La señora
Rufina Serrano ya falleció. Nuestra particular querencia por esas ancianas vestales
sorianas hace que ahora aquí recordemos la visita, algunos años atrás, al principal
manadero del que se nutre el río Manubles, en Ciria, guiadas por Rufina.
Ciria
A Rufina le costaba caminar. Una enfermedad reumática, tan frecuente en estas tierras
frías bastantes meses al año, hacía de sus piernas unos débiles sostenes. Pero, así y
todo, se recorrió con nosotras casi cinco kilómetros, ida y vuelta, por el entorno de
esa hermosa villa que es Ciria. Y no paró de hablar. Ni nosotras de preguntar.
Ciria, rayana y por consiguiente plena de Historia y de historias, de idas y venidas, de
aragonesismos y castellanismos, de nobles señores como los Luna, se asienta, escarpada,
sobre risqueras que le sirven de cimientos.
Muy calizo su sustrato, el río Manubles, abundante de agua ya en su nacimiento bien
alimentado por las resurgencias y escorrentías del Moncayo, se pierde, no obstante, en el
subsuelo de su lecho, para reaparecer, cuando la piedra lo permite, en el lugar más
insospechado. Las risqueras de Ciria conforman un paisaje arisco, bellísimo, habitado por
abundantes alados y muchas cabezas de ganado, entre las que abunda el cabrío, tan raro ya
por estas tierras, y tan necesario. Es la sabina el árbol que complementa el entorno
natural.
El río Manubles nace en Borobia, pero hasta allí no pudimos llegar con la señora
Rufina.
Borobia
También Borobia es villa rayana, y son propietarios de la hermosa dehesa de la
sierra de
Tablado
o Tablado, según quien la nombre. A principio de esta década, por ese
extenso y hermoso paraje, cerca del Moncayo, todavía pastaban alrededor de trece mil
cabezas de ganado lanar. En esa dehesa salpicada de gran cantidad de fuentecillas
Bragadera, Unti pastor, Redondillas, tía Isidra, Conejera
- nace el río
Manubles. Y desde allí va descendiendo y alimentándose de fuentes y arroyos, hasta
recibir las aguas del "Ojo", de Ciria, ese paraje a donde Rufina nos condujo.
"El Ojo" mana debajo del "cerro labrado", en entorno propio del Karst,
donde anidan colonias de quebrantahuesos. Se trata de un conjunto de siete fuentes, ya
canalizadas para el abastecimiento domiciliario. Otras fuentes alimentan al Manubles en
tierras de Ciria. Aquella tarde de verano Rufina nos enseñaba la del "Piojo":
"fíjese qué nombre tan feo para esta hermosa fuente, muy a propósito para
embotellar el agua. Ya sabrá usted que en esta provincia a muchas fuentes les dan ese
nombre porque a ellas acudían los pobres a quitarse la miseria". La miseria, por
estar tierras, quiere decir los piojos. Por esos parajes discurría antes el ferrocarril.
Pasamos cerca de un túnel y Rufina todavía recordaba lo guapas que eran las hijas del
capataz de la vía: "de esas guapuras que no se ven por aquí. Creo que eran del
sur".
Mientras descendíamos,
aprovechando en algunos trechos el propio cauce del río, nos enseñaba los restos del
castillo roquedo, tantas veces cambiado de bando.
"No se crea, el río, aunque ahora
vaya seco, a veces el agua salta el puente".
Le explicamos porqué sucedía eso. Le
hablamos de sustratos, calizas y niveles freáticos, y ella, muy respetuosa, dijo
entenderlo, pero también podría existir otra explicación:
"el agua, que es como la
sangre, pierde fuerza de vez en cuando, y en lugar de saltar embravecida, se mete dentro,
como si tuviera depresión".
Este río soriano, el Manubles, abandona Ciria por
tierras aragonesas para desembocar en zaragozanas, concretamente en Ateca, en el río
Jalón. Antes ha fertilizado la pobre huerta para el consumo familiar de la parte soriana,
y la más rica de la zona aragonesa recorrida.
Pasamos por el caserío, con su calle Mayor flanqueada por dos filas de casas blancas,
pulcramente enjalbegadas, dándole apariencia de pueblo andaluz o manchego. Allí, junto a
la casa de Rufina, esperamos un rato mientras ella acudía a comprar un queso recién
hecho, de cabra, con el que nos obsequiaba cada vez que la visitábamos.
Nos despedimos de la señora Rufina. No sospechábamos, cuando levantaba la mano
saludándonos que, cuatro años más tarde, al volver a visitarla, nos dirían que, poco
después de nuestra última visita, había fallecido.
©
Isabel Goig
|
El nacimiento del Manubles
y la Ermita de los Santos
El
río Manubles y su corto recorrido por tierras sorianas, hasta que se
pierde en busca del Ebro por la hermana Zaragoza, tiene, en su nacimiento,
el entorno más hermoso que pueda imaginarse. Nace de las numerosas
fuentes que se forman en la dehesa de Tablada, allí donde próximamente
los molinos de viento campearán a sus anchas desconcertando a las miles y
miles de cabezas de ganado ovino que, año tras año, acuden desde todas
partes de Soria y Navarra a pasar el verano al fresco pasto. Al fondo,
como enmarcando el paisaje, el Moncayo y sus nieves casi perpetuas,
protegen a este maravilloso paisaje.
No
podía faltar en este entorno una ermita, pero en Borobia hay hasta
tres, la más importante de ellas es la llamada de la Virgen de los
Santos. Y es que los lugares elegidos desde siempre para instalar los
templos –grandes o pequeños- no lo fueron al azar, templo y agua han
formado un conjunto religioso desde que el hombre decidió erigir
monumentos a sus dioses que persiste en la actualidad. Siguiendo con ese
rito, la ermita de los Santos se asienta junto a un manantial que recibe
el nombre de "La Ermita" y que forma un arroyo con el mismo
nombre.
El
río Manubles nace en la ya mentada dehesa de Tablada y se forma de los
arroyuelos y pequeños manantiales que, previamente, han servido para
saciar la sed de los numerosos animales, entre ellos el mencionado líneas
arriba.
Parece
estar documentado –así lo recoge el padre Damián Janáriz- que en el
lugar donde ahora se asienta la ermita, predicó santo Domingo de Guzmán,
en el siglo XIII. "En este templo de la naturaleza predicó Santo
Domingo sirviéndole de altar el Moncayo, de lámpara ardiente el rey de
los astros, de cantores los pajaritos del monte, de alfombra el mullido
césped y de bóveda la inmensidad de los cielos". Acudieron a estas
predicaciones gentes de los alrededores y todos colaboraron en la
edificación de la primitiva ermita, que más tarde sería sustituida por
la que hoy puede verse, la del año 1700.
Cuando
visitamos este hermoso lugar de la Tablada –donde la leyenda dice que
había minas de plata- con María Jesús Aranda, los niños de los pueblos
de alrededor habían plantado más de doscientos árboles, de los cuales,
muchos, crecían con fuerza, gracias al agua y, según María Jesús, a la
protección de la virgen de los Santos.
©
Isabel Goig
Ciria
Borobia
El río Manubles por Zaragoza
Fuentes
de Borobia, José Ignacio Esteban
Fuentes
de Ciria, José Ignacio Esteban
Ermitas
de Soria
Censo
de ermitas de Soria, Juan-Luis de Sorondo
Castillos de Soria-->
Ciria
Web "Cuarto creciente" - Observatorio Astronómico "El
Castillo"
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Tablado
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