Emilio Ruiz Ruiz es economista. Preside, desde hace bastantes años, el Centro de Estudios Sorianos. Son varias sus publicaciones, aunque de creación sólo tiene dos: El campesino en su sexmo y Maya, ambas impagables.

El campesino en su sexmo es una serie de breves relatos donde su autor nos explica la vida de unos cuantos personajes, los suficientes para poner en claro la riqueza espiritual de los hombres de su tierra. Por otra parte estos relatos recogen una serie de palabras de uso estrictamente rural en trance de desaparecer merced a los cambios operados en la técnica y en los usos agrícolas. De esta forma -El campesino en su sexmo- es una excelente contribución para el conocimiento de la historia de Castilla de esta primera mitad del siglo XX. Como trasfondo de toda esta problemática –su autor- ha sabido dejarnos ver el paisaje de Soria, donde hasta las piedras tienen alma.

A través de Venancio, Felipe el sordo, "El Mandarria", Pepe Ucero, y tantos otros personajes, va mostrando el autor el ser soriano, el estar de los sorianos. Personajes por otro lado reales. ¿Quién no se acuerda en Soria de la taberna del Mandarria, en la calle Real?. "Los vinos del Mandarria saben a vino, los tiene metidos en grandes cubas de madera colocadas panza arriba". O de Felipe el Sordo, que "ha dejado ya hace algunos años de hacer collerones, atarres, batícolas, cinchas y cabezadas para las mulas del campo de Fuentetecha, de Martialay o del mercado de los jueves en Soria".

Recoge a través de los relatos datos que, de no haberlo remediado Emilio, se habrían perdido de la memoria colectiva cuando el último anciano hubiera fallecido, o, preso de alzheimer, hubiese acabado en alguna residencia de ancianos. Tal es la desidia que corre en estos tiempos.

Por ejemplo ¿cuánta gente se acuerda del pequeño figón "El Pájaro Azul"? ¿Quién sabe por dónde estaba el puente "El Bardo" sobre el río Duero?.

Emilio Ruiz trata con delicadeza temas que, de ser abordados por autores menos sensibles, hubieran podido caer en el ridículo. Por ejemplo cuando utiliza los apodos, cuando rememora hechos de hombres recios y humildes, o cuando trata el tema de los viejos.

"En el pueblo, un viejo sin tierras o con tierras dejadas en vida es algo que ya no cuenta. Cuando ni tan siquiera pueda escardar, este hombre pasará el resto de su vida yendo de casa de un hijo a casa de otro hijo, de pueblo en pueblo, sin avío. Si os asomáis a cualquier pueblo de Castilla los veréis a todos, a todos los viejos, porque hay muchos, sentados en las solanas, remendados y sucios, con costras en las manos y en las caras, tronchados de medio cuerpo para abajo; los veréis pensativos, llevando la cuenta de los días que aún les quedan para estar en esta casa".