El comercio
Generalmente lo hacían los arrieros a
lomo.
Son notables las Disposiciones del Fuero
de Soria referentes a la sociedad urbana. En él se establece que “Todo
aquél de finiestra o almujaba lixco o agua echase sobre algún omme o
mugier, peche 10 maravedis al querelloso”.
No había entonces alcantarillado en
Soria, como no lo hubo hasta el siglo pasado, seiscientos años después
del Fuero y las aguas se vertían al arroyo de la calle por la ventana
avisando antes por tres veces con la voz de ¡Agua! o con ¡Agua va!, para
no bautizar al transeúnte según disponen las Ordenanzas de la Ciudad de
1760.
También se prohibe en el Fuero y se
castiga en las Ordenanzas el depositar en el arroyo paja y basuras que
pueden detener las aguas sucias que circulaban por las calles.
Igualmente se castiga en éstas el arrojar al arroyo despojos de las
reses muertas y lavar las tripas y menudos en los pilares de las
fuentes.
El fuero castiga a aquel de cuya casa
salieren malos olores a la calle y no lo impidiese.
Si queremos darnos una idea de cómo
estaba la limpieza y la higiene de Soria, bastará decir como lo está hoy
en muchos pueblos de la provincia.
Las calles debían de barrerlas los
vecinos por mitad los de uno y otro lado todos los sábados y si hubieren
de limpiarse otro día cualquiera se anunciará por pregón.
El alumbrado público no se conocía ni se
usaba hasta que a mediados del siglo XIX se ponen unos pocos reverberos
de petróleo y tan fausto acontecimiento es celebrado por el vecindario y
el Intendente felicita por ello al Alcalde. Los días de luna se
economizaba petróleo y no se encendían los reverberos. Este alumbrado se
usó hasta el año 1896 que se inauguró la luz eléctrica.
El agua escaseó siempre y muchísimo en
Soria, surtiéndose el vecindario de los pozos que abundan en la ciudad
pues casi todas las casas tienen uno y en algunas dos y tres, unas pocas
fuentes, la de Cabrejas, la de San Pedro y la de la Dehesa de San
Andrés. Del río subían los aguadores con sus cántaros y vasijas con agua
para vender a los vecinos. Estos solían coger el agua en enero y
guardarla en tinajas.
Después se hizo la primera traída, entre
otras, que fue la de la Verguilla a la Plaza Mayor y Plaza de Teatinos.
Después una segunda traída menos afortunada que la primera, hasta que en
1906 se elevan las aguas del Duero, se abastece a la ciudad de agua
necesaria, pero que hoy es insuficiente.
Detengámonos un poco a contemplar el
caserío:
Ha vivido la ciudad de Soria dos grandes
épocas, en las que se desarrolló con intensidad. El siglo XIII y el
siglo XIV.
En la primera se construyó gran parte del
castillo y murallas y se elevaron muchas y hermosas iglesias, honra y
prez de la ciudad. En esta época no se edificaban apenas palacios,
únicamente la Arquitectura religiosa y la defensiva tenían importancia.
Es en el siglo XVI el otro momento de
vida y de esplendor de nuestra ciudad, que se nota claramente con la
sola contemplación de su arquitectura. Se alza la Iglesia de San Pedro,
acaba de alzarse la de Santa Clara y se construye Nuestra Señora del
Espino, casi todos los palacios y casas señoriales que todavía se
conservan con mayor o menor propiedad.
Ciñéndonos solamente a la arquitectura
civil, encontramos restos del XIII en una portada de la calle de la
Zapatería con arco apuntado ornado de puntas de diamante.
Hay algunas casas del siglo XV, en sus
finales y principios del XVI y en ellas se repite un mismo tipo en todas
ellas, con su fachada de piedra o mampostería, puerta de arco, ventanas
con boceles y una orla o reborde llamado arrabaz que cobija puerta y
ventana.
En el siglo XVI debió de haber un maestro
y unos oficiales canteros que formaron como una escuela y que labraron
bastantes fachadas platerescas con una misma norma y unos motivos
análogos, la portada de San Pedro, el arco que había en el antiguo
palacio de los Betetas que hoy posee el conocido industrial Felipe Ruiz,
la portada del palacio que ocupa hoy el Cuartel de la Guardia Civil. Una
casa que es anterior a estas y que revela un buen gusto de su traza,
aunque la maestría de su técnica es inferior, es la antigua Casa de los
Clavos (hoy carbonería).
Pero, la joya de la Arquitectura civil de
Soria, y una de las más preciadas de España, es el Palacio de los Condes
de Gómara, su soberbia fachada de sillería, con sus elegantes arquerías
y la magnífica torre que se alza a un extremo, y el palacio viejo tan
bello y aún más que el nuevo que se alza a continuación al lado del
poniente, daba a Soria el rango y aspecto de gran ciudad castellana.
Hay otros palacios y casonas de esta
época y aún posteriores que en su interior conservan soberbias escaleras
y ricos artesonados, como la antigua morada de doña Beatriz de
Beaumonte, en donde Santa Teresa fundó su convento de Soria y que hoy
forma parte del Convento del Carmen y la casona que en la Plaza de San
Esteban posee la Condesa Vda. de Giraldeli.
No es raro encontrar en alguna de estas
casas elementos defensivos como aspilleras, torres defensivas, etc., que
revelan las precauciones que se tomaban entonces no sólo contra el
enemigo común sino unos nobles contra otros, pues es sabido que armaban
sangrientas pendencias entre ellos y así turbaban la pacífica vida de
las ciudades.
También se ven casas notables del siglo
XVII y XVIII pero ya no son ni tan abundantes ni tan magníficos como las
del XVI, lo cual viene a confirmar nuestra tesis.
Estos nobles sorianos eran en su gran
parte ganaderos, cuyas cabañas de merinas trashumaban de tierra de
Mediodía a estos agostaderos alternativamente dos veces al año.
Nos hemos detenido, acaso demasiado, en
las casas señoriales, hablemos algo de las casas humildes, éstas las más
míseras y pobres como lo son las muchas que todavía se conservan de
aquellos tiempos. Casas pequeñas, de adobes, entramados de madera, o de
tierra apisonada, con sus pisos volados sobre canecillos que aún se
adornan con alguna talla rudimentaria.
Dentro de la arquitectura municipal y
civil hemos de hacer mención especial de las tiendas y talleres.
Las tiendas y talleres ocupaban como hoy
la planta baja de las casas, donde se abría para dar luz un hueco, cuyo
tablero de cerramiento era a su vez ya caído mostrador y si la tienda
estaba en un portal entonces el hueco se aprovechaba como escaparate y
se despachaba por el portal.
Aún se conservan en Soria, hoy día,
talleres en la calle del Pilar y en la de Numancia que tienen idéntica
disposición que las antiguas tiendas.
En atención a la denominación de este
Círculo y al público que me escucha, en su mayoría comerciantes y
artesanos voy a referir con algún detenimiento la Organización,
Privilegios y Ordenanzas de algunos oficios de Soria.
El Comercio en los siglos pasados no
estaba tan desarrollado como hoy, las necesidades eran muchas menos, la
industria local y aún familiar atendía al hilado, tejido y confección de
muchas prendas y el apaño de otras. Además los muchos arrieros y
trajinantes que entonces había eran los que proveían a la ciudad, los
pueblos y aldeas de los artículos que aquí no se producían, llevándose
lanas. Los medios de comunicación eran escasísimos y malos y las grandes
historias no se habían desarrollado y las necesidades eran pobrísimas.
Así es que con las
tiendecillas que hemos descrito, con algunas carreterías, los arrieros,
trajinantes, judíos y genoveses que se dedicaban al comercio a domicilio
se llenaban las necesidades comerciales.
Todos los oficios estaban sumamente
regulados, constituyendo sus cofradías y gremios que surgían por
terminantes Ordenanzas. Ordenaban la clasificación de los artesanos, en
maestros, oficiales y aprendices, con riguroso tránsito de una a otra
categoría hasta saber perfectamente el oficio.
Se cuidaba con esmero de la calidad de la
labor en prestigio del gremio, destruyéndose la obra defectuosa o
fraudulenta y se cuidaba además con gran rigor, de la exactitud de pesos
y medidas y de la calidad de los artículos y productos.
Las Ordenanzas de Soria establecían “Que
ningún oficial ponga tienda de ningún oficio nuevo sin licencia del
Ayuntamiento y dos Regidores acompañados de dos oficiales del mismo
oficio que vean su suficiencia, para evitar el gran daño que se sigue a
la república de que las gentes confíen en ellos sus casas y haciendas y
se las destruyan y estragan por no tener aquél saber que debían”.
En todo se buscaba la calidad en la obra
que ha acreditado las artes manuales, la sabiduría, la honradez y el
gusto de los antiguos artesanos.
Pero veamos algunas disposiciones y
Ordenanzas de los oficios de nuestra ciudad.
Los tenderos formaban la Cofradía de San
Miguel y según sus Ordenanzas aprobadas por Real Privilegio de Fernando
IV debían reunirse una vez al año para hacer caridad y nombrar el
preboste, dos Alcaldes, jueces y hombres buenos que han de vigilar las
pesas y medidas de las tiendas y los pesos mayores de la villa una vez
al mes o cuando quisieren.
Se les prohibe mezclarse unos a otros en
las compras y ventas que ellos realizan.
En el Cabildo y por los Alcaldes, jueces
y hombres buenos se solventaban y realizaban y resolvían los mutuos
pleitos, multándose el llevar abogado o vocero que no sea del oficio. El
Cabildo también multaba las voces, injurias y malos tratos que unos
tuvieren con otros y si los del Cabildo o Cofradía de Soria tuvieran
pendencia o querella con tenderos o vendedores de otro Cabildo les
acompañaban para ayudarles en sus derechos.
Si caía enfermo un hermano debían de
velarle cuatro cofrades por turno, debiendo llevarle la candela en
invierno, debiendo ser asiduos y puntuales.
Tenían socorros de enfermedad y defunción
y si por desgracia cayese cautivo de moros o piratas debían de redimirlo
entre todos.
Los tejedores
Los tejedores de Soria también tenían su
Cofradía y se regían por Ordenanzas aprobadas por el Rey Alfonso X el
Sabio.
Por ellas se prohibía el trabajo de noche
para que no se hiciese mala labor, se regulaba la anchura de los peines
y el número de limelos según la clase de hilaza y la labor, mandándose
quemar la hilaza que no se ajustara a lo dispuesto, puesto que estaba
regulado el peso y la calidad de cada clase, siendo el Preboste el
encargado de dar el marco a los telares y de inspeccionar la obra.
Los recueros o taberneros
Otra importante Cofradía de Soria tenía
también sus Ordenanzas con aprobación real de Fernando III el Santo y
era nada menos que la de recueros o taberneros.
Sabido es y sino por eso lo diré, que
antes, en los alrededores de Soria se cultivaba la vid, pero en estado
tan precario, que el vino que se cosechaba era de inferior calidad, no
obstante esto y con el fin de garantizar el consumo de la producción
local, se recabaron privilegios para que hasta que no se consumiera todo
el vino producido no se introdujeran otros de las riberas de Aragón y
Navarra a Castilla.
Las Ordenanzas aprobadas por Fernando III
el Santo en Burgos a favor de la Cofradía de los Recueros de Soria se
les concede a éstos que puedan entrar vino de acarreo sin que se lo
impida el Concejo, ordenando además que sólo les reconociesen sus
medidas y reconociesen y catasen el vino cuatro o seis hombres buenos de
su Cofradía con un Caballero del Concejo de Soria u otro que nombrase el
Rey, destinándose la mitad de las multas para el arreglo de la cerca o
muralla de la ciudad y la otra mitad para los hombres buenos por su
trabajo.
Las ordenanzas de Soria de 1538,
confirmadas y reformadas en 1760, establecen que el precio del vino esté
regulado por los Regidores y que sea de buena calidad.
Además se establece que cada tabernero
venda una sola clase de vino tinto y otra sola clase de vino blanco, no
pudiendo mezclar los vinos. Los vecinos pueden traer también vino pero
deben hacer plaza al precio regulado.
Los taberneros debían mostrar el vino que
trajesen y darlo a catar a los Regidores.
Los Arbitrios de vino. Arbitrio de
cuarto: 8 cuartos en cántara de vino tinto. 16 cuartos en cántara de
vino blanco.
Estos arbitrios servían para la paga de
dos médicos, un cirujano y para los gastos de la fiesta del Corpus.
Poco vamos a hablar ya de los restantes
oficios.
Los carniceros
Los carniceros mataban las reses a la
puerta de sus casas y tiendas y las Ordenanzas sólo les recomendaban que
no ensuciaran las calles, como anteriormente dijimos, y que no echaran,
repetimos, los despojos ni lavaran las tripas en las fuentes.
También daban disposiciones para que no
tengan reses muertas con pellejo, sino únicamente corderos y cabritos
que puedan traerse ya muertos sin desollar. Se ordenaba a los triperos
que sacaran sus guisos a vender en los portales del Collado. Se
estableció Carnicería Municipal en el Peso. Hasta hace siglo y medio no
hubo Matadero público.
Los panaderos
Los panaderos debían vender pan sobado y
mollete y tenían que hacerlo de harina blanca y cernida, de trigo bien
cocido, de un peso y al precio regulado, que vendían en todo tiempo “y
que hagan panes menudos para los caminantes”.
Se vendía en pan en los Portales del Pan,
que estaban en el lugar de las casas siniestradas recientemente en el
incendio, esquina a la Plaza de Herradores; y allí acudían también a
vender pan las mujeres de Almazán, de Carbonera y de Garray.
Muchas más cosas y muy curiosas podríamos
decir sobre Mercados y Oficios, sobre los regatones, los revendedores,
etc., pero sería variar el tema de esta Conferencia.
Volvamos al tema principal y hablemos de
los edificios municipales.
Ya hemos dicho algo de la Casa de
Ayuntamiento, pero había otras casas y dependencias municipales para los
Servicios Públicos.
El Almudí o Alhóndiga o Almacén o Mercado
de Granos, así como granero del Pósito, edificio anejo al antiguo
Ayuntamiento en la calle que conserva el nombre de Pósito y tenía cuatro
arcos que en parte están cegados.
El peso público
El peso público, a cuyo frente estaba el
Almotarife, servía como norma legal de ponderación, como peso justo y
oficial, como medio de contratación y además servía para pesar los
granos al ir al molino y por cuyo peso debía de pagarse una cantidad,
sellando la boca del envase en un trozo de masa con el Sello de la
ciudad.
Las Ordenanzas mandan que haya dos pesos
para la harina, uno en la Puerta del Postigo y otro cerca de San Pedro.
El Alfolí era el depósito de la sal que
desde hace muchos años era artículo estancado y en el siglo XVIII estuvo
el Alfolí en el domicilio que hoy ocupa “La Eléctrica de Soria”.
El reloj
Dos relojes había en Soria, uno sobre la
Casa Ayuntamiento, que sigue en su sitio, en la Audiencia, y otro en la
Puerta del Postigo. No había en Soria como en algún otro sitio edificio
especial y destinado a este objeto.
La cárcel
La cárcel de esta nuestra ciudad es
cárcel provisional (por ser el lugar cabeza de ella) por la Nueva
Recopilación, donde manda recoger en ella los presos condenados a
galeras de los Obispados de Burgos, Calahorra, Osma, Sigüenza, Pamplona
y Reino de Navarra. Madoz dice que en 1846 había calabozos lóbregos y
húmedos.
Funcionarios técnicos municipales
Citaremos en primer lugar a los obreros,
veedores de obras, de que hablan las antiguas Ordenanzas de la ciudad,
eran dos maestros visitadores o inspectores de las cercas, torres,
puertas, barreras, calles y calzadas para que propusiesen al
Ayuntamiento las obras que hubiera que hacer y buscasen los oficiales y
maestros suficientes y de conciencia para hacerlas lo mejor que
pudieran.
El Fiel era como un Inspector de
vigilancia urbano.
El Almotacén era el encargado del
Peso y de inspeccionar las pesas y medidas a ciertos comerciantes pues
algunos tenían privilegios que regulaba esta Inspección.
También podemos señalar entre los
funcionarios técnicos a los médicos y cirujanos. En el
siglo XVIII eran dos los médicos y cobraban 2.000 reales, cantidad
importante para aquellos tiempos y que parece deducirse servían a casi
todo el vecindario, había además un cirujano del Concejo.
La ciudad a la vez asalariaba en 1750 con
800 reales a un maestro de niños y se le regulaba de utilidad un total
de 3.000 reales. Aun había otro maestro particular y los estudios de
dómines y Colegios.
Plaza Mayor y Fiestas de Toros
La Plaza Mayor era centro de vida de la
ciudad, su núcleo urbano, en ella estaban los edificios de los distintos
poderes de la ciudad.
En la Plaza Mayor se celebraba los jueves
mercado por Privilegio Real de Enrique IV, era mercado de granos,
mentidero, lonja de contratación y lugar de espectáculo y recreación y
de solemnidades.
Antes de construirse la Plaza de Toros,
se traían los toros de Valonsadero por cabañeros y algunos pocos
aficionados y antes de hacerse las carreteras, por las Camaretas a caer
al Cañuelo y por cima de la Huerta de la Muerte, por el barranco que
todavía se llama de los toros entraban por la puerta de Valobos, pasaban
por delante de la Iglesia de Nuestra Señora del Espino, bajando por la
calle del Pósito a encerrarlos en el Arco de la Plaza, llamado en otros
tiempos también del Cuerno, Arco del Toril, Arco de la Carnicería, Arco
del Peso. Allí estaban armados los toriles, conservándose todavía los
mechinales.
La Plaza se preparaba con tablados o
cadahalsos para el público, las puertas de las casas se dejaban abiertas
resguardándolas con burladeros y en los tejados y balcones se agolpaba
el gentío para contemplar la fiesta.
En la Casa hoy Ayuntamiento, antes de Los
Linajes, estaba la nobleza soriana.
En la Casa del peso, antes del Común de
la Ciudad, el Estado llano; en un corredor que cruzaba toda la fachada
de Nuestra Señora de la Mayor el Clero; y en la hoy Audiencia, antes
Ayuntamiento, el Intendente, el Alcalde y regidores, comisiones y
seguramente que el Fiel y procuradores de la Tierra, que desde su casa
próxima bajarían a la Casa Concejil a contemplar el espectáculo.
La fiesta era una capea bulliciosa como
todavía se sigue haciendo en muchos pueblos de España, sin intervención
de toreros profesionales.