Si
nadie dice lo contrario, Elpidio Barranco Cabrerizo ha sido el único
molinero ambulante de la provincia de Soria. Su padre fue molinero
en Las Cuevas de Soria, y todavía conservan el molino rodeado del
halo de romanticismo que esos edificios y artefactos movidos por el
agua generan en quien, años después, los contempla. Y, todo hay que
decirlo, pues no sólo de añoranzas vive el hombre, rodeado también
de una huerta en la que Elpidio cosecha buenas verduras y hortalizas
que avían su casa y las de sus allegados.
Un
buen día Elpidio Barranco decidió acercar la molienda a las casas y
colocó un molino Zaca, que funcionaba con gasoil, sobre un tractor,
para recorrer con él pueblos de alrededor de Las Cuevas y de
Quintana Redonda, donde residía con su familia. Ese sistema, aunque
interesante, no dejaba de tener sus problemas a causa de las averías
y de la poca movilidad del tractor, que impedían largos y rápidos
desplazamientos.
Una
furgoneta, de marca Fadisa, fue la solución. Sobre ella colocó el
molino móvil y durante unos diez años – de 1972 a 1980, y dos años
fijo en Quintana Redonda- se dedicó a recorrer con el artefacto
parte de la provincia de Soria. Cebada, avena, alfalfa y esparceta
pasaron por su trituradora, con un sinfín acoplado que evitaba la
molestia de llenar bolsas y cargar con ellas.
En
la actualidad, y pese haber transcurrido apenas treinta años, tal
vez esto nos parezca una antigualla, pero en aquellos años podía
hablarse de una pequeña revolución industrial, nada menos que no
tener que desplazarse a los molinos para obtener harina o piensos
molidos. El molinero, como el afilador, como la furgoneta del pan o
del fresco (que todavía recorren muchos pueblos), como el
chamarilero, el lanero o el paragüero, iba a la puerta misma de la
casa para solucionar uno de los muchos quehaceres que el mundo rural
cargaba a su espalda. Por veinticinco céntimos el kilo, el molinero
les solucionaba el problema.
Días había en que Elpidio molía siete u ocho mil kilos de cereal.
Todos tenían algo que moler y animales que alimentar, aunque fueran
los cerdos de la matanza, luego llegarían ya los molinos propios o
los piensos triturados. Y los problemas de algunos de esos piensos
también, pues mientras que cuando Elpido, o el molinero afincado en
su edificio, molían la alfalfa o los cereales, todo era claro y
limpio. Después, no olvidemos lo que los sacos de papel
perfectamente embalados traían en sus entrañas, lo que propiciaría
la enfermedad de “las vacas locas”.
Aún
vivió Elpidio tiempos medio buenos de población. Aunque el éxodo
había comenzado años atrás, el tiempo álgido sería la década de los
ochenta y aún después los habitantes de los pueblos se mantenían en
ellos durante el año, todavía no se había implantado la costumbre
–eso es propio de los últimos veinte de años- de vivir en la capital
todo el año y acudir a la casa del pueblo sólo en verano.
La
Ventosa de Fuentepinilla, Fuentelárbol, La Seca, Osona,
Fuentepinilla, La Revilla, La Barbolla, Fuentelaldea, Nafría, La
Muela, Almazán, Barca, Lubia, Navalcaballo, Camparañón, Villabuena,
Las Fraguas, Recuerda, Calatañazor, Abioncillo, Muriel de la Fuente,
Quintanas de Gormaz, Tajueco, Valderrueda, Valderrodilla,
Villaciervos, Villaciervitos, Ocenilla, Golmayo, Carbonera… Y otros
más que no recuerda, recibieron los servicios del molino a
domicilio. Y nunca, nadie, dejó de pagar la molienda.
En
mayo debía quedar todo bien triturado y en los someros, las cocheras
o donde se dejara el producto. A partir de esa fecha, Elpidio debía
marchar a cosechar a Extremadura, Zuqueca y Guadalajara. Ya se sabe
que la vida entonces era muy dura y la familia debía salir adelante.
Tres molinos gastó Elpidio Barranco y tal vez hubiera agotado alguno
más si no hubiera sido por una alergia producida por la avena y
otros efectos secundarios del ruido y el movimiento del motor, que
le impidieron seguir con su oficio.
Su
artefacto moledor, inédito, digno de ser conservado como pieza
etnológica, fue patentado por Elpidio, su inventor. He aquí lo que
dicen los documentos que justifican que sea patentado.
Patente modelo utilidad nº 193.280 “Dispositivo de acoplamiento de
molinos trituradores de grano y alfalfas”, cuyas características de
novedad, le confieren la cualidad de aportar a la función a que se
destina, las siguientes ventajas:
- Es
acoplable a un vehículo convencional
- Por
sus pequeñas dimensiones y facilidad de acoplamiento, lo convierten
en extraordinariamente manejable.
- Posee
gran rapidez de molienda.
- Gran
facilidad de desplazamiento y situación de lugar.
- Presenta
un mínimo índice de averías con menor riesgo de accidentes.
- Al
quedar eliminadas la lanza del molino, ruedas y acoplamientos, queda
reducido su costo.
- Es
susceptible de serle acoplada una mezcladora para la elaboración de
piensos compuestos, evitando con ello el coste de transporte de la
harina del molino a la fábrica de piensos, con la consiguiente
reducción de costo de mano de obra.
Los puntos de invención, propios y nuevos que se presentan para que
sean objeto de este registro de Patente de Modelo de Utilidad, en
España, son los siguientes:
- Consta
de un conjunto que se monta sobre vehículo convencional, compuesto
por un motor térmico a ciclo de explosión o Diessel, a cuya caja de
cambios se acopla el molino triturador, constituyendo elemento
autónomo…
- Caracterizado
porque eventualmente es susceptible de serle acoplada una mezcladora
para la elaboración de piensos compuestos.
- Dispositivo
de acoplamiento de molinos trituradores de grano y alfalfas.
Su
patente apareció en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial de
fecha 1º de octubre de 1974. Como curiosidad diremos que en ese
mismo boletín se patenta una plantilla correctora de aplicación a
pies plano-valgos por Uniexport (Villena-Alicante), y un calendario
cuyas láminas tienen apariencia de ficha perforada por máquina
computadora, por OGECO (Madrid).