El día 14 de
agosto celebraron los rubianos su habitual caldereta anual, en la
plaza, al estilo de los banquetes de los celtíberos y también de los
galos, sin que ya se culmine con ellos ninguna batalla ganada a los
prepotentes romanos.
Antes del
banquete caminaba por el pueblo Felisa Cervel y me sorprendió
diciendo: "esto son cidones". "Esto" son una
especie de flores secas del extremo de unas plantas cardosas con las
que los niños de los pueblos han jugado siempre lanzándolas contra
el otro y viendo cómo se quedaban pegadas. "Piojillo", dijo
Pilar que se las llamaba en Cádiz.
Felisa siguió
contando que de pequeños hacían con ellos cestas, bolas para
lanzarse y cualquier otra cosa que se les ocurriera, de la misma forma
que con los escalambrujos formaban pulseras y collares para adornarse
con ellos. En Baraona, por ejemplo, las muchachas se adornaban con la
centáurea.
Lo primero que
me sugirió la información fue de qué forma se complican los
eruditos la vida con la toponimia, y pensé en el lugar de Cidones, el
cual, muy probablemente, deba su nombre a estas impertinentes bolas.
En ningún
diccionario, ni tan siquiera en el de nuestra admirada María Moliner,
hemos encontrado referencia a esta palabra, aunque sí en la
enciclopedia Espasa Calpe. Cidones deriva de cidonia, de Cydon, ciudad
de Creta. En botánica la cydonia es "un género de plantas de la
familia de las rosáceas, considerada actualmente como una sección
(cydonia Boehm) del género Pyrus L. y del cual la especie Cydonia
vulgaris Pers., vulgarmente denominada membrillero, es la más
importante". Cidonia era, mitológicamente, el sobrenombre de
Minerva, bajo cuyo nombre se le rendía culto en la Elida.
© Isabel Goig,
2001
Diccionario de Habla
Soriana
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