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Pujante la primavera,
todos los tonos del verde, los ríos abundan de agua, los manantiales se
asoman cantarines. Todos los elementos que forman la naturaleza se muestran
felices por haber perdido de vista durante un tiempo a los depredadores
humanos. La calma parece querer decir algo, pese al silencio. Tal vez
intuyen que los irresponsables, esos que se apretujan en lugares públicos
como si no hubiera un mañana, libres los agujeros de la cara, indiferentes
al dolor causado por ese virus que, tal vez, a ellos nos les ha tocado, pero
sí a alguno de sus mayores, esos para los que no quiero utilizar adjetivos
que salen a borbotones, van a conseguir que volvamos otra vez a nuestros
encierros y la naturaleza, de nuevo, se verá libre de nosotros, de ellos.
Con todas las
precauciones hemos recorrido algunos lugares, todos a pocos kilómetros de
casa: Chavaler, Ituero y el parque del Castillo de Soria.
De Chavaler
queríamos ver el discurrir del río Tera, tranquilo, con caudal medio. De
este pueblo tenemos varias cosas publicadas en nuestra web, pero aportamos
algo sobre quien fuera vecino ilustre, propietario de construcciones
ganaderas a la orilla de este río cangrejero.
En acta del
Ayuntamiento de Soria, de 26 de septiembre de 1814, se deja constancia
que el marqués, además conde de Fuerteventura y Villarrea, vecino de
Écija, había recurrido al rey manifestando que posee una cabaña lanar
fina trashumante la cual, aunque fue de veinte y tres mil cabezas, ha
quedado reducida a la tercera parte por las calamidades de los tiempos.
Que siendo su estancia en la provincia de Soria fuera de los tiempos de
invernadas tiene su casa abierta, lavadero y demás necesario para su
existencia reputándose por un vecino para todas las cargas
correspondientes a la clase de tal y que como además se halla con la
obligación de residir personalmente en ella seis meses y un día en cada
año, lo que no le es posible ejecutar a causa de los contratiempos que
se han experimentado de los atrasos de su casa y de los sacrificios
hechos en obsequio de S. M. y de la Patria, ha solicitado que, a fin de
reponerse y evitar el crecido gasto de cuarenta o cincuenta mil rs. que
invierte en venir de Écija Soria, se digne S. M. concederla la gracia o
dispensación de la ley que previene los seis meses y un día al año de
personal residencia en Soria para que pueda su cabaña disfrutar de los
pastos de verano. Licencia que le fue concedida, el 2 de septiembre
de 1814, por espacio de cuatro años, pero con la calidad que haya de
conservar en aquella ciudad [Soria] su casa abierta y poblada.
Antes de llegar a Ituero
nos miraba desde la torre de la iglesia de Miranda de Duero una cigüeña. Se
la veía preocupada, tal vez porque estaban quemando unas hierbas secas en un
jardín, frete a ella, como puede apreciarse por el estado de la foto.
Temería por la salud de sus cigoñinos. La iglesia, dedicada a Nuestra Señora
de la Asunción es muy sencilla, pero conserva unos canecillos muy antiguos y
muy toscos.
En Ituero
buscábamos los restos de la barca que, al igual que otras de pueblos
vecinos, cruzaba a personas y animales de una orilla a otra, antes de la
construcción de puentes. Ya no está, pero los vecinos, hará ya unos veinte
años, fundaron una asociación con el nombre “de la Barca”, y una pequeña
reproducción ha sido colocada en una plaza.
A la vuelta, en
Tardajos, encontramos al señor Ponciano sentado plácidamente delante de
un gran mural realizado por la empresa Imperdible, de Soria. Nos dijo que en
Tardajos también había barca y recuerdan, entre otros muchos, al tío
Francisco como barquero.
Al
parque del Castillo de Soria acudimos por el sólo placer de que Jordán, el nieto
pequeño, disfrutara debajo de un ciprés común cuyas ramas formaban larga
falda hasta el suelo, formando un espacio interior con raíces aéreas y
sotobosque privado, y preguntara sin parar sobre el origen de unos muros
raídos que todavía quedan en pie del viejo castillo. El parque del Castillo
es, para mi gusto, el más bonito y el mejor cuidado. Tal vez se deba a que
no soporta la presión humana de otros parques de la ciudad.
©
soria-goig.com
El
parque del Castillo de Soria
Chavaler y las lanas de los Alcántara
Tardajos
Con
Saturio por el río Duero
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