Recoge
Nicolás Rabal, en su estudio sobre Soria, que el Concejo de Soria tuvo que
llamar la atención a los condes de Fuerteventura y marqueses de Alcántara,
para que moderaran en lo posible su industria ganadera, ya que el agua del
río Duero llegaba muy sucia a Soria a causa de la gran cantidad de lana
que lavaban estos nobles en su lavadero de lanas de Chavaler, a orillas
del río Tera.
Cuando en el siglo XIX
de abolieron los privilegios de la Mesta y los señoríos, la industria
lanera (que ya había sufrido un serio revés con la competencia de la lana
inglesa) fue en vertiginoso declive hasta casi desaparecer.
Antes de esos hechos
históricos, Chavaler, a doce kilómetros de Soria, al pie de la Sierra de
la Carcaña, regada por los ríos Razón y varios arroyos, era un lugar casi
floreciente, gracias a los todopoderosos nobles, de la familia de los
Castejones, todos ellos hermanos relevantes del Honrado Concejo de la
Mesta, con propiedades necesarias para pastos en casi todos los enclaves
de la provincia de Soria.
A
la entrada del pueblo, ya con muy pocos habitantes, apenas veinte, se
alza, muy alta, tanto como los títulos de sus mecenas, la iglesia de Santo
Tomás de Aquino, mandada edificar por una marquesa de Alcántara, cuyas
armas presiden la fachada. A la torre, cada año llega una pareja de
cigüeñas para fundar allí su hogar.
Hay que bajar hasta el
río para ver los restos de lo que fuera potente industria ganadera. Una
cerca, todavía con restos almenados, delimita el recinto donde se
encerraba el ganado para ser esquilado y, muy cerca, a la orilla del río,
restos de edificios de piedra indican la ubicación del lavadero de lanas.
© Isabel
Goig
Relato:
«El puchero de monedas»
Por
la Primavera soriana
Volver a "El Valle"
Volver a Rutas por las Comarcas
Volver a A pie por
Soria
Escríbenos
Colabora
|