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La
Asociación Condes de Lara de la Ciudad de Osma, recientemente
constituida, me había invitado a dar una charla sobre la forma de
utilizar las hierbas y otros remedios caseros. Como es habitual, cuando
alguien acude a un lugar para hablar de ritos, costumbres y tradiciones de
ese lugar, sale de la charla sabiendo mucho más de lo que sabía, o sea,
que en realidad se va a aprender y no, desde luego, a enseñar. Entre
otras razones, porque la gente mayor lo sabe ya todo.
Pero allá
que nos fuimos José Vicente Frías Balsa, mi hermana Concha y yo a esa
Ciudad impregnada de Historia, diluida injustamente por la importancia y
monumentalidad de la que durante mucho tiempo fue sólo un burgo, un
apéndice de Osma, la hermosa Villa del Burgo de Osma.
Osma lucha,
ahora con el empuje de la asociación, por recuperar (al menos lo que
pueda ser recuperado) esa importancia que se remonta a la época de las
ruinas celtíbero-romanas de Uxama. Su extenso término, la bondad del
terreno fertilizado por los ríos Abión y Ucero, los riscos calcáreos
que jalonan Osma, su patrona Santa Cristina, San Pedro de Osma (el
cluniacense francés Pedro de Bourges), los restos de sus huertas que
terminarán convirtiéndose en viviendas y, sobre todo, esos pequeños
monumentos que son las bodegas excavadas en la roca, hacen de Osma un
lugar encantador.
La
Asociación Condes de Lara anda entusiasmada con la tarea de recuperar sus
ritos y costumbres, conscientes de que las piedras son más fáciles de
conservar, aunque a veces también se extravíen. Pero las canciones, la
sabiduría popular relacionada con las propiedades de plantas, árboles y
aguas, la particular forma de cocinar, el conocimiento de la utilización
de los utensilios antiguos, y, en fin, todo eso que sólo el hombre es
capaz de recordar, que sólo los mayores atesoran en su memoria, es
frágil, muere con ellos y desaparece. Ese es el objeto principal de esta
asociación, evitar que el rico patrimonio etnológico se pierda con los
mayores.
Supimos la
tarde del viernes, 19 de julio, que existieron en Osma cuatro ermitas: Las
Magdalenas (de la que aparecen restos escarpados en un elevado risco desde
donde puede contemplarse la belleza del cañón calcáreo y el río y lo
que nos hace pensar en algún templo dedicado a la naturaleza por los
antiguos pobladores, después cristianizado), Santa Eulalia u Olalla, San
Roque y Cuchillos (extraño nombre para una ermita, aunque quizá se
refieran al paraje donde se ubicó). Don Teófilo Portillo, en su libro
"Instituciones del Obispado de Osma", recoge la existencia de
dos de estas cuatro ermitas: Santa Eulalia y San Roque, y de cinco
cofradías: Santísimo Sacramento, Santa Cristina, Santa Vera Cruz, San
Sebastián y Nuestra Señora del Rosario.
Ermitas de la Ciudad de Osma,
José Vicente Frías Balsa
Las
bodegas
Pero vayamos
a las bodegas, esos hipogeos cuya excavación se pierde en la memoria
(algunas con sillares romanos aprovechados como observaría Concha), con
su largo recorrido por pendiente de tierra prensada hasta llegar a la
sala, al templo subterráneo donde se custodia el vino, ese líquido
precioso, color carmesí, fresco y joven. Las bodegas de Osma, con
entradas de piedra y puertas de vieja madera, han sido completadas en
superficie con merenderos particulares donde, los privilegiados dueños de
ellas, pueden disfrutar en familia y agasajar a amigos y visitantes en
veladas difíciles de olvidar. En el conjunto que forman las de la Ciudad
de Osma perviven unas torres rematadas de forma circular, que van
estrechándose desde la base, de piedra, y que tienen la función de
respiraderos para varias bodegas. En Osma tienen la sospecha y no me
parece aventurado afirmar que el origen de estos templos del vino
familiares, donde se rinde culto al fruto de la vid, fueron ya excavados
por los romanos moradores de Uxama. Nos los imaginamos con la piqueta
horadando las entrañas de la montaña hasta llegar al mejor lugar, donde
no llegara la luz y la temperatura fuera la ideal para conservar el vino,
de precioso color, en el mejor estado y hasta la siguiente cosecha.
Nosotros
estuvimos en la de Mari Carmen Palacios, junto con otros amigos, miembros
de la asociación: Juan José de Miguel, los hermanos Cristina y José
Luis Dueña, Carlos Martínez, Ángel Flores, Asun Rocha y David Dueña.
Pero antes visitamos otras, una verdaderamente impresionante, muy profunda
y que, a la entrada, conservaba la prensa y otro artefacto (no recuerdo el
nombre) que sustituye a los pisadores y lleva el mosto a la prensa.
Éramos un grupo numeroso, pero creo que el propietario de esta bodega es
David Dueña Vallejo. Y nos invitaron a unas chuletas, chorizos y morcilla
("La morcilla ¡gran señora, digna de veneración! ¡Qué oronda
viene y que bella! ¡Qué través y enjundia tiene!", que decía
Baltasar de Alcázar en el siglo XVI) que es lo más soriano que puede
degustarse por estas tierras.
Concha,
Luisa y yo, publicamos en 1997 el libro
De fogones y pitanzas
sorianas, en él decíamos lo siguiente de estas chuletadas:
"... el ceremonial de asar chuletas en el campo es la señal de que
familias y amigos van a pasar una velada inolvidable; en la zona de la
Ribera se asan en la parte de afuera de las bodegas; se trata de adquirir
chuletas de cordero, del exquisito cordero soriano, del sur a poder ser,
de esos que se alimentan con hierbas aromáticas y setas; buen vino; sal y
pan de hogaza (...) La leña, a poder ser de sarmiento (...) Se quemará
la leña, se esperará a que se hagan buenas ascuas y, mientras, se irán
colocando en la parrilla las chuletas sazonadas al gusto: sal sola o
acompañada de pimienta y orégano (...) Al darle la vuelta a la parrilla
se ablentará antes de colocarla del otro lado (...) Ya sólo hay que
colocarlas encima de un buen pedazo de pan de hogaza y
degustarlas...". Este fue el ceremonial que siguieron nuestros amigos
para agasajarnos.
Asun Rocha,
junto con sus hermanos, son los dueños de la panadería, que regentan por
cuarta generación. Trabajan con horno de leña y, además del pan
estupendo, como tuvimos la ocasión de comprobar, salen del horno tortas
de manzana, de chicharrones, de leche y las llamadas "tortas de
huevo" (los hornazos de otros lugares, entre ellos Jaén), que hacen
para el Domingo de Resurrección. Los ingredientes: huevo, leche, azúcar,
aceite y harina ("la sencillez de los elementos se prestigia con la
gracia del aliño", que diría José Vicente Frías)
Un viaje a
Osma, hay que reconocerlo, de los que no se olvidan. Gracias, amigos, y
adelante.
Fiestas mayores en la Ciudad de
Osma en Honor a Santa Cristina y Santiago los días
22, 23, 24 y 25 de Julio.
(informacion de Eduardo)
Osma
en el Catastro de la Ensenada
A mediados
del siglo XVIII se elaboró, en toda Castilla, un catastro que sirviera
para poner algo de orden en el cobro de impuestos y propiciar la
contribución única. Reinaba Carlos III, tal vez el mejor rey que España
haya tenido, y lo llevó a cabo su ministro Zenón de Somodevilla, quien
recibiría el marquesado de la Ensenada. Gracias al interrogatorio de más
de cuarenta preguntas llevado a cabo pueblo por pueblo podemos saber las
peculiaridades de cada uno de los lugares sorianos. Son, pues, estos
documentos, custodiados en el Archivo Histórico Provincial, consulta
obligada para los investigadores.
Hemos
entresacado aquello que nos ha parecido más interesante referido a la
Ciudad de Osma. En las fechas de la recogida de datos, Osma era de
señorío y pertenecía a la marquesa de Caracena y de Berlanga, encargada
de nombrar los responsables de impartir justicia ordinaria (juez,
gobernador y escribano). La señora de la Ciudad cobraba el impuesto
llamado de "alcabalas del viento y raíz" (o sea, un porcentaje
por todas las transacciones comerciales que pudieran efectuarse sobre
todas las producciones), que suponía, al año, 1.062 reales y 66
maravedís.
La
Ciudad de Osma era un lugar rico y floreciente. Los dos ríos que recorren
el extenso término y la bondad del microclima alrededor de ellos y del
cañón calcáreo por donde discurren, hacía posible que se enraizaran en
la tierra perales, ciruelos (188 árboles), guindos, almendros y parras.
Próximos a los ríos todavía se mantienen olmos, álamos y chopos. El
monte estaba –y lo sigue estando- poblado de carrasca, roble, enebro,
matorral, estepa y sabina. Se cultivaba hortaliza, lino, trigo, cebada y
centeno. Los animales pastaban en dehesas de regadío por pies y otra de
secano. Además aprovechaban, en comunidad con los vecinos de La Olmeda,
Valdelagrulla y Barcebalejo, los pastos de los montes de
"Valdecastilla", "La Rasa", "Enebral" y
"Enebral de la Olmeda", así como los robledales de
Valdelagrulla y Barcebalejo.
El número
de vecinos era de 103, repartidos en las siguientes actividades: 62
labradores, 12 hortelanos, 9 pastores, 6 jornaleros, 1 tejedor de lienzos,
2 sastres, 2 molineros, 2 zurradores, 7 guardas de montes y ganados de
labor y 6 pobres de solemnidad. Existía en Osma el término redondo de
"La Horcajada", con 7 habitantes. Importante era la cabaña de
Osma, que se componía de 1506 cabezas de ganado cabrío, casi tres mil
cabezas de lanar, 44 bueyes, 79 vacas, 20 terneros, 49 novillos, 46
caballos de labor, 67 jumentos, 31 jumentas, 157 cerdos.
En
el término de Osma, en la fecha a que nos estamos refiriendo, había dos
molinos. Uno, en el río Abión, propiedad del hospital de San Agustín de
la Villa del Burgo, con casa de cal y canto y tres ruedas, rodeado de
tierra poblada de árboles silvestres aneja al molino, que estaba
arrendado a José Velasco. El otro era llamado de Alarides, propiedad de
la iglesia de Osma, tenía dos ruedas, se alimentaba del agua del río
Ucero y, anejo a él, tenía casa y corral. Tenían 64 colmenas y 59
hornos de miel. Para el uso común disponían los habitantes de la Ciudad
de un horno de cocer pan; había una taberna que pertenecía a la
Congregación de Capellanes, y una casa-mesón propiedad de Felipe de la
Cruz.
©
Isabel Goig
Ermitas de la Ciudad de Osma
José Vicente Frías Balsa
Remedios
caseros y Tradiciones en Osma
Isabel Goig
Falsificación
de moneda en Osma el año 1297
José Vicente Frías Balsa
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