1.-
Corría
la década de los sesenta, cuando la totalidad de los alumnos de la
escuela de Brías, todavía podían decir que sabían divertirse con los juegos
y las actividades con las que se han divertido siempre los jóvenes del
lugar, y sin la necesidad de tener que acudir a la “GAME-BOY”, a la
“PLAYSTATION” ni a otros de esos juegos que controlan a su antojo las
sofisticadas computadoras. Estos jóvenes rurales, todavía tienen la suerte
de poder disfrutar de sus propios juegos; primero, porque aun no han sufrido
la invasión de las sofisticadas computadoras, y en segundo lugar, porque,
aunque hubieran tenido a su disposición tan sofisticados artilugios, dudo
mucho de que hubieran cambiado su tradicional forma de divertirse, por los
absurdos juegos de unas máquinas tan aburridas.
A pesar de algunos intentos que hizo el mes de marzo por acercar
la primavera hasta nosotros, serán pasados los primeros días del mes de
abril, cuando esta empieza a dejarse notar sobre nuestros verdes y
bulliciosos campos. Los primeros días que pasa entre nosotros esta nueva y
alegre estación, todavía se muestra convaleciente del largo viaje que
acaba de finalizar; ese viaje que iniciara en aquellas calurosas mañanas
mas allá del mes de octubre; un viaje del que conseguirá reponerse, cuando
se instale sobre nuestros campos con todo su esplendor.
Las ultimas nevadas de marzo, con los carámbanos descolgando
todavía de los tejados, han intentado retrasar la llegada de nuestra mas
anhelada estación, pero con la ayuda de los todavía tímidos rayos del sol,
ha logrado refugiarse en alguna de las zonas mas abrigadas de nuestros
desolados campos.
Como bien dice el refrán:
-abril, abril, uno bueno entre mil-.
Pero abril también tiene su otra cara, y no existe un
rincón en esta tierra, que no halla sido hechizado por la magia de abril;
por esa magia que le pone color y sonido a la naturaleza; a una naturaleza
que ha abierto sus puertas, a la fiesta y al espectáculo con el que cada
año nos deleita el mes de abril.
Mayo sigue avanzando, y el verde es el color elegido por
nuestra invitada para pintar nuestros campos, un verde que poco a poco ira
combinando, por los colores mas atractivos de sus mejores galas:
-mayo entrado, un jardín es cada prado-,
reza
otro refrán muy popular. Serán esos pintorescos colores, con los que la
primavera ira dando forma a ese elegante manto multicolor, con el que cada
año se prepara para recibir la visita de su hermano preferido, “el
verano”, antes de que llegue, el para ella temido S. Juan, pues como dicen
las abuelas:
-por San Juan, al
sol se cuece el pan-.
Los
nidos.-
Los tres amigos que se dirigen hacia la cruz de hierro, marchan por el
camino de Abanco corriendo tras de sus aros, una vez que han dado buena
cuenta del ultimo trozo de la rebanada de pan con manteca y azúcar que su
madre les ha preparado para merendar. ¿Echamos una carrera de aros?,
propone el mas pequeño del grupo; una carrera a la que ponen como meta el
mojón de la cruz de hierro. La carrera de aros se convierte en una
verdadera carrera de obstáculos; unos obstáculos que los competidores
deberán de superar, demostrando sus habilidades en el manejo de este
juguete tan popular entre los chavales de la localidad. Tendrán que
esquivar los charcos, los baches y las piedras del camino; unas piedras,
sobre las que al golpear el aro, se vera desviado de su ruta, o incluso,
se ira como vulgarmente se dice, a los trigos, provocando así un retraso
en la posición del corredor. Es asombrosa esa habilidad y el equilibrio
con el que dominan los chavales el popular y divertido juego del aro. Al
llegar a la meta, las diferencias entre los corredores son mínimas, pero
por ajustadas que estas sean, siempre habrá un ganador, y este se sentirá
orgulloso, cuando les cobre a los compañeros de correrías, las bolas de
caramelo que habían apostado en la carrera.
Con el aro
colgado sobre es hombro, los tres jóvenes se han introducido en el monte,
marchan tratando de localizar algún nido de grajo o de picaraza, entre las
tupidas ramas de las carrascas, pero de momento, los únicos animales que
han localizado, son un grupo de charros, que con su escandaloso griterío,
han conseguido espantar a todos los animales de los alrededores, y el
lejano canto de un cuco, que permanece impasible al paso de los tres
jóvenes. Dicen los pastores, que:
-el cuco que no
canta en abril, o esta muerto, o se quiere morir-,
comenta el hijo de una de las familias de pastores de la localidad.
El primer
nido que localizan los jóvenes en lo mas espeso de la copa de una
carrasca, es un nido de torcazo, y a pesar de saber que los huevos de
estas aves no se los van a registrar en la secretaría, se sienten
satisfechos con el hallazgo, pues piensan en los pichones que cuando estén
a punto de volar para abandonar el nido, los podrán capturar para preparar
con ellos una estupenda merienda. Lo primero que hacen los tres amiguetes
cuando localizan un nido, es buscar un punto estratégico por el entorno;
un punto que resulte fácil de recordar, y partiendo de este punto,
establecer las referencias que ayuden a la localización del nido en
posteriores visitas al lugar; unas visitas necesarias para controlar la
evolución de los pichones antes de capturarlos para su merienda. Una vez
memorizada la posición del nido, hay que buscar un punto desde el que se
pueda observar el interior del mismo, procurando no ser vistos por los
palomos adultos, pues como de todos los muchachos es sabido, si regresan
las palomas y les ven merodeando cerca de su nido, estas lo pueden
aborrecer, llegando incluso a abandonar la cría de los polluelos. Para
evitar esta situación que les privaría de su merienda de pichones, los
tres jóvenes buscan el árbol mas alto del entorno; un árbol desde el que
se pueda observar los tres huevos blancos que hay en su interior, sin
levantar sospechas en la pareja de torcazos adultos.
Allá a lo
lejos, cerca del limite con Torrevicente, se observa la silueta de una
pareja de águila; unas águilas, que planean sobrevolando los montículos en
busca de alguna presa con la que alimentar a los pollos que están criando
en su estratégico nido; se trata de las mismas águilas que suelen anidar
sobre los peñascos que quedan mas allá del horcajo.
Al
observar el vuelo de las rapaces, a uno de los jóvenes, le han venido a la
memoria, las peripecias que pasaron aquel día de hace por ahora un año;
ese día en el que a uno de sus amigos, se le paso por la cabeza el asalto
al nido de las águilas. Animados por el suculento botín que habían
previsto obtener con la captura de los huevos del águila, los cuatro
amiguetes fueron incapaces de ver el riesgo que deberían de correr para
llevar a cabo su compleja y arriesgada misión; una misión, que era
complicada, y muy peligrosa a la vez, pero el poco conocimiento que tienen
los jóvenes a su edad, unido a la falta de una buena planificación para
llevar a cabo el asalto al estratégico nido, les conduciría a intentar una
hazaña difícil de ejecutar, con los escasos medios que ellos tenían a su
alcance. Para ser justos, riesgo, lo que se dice riesgo, si que corrieron
los traviesos muchachos, incluso después del fracaso en sus numerosos
intentos por alcanzar el rellano de la roca donde estaba estratégicamente
asentado el nido, ellos mismos se dieron cuenta de lo descabellado de la
aventura que habían emprendido. Lo habían intentado escalando las rocas,
lo volvieron a intentar suspendidos por el aire, con la ayuda de unas
sogas de acarrear, pero todas sus iniciativas resultaban frustradas y muy
lejos de la posibilidad de llegar a alcanzar su objetivo. Analizando la
aventura con mas frialdad después de su decepcionante fracaso, llegaron a
la conclusión: de que los cálculos que habían hecho a la hora de valorar
su botín, habían sido como el cuento de la lechera, y de haberlo analizado
con un poco mas de sensatez y sentido común, ni siquiera habría merecido
la pena desplazarse hasta el lugar donde construyen su nido las águilas.
Las cuentas que hicieron los jóvenes, ofrecían unos resultados mas que
rentables: si los huevos de grajo y de picaraza, se los pagaban a 50
ctms., y los de los halcones y aguiluchos los cobraban entre 1 y 5
pts., los de un águila tan grande, se los pagarían al menos a 10 pts., y
si los grajos ponen entre 6 y 8 huevos en sus nidos, el águila por su
tamaño, al menos debería de poner otros tantos, si no eran mas. Pero la
realidad era muy distinta, y ninguno de sus cálculos se acercaba a esa
realidad. Los huevos del águila se los habrían pagado a 5 pts., y las
águilas, no crían mas de dos o como máximo tres polluelos cada año.
Continuaban los tres amiguetes recorriendo el monte, cuando deciden salir
a campo mas abierto tras la decepción de haber encontrado tan solo un nido
de grajo. Saben que las picarazas anidan en los espinos, o en arbustos
próximos a los campos de labor, por eso ahora intentan localizar uno de
sus nidos, en el terreno que separa la dehesa del montecillo. Sabedores
también de que es un territorio por el que merodean con frecuencia las
rapaces, y de que es una zona en la que abunda la caza, intentaran
localizar el vuelo de alguna de esas pequeñas rapaces; un vuelo que les
podrá orientar acerca del lugar en el que tiene construido su nido.
Los tres
jóvenes ya han descubierto dos nidos de picaraza en los espinos, y están
intentando ahora trepar a lo mas alto de un chopo, en el que parece anidar
una de las rapaces que sobrevuelan por la zona. Llegar a alcanzar la
posición del nido, resulta mas que complicado para los muchachos, mucho
más aún, en el último tramo del árbol, donde las ramas ya mucho mas
delgadas y frágiles, empiezan a desgarrarse del tronco con mas facilidad,
pero los jóvenes no dejaran de intentarlo hasta lograr su objetivo. Por
fin, tres huevos de águila han descendido del árbol, que sumados a los que
han expoliado de los nidos de las picarazas, constituyen un buen botín
para una sola tarde de desmanes y destrucción, para la ya muy castigada
fauna de esta tierra.
De regreso
hacia casa, cuando la noche empieza a absorber las ultimas luces de la
tarde, uno de los muchachos ha visto volar algo entre unos árboles
próximos a la dehesa. Se acercan al lugar, y después de unas cuantas
vueltas entorno al grupo de chaparros que hay cerca del río, descubren el
agujero de un pájaro carpintero en uno de los troncos. Ante la dificultad
que supone el acceder al agujero, y la proximidad de la noche que ya la
tienen prácticamente encima, deciden posponer para otro día la
identificación del inquilino de tan curioso y particular nido. Ellos saben
que el hueco lo esculpió un pájaro carpintero, pero estos huecos, suelen
ser utilizados después por algunas rapaces nocturnas para depositar sus
huevos, también en alguna ocasión, se han encontrado con la sorpresa de
una culebra dentro del nido, aunque estas no vienen a depositar sus huevos
en el hueco, sino mas bien a todo lo contrario, a comerse los huevos que
puedan encontrar en el interior del tronco. Cuando se han separado unos
metros del lugar, los gritos de unas crías de pájaros reclaman la atención
de los tres amiguetes, que al volverse hacia el lugar de donde vienen los
sonidos, detectan la presencia de una abubilla, que revoloteando junto al
tronco del árbol, trata de alimentar con el pico a una de sus crías.
Cuando los
tres jóvenes llegan al pueblo con los huevos que han expoliado de los
nidos del monte, lo primero que hacen es registrarlos en casa del
secretario, este les toma nota de la cantidad de ejemplares que llevan y
de la clase de ave a la que pertenecen, y después, los estampara contra en
suelo, ante la presencia de los propios muchachos.
Una vez
terminada la temporada de expolio de los nidos, de las mal llamadas
“alimañas”, el secretario reclama a la diputación de Soria, el importe de
los huevos que tiene registrados y que el mismo ha destruido, y cuando
reciba el dinero a repartir, este indemnizara a los muchachos con arreglo
a sus capturas.
Este método
tan arcaico para extinguir algunas de las rapaces mas interesantes de la
fauna de estas tierras, se practicaba en algunos pueblos sorianos, a
principios de los años setenta, hasta que alguna mente algo mas lúcida que
las de sus antecesores en el cargo, se percato del irreversible mal que
con esta despiadada manera de interrumpir un ciclo en la cadena de la vida
animal, se le estaba haciendo a la rica y variada fauna del país, y
decidió cortar de raíz con tantos años de espoleo y atropellos contra la
rica y variada fauna de estas tierras.
La
excursión.-
Una
larga fila de escolares, que salen del pueblo por el camino de Abanco,
marchan alegres e ilusionados en compañía de sus maestros, al encuentro de
sus vecinos, los alumnos de las escuelas de Abanco. En la cabecera del
grupo, algunos chavales se empiezan a distanciar corriendo tras de sus
aros, mientras que las muchachas, que marchan mucho mas tranquilas a la
cola de la expedición, van cantando sus canciones preferidas, junto a la
pareja de maestros que van cerrando el grupo acompañados de algunos de los
alumnos mas mayores de la escuela; unos alumnos que se van turnando en el
trasporte de las cestas en las que llevan las viandas para la merienda.
Dos jóvenes
que se han separado del grupo, salen corriendo tras una lagartija que ha
osado cruzar el camino en tan inoportuno momento. ¡La tengo!, ¡la tengo!
Comenta uno de los dos muchachos, mientras que mantiene inmóvil su pie a
la orilla del camino. El travieso joven, va levantando muy poco a poco su
pie del suelo, esperando localizar la “regaltena” (lagartija) que cree
haber atrapado bajo la recia suela de su albarca. Al intentar capturar con
sus manos al pequeño reptil, este sale corriendo de debajo del pie del
muchacho; un muchacho que se ha quedado cariacontecido, al sentirse
burlado por su presa, que con gran rapidez se ha precipitado a camuflarse
entre las abundantes hierbas del camino. ¡Pero va colina!, comenta su
compañero de travesuras, que también ha observado la habilidad con la que
se ha fugado el pequeño reptil. Al levantar totalmente su píe del suelo,
los dos jóvenes observan que la cola de la lagartija todavía se esta
retorciendo entre las hierbas, y mientras los dos muchachos se divierten
con los impulsivos retorcijones con los que se mueve la cola del asustado
e inofensivo animal, el pequeño reptil intentara reponerse del susto que
acaban de darle los dos muchachos; un susto, que de no haber sido por la
rapidez con la que ha actuado al desprenderse de su cola, podría haberle
costado la vida al caer en manos de los despiadados jovenzuelos.
La cabeza
del grupo ha llegado a las primeras carrascas del montecillo, cuando se
encuentran con la avanzadilla de la expedición que había partido de la
plaza del pueblo vecino, un reducido grupo de escolares que han venido a
recibirles a contra camino, mientras que el grueso de la expedición
vecina, se ha quedado preparando el campamento junto a los chopos de la
dehesa.
El encuentro
resulta cordial entre los dos grupos de escolares, algo que parecería
bastante improbable en otras circunstancias.
Uno de los
jóvenes de la escuela de Brias, al llevarse la mano a la frente y sentir
la pequeña marca que le dejo una cicatriz, recuerda uno de esos días de
peleas entre las bandas rivales de los dos pueblos. Le ha venido a la
memoria aquel incidente, cuando una pequeña piedra impactó sobre su
cabeza, produciéndole una brecha, de la que todavía no se le han borrado
las secuelas.
Todo empieza
con unos insultos verbales, aquellos les dicen a los de Brías: sopas
frías, y estos a los de Abanco: cuculillos o culo blanco. Son los primeros
escarceos que van caldeando el ambiente, antes de que den comienzo las
hostilidades, luego, empiezan las carreras por entre las carrascas, y las
piedras empiezan a llover del cielo sobre los dos grupos de intrépidos
guerrilleros. Pero hoy, los ánimos van por otros derroteros, si hay que
dirimir alguna disputa entre los dos pueblos, habrá que hacerlo ante la
presencia de los maestros, y participando deportivamente en los juegos que
las dos escuelas han programado para el cordial encuentro. El punto de
reunión será la dehesa de Abanco, un lugar ideal para practicar cualquier
juego entre los escolares, y provisto a la vez, de buenas sombras para el
momento de la merienda.
Los chicos
están jugando su tradicional partido de fútbol, el empate a tres goles que
campea en el marcador, no hace justicia al mayor numero de ocasiones de
gol que ha disfrutado el equipo de Brías, pero todavía queda mucho partido
por jugar, y el resultado final puede sufrir nuevas alteraciones. En el
terreno de juego, los roces que se producen por una entrada mas dura de lo
normal, son inmediatamente zanjados con las intervenciones de los dos
maestros que dirigen el encuentro; unos maestros, que tendrán que
esforzarse para conseguir interpretar bien su papel como moderadores y
árbitros de la contienda.
Las chicas
por su parte, compiten saltando a la comba, en el juego del pañuelo,
jugando al “salve” o “tu la llevas”, a la “pita” o al “marro” y también al
corro chirimbolo. En el juego de la comba, se cantan canciones como: “el
cocherito leré”, “soy la reina de los mares” o “al pasar la barca”.
Terminadas las competiciones de juegos entre los dos pueblos, antes de
empezar con la merienda, se procederá al reparto de trofeos entre los
ganadores; unos premios, que principalmente están formados por golosinas,
y tras el reparto de premios, todos los expedicionarios, se sentaran
formando un gran corro, para dar buena cuenta de una abundante y exquisita
merienda.
Sobre los
tres manteles de cuadros que se extienden en el suelo, hay chocolate,
embutidos, fuagrás, quesitos, carne membrillo, frutas etc. No faltara de
nada y todos los jóvenes quedaran mas que satisfechos con tan apetitosa
merienda. Antes de romper el corro, una vez que se han recogido los restos
del festín, la fiesta continua, y los mas atrevidos cuentan algunos de sus
chistes mas graciosos, luego se cantaran algunas canciones y los escolares
escucharan atentamente algunas de las historietas que relatan sus
maestros, también habrá quien recite alguna poesía y no falta quien lea
unos párrafos de algún libro famoso, como “el Lazarillo de Tormes”, “Don
Juan Tenorio” o “Platero y yo”, pues como se encarga de recordar uno de
los maestros, este es un encuentro cultural y recreativo, de convivencia
entre las dos escuelas.
El sol ya
empieza a ocultarse por detrás del ramo, cuando un enorme culebrón de
color granate, se extiende serpenteando sobre el cielo de los dos términos
vecinos. Un culebrón formado por oscuras nubes, que parte del ramo y llega
a perderse por detrás de los oteros. Dicen los mayores, que cuando sale el
culebrón a la puesta del sol, anuncia un cambio de tiempo con mucho agua,
para los próximos días.
Algunos de
los escolares del pueblo de Abanco, han querido acompañar hasta lo alto de
la cuesta, a la expedición de sus colegas de Brias, y cuando llegan a la
entrada del montecillo, se despiden amistosamente de sus hoy cordiales
vecinos y amigos, emprendiendo cada uno de los dos grupos, la marcha hacia
sus respectivos pueblos, dando por finalizada esta amistosa reunión entre
las dos escuelas vecinas.
Las
carreras.-
Dos
grupos de jóvenes que se dirigen por el camino de Paones hacia el otero,
van correteando tras unas viejas cubiertas de ruedas de camión, los
jóvenes que marchan emparejados uno a cada lado de la rueda, impulsan con
sus manos sobre el neumático, para hacerle correr a mayor velocidad que el
de sus compañeros que les van siguiendo a una corta distancia. Son dos
grupos de cuatro jóvenes cada uno, los que se disponen a participar en esa
insólita carrera de ruedas, la que han planificado para divertirse en esta
tarde de primavera.
Emparejados
de dos en dos, se van relevando los cuatro muchachos que forman cada
equipo y tratan de sacarle la máxima velocidad al pesado neumático, poco a
poco se van distanciando de sus perseguidores, cuando se están acercando a
la parte trasera del cerro del otero. A la vez que impulsan la rueda
hacia delante, deben de procurar mantener el equilibrio de la misma para
evitar que esta se desvíe del camino y se les valla a los trigos, algo que
les haría perder opciones para ganar la carrera; una carrera a la que han
puesto por meta, la fuente de la tejera.
Dos
potentes borbotones que surgen al fondo de la oquedad que se introduce
sobre la roca caliza, hacen flotar sobre el agua, unas pequeñas y
blanquecinas partículas de piedra; unas partículas, que se vuelven a
depositar suavemente sobre el fondo del manantial, conforme se desplazan
del punto donde brota el trasparente liquido. La gran cantidad de cal que
contiene este agua, se va acumulando sobre las paredes de la pequeña poza
que se forma entorno al manantial, hasta cubrirlas de una ligera capa de
color blanquecino; una cal, que se tiñe de color verde al entrar en
contacto con el aire, en la zona que queda fuera del agua de la poza.
Este verdor que presenta la roca, es producido por el moho que se instala
sobre la pared humedecida. Ese color verde tan intenso, contrasta con el
blanco que cubre el fondo de la pequeña poceta, y con el azul que se
aprecia en la zona por donde brota el manantial, algo que le da a la
fuente, ese encanto tan particular que siempre ha caracterizado a este
pintoresco manantial.
El primero
de los jóvenes que alcanza la fuente, llega sudoroso por el esfuerzo
realizado en su larga carrera, y se arrodilla sobre el manantial,
colocando una de sus rodillas sobre la planicie de una pequeña losa que
queda por encima del nivel del agua, sus manos las apoya sobre las piedras
que hay en la pared rocosa; unas piedras que están ya alisadas por las
muchas manos que sobre ellas se han pasado con el paso del tiempo, una vez
posicionado sobre el manantial, se inclina sobre la pequeña poza, hasta
introducir sus labios ligeramente sobre el agua, dando tres largos sorbos
que le congelan la garganta; los profundos tragos de agua, rápidamente le
alivian de la abundante sed que traía acumulada tras la fatigosa carrera.
La fuente
de la tejera, es el manantial mas pintoresco de cuantos hay por los
alrededores, y la frescura de su agua, se mantiene prácticamente a la
misma temperatura en el invierno que en el verano, a pesar de que a los
jóvenes les pueda parecer mucho mas fría en la época estival. De la
saludable pureza de este agua, no cabe hacer ningún comentario, pues en
el lugar donde se encuentra situado el manantial, prácticamente en la cima
del monte, es imposible que pueda recibir ningún tipo de filtraciones
contaminantes. Es este lugar, uno de los parajes preferidos por los
jóvenes del pueblo, cuando deciden salir de merienda en las soleadas y
alegres tardes de primavera.
Una vez
que el resto de corredores han saciado su sed, viene lo mas duro de la
carrera. Los primeros obstáculos que han de salvar los miembros de cada
equipo, son los que se originan al intentar subir las ruedas a la cima del
monte, los peñascos, las aliagas y la pronunciada pendiente que tiene la
montaña, van a poner no pocas dificultades a la misión de los laboriosos y
atareados muchachos. Aquí ya no hay competición, cada grupo, como
buenamente pueda, deberá arrastrar su pesada rueda del camión “NAZAR”,
hasta la parte delantera del otero, que es la zona opuesta a la fuente de
la tejera, y una vez situados los dos equipos con sus respectivas ruedas
sobre los riscos que coronan el monte por esta zona, dará comienzo el
espectáculo. Cada equipo, deberá lanzar su neumático a la máxima velocidad
posible, por el punto que previamente han planificado, y la rueda que
consiga posarse en el lugar mas distante del punto de partida, será la
rueda que designe al equipo ganador.
Hasta los
cuervos que están posados sobre los peñascos, se han asustado con el
estruendo y la polvareda que provocan las ruedas al descender rodando a
toda velocidad, por la empinada ladera del otero. Ver saltar la rueda
monte abajo, con unos botes que pueden alcanzar hasta mas de 20 m. de
longitud, y con la estela de polvo que deja tras de si el pesado
neumático, por la gran velocidad con la que se desliza por la ladera del
monte, constituye un verdadero espectáculo; un espectáculo que provoca el
delirio de los alborotados muchachos, que desde lo alto del monte, con sus
saltos y sus apasionados gritos, tratan de animar a su neumático mientras
se mantiene en pie dentro del circuito. Una vez que las dos ruedas han
quedado inmovilizadas y apostadas sobre el suelo, se medirá la distancia a
la que se ha parado cada rueda. La medición se realiza con pasos, y se ara
por un miembro de cada uno de los equipos participantes, para evitar las
suspicacias a la ora de alargar o acortar los pasos, y una vez designado
el equipo ganador, los jóvenes volverán a repetir las carreras, siempre y
cuando la luz de la tarde se lo pueda permitir; que aquí no se rinde
nadie.
continúa
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Primavera
en Brías 2
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©
Víctor García Pascual
Zaragoza
24/3/2003
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