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Érase una vez... Nomparedes Miguel Ángel Rodríguez Marcos Edita Millán y Las Heras ediciones Soria 2024 |
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Nomparedes es un pueblo del Campo de Gómara que no tendría más interés que otros del entorno, si no fuera por el sabio buen hacer de un apuesto médico, nacido en ese pueblo, enamorado del “Arte que salve y sane”, según sus propias palabras: Miguel Ángel Rodríguez Marcos. En el año 2017, la última vez que visité Nomparedes con motivo de La fiesta del pan (también organizada por Miguel Ángel), me fascinó el Arte a pie de calle realizado con materiales de reciclaje por él, ayudado por los miembros de una asociación a la que denominan “La orquesta del Titánic”, por aquello de no abandonar el barco, es decir, los pueblos que ya han sido suficientemente desmantelados. Todo me llamó la atención: el guerrero lanza en ristre, los pájaros en desbandada, pero fue un avión, en la pared del frontón, lo que más me sorprendió.
El jueves, 1 de febrero, en el Casino de Soria, con César Millán como maestro de ceremonias, además de editor de la publicación, Miguel Ángel presentó, ante una sala repleta de personas, su primer libro “Érase una vez… Nomparedes”. Siguiendo su quehacer vital, su amor por el mundo rural en general y por su pueblo en particular, el primer libro debía reflejar ese cariño. El prólogo es de su hermana Evangelina (en 2017 era la alcaldesa pedánea, ignoro si lo sigue siendo); los dibujos se deben a su hijo Miguel Rodríguez Escalada, y la portada a Ángel Luis Martínez Marco. Son varios los capítulos, cortos y sobrios, en los que repasa la historia de Nomparedes, que podría ser la de cualquier pueblo cerealístico del Campo de Gómara. Cortos, salvo los dedicados al Eustaquio y la Genara, personajes que podrían ser reales, pero no lo son, exquisito el autor hasta el extremo de haberse preocupado de utilizar nombres que no existían en el pueblo. “Érase una vez… Nomparedes”, es un libro escrito para el pueblo. Como dije en la presentación, la utilización de un lenguaje cercano, de un estilo acorde con lo que se está narrando es un acierto. Un escritor pomposo hubiera destrozado el texto convirtiéndolo en una narración mitológica que no hubiera entendido ni él mismo. El autor, en la introducción, ya se encarga de informar de cómo será lo que se va a leer: “Este libro no tiene pretensiones históricas ni técnicas. He procurado dar el número mínimo de datos, sacrificando lo técnico para destacar lo humano, facilitar su lectura y hacerlo más asequible y agradable (…)”. El herrero, la escuela, el juez de paz, el teléfono, el lavadero, y un largo etcétera, pasan por las páginas de este libro escritas por el médico-alfarero-pintor, capaz de curar el cuerpo y salvar el espíritu a través del Arte.
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