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LO QUE NADIE VE

Loli Escribano Valero

Edita: Círculo Rojo

Narrativa, 2015

 

Loly Escribano Valero ha publicado su tercera novela, Lo que nadie ve. Una sorprendente narración, que podría situarse en el realismo mágico, y de una belleza singular. Vuelve la autora a perfilar, sólo a perfilar, unos personajes encantadores que, sólo ellos, dan idea de la capacidad de imaginar de Loly Escribano. Las mujeres que guardan una larguísima fila para acceder a un puesto de criada; Remedios la partera ciega, que la guiará viva y después de muerta, por el camino largo de la vida, que no es otra cosa que un camino iniciático del que tornará a la realidad; la niña invisible; Chona, la criada del abuelo; doña Ramona y su nieto Nicolás; el padre ausente y la madre, perdida en su mundo. 

Pero las protagonistas son Pupa y Marcela. La primera nace con una maldición familiar, los ojos de miel líquida. Esto hace que la madre de ambas esté preocupada solamente por ella, temiendo que pueda morir en cualquier momento, mientras que Marcela, la narradora, está siempre a punto de morir a causa de sus pulmones, sin que la madre le preste la menor atención. Marcela aprende a sobrevivir comiendo flores, primero rosas y después tulipanes, y sintiendo como Pupa se apodera de sus sueños, de su imaginación, de sus relatos y, en general, de su vida. 

Hay episodios más notables -todo en Lo que nadie ve es notable- como el de las dos hermanas y su madre buscando padres para los niños expósitos, pese a la oposición de las monjas, incapaces de controlar la imaginación de Pupa, quien dibujaba aquello que deseaba conseguir, haciéndose realidad el dibujo.

Allí estaba Pupa esperándoles. Llegaron en silencio, como evitando romper la belleza de la mañana clara, pero cuando el último expósito del grupo pisó la loseta de piedra de la plaza, estallaron en gritos de alborozo y empezaron a corretear de un lado a otro sin aparente orden alguno hasta que fueron colocándose tal cual lo había plasmado mi hermana en la fachada de la inclusa.

 O aquel otro en el que Marcela busca a su padre, discurre por un bosque de abedules, y va encontrando historias escritas en los árboles. 

Cada capítulo comienza con una frase destacada en negrita, y a partir de ella se desarrolla. Nadie puede escapar de su propia historia, Hay que perderse para encontrarse, Los sueños que no se sueñan acaban cumpliéndose, o Hay que ponerle trampas a la vida, entre otros. 

Todos los capítulos, toda la novela, es notable. La autora no ha dejado ni una sola línea sin otorgarle un sentido mágico, ni un solo capítulo sin que su trepidante imaginación nos sorprenda, ni una sola página sin que hermosas palabras nos conmuevan, 

Sin con Pupa nunca pude compartir un juego sin temor a que mis pulmones maltrechos me ahogaran el alma, con Nicolás podía aprender que la vida podía ser lo que uno quisiera. Para doña Ramona era un sueño; para Jacobo una prueba; para Pupa había sido un Paraíso; para mi madre, sufrimiento; para Nicolás era puro juego y para mí, después de años de padecer en mi cuerpo y en mi corazón el abandono, se había convertido en una aventura.

Resulta muy difícil, en un breve comentario, plasmar toda la belleza, la realidad/irrealidad, los sueños y todo lo demás de esta sorprendente novela. La capacidad para narrar, imaginar e inventar de Loly Escribano sólo se puede apreciar leyéndola, de un tirón y, a poder ser, debajo de un abedul, o cerca de las flores con las que ella se curaba, no una afección pulmonar, si no la angustia del abandono paterno y materno en pro de una hermana que, nacida bajo la maldición de los ojos de miel líquida, se apoderaba de todos sus sueños y toda su imaginación.

© soria-goig.com

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