Enfermedades comunes y
remedios (2)
Epistaxis
Para tratar las hemorragias nasales, se han utilizado una serie de
remedios, o apaños, que casi nada tienen que ver con las plantas. Se
trata de mágica simpática, tan descabelladas en algunos casos, como los
recomendados para el hipo. La excepción a la anterior aseveración está
en el tomillo, con el que se hace una cocción, se empapa un algodón y se
introduce en la fosa nasal. En Tierras Altas (Soria), hemos recogido uno
que también supone la excepción a la regla: para cortar las hemorragias
nasales se usa ruda majada y metida en la fosa nasal para la
restañación.
Una muestra de ellos son: colocar una paja en cruz sobre la cabeza.
Levantar el brazo contrario a la fosa nasal que sangra. Aplicar hielo en
la cabeza. Poner la cabeza más baja que el cuerpo. Echar agua en la cara
para asustar. Echarle agua fría desprevenidamente en la nuca. O hacer
una cruz en el suelo hasta que la providencia lo remediase.
Sistema nervioso
Dolor de cabeza
Un remedio universal en todos los lugares consultados (Soria, Burgos,
Navarra, Galicia, Ibiza, Tarragona, Cáceres y Jaén) para aliviar los
frecuentes dolores de cabeza era lavarse la cara en las fuentes, el día
de San Juan, antes de que saliera el sol. O bien no echándose la siesta
ese día mágico de San Juan, lo cual servía también para evitar la pereza
a lo largo de todo el año. O bien echarse por encima de la cabeza un
caldero de agua que se ha tenido al sereno la noche de San Juan.
En cuanto
a las plantas que nos ofrece la naturaleza, hemos sabido que en Ibiza
hacen uso de la flor de higuera hervida, flor de malva hervida,
barrumbì y salvia. Dicen que con la cocción de todas ellas juntas se
eliminaba “la sangre mala que se había cogido en la cabeza”.
En las
Hurdes, las raíces cocidas de las ortigas curaban el mal de ojo, al que
se le atribuye en esa zona cacereña los fuertes dolores de cabeza.
En la provincia de Soria utilizaban infusión de espliego, árnica cocida
con aguardiente y colocada sobre la parte afectada en forma de compresas
y té de risco, entre otras.
En el País Vasco, Zeanuri (Bizkaia), beben agua de virgaza o hierba de
pordioseros (muy tóxica). También emplastos con las hierbas de la mañana
de San Juan.
Junto a estas componendas con productos de la naturaleza, coexistían
otras más excéntricas: aplicar un paño empapado en una infusión de café.
Mojar un papel de estraza en aguardiente, encenderlo y apagarlo a medio
quemar, a continuación se aplica con un pañuelo negro en la cabeza.
O
la recogida del País Vasco, donde se colocan la camisa que la culebra
cambia alrededor de la frente sujeta con un pañuelo.
Tranquilizantes
En todos
los lugares consultados, para afecciones nerviosas utilizan infusiones
de tila, en algunos lugares aconsejaban, además, beberla en novenas. En
la zona rayana entre Soria y Zaragoza utilizan la ruda como
tranquilizante. En La Rioja el llantén y la abeboya.
Para las
pérdidas de conocimiento en casi todos los lugares hacían al afectado
oler amoníaco, tumbado en el suelo, mientras le proporcionaban aire.
En
algunas zonas de Castilla se cree que la epilepsia la sufren los niños
que han nacido en noches de tormenta. En Andalucía, cuando sufren un
ataque, se les dice al oído “Jesús ha resucitado” mientras se les tira
del dedo corazón de la mano izquierda. En Castellón acudía mucha gente
al santuario de la Virgen de la Balma para ser curados de esta
enfermedad considerada de los dioses.
Aparato locomotor
Dolores musculares
Chocante cuanto menos resultan algunas formas de aliviar los dolores de
músculos: friegas con el caldo de cocer pies de oveja, cordero o
ternera, bien extendido con la mano hasta que se seca. Alcohol para el
cansancio de los tendones. Batir la yema de un huevo en aceite y aplicar
en la zona, una vez seco queda rígido.
Pero el más común es la utilización del ajo. De este bulbo oriundo de
Oriente, ya se sabe que cura muchas enfermedades. Está investigado que
uno de sus componentes, azufrado, se elimina por los pulmones, siendo
para ellos muy beneficioso, al igual que para la hipertensión y el
reumatismo, en solución alcohólica.
Ya hacia 1920 un médico de Jaén recetó, al abuelo de uno de los autores,
los ajos para aliviar el reúma. En un frasco de vidrio aparecían los
ajos pelados ocupando la mitad del envase y lleno de alcohol. Debía
tomarse en gotas.
Reuma y artrosis
Para el reuma afirman que son buenas todas las flores del campo, echadas
en agua y utilizadas como baño diario. Este remedio lo hemos encontrado
el algunos lugares de Tierras Altas sorianas, por ejemplo en
Torrearévalo. Eloísa asegura que, siendo ella joven y residiendo en
Torrearévalo, conoció el caso de una muchacha que apenas podía andar de
los ataques de reuma tan fuertes que padecía; un practicante de la zona
la mandó meterse en un caldero de agua caliente donde previamente debía
haber cocido toda clase de hierbas que encontrara en la dehesa, al
tercer baño ya pudo entrar sola y al final curó.
Las ortigas resultan muy eficaces. “Ortigarse” (urticación) es el nombre
que se da en muchos lugares al hecho de pasar con fuerza, como
azotándose, un manojo de ortigas por la parte afectada por dolores. Esto
tiene lógica ya que, al provocar un picor insoportable en la piel, hace
que la sangre circule con fuerza. La misma reacción provoca frotarse la
parte afectada con pita o, como propone Tony Gonzàlez, de Esplugues de
Llobregat (Barcelona), llevar un cordón de pita alrededor de la cintura,
sin quitárselo nunca.
Otras hierbas utilizadas como infusión para el reuma en Soria y Burgos
son las ortigas, milenrama, y un alcohol de ruda que se prepara con tres
onzas de flores y hojas de ruda para cada litro de alcohol de 96º,
dejado en maceración durante nueve días y después colado.
En el País Vasco utilizan las llamadas hierbas de San Roberto, las
cuales había que golpear y estrujar con las manos hasta lograr que
saliera el líquido, del cual, una vez filtrado y colado, se toma un vaso
pequeño al día.
El agua de cocer hojas de fresno y de roble son usadas en Zeanuri
(Bizkaia). En esta misma localidad hacen un jarabe a base de los
siguientes ingredientes: zarzaparrilla, cominos rústicos, flor de
corazón y guayaco. Es necesario que cueza durante media hora, dejarlo
enfriar y hacer jarabe con azúcar negra y miel. Cuando ha cogido el
punto se deja enfriar, se coloca dentro de una botella y se usa a
cucharadas.
En Ibiza
se colocaba un manojo de barrumbì en la parte afectada. En la
isla usan los ajos frontándolos, crudos, sobre el lugar afectado.
Macerándolos en alcohol, dejándolos quince días y después tomar de 5 a
15 gotas con agua antes de cada comida, durante 15 días. También los
tuestan, los pican, le añaden petróleo bien caliente y ese líquido se
usa en forma de friegas.
En el Alto Aragón comen los ajos crudos para evitar los dolores.
Otros intentos de curación resultan mucho más curiosos. En un pueblo de
la zona de Ubierna (Burgos) para combatir el reumatismo pasaban y
frotaban una culebra viva por la zona enferma. En la zona de Las
Machorras, de la misma provincia, se desnudaba al reumático y se dejaba
un enjambre de abejas, hasta que las picaduras hicieran desaparecer el
mal. Esta técnica, controlada por la medicina, se usa actualmente.
En
algunos pueblos de la comarca de Lara (Burgos) se curaba el reuma con un
ungüento que se conseguía después de haber introducido en una botella de
agua un buen número de lombrices hasta que, ya descompuestas, formaran
una crema, que se aplicaba localmente. En pueblos de Montes de Oca
(Burgos) se introducía al reumático en el horno del pan, aún caliente,
dentro de un saco que hubiera tenido harina de yeros.
En el
País Vasco la artrosis la alivian de la siguiente forma: en una sartén
colocan grasa de gallina y tuétano de res vieja hasta que se reblandece,
momento en que se añade un puñado de romero y cera virgen hasta componer
un ungüento que se unta en la parte afectada. El reuma se trata en este
país con la grasa de un lirón derretida y filtrada, que, a modo de
pomada, se guardará en un frasco y se utilizará cuando sea preciso.
En Olaeta
(Bizkaia) usan el horno caliente, introduciendo en él al enfermo de
reuma, tal y como hacen en la provincia de Burgos para curar, además de
reuma y artrosis, las pulmonías y catarros fuertes.
Hernias y quebraduras
En
Débanos (Soria), en el área del Moncayo, nos contaban que en el día de
San Juan, al amanecer, se pasaba por un guindo a los niños que padecían
hernia. Debían hacerlo un hombre y una mujer, de nombres Juan y María.
El uno se lo pasaba al otro, diciendo: “toma este niño María, toma a
este niño Juan”. Esta forma de tratar de curar la hernia en los recién
nacidos la hemos hallado en muchos otros lugares, tanto de Castilla,
como de Andalucía o Cataluña, sin que nadie haya sabido explicarnos el
significado de ello. El árbol no siempre es el guindo, en Tarragona se
hace delante de un roble y en otros lugares de Cataluña da igual el
árbol, siempre y cuando esté parasitado de muérdago. Sólo se nos ocurre
atribuirlo al significado mágico que los árboles han tenido para el ser
humano a lo largo de su historia como tales, y las propiedades curativas
atribuidas a muchos de ellos.
En la
provincia de Soria sólo se podía curar la hernia el día de San Juan y
exactamente cuando estaba saliendo el sol, en el caso de Valdelubiel, y
a las doce de la noche de San Juan en el caso de la villa Ágreda. El
ritual, en esencia, era el mismo en las dos localidades: un hombre
llamado Juan y una mujer llamada María (en Ágreda) y dos hombres
llamados Juan y Pedro (en Valdelubiel) rasgaban la rama de un guindo. Se
situaban a uno y otro lado de la misma y se pasaba al niño por el corte
de la rama tres veces recitando alternativamente: “Tómalo María, tómalo
tú Juan, la Virgen lo cura y el señor San Juan (Ágreda) o tómale Pedro,
dámele Juan (Valdelubiel). Si la rama desgajada se agarraba al árbol era
señal de que el niño se curaría”.
Puede
servir de ejemplo el rito seguido en Manacor, conocido como la
vimetera, traducido por la enramada, o la mimbrera. Antes de que
salga el sol la madrugada de San Juan, un pagés prepara las ramas de un
arbusto, rosal o saúco, quitándole las espinas si es necesario y
colocándolas de forma que forme un hueco, un a modo de arco, por donde a
la salida del sol se pasará a los niños herniados. Después de este rito,
los padres de la criatura tomarán esas ramas, las venderán y las
enterrarán cubriéndolas con barro. Se cree que la enfermedad se ha
transmitido a las ramas, por eso las vendan, y bien cubiertas para
evitar la movilidad, harán curar las quebraduras de los niños.
En
algunos lugares de Castilla y de León, se les llama “anudadores” a los
sanadores. Algunas personas que conocen estos temas, solucionan los
problemas con el método tradicional de las ventosas, por ejemplo para
las costillas hundidas. Un vaso invertido y dentro una lamparilla
encendida, al apagarse por falta de oxígeno se produce la succión.
En la
provincia de León abundan los “encañadores”. Un vecino de Astorga,
curaba zarandeando y pellizcando al enfermo tendido en el suelo, después
le aplicaba unos polvos rojizos cubiertos con trementina, para finalizar
con la colocación de estopa pegada al cuerpo, que le dejaba
prácticamente inmovilizado.
Sistema circulatorio
La hipertensión y los problemas circulatorios son tratados con ortigas
cocidas “para que no se suba la sangre”, forma de nombrar la
hipertensión, para lo cual también tomaban manzanilla en algunos pueblos
de Burgos. Asimismo en el País Vasco usan las ortigas, tomadas en
infusión, en ayunas, durante seis días, descansando y volviendo a tomar
otros seis días si fuera necesario.
En Castillejo de Robledo (Soria), limítrofe con la provincia de Segovia,
utilizan la sanguinaria, en cataplasma, para curar “la mala sangre”, en
referencia a la presión arterial alta, o los problemas menstruales de la
mujer.
En otros lugares de la provincia de Soria utilizan el alpiste cocido,
las ortigas cocidas, también utilizadas para depurar la sangre, la
sanguinaria para “quitar la fuerza a la sangre”, el llantén, diente de
león, cola de caballo (recolectada verde y dejada secar a la sombra)
para “adelgazar la sangre”, también con rama de la endrina cocida,
infusiones de salvia. Flor de endrino, ortiga y manzanilla, juntos, en
infusión. Flor de majuelo en infusión, entre las hierbas más utilizadas.
El problema contrario, es decir la hipotensión, la tratan en el Alto
Aragón de la siguiente forma: la raíz de la chanzana se corta en pedazos
y se pone en vino nueves días. El vino se hace amargo pero es bueno para
desfallecimientos y tensión baja. Para la buena circulación de la sangre
diente de león y la gayuba cocida para bajar el colesterol.
Siguiendo
en el Alto Aragón, la hierba mermasangre (paronichia) la usan para
fortalecer el corazón y purificar la sangre. Para el infarto se usaba
una especie de helecho llamado lengua de ciervo que nace en el Pirineo y
que se conoce con el nombre de melsera. Para el corazón decaído,
cataplasma de alfalfa, pan y leche.
Almorranas
Las
hemorroides o almorranas, esas molestas dilatación de las venas en salva
sea la parte, son tratadas de formas variopintas, casi siempre mediante
la magia, según el lugar de la Península donde hemos recabado
información.
En
Iraizoz (Valle Ultzama) toman baños de asiento con vahos procurados a
base de un manojo de quinquefolios (plantas conocidas como bost-ostoak).
En
Zeanuri (Bizkaia) utilizan desde beber agua fría, hasta poner emplasto
de linaza, malvavisco y adormideras, después lavativas de agua templada
y vahos de agua de cardencha.
En Alto
Aragón freían un lagarto vivo, que se deshacía, añadían espliego y grasa
de cerdo y se untaban con la mezcla. Dicen que cura en cuatro días.
En Las
Hurdes se arrancaban las raíces de los cardos seteros y se llevaban en
el bolsillo hasta que dejaban de molestar.
Hemos localizado en tierras de Ubierna (Burgos) una benefactora pomada
hecha con cochinillas de humedad fritas. El preparado consistía en hacer
una fritura con un puñado de tiernos hisópodos, animalitos éstos fáciles
de encontrar en las casas campesinas dado que suelen tener su hábitat
bajo las piedras de la misma corte. Realizada la masacre en la sartén,
las cochinillas eran trituradas hasta hacerse una pasta, la cual se
mezclaba con el mismo aceite de la fritanga, obteniendo así un ungüento
útil para las hemorroides. Parecido es el remedio empleado en algunos
lugares de Soria, donde fríen gusanos de las basuras y se untan con ese
aceite la zona afectada.
En León
se llaman “manroas” y se curan con hierbas de “San Apapurcio”, las
metían en una bolsita y el paciente debía llevarlas en un bolsillo
trasero o cosidas a la ropa. A medida que se secaban se quitaban las
molestias. También se ha utilizado raíz de arzolla.
En la zona de Soria rayana con Aragón, para curar las hemorroides se
debe llevar un trozo de raíz de zarza en el bolsillo, si además se lleva
también magarda, se espantarán las pulgas. En Espejón, entre Burgos y
Soria, afirman que solamente el contacto del pepinillo del diablo,
llevado en forma de fruto en el bolsillo, sirve para curar las
almorranas.
Aparato digestivo
Las molestias más generalizadas con que el ser humano se encuentra son
las derivadas de una mala digestión. Parece indiscutible que la planta
más utilizada para aliviarla es la manzanilla, seguida del té de risco o
de campo. Pero hay muchas más formas de “asentar el estómago”.
En Soria se utilizan infusiones de padrastro, tomillo, hierba santa,
menta y verbena. Algo más chocante es la costumbre de Torrearévalo de
utilizar para el dolor de estómago un conejo recién matado, colocado
sobre él.
En Las
Hurdes grama (hierba dañina para plantas y sembrados), también usada
para evitar la retención de orina y favorecer al riñón, hígado y bazo.
Se usaba en decocción de 15 minutos, en la proporción de un litro de
agua y una onza (30 gramos) de la planta, y torvisco hervido con miel.
En Ibiza
para los dolores de tripa utilizaban un atadillo de ruda verde colocado
dentro de un recipiente con vino, en maceración y luego consumiendo este
vino. Como digestivo se usaba el tomillo, la menta, la hierbaluisa, y el
té “de hormiga”.
En el
País Vasco los dolores de vientre los curaban frotando sobre él hojas de
nabos. Pero también colocando en anís nueces verdes que deben ser
recogidas entre las festividades de San Juan y San Pedro.
En Olaeta
(Bizkaia), para aliviar los dolores del vientre endurecido, cuecen
berros, se escurren, se fríen en manteca y se utiliza en forma de
emplasto.
Juan
Eslava Galán. Tumbaollas y hambrientos, nos da a conocer un remedio
interesante: “En Asturias desarrollaron una radical medicina para los
entripados, consistente en enterrarlos en estiércol durante uno o más
días para que el calor desprendido de la fermentación de la bosta los
ayudara a tramitar la laboriosa digestión. Les dejaban la cabeza fuera
para que pudieran respirar y lamentarse”.
Estreñimiento
Para la ocupación de vientre y estreñimientos, en Soria usan infusión
de té, o unas cucharaditas de aceite de ricino. Purgas de manzanilla.
Para niños, irrigaciones con cala de jabón y aceite, meter tres o cuatro
cerillas por el culo. Purgas con aceite crudo. Cocer hormigas y beber el
caldo.
En Ibiza
aconsejan beber agua de malvas hervidas y comer muchos higos secos o
frescos si es el tiempo.
En el Alto Aragón usan la infusión de hojas de senera.
Colitis y diarreas
En la Edad Media las hojas de ortigas en infusión se usaron para cortar
las diarreas que producía el cólera.
En Burgos usan la manzanilla real y los cardos borriqueros en flor
cocidos. También los escaramujos cocidos.
En Ibiza
daban buenos resultados las algarrobas hervidas junto con higos secos y
también aguas de hojas de níspero mezcladas con manzanilla.
En el
Alto Aragón, para colitis y diarreas, infusión de malvavisco o cocción
de ortigas y de orégano.
Parásitos
En Soria utilizaban los escalambrujos y el perejil, en cocción, para
hacer desaparecer las lombrices que se alojan en el aparato digestivo,
sobre todo de los niños. Cuando esto no daba demasiado resultado, se
colocaba un trapo negro con aceite en el ojo del culo y se tomaba aceite
en ayunas. En Burgo de Osma (Soria) confiaban la desaparición de estos
parásitos a San Agustín, mediante una oración que debía leerse nueve
días seguidos, una vez al día y a la misma hora. A San Antonio de Padua
se dirigían también en demanda de sanación, aunque en este caso la
oración debía leerse en latín.
En el Alto Aragón, tomaban infusión de ajenjo. Y en Galicia, como
vermífugo se usa el asento, seixebra (escorodonia, Teucrium scorodoia),
helecho y hortelá.
Los piojos desaparecían untando con aceite la cabeza.
Hepatitis
En el País Vasco trataban las inflamaciones hepáticas con unas hierbas
llamadas gibel belarrak y pareta belarrak en infusión.
Pero otras fórmulas no nos parecen tan agradables, como por ejemplo el
tragar un piojo vivo cada día hasta la curación, ya sea a palo seco o
con algo más agradable, como un trozo de bizcocho o en chocolate líquido
templado
Varios digestivos
En algunos lugares de Castilla la Vieja, Soria entre ellos, llaman “mala
gana” a los desarreglos con mareos y náuseas que se producen, sobre
todo, tras la ingestión de abundante comida, o en no muy buen estado, y
también a mareos producidos por la circulación de vehículos, bajadas de
tensión y lipotimias.
La hierba más utilizada para aliviar estos síntomas es la manzanilla,
aunque también usan la centáurea (que en Barahona usan para problemas
con la diabetes y las flores para adornarse la cabeza). Utilizan
asimismo infusiones de meaperros, doradillas (crecen en las piedras),
milorrio, y té de risco para el dolor de tripa. Este último es
infalible. A nosotras nos lo trae Gumersindo García Berlanga, de
Alpanseque, y es el único remedio que usamos para dolores de estómago y
malas digestiones. Para esta misma dolencia da muy buenos resultados
macerar en anís nueces palillas (verdes) y beber una copita de vez en
cuando.
En el Alto Aragón, para el dolor de vientre, infusión de menta borda,
llamada también hierba de Nuestra Señora.
En
Levante se majan ajos con manteca de cerdo y raspaduras de corteza de
higuera, se aplica la pomada en la coronilla del enfermo, en la que se
habrá practicado una pequeña incisión. En Andalucía se orina sobre un
trozo de pan que se dará a comer a un animal.
Para la
ictericia, en Murcia y Alicante, se recomienda al enfermo contemplar el
curso de una corriente de agua, fijamente, durante un rato sin apartar
la mirada ni un instante en la creencia de que la corriente se lleva el
mal. Esta forma de tratar curar se usa para todas las enfermedades en
algunos lugares, se trata de transferir la enfermedad al agua, o a una
planta, meando sobre ella. También orinar sobre las brasas, para que el
mal se vaya con ella, se consuma con el fuego, o sobre un cardo nueve
mañanas seguidas.
Terapia oftalmológica
Las distintas afecciones de los ojos eran remediadas de la siguiente
forma en Tierras Altas, entre Soria y La Rioja: coger del nidal un huevo
recién puesto y colocarlo en los ojos, para aclarar la vista. Lavarlos
con agua de cocer lirios. Lavarlos con agua de manzanilla. Para las
legañas agua hervida.
En el
Alto Aragón agua de rosas silvestres cogidas en la noche de San Juan,
una vez benditas.
En Urkizu
(País Vasco), las conjuntivitis se curaban lavando los ojos en agua
donde se había hervido zanahorias. En Estarrona los lavaban con agua y
sal hervidas. Y en Gometxa, para hacer desaparecer el hematoma ocular,
colocaban entre dos gasas pan tostado empapado en vino y sujeto con un
pañuelo en el ojo enfermo, cada noche, hasta su desaparición.
Ginecología
Durante siglos, una de
las causas de mortandad entre las mujeres era el postparto. Las fiebres
puerperales no respetaban ni tan siquiera a las reinas, esas mujeres
tremendamente desgraciadas, que eran utilizadas desde su nacimiento,
mediante pactos matrimoniales, para evitar guerras, pararlas, unir
países o satisfacer las necesidades políticas y económicas de sus
padres, los monarcas, los cuales, a su vez, habían sido víctimas de las
mismas prácticas.
Los médicos que atendían
a estas mujeres en sus partos (abundantes siempre que la salud
aguantara, pues los niños morían con facilidad debido a la repetida y
abusiva consanguinidad de los padres), se esforzaban, cuanto menos, en
mantener la vida del infante y, a poder ser, la de la reina, quien,
aunque fábrica, era menos importante, toda vez que siempre había por
otros países princesitas dispuestas a ocupar el puesto.
A doña María de
Portugal, primera esposa de Felipe II, para ayudarla al parto le
pusieron sobre la ingle la piedra del águila (limonita, inventariada con
el número 2.173 entre los objetos pertenecientes a Felipe II, de tres
onzas de peso guarnecida de plata), remedio que solían usar para este
fin, pues creían que dicha piedra irradiaba calor y que por eso las
águilas las ponían en sus nidos para favorecer la incubación de los
polluelos (de ahí su nombre), atribuyéndole efectos similares en el
parto de la mujer. Por la época se empleaban otros remedios para el
mismo fin: raíces de albahaca, artemisa y dragontea atadas y puestas
encima de la rodilla. Una pluma de águila y buitre colocada bajo el pie
izquierdo. Uñas del milano bajo la camisa. Comían el corazón de una
gallina sacado con el animal vivo y cocido en el caldo de la grasa de la
gallina y bebían pasas con vino dulce.
A Margarita de Austria
(esposa de Felipe III) le suministraron, para vencer la fiebre
puerperal, digital.
A María Luisa Gabriela
de Saboya y Orleans, primera esposa de Felipe V, el médico francés
Julien Clèment (considerado una eminencia en la época, a quien Luis XIV
le otorgó título nobiliario), para calmar dolores aplicaba sobre el
vientre de la paciente la piel caliente de un carnero desollado vivo.
Ordenaba que la mujer no durmiera en las horas siguientes al parto, que
durante nueve días no se abrieran las ventanas de la habitación y que
nadie entrara en ella. Durante cuatro días no comía nada y a partir de
ahí sólo caldos, hasta los nueve días no ordenaba el cambio de ropas.
Para calmar las molestias perineo-vaginales aplicaba cataplasmas de
aceite de almendras dulces y huevos. Al recién nacido le lavaban con una
esponja empapada en vino caliente con aceite y le daban unas
cucharaditas de vino blanco.
En los remedios para enfermedades de la mujer escasea la utilización de
las hierbas. En Soria, comarca de la Sierra del Almuerzo, utilizan la
sanguinaria para regular la menstruación y de la ruda para provocarla en
caso de sospecha de embarazo no deseado. En Galicia, cuando les faltaba
la regla y temían estar preñadas, debían hervir unos cuantos helechos
tiernos y beberse la infusión.
El resto nada tiene que ver con hierbas y raíces. Un recurso para que
baje la regla, consiste en mojar los pies en agua caliente con vinagre,
algo escuchado en todos los lugares consultados.
La
mastitis (enfermedad de los senos), en Asturias, se curaba haciendo
cruces con un diente de lobo que debía llevarse colgado hasta que pasara
la enfermedad.
Para los partos no se acostumbraba a llamar al médico, las mujeres eran
las encargadas de ayudar a parir. Creían que el médico, en ocasiones,
sabía menos que las mujeres. En todos los pueblos del mundo rural solía
haber una partera.
En Jaén, la alimentación especial para la madre era a base de caldo de
gallina, cuanto más vieja mejor. Chocolate y sopas de pan con azúcar.
Para el “pelo”, muy corriente durante la lactancia, se utilizaba miel
caliente, manteca, cerato (compuesto por corteza de saúco, trigo, cera y
aceite, cocido durante media hora), infusión de huesos de dátil y, en
general, todo aquello que suavizara y restaurara la piel agrietada y
herida. Otra forma de aliviar esas molestias era calentar el pecho con
trapos o aplicaciones de mantecas muy calientes y ordeñar durante mucho
tiempo hasta que salía la leche mala.
Esterilidad
Un
problema que aparece con frecuencia en la vida de las parejas es la
esterilidad, achacada a las mujeres, hasta que la Ciencia puso las cosas
en su sitio. Han sido muchos los remedios que desde siempre se han
utilizado para tratar de solucionar un problema angustioso muchas veces.
García Lorca dejó una obra magnífica –Yerma- y un intento de solución
bastante efectivo, al situar en el Santuario de Nuestra Señora de la
Cabeza, en Jaén, el arreglo a la situación en forma de fornidos jóvenes,
lo que viene a indicar que el causante de la supuesta esterilidad
femenina es el compañero. De aquella costumbre –que se practicó en
realidad- ha quedado para la posteridad la imponente pitada con la que
los lugareños reciben a las autoridades en el Santuario, acompañada con
el grito de “¡cabrón, cabrón!”.
No
recordamos dónde, pero con seguridad hemos leído que en Tarragona existe
un lugar con una roca al que las estériles van a frotar su vientre
desnudo por creer que con ello tendrán hijos. Esta piedra, afirman, se
halla desgastada y pulimentada por el uso durante siglos.
En Santa
Casilda (Burgos), deben bañarse las mujeres en un lago llamado “de aguas
fértiles”.
En Baños
de Mula (Murcia), realizar el coito en cualquiera de las piscinas de la
localidad de considera remedio infalible. Lo dice Francisco J. Flores
Arroyuelo en su DICCIONARIO DE SUPERSTICIONES Y CREENCIAS POPULARES.
En
Andalucía, Murcia y otros lugares, revolcarse desnudos durante la noche
de San Juan para impregnarse de rocío, resulta, al menos, agradable. En
Murcia y Alicante se recomienda practicar el coito de pie y con la mujer
sentada sobre el fogón.
En
Asturias, revolver el puchero donde se guisa carne de conejo con una
cuchara de roble.
En
Castilla y Aragón se prepara un brebaje a base de aceite, miel y vino,
que debe ingerirse en ayunas siete días seguidos.
En
Castilla se ofrece a los novios una espiga a la salida de la iglesia.
En Soria capital nos han dicho que comer membrillo podía resultar malo
para la matriz, incluso podría dejar a la mujer estéril.
Fiebres y calenturas
La fiebre
en sí no es una enfermedad, si no un síntoma que indica que esta existe.
Pero sabemos que el médico, mientras averigua la causa, receta el
medicamento pertinente para que desaparezca la fiebre.
En la
provincia de Salamanca, en la frontera con Portugal, curaban las
calenturas mediante un curioso rito. Una persona entendida en el tema,
se situaba en un camino antes de la salida del sol y trazaba con una
vara de mimbre sin volver la vista atrás, rayas paralelas y
perpendiculares al camino, tantas como accesos de fiebre hubiera tenido
el enfermo, mientras rezaba “Dios te guarde San Apolón: / Calenturas
traigo, tercianas son, / Aquí las dejo, quédate con Dios”. Al finalizar
arrojaba lejos la vara y regresaba sin volver la vista atrás.
En León,
fabricaban unos parches de tela gruesa con un ingrediente indeterminado
procedente de la rana y alcanfor. Se colocaba sobre el estómago no podía
lavarse los pies ni comer picantes durante un mes.
En Almazán (Soria), Ana Rueda, ya en 1627 curaba las fiebres tercianas y
cuartanas vaciando una nuez, en cuya oquedad introducía una araña viva,
encerrándola allí. Mantenía que mientras la araña moría e iba
desecándose en su prisión, lo mismo la enfermedad menguaba y
desaparecía. Caso evidente de magia simpática.
Diuréticos
Muchas son las hierbas utilizadas para provocar o aumentar el volumen de
la orina y aliviar las molestias que provocan la retención de líquido.
Guillermo Buchan, médico, en su “Medicina doméstica” (1785), aconseja a
las personas gordas que traten de eliminar la orina y fomentar la
transpiración. Para ello, además de evitar las comidas grasientas,
dormir poco y hacer mucho ejercicio, deberán comer rábanos, ajos,
especias y todo lo que provoque la orina, además de beber bastante agua
y té.
En la provincia de Soria nos han indicado como diuréticos, las
siguientes plantas: grama (con la que se consigue desintoxicar, mediante
el incremento de la orina, tanto el riñón como el hígado). El cocimiento
de gayubas (Bayubas de Abajo y su homónima de Arriba, deben su nombre a
la abundancia de gayuba). El junquillo, los pelillos del maíz junto con
las cabezas de manzanilla en infusión. La zarzaparrilla, llamada también
la “hierba de la orina” o para la “inflamación de la orina”. Cola de
caballo, pinillo, malva, marrubio, parietaria (hierba de san Pedro).
En el
Alto Aragón, para el riñón, usan infusión de plantache.
En
Galicia, se usa para activar la diuresis, las barbas del maíz (éstas
también son utilizadas en el País Vasco), la parietaria y el fiollo.
En
Amorebieta (Bizkaia), para facilitar la orina hierven perejil, barba de
maíz, caña y una hierba llamada aski.
Recién nacidos
En el año 1785, Guillermo Buchan, M.D. del Real Colegio Médico de
Edimburgo, publicó “Medicina Doméstica”, donde ya se aprecia que se
conocía la influencia del medio ambiente en la salud: “una mujer
delicada, que queda encerrada en su casa, para quein son extraños el
buen aire y el ejercicio, que vive de té o de alimentos de poca
consistencia, bien podrá parir, pero apenas podrá vivir su hijo”.
En este tratado aparecen consejos para tratar dolencias del recién
nacido, algunos de ellos extraídos directamente de la naturaleza, como
se ha hecho desde siempre. Para que evacuen nada más nacer, miel aguada
“y no otras drogas que acostumbran a dar las parteras”. Para las
infecciones de vientre infusión de ruibarbo, así como la madre que está
amamantando, pero en este caso masticado.
En lo que hace más hincapié Buchan es en la higiene, asegurando que la
falta de ella ocasiona en los recién nacidos los lamparones y la
rachitis.
Nos gusta repetir la anécdota que Diego Cano García, médico durante años
en la zona de la Sierra del Norte soriana, en su libro “Tierras de San
Pedro”, recoge una anécdota vivida en Bea, lugar próximo a la villa
sampedrana, deshabitado hace años. Acudió a este pequeño lugar a fin de
atender a una parturienta. Cuando llegó la criatura ya había sido parida
sobre una piel de cabra con los pelos hacia arriba “para que la llegada
del niño a este mundo sea lo más suave posible”, le aclararon. Unas
mujeres le daban a la criatura “un brebaje preparado con agua, azúcar,
unas hierbas del monte y un poquitín de harina… -¿Por qué le dan ese
brebaje al niño? –Para que se ponga fuerte…”. El autor va reflexionando
sobre lo que ve, y al final pregunta: ¿Cuántos hijos tienen? Cuando le
responden que cinco con el recién nacido y todos vivos y muy sanos, el
médico les dice que hagan con el recién nacido lo mismo que han hecho
con los otros.
En Galicia, para el recién nacido se utilizaba agua de anises hasta que
subía la leche; no se daba el primer pecho, pues decían que esa leche
era mala. Para la retirada de la leche se colgaban en el cuello una
llave de cañón. A fin de que los dientes salieran sin dolor, colgaban un
taleguillo con los dientes de un erizo y lo llevaban hasta que salían
los suyos.
En la comarca de la Sierra del Almuerzo (Soria), el llantén lo usaban
para quitarle a los niños lo blanco del cielo de la boca, esos hongos
tan propios de los recién nacidos. El hinojo, para aumentar la leche de
las madres que amamantan. El mastranzo, para curar los hongos de la boca
de los recién nacidos. Para estos hongos, llamados en Cataluña muguet,
y en otros lugares mal blanco, el doctor Salvador Andreu recomienda
limpiarlos, con un pincel, untado en vinagre atenuado con agua hervida.
En Tierras Altas (Soria-Rioja), estepa o jara. La resina del tallo de la
jara mezclada con pez negra, cera amarilla y trementina de láudano era
usada para curar las hernias de los pequeños.
En el
Alto Aragón, para evitar el dolor cuando les salen los dientes el padre
debe coger una culebra, arrancarle la lengua, soltar la culebra y la
lengua envuelta, con un imperdible, se coloca en la ropa del niño.
En Las
Hurdes, había una enfermedad llamada “caído de la luna”, frecuente en
los niños de corta edad. Diarreas. Para conjurarlas se colgaba al cuello
una media luna hecha de cobre u otro metal que debía haber sido
bendecida el Jueves Santo. Se le llamaba “cuernos de la luna”. Los
mayores de la comarca aseguraban que esta costumbre procedía de los
godos.
Indigestión de los niños. En el Levante se cura midiendo al niño con un
pañuelo de seda negra doblado en diagonal y a continuación dándole
masajes o trazando cruces sobre su estómago con aceite mezclado con
ceniza. En Madrid se cura arrojando un buche de aguardiente sobre el
estómago del niño.
Para las
erupciones cutáneas y del cuero cabelludo que veces padecen los niños
recién nacidos, en Ormaiztegui cuecen un erizo y dejan ese líquido al
sereno; a la mañana siguiente, el niño bebe parte de esa agua y con el
resto se le frota las partes afectadas, repitiendo este remedio tantas
veces como sea necesario.
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