emite algún
sapo, incluso se puede comprobar su presencia a los pies de una pared. Al
llegar al charcón, los calderos están ya casi llenos y los dos faroles
casi vacíos, por lo que padre e hijo, toman la determinación de dirigirse
hacia casa por el camino de la carreruela. A la orilla del camino, no hay
suficientes cornudos para terminar de llenar los dos calderos, por lo que
terminan resignándose a llegar a casa sin terminar de llenar sus
recipientes. Pero cuando llegan a la altura de las fuentecillas, por la
zona que se cruza el camino con la acequia, el suelo se vuelve a ver
repleto de caracoles, son tan abundantes, que van a tener que dejarlos sin
terminar de recoger, por falta de recipiente donde transportarlos. Así si
que da gusto coger caracoles, con pocos corros como este, enseguida
llenaríamos un caldero, le comenta el muchacho a su padre cuando se
dirigen hacia casa con los dos calderos ya completamente colmados de los
babosos y escurridizos caracoles.
Al
escondite.-
Un reducido
grupo de mariposas, revolotea entorno a la bombilla que desde la esquina
de la escuela, intenta con su tímida luz poner un poco de claridad en la
profunda oscuridad que envuelve a la plaza, en esta oscura noche del mes
de junio.
El
sistemático vuelo de las pequeñas mariposas entorna a la bombilla, se ve
roto de vez en cuando, con las continuas pasadas que sobre ellas realizan
una pareja de pequeños murciélagos. Alguno de los chavales que se han
percatado de la presencia de los pequeños mamíferos voladores, se han
posicionado ahora bajo la luz de la bombilla, y lanzando al aire un
pañuelo en el que han introducido una pequeña piedra, para poder controlar
su lanzamiento, tratan de interceptar en su trayectoria, a los pequeños
animales que intentan capturar la cena de esta noche. Pero no logran su
objetivo los traviesos jóvenes, cada vez que el murciélago se aproxima al
pañuelo, este realiza una rápida pirueta en el aire, esquivando la
presencia del mismo, burlando así la malintencionada acción de los
traviesos muchachos. El resto de jóvenes, que no se encuentran en la plaza
en este momento, son a los que les ha tocado esta vez marchar a
esconderse, en el juego de “tres navíos en el mar” al que están jugando
los chavales esta fría tarde del mes de mayo. Casi todas las tardes, los
escolares suelen jugar al escondite, un juego, que se practica, bien en
grupos, como es el caso que se da en el día de hoy, o bien por individual,
como en el caso del juego de la “maya”.
Para jugar al
escondite, se suelen formar solo grupos de chicos, aunque de vez en
cuando, también se formen algunos grupos mixtos de chicos y chicas. Uno de
los lugares mas elegidos para esconderse, es la cuadra del molino. Junto a
la cuadra esta el pajar, y en la parte mas alta del pajar, es donde se
guardan los haces de hierba seca. Ocultarse entre los fardos de hierba
seca, puede ser un perfecto lugar de camuflaje, difícil de localizar, si
el grupo es capaz de mantener su silencio, y a la vez, un agradable
rincón, para pasar la espera dándose unos cuantos revolcones sobre la
suave y cálida hierba.
La
fiesta.-
Son las cinco
de la tarde, y resulta muy extraño no ver a los chavales, jugando en la
plaza en esta soleada tarde del mes de junio. Es miércoles por la tarde,
pero no es una tarde cualquiera, de un miércoles cualquiera. Es una tarde
de primavera, es la víspera del Corpus Christi, y los muchachos del
pueblo, han salido a recoger manojos de flores, o ramos de plantas y de
enredaderas, cualquier planta decorativa que puedan encontrar por los
verdes y floridos campos de la localidad. Recogerán las flores mas
hermosas que encuentren en el campo, grandes ramos de hiedra, verdes
tallos de enredadera o floridos ramos de espinos de majuelas. Los jóvenes
vuelven del campo en grupos, y cada grupo se dirige a su barrio, adonde
les esperan las madres que están empezando a montar el altar. Los últimos
en regresar, son los jóvenes que se fueron al monte, y ahora vuelven con
las alforjas al hombro repletas de flores de cantueso.
Es
costumbre en esta fiesta tan especial, construir los altares en la calle,
los vecinos de cada uno de los barrios de la localidad, montaran el altar
en su plaza, y lo engalanaran para que destaque sobre el resto de los
altares de la villa. Un altar, esta formado por una sencilla estructura de
madera, con cuatro ramas de chopo revestidas de verdes tallos de
enredaderas, y pequeños ramos de flores, que quedaran repartidos bajo el
pequeño pórtico que se ha formado con las ramas de los chopos. Una mesita
de madera que hará las veces de altar, se coloca sobre una pequeña
plataforma que eleva la mesa unos centímetros sobre el suelo, a sus pies,
unos suaves peldaños que quedan cubiertos bajo unas alfombras de colores
morados y granas. Cerrando el fondo y los dos laterales del altar, las
colchas de seda, que le dan un ambiente elegante y señorial a la pequeña
capilla que se esta terminando de instalar. Del techo de la pequeña
estructura, cuelgan unos decorados pañuelos junto a las cintas de colores
que se agitan con la ligera brisa que sopla al caer la tarde, y todo el
suelo del entorno, esta ambientado con el colorido de los pétalos de rosas
y con los aromáticos tallos de hierbabuena.
Es una
mañana esplendorosa, radiante de luz y de color, el sol luce con todo su
esplendor sobre los verdes campos de cereal, es una de las mañanas mas
hermosas del mes de junio. Un cielo limpio y azul, mas azul que nunca, se
ofrece de panel de fondo para tan vello escenario, y el aire, ese aire que
hoy viene cargado con todos los aromáticos olores de la primavera, se
respira mas fresco de lo habitual, a estas horas tan tempranas de la
mañana.
Con los
últimos preparativos, se están terminando de decorar los coloridos e
ingeniosos altares que están repartidos por todos los barrio de la
localidad. Sobre la pequeña mesita que se oculta bajo un fino mantel
blanco, un espectacular ramo de lirios amarillos se introduce sobre un
elegante jarrón de cristal, y a los pies del altar, hay otros jarrones mas
pequeños, que están repletos de las flores mas perfumadas; unas flores,
que inundan el aire con los mas puros aromas del campo. Huele a tomillo y
a romero; a la menta de la hierbabuena, al limón de la palma rizada y al
perfumado dulzor de las clavelinas, huele a espinos y a rosas, pero ante
todo, huele a primavera y a fiesta; es el olor de la fiesta de la
primavera, el que se respira por las calles de Brias en esta hermosa y
soleada mañana del Corpus Christi.
Los
balcones y ventanas están elegantemente engalanados: alfombras de colores,
vistosas colchas con sus bordados de seda, o mantones decorados con
hermosos ramos de flores, engalanan las calles de la villa, en una de las
fiestas mas alegres, coloridas y vistosas de todo el año. Son las doce del
mediodía, cuando el sonido de las campanas que se extiende por los cielos
de la localidad, anuncia a los cuatro vientos la gran fiesta que va a dar
comienzo en la iglesia. Hoy la iglesia esta a rebosar de feligreses, los
hombres lucen su planchada corbata, sobre la blanca camisa que se oculta
bajo el oscuro traje de pana negra, el de las grandes celebraciones. Las
mujeres, visten sus mantones bordados y ese elegante velo de puntillas que
les cubre toda la cabeza; y los mas pequeños, calzan sus brillantes
zapatos de cuero; unos zapatos, que solo por un instante brillaran como el
charol. Todos van llegando a la iglesia y se aprestan a tomar asiento en
los fríos bancos de madera que ocupan toda la nave.
Hoy la
iglesia de San Juan, es un templo muy distinto al de otros días festivos.
Todo el pasillo que discurre entre los bancos de madera, desde la puerta
de entrada, hasta las primeras escaleras a los pies del altar, esta
recubierto por una colorida y aromática alfombra de tomos morados y
verdes; una alfombra que esta formada por flores de cantueso y ramas de
palma rizada. El embriagador perfume que emite la flor del cantueso,
invade con su aroma el aire de todos los rincones del templo. Todos los
altares de la iglesia están decorados con hermosos ramos de flores, y
sobre el altar mayor, resaltan dos grandes jarrones repletos de rosas
rojas y blancas, rodeadas de unas verdes ramas de palma rizada. Sobre los
peldaños de escaleras que conducen al altar mayor desde los bancos donde
se encuentran situados los mas jóvenes, también hay varios jarrones con
floridos ramos de espinos y hermosos lirios de diversos colores. El aire
de la iglesia esta ambientado con los perfumes mas puros y seductores que
se pueden encontrar hoy en le campo; unos aromas, que hoy se han apoderado
del tradicional olor a incienso y a cera quemada que se siente
habitualmente al entrar en el templo.
La
ceremonia religiosa ha empezado en el interior de la iglesia de San Juan,
algunos mozos, esperan a la puerta del templo la salida de la procesión,
momento en el que subirán a lo mas alto de la torre, para voltear las
campañas; un volteo, que anuncia que es fiesta grande en la parroquia del
lugar. Los hombres, que son los primeros en salir del interior del templo,
se apuestan buscando las pocas sombras que hay frente a la puerta de la
iglesia, esperando la salida del sequito procesional, y los mas pequeños,
que silenciosamente se han alineado en dos filas a ambos lados de la
calle, ante la atenta mirada de su maestro, esperan la señal del señor
cura, para iniciar la marcha de la procesión; tras ellos desfilan las
mujeres, y por último, pasaran los varones mas adultos. En el centro de
las dos columnas de fieles, marcha el sequito religioso, abre paso el mozo
que porta el pendón, ayudado por algunos compañeros, que tirando de los
dos largos cordeles, trataran de mantener la verticalidad de este elegante
y espectacular estandarte, tras el pendon caminan los dos monaguillos, que
portan los elegantes candelabros plateados, sobre los que todavía luce la
pequeña llama que prende de una vela recién encendida, entre los dos
monaguillos, camina el sacristán, que porta la elegante cruz procesional.
Unos metros mas atrás del sacristán, camina el mozo que porta el
estandarte; un hermoso estandarte, que esta decorado con espectaculares
bordados de oro y plata; y por ultimo, marcha el paleo, que es alzado por
seis hombres con sus correspondientes palos; unos palos, que tensan la
tela morada que cubre a la gran custodia dorada que es portada por el
sacerdote, el único que puede caminar bajo el paleo. Detrás del paleo,
cerrando la comitiva procesional, marchan las autoridades del lugar.
Desde que
la procesión partiera de la iglesia, el coro de voces, principalmente
femeninas, a las que intenta dirigir con su voz el sacerdote, no han
dejado de cantar ni un solo momento, acompañadas por el repiqueteo de
fondo, del sonido que ponen las campanas desde lo alto de la torre. La
procesión que se dirige hacia la calle real, se detiene ahora delante del
primero de los altares. La comitiva se ha situado frente al altar, cuando
el sacerdote coloca la custodia sobre la mesa para iniciar una breve
ceremonia; una ceremonia, en la que tampoco faltan las canciones
tradicionales de esta populosa y arraigada festividad. Unos minutos mas
tarde, la comitiva se vuelve a poner en marcha, para dirigirse ahora hacia
la plaza mayor, lugar donde esta instalado otro de los altares de flores.
La plaza se
muestra hoy mas deslumbrante que nunca, ofreciendo una imagen elegante y
señorial. Sobre las fachadas que quedan al este, se sitúa el hermoso altar
que han decorado las vecinas de este barrio. Al lado opuesto, en las casas
que quedan hacia el lado de poniente, los balcones lucen las telas mas
elegantes de cada casas. Al sur de la plaza, la silueta de la torre de la
iglesia, iluminada por el sol del medio día, resalta majestuosa sobre el
azul tan intenso de este cielo castellano, hacia ella se dirigen las
miradas de los mas pequeños, que se sienten atraídos por ese estruendoso
sonido que produce el volteo de campanas y campanillos; un volteo, que no
se ha interrumpido desde que la procesión iniciara la marcha a las puertas
de la iglesia. Por último, al norte de esta bella y espaciosa plaza, esta
la fachada del ayuntamiento; una fachada, sobre la que resaltan hoy sus
ventanas, que están engalanadas con flores y cintas de colores; esas
flores, que ayer por la tarde fueron a recoger al campo todos los chicos y
chicas de la escuela, talvez sean esas decoraciones, las que le dan hoy al
edificio esa imagen tan espectacular.
La suave
brisa que corre por las calles de acceso a la plaza, hace ondear la
bandera de España que se agita sobre el balcón de la escuela, y las ramas
ya cubiertas de hojas, de los dos viejos olmos de copas redondeadas,
extienden su sombra por todo el centro de la plaza. Sobre el cemento que
cubre el suelo del juego pelota, se han posicionado los mozos que alzan al
viento el mástil de ese enorme y señorial pendón, cuyo extremo esta
rematado por una pequeña cruz de bronce; una cruz, que ahora se levanta
por encima del tejado de la iglesia. Son varios los mozos que intentan
demostrar sus habilidades en el manejo de esta emblemática enseña, pero
cuando el viento extiende por toda la plaza el enorme telar que se
descuelga desde lo mas alto mástil, serán pocos los mozos que consigan
mantener sujeto a su cinturón, el enganche de hierro que esta clavado
sobre la base de este imponente pendón; un pendón, que es el orgullo de
los habitantes de Brias, y la envidia de todos los pueblos de la comarca.
La
procesión sigue su recorrido por el resto de los altares de la localidad,
el de la plaza del palacio, el de la placetuela etc. Han pasado casi ya
dos horas desde que partieran de la puerta de la iglesia, cuando los
primeros jóvenes vuelven a entrar en el recinto religioso. Por la tarde,
continua la fiesta en la calle, y habrá baile y juegos en la plaza, en una
fiesta se prolongará hasta altas horas de la noche.
La escarda.-
En
la mano derecha, lleva el corrusco (cuscurro) de pan, y en la izquierda,
la onza de chocolate que su madre le puso para merendar. El joven va dando
buena cuenta de su merienda, cuando acompañando a su madre se dirigen a
escardar alguno de los trigos que tienen por la zona de la veguilla. El
mes de junio es el mejor mes para escardar, le comenta la madre al joven
muchacho, pues como dicen los abuelos con sus refranes:
-Corta un cardo
en abril y te saldrán mas de mil-
O ese otro refrán que dice:
-Labrador que escarda en mayo, escarda dos veces al año-.
Al llegar a
la fuente de las bolas, el muchacho se acerca al caño del manantial y se
inclina sobre el chorro de agua que cae sobre una pequeña poza, para
echarse tres largos tragos del agua tan fresca que brota en el manantial
cercano. El agua, consigue rebajar el bocadillo que el joven acaba de
introducir en su insaciable coleto.
Al pasar
por los cañamares, el aire se respira cargado de profundos olores, el mas
pronunciado, es ese olor tan agradable que despiden los espinos de
majuelas. Mientras la madre prosigue su marcha con su ligero paso camino
de la nava, el joven se ha detenido a la orilla del camino, esta
observando los movimientos de un pequeño halcón, que esta realizando unas
practicas de caza sobre los campos de cereales. Las piruetas y filigranas
que realiza en el aire la habilidosa rapaz, tienen fascinado al expectante
muchacho. El halcón se mantiene en el aire como si estuviera pendiendo de
un hilo invisible, algo que es posible, gracias a la destreza y habilidad
con la que la pequeña rapaz es capaz de mover sus ágiles alas. De pronto,
el hábil cazador, realiza un vertiginoso picado sobre el campo de trigo,
y se introduce entre las espigas como si fuera a estrellarse contra el
suelo. El muchacho, se ha quedado atónito e impresionado por lo que acaba
de ver con sus incrédulos ojos, pero mas asombrado aún si cabe, se queda
al ver salir de nuevo volando al pequeño halcón, que sujeta entre sus
garras, el cuerpo ya inerte y maltrecho de lo que pudiera ser un pequeño
roedor, y desplazándose a gran velocidad, se dirige hacia los chopos de la
huerta.
Tras una
larga carrera por el camino, el joven alcanza de nuevo a su madre, que
lleva en la mano los dos juegos de escardillos, que utilizaran para cortar
los cardos que encuentren en el campo de trigo.
Al
llegar a la finca de la cruz de la nava, el muchacho y su madre se
disponen a dar comienzo a su tarea, situándose en uno de los extremos de
la finca. En la zona mas alta de la parcela, apenas si hay cardos que
cortar, y antes de empezar a utilizar los escardillos que llevan en la
mano, van arrancando algunas de las plantas que van encontrando a su paso,
las mas dañinas para la cosecha, como son: tamarillas, ababoles o
tomillos, pero conforme van bajando hacia la zona mas húmeda y fresca de
la finca, empiezan a aparecer los primeros cardos. El manejo de esta
curiosa herramienta, es muy fácil de realizar, la orquilla que se sujeta
con la mano izquierda, se coloca sobre la base del cardo, y con la mano
derecha, se pasa el escardillo por detrás del tallo de la pinchuda planta,
una vez que esta queda atrapada entre el escardillo y la horquilla, se da
un tirón seco del palo que lleva el escardillo sujeto en el extremo, y el
cardo queda decapitado sobre el suelo del campo de cereal.
Uno de los
mayores incordios con los que se puede encontrar un segador en su duro y
fatigoso trabajo, son las punzantes y afiladas púas de un cardo cuando
esta seco, y es aprisionado entre sus dedos junto al puñado de espigas que
va cortando con la hoz el segador. Las finas espinas de los cardos, se
introducen en la piel con una asombrosa facilidad; una facilidad, que no
se consigue a la hora de intentar sacar de los dedos las molestas e
irritantes espinas.
Es una
verdadera pena, que con la proliferación de los herbicidas modernos,
termine desapareciendo de nuestros campos, esta tarea tan ecológica,
posiblemente la mas amena y atractiva de cuantas tareas realizan los
campesinos de estas tierras, y es una verdadera desgracia, que el
herbicida mas ecológico que siempre se ha utilizado en nuestros campos,
acabe rindiéndose ante la llegada de los nuevos herbicidas químicos; esos
herbicidas, que terminaran contaminando nuestros campos y envenenando
nuestras fuentes y nuestra fauna.
Terminada de limpiar de cardos y malas hierbas otra de las finca de trigo,
madre e hijo se dirigen de nuevo hacia el pueblo. El sol ya esta empezando
a ocultarse por detrás de los terreros, cuando al muchacho le llama la
atención una extraña nubecilla que resplandece emitiendo unos curiosos
colores. Es un cometa, le comenta al joven su madre. El muchacho se
muestra interesado por conocer la identidad de tan extraña nube. Cuando
sale un cometa a la puesta de sol, es señal de cambio de tiempo para los
próximos días, le vuelve a comentar la madre, viendo el interés que en el
muchacho ha despertado una nube tan curiosa. Cuando el cometa se coloca al
norte del sol, pronostica asperura (tiempo seco y frío) para los próximos
días, y si esta colocado al sur, como se ve colocado hoy, pronostica agua;
¡lluvia! confirma el muchacho; eso es, lluvia, afirma su madre. Entonces,
¿dices que lloverá en los próximos días?, le pregunta el muchacho a su
madre. Al menos eso es lo que dicen cuando sale el cometa, responde su
madre, ahora con menos rotundidad que al principio, por temor a
decepcionar al interesado joven, si en los próximos días no se llegase a
cumplir el pronostico.
La despedida:
Cuando el mes de junio avanza hacia su final, y en vísperas de la fiesta
grande de la localidad, es cuando oficialmente la primavera, se ve forzada
a dar por finalizada su estancia entre nosotros, y lo hace, dejándonos los
campos impregnados de sus mas profundos aromas. Dice un viejo refrán, que:
-Entre San Pedro y San Juan, las hierbas olores dan-.
Pero la primavera sabe, que siempre será nuestra mas ilustre invitada a la
fiesta grande de la localidad, por eso, un año más, se quedara entre
nosotros a pasar las fiestas de San Juan, antes de que los primeros
calores del verano, den a los labradores la señal de partida para la
siega. Dicen los abuelos, que:
-Cuando junio
llega, prepara la hoz y limpia la era-
y también que:
-Para finales de junio, la hoz en el puño-.
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©
Víctor García Pascual
Zaragoza 24/3/2003
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